Este post es confuso, contradictorio, porque el "escándalo Schoklender" me pegó mal, lo debo admitir. Tomás Abraham escribe hoy en Perfil una columna que tenía ganas de debatir. Ya hemos hablado, como tantos otros antes, del honestismo. Y sin embargo...
Lo digo de una vez: tenía ganas de ser mucho más lapidario con el artículo de Abraham (me parece una pavada cuando tira frases tremebundas del tipo "nuestra sociedad está enferma", y estoy en desacuerdo con mucho de lo que sugiere en tono de Doña Rosa escandalizada con algunas lecturas filosóficas de más). Sin embargo me rectifico: las estructuras corruptas y la malversación de fondos con dinero público, la falta de control, no pueden dar lugar a nada bueno. Lo que pasó con Schoklender, más allá de la pelea con los medios y demás yerbas, ha sido muy doloroso. No podemos echarle la culpa de todo a Schoklender para que haga las veces de chivo expiatorio. En nuestro país, muy pocas veces los responsables se hacen cargo de sus errores. El nepotismo, la rosca interminable, no pueden reemplazar tan seguido al laburo serio y honesto de personas idóneas para un cargo. Ejemplo lateral: prefiero mil veces a Pekerman antes que al Diegote como DT de la Argentina. Me rompe las pelotas que hayan tirado a la mierda el laburo que se hizo en juveniles con el verso de la "mística del 86", Bilardo, Humbertito Grondona y toda esa lacra. En fin, me fui al joraca, prosigo:
Pienso votar a Cristina, aunque tengo millones de contradicciones (las mismas que me plantea siempre el peronismo). Sin embargo, uno no puede hacerse el pelotudo con aquello que no le gusta simplemente porque crea que la oposición es peor o "le hace el juego a la derecha".
El artículo de Tomás -con quien estoy muy en desacuerdo casi siempre- está en lo cierto en algunas de las cosas que sugiere. No tengo ganas de analizar el contenido con el cual discrepo, simplemente porque sería una suerte de "diálogo de sordos tácito" con el texto. Vale decir: hay aspectos del artículo que me parecen muy pobres; sin embargo, hoy tengo ganas de hacer catarsis con aquello en lo que sí tiene razón y que más me duele.
Uno podría decir que se trata de un ejemplo más de artículo-sinécdoque -toma la parte por el todo- ; una suerte de paradigma de cierto inductivismo ingenuo: tal funcionario K es corrupto, ergo los K son corruptos, ergo lo más importante es derrotarlos en las elecciones como sea. Qué se yo, no tengo ganas de hacerme el logi y mirar para el costado. ¡¡Asumamos las miserias y no defendamos lo indefendible!!
Tal vez muchos coincidan en que Abraham suele ser un representante de lo que Bourdieu llamaba "fast thinkers", tema sobre el cual escribí en éste post. Quiero decir: es un personaje que siempre se muestra dispuesto a responder sobre casi cualquier requisitoria por parte de algún medio, con lo cual es muy jodido escucharlo decir "no sé" o "no tengo opinión sobre el particular".
Pero... dejemos la polarización y el fanatismo de lado: no se deben malversar fondos públicos poniendo a cargo a un tipo con los antecedentes de Schoklender porque la querida Hebe le tiene afecto. ¡No jodamos! Y ya está, no digo más nada sobre el particular porque tengo bronca y tristeza. Iba a escribir un post largo pero estoy sin ánimos de seguir.
Post scriptum: En enero de 2002, Abraham escribió un artículo titulado "Yo me acuso", donde con cierto estilo jocoso se autoflagelaba por haber apoyado el desastre que llevó a lo que todos sabemos: "Pensar que en el '99 yo quería que ganara la Alianza y me pareció que el primer gabinete era un seleccionado poderoso. Una defensa de economistas pesados que no permitirían que los adversarios la metieran, y una avanzada de gente habilidosa, liviana, alegre. Economía de centroderecha, política de centroizquierda, y cultura de izquierda, el equilibrio clásico de una República capitalista moderna". (Abraham, "El presente absoluto: Periodismo, política y....", Sudamericana, página 70)
Lo digo de una vez: tenía ganas de ser mucho más lapidario con el artículo de Abraham (me parece una pavada cuando tira frases tremebundas del tipo "nuestra sociedad está enferma", y estoy en desacuerdo con mucho de lo que sugiere en tono de Doña Rosa escandalizada con algunas lecturas filosóficas de más). Sin embargo me rectifico: las estructuras corruptas y la malversación de fondos con dinero público, la falta de control, no pueden dar lugar a nada bueno. Lo que pasó con Schoklender, más allá de la pelea con los medios y demás yerbas, ha sido muy doloroso. No podemos echarle la culpa de todo a Schoklender para que haga las veces de chivo expiatorio. En nuestro país, muy pocas veces los responsables se hacen cargo de sus errores. El nepotismo, la rosca interminable, no pueden reemplazar tan seguido al laburo serio y honesto de personas idóneas para un cargo. Ejemplo lateral: prefiero mil veces a Pekerman antes que al Diegote como DT de la Argentina. Me rompe las pelotas que hayan tirado a la mierda el laburo que se hizo en juveniles con el verso de la "mística del 86", Bilardo, Humbertito Grondona y toda esa lacra. En fin, me fui al joraca, prosigo:
Pienso votar a Cristina, aunque tengo millones de contradicciones (las mismas que me plantea siempre el peronismo). Sin embargo, uno no puede hacerse el pelotudo con aquello que no le gusta simplemente porque crea que la oposición es peor o "le hace el juego a la derecha".
