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domingo, 24 de febrero de 2013

INTERESANTE CHARLA DONDE ALEJANDRO KAUFMAN REFLEXIONA SOBRE LA VIOLENCIA SIMBÓLICA, LOS DERECHOS HUMANOS, LA DEMOCRACIA Y LOS MEDIOS

¿Hasta qué punto cabe naturalizar el hecho de que Jorge Lanata lleve un cerdito a un estudio de televisión y lo compare con Orlando Barone, en un programa periodístico que pretende estar hablando de política? 

La degradación del otro, el insulto, sólo busca desmoralizarte, llevarte a reaccionar. El mismo Lanata, hace poco, criticó a Kicilloff porque se fue en silencio en lugar de pararse a argumentar contra quienes lo insultaban. ¡Un delirio! Una de las pocas reacciones posibles ante quienes te patotean, es huir del lugar para no echar más leña al fuego. 

Está claro que cuando, luego de invitar a Beatriz Sarlo a 678 para debatir, se le pega durante una semana entera, se está haciendo algo similar. Beatriz Sarlo es una figura respetuosa, que merece una consideración diferente a la que impera en la maquinaria mediática de picar carne.

La "canción de los parecidos" de TVR, ¿está muy lejos del humor contra el débil de un Tinelli o un Miguel del Sel? ¿Qué tan democrática es la práctica de contratar un enano para disfrazarlo y burlarse en Duro de Domar?

Y con esto arribamos al concepto de “violencia simbólica”, un invento conceptual de Pierre Bourdieu. 

Pero, ¿qué es la violencia simbólica, en términos coloquiales? Podría decirse que es un discurso sistemático que por lo general precede a la violencia física. La violencia nunca o casi nunca ocurre “en frío”, sino que viene sustentada por la injuria sistemática. Para ser considerado sujeto de derechos humanos, primero te tienen que considerar un ser humano.

Cuando alguien te compara con un cerdo sepulta la posibilidad de todo tipo de intercambio de ideas. Para no poder discutir con una persona, o para dejar de considerarla sujeto de derechos políticos, lo mejor es reducirla al nivel de una basura. 


Todo esto que digo fue tratado en el transcurso de un diálogo muy interesante entre Barragán y Alejandro Kaufman, que pude escuchar gracias al siguiente post de Oscar Cuervo:

La entrevista se puede descargar aquí:


Les corto y pego algunos fragmentos, pero no la transcribo completa porque es demasiado larga:

Kaufman: "La violencia simbólica es una violencia que no es física pero tiene un correlato y consecuencias eventualmente físicas. Y precede a la violencia física. Siempre que va a haber violencia física viene precedida por la violencia simbólica. Nadie se pelea en frío: mojar la oreja, insultar, etc., y luego se legitima socialmente. En los colectivos sociales la violencia no ocurre de repente. Cuando se trata de situaciones de linchamiento, de discriminación, de racismo y de genocidio antes hay una sistemática situación de violencia simbólica que puede durar mucho tiempo y que se parece mucho a lo que está ocurriendo en estos años. Todavía no se comprende bien ese problema, el peronismo no lo comprendió –por buenas razones, no por malas razones-porque es un movimiento político y no se vive a sí mismo como víctima, sino como resistente, como luchador. Hay un conflicto entre defenderse de la violencia simbólica y hacer política. Si el peronismo no fuera como es, si se hubiese puesto en una posición de víctima –y esto no lo digo peyorativamente porque lo podría haber hecho- te puedo asegurar que la masacre de 1955, de centenares de personas en la Plaza de Mayo, crimen de lesa humanidad indudablemente, sería recordado y conmemorado como el peor atentado de la historia argentina. Y eso no es así: en la propia resistencia peronista se hablaba de bombardeos, como si no hubiera muerto nadie ahí. Esto se justifica en las luchas políticas, tiene una lógica. En las democracias modernas las cosas han cambiado un poco y aparece la problemática de los derechos humanos. Y los derechos humanos están relacionados con combatir la violencia simbólica, porque esta precede a las atrocidades. Carrió, por ejemplo, no está loca, lo que hace es construir un arma letal de tipo verbal que está disponible para cuando sea necesario usarla, que es un arma linchadora. Cuando ella el otro día dijo que es "el fin del fascismo, y lo que ahora viene es Rumania y Roma", está hablando de Ceaucescu y Mussolini, que sabemos cómo murieron: está haciendo un llamamiento al linchamiento de la presidenta.


Esto nos lleva a una de las debilidades que tenemos en este momento, una de las cuales radica en que esto no es una discusión sobre argumentos; esta no es una discusión sobre la verdad y la mentira. ¿Cómo se explica que alguien pueda mentir sistemáticamente y con completa impunidad todos los días? Porque lo que hacen no es representar la realidad, sino insultar. Cuando vos insultás, cuando alguien te compara con un cerdo [como hizo Lanata con Barone], eso implica el ejercicio de una violencia que sepulta la posibilidad de todo diálogo. Si vos querés abrir un diálogo con una persona tenés que interrumpir ese comportamiento, disculparte, arrepentirse, rectificarte, etc.; alguien te grita y te insulta, no está hablando con vos, entonces vos no le podés replicar con argumentos.

Barragán: Ahí hay un nivel de psicopatía, porque el mismo tipo que te dice que sos un ladrón y que sos un chancho, te dice "vos sos un fascista que no querés conversar/debatir conmigo".

Kaufman: Mirá, yo cuando le explico esto a mis alumnos les digo lo siguiente: el insulto es un sustituto de la mancha. Acá estamos los dos sentados. Suponte que ahora cayera un balde lleno de excrementos, de algo maloliente. Vos no pensás de mí que yo soy eso, pero yo no me podría quedar sentado acá, tendría que ir a bañarme. No importa que el insulto sea verdad o mentira, lo que importa es que hace imposible que el insultado pueda permanecer frente al otro. La injuria, el insulto, busca vulnerarte, mancharte, de modo que vos no puedas permanecer sentado en el mismo lugar. El que te insulta lo que busca es debilitarte, desmoralizarte. Clarín, entre otros, lo que hace es insultar, injuriar, todos los días, todo el tiempo. Eso produce un efecto.  Vos fijáte que 678, por momentos, produce un efecto de sublimación. Varios funcionarios públicos que han asistido al programa van allí a hacer catarsis. Es una cosa muy interesante que no se ha debatido. Eso pasó con Kicilloff, pasó con Abal Medina y ayer pasó con Juliana Di Tullio. Van allí a expresar el sufrimiento y la mortificación que padecen con todo eso que ocurre. Esto no tiene un valor políticamente relevante, pero sí desde el punto de vista humano.

Barragán: Esto no es que hay un grupito de inadaptados, está el poder detrás de todo esto.

Kaufman: Pero el poder ha hecho eso en toda la historia: con los esclavos, con las brujas, con los judíos, con los negros, con los colonizados, con los indios. Es lo que pasaba en los campos de concentración de la Esma: primero tenés que hacer que esa persona deje de ser persona, que se convierta en una basura. Lo que hicieron los genocidas es organizarlo sistemáticamente para que funcionara en serie, como una línea de montaje. En la vida común también ocurre,  en otra escala evidentemente muy diferente, pero no es ajena a eso. Busca derrotar al adversario a través de esos métodos, no le da cuartel, no lo puede escuchar, no puede convivir con él.

El problema de fondo de la Argentina es que las clases dominantes no pueden aceptar el piso que estableció el primer peronismo. No es una cuestión de que argumentes nada, porque no lo quieren aceptar, quieren borrarlo, volver a como era antes, quieren volver al año 40. Luego del 17 de octubre cambiaron las cosas. Es una cuestión de distribución de la riqueza y de derechos. ¿Sabés lo que produce tanto odio? La persona que adquirió derechos es otra persona, no la podés tratar como una basura. El obrero argentino no es barato, no es como el chino o el africano, sino es alguien que cree que tiene que ganar mucha plata. Cuando el obrero argentino no tiene ese piso lucha, hace el Cordobazo, resiste... (...)

Las clases dominantes no aceptan eso, no aceptan tener una economía que sea compatible con este piso de derechos. ¿Por qué el peronismo es la única opción? Porque si es derrotado, lo que viene después es borrar todo. Eso está en el aire, de esos hablamos todos (…) 

Barragán: Frente al insulto permanente, ¿entonces por qué después nos parece una perversión el binarismo? ¿Qué otra cosa se puede hacer que no ser binario ni estar de aquí o de allá?

Kaufman: El problema del binarismo es que es ineficaz. Si el que te insulta te lleva a vos a responder del mismo modo, ganó él, porque es lo que quería. El erro es creer que vos le podés argumentar. La política de 678 era oportuna durante un momento, el primer año 2009, relativamente. Pero después empezó a perder eficacia, porque el espectáculo de ver que uno miente y el otro desmiente permanentemente, lo único que confirma es una metodología de la mancha y el insulto, del que la gente al final sólo termina por intentar alejarse. Es como la riña de gallos. ¿Qué querés ver en eso? Que uno quede muerto y otro quede vivo. Sin embargo, eso no es lo que queremos para la vida en común... 

Otro error gravísimo es creer que a Clarín se lo derrota desde la argumentación, creer que la cuestión tiene algo que ver con la verdad o la verosimilitud o la credibilidad. ¡No! Eso está completamente equivocado. Nunca tuvo nada que ver con eso. ¿Escucháme, después de las Malvinas?  Mintieron a todo el mundo todo el tiempo de forma permanente, y no volvieron de ahí. Entonces, ¿de qué credibilidad