El artículo de Tomás -con quien estoy muy en desacuerdo casi siempre- está en lo cierto en algunas de las cosas que sugiere. No tengo ganas de analizar el contenido con el cual discrepo, simplemente porque sería una suerte de "diálogo de sordos tácito" con el texto. Vale decir: hay aspectos del artículo que me parecen muy pobres; sin embargo, hoy tengo ganas de hacer catarsis con aquello en lo que sí tiene razón y que más me duele.
Uno podría decir que se trata de un ejemplo más de artículo-sinécdoque -toma la parte por el todo- ; una suerte de paradigma de cierto inductivismo ingenuo: tal funcionario K es corrupto, ergo los K son corruptos, ergo lo más importante es derrotarlos en las elecciones como sea. Qué se yo, no tengo ganas de hacerme el logi y mirar para el costado. ¡¡Asumamos las miserias y no defendamos lo indefendible!!
Tal vez muchos coincidan en que Abraham suele ser un representante de lo que Bourdieu llamaba "fast thinkers", tema sobre el cual escribí en éste post. Quiero decir: es un personaje que siempre se muestra dispuesto a responder sobre casi cualquier requisitoria por parte de algún medio, con lo cual es muy jodido escucharlo decir "no sé" o "no tengo opinión sobre el particular".
Pero... dejemos la polarización y el fanatismo de lado: no se deben malversar fondos públicos poniendo a cargo a un tipo con los antecedentes de Schoklender porque la querida Hebe le tiene afecto. ¡No jodamos! Y ya está, no digo más nada sobre el particular porque tengo bronca y tristeza. Iba a escribir un post largo pero estoy sin ánimos de seguir.
Post scriptum: En enero de 2002, Abraham escribió un artículo titulado "Yo me acuso", donde con cierto estilo jocoso se autoflagelaba por haber apoyado el desastre que llevó a lo que todos sabemos: "Pensar que en el '99 yo quería que ganara la Alianza y me pareció que el primer gabinete era un seleccionado poderoso. Una defensa de economistas pesados que no permitirían que los adversarios la metieran, y una avanzada de gente habilidosa, liviana, alegre. Economía de centroderecha, política de centroizquierda, y cultura de izquierda, el equilibrio clásico de una República capitalista moderna". (Abraham, "El presente absoluto: Periodismo, política y....", Sudamericana, página 70)
Como bien dijo Horacio González, el estilo de Abraham suele cultivar "brillos sentenciosos" y "tajantes giros despectivos". A mí me parece un tipo inteligente, más allá de que a veces sus textos adquieran el tono de "señora gorda en la cola del supermercado". Sin embargo, su aporte al análisis político creo que es bastante pobre en comparación con el de otra gente.
Aquí hay un comentario de Abraham sobre el tema "la ley de medios", en un tono exaltado, donde el tipo exhibe un muestrario variopinto de peticiones de principio, argumentos ad hominem, prejuicios de republicano escandalizado y una mezcla de verdades obvias con otras semi-paranoicas. Me resulta más interesante el periodista y analista político que investiga o sigue la secuencia de los hechos y los compara con un contexto más amplio en lugar del opinólogo que disfraza su sentimiento "sunescán dalunabúso" con frases tajantes y floripondios literarios. En ningún momento Abraham cita partes de la ley o algún estudio o declaración que avale sus afirmaciones. De la nada sale con que los lectores de Clarín leen el diario "por los chistes y por el fútbol" y son apolíticos. Por un lado se queja de los intelectuales o pseudointelectuales que se suben a un pedestal y por otro lado cree que los votantes e intelectuales que apoyan al oficialismo son semi pelotudos o idiotas que se tragan "espejitos de colores". En fin, no da para mucho más, otro día la seguimos. Me voy a escuchar "la marcha de la bronca" de Pedro y Pablo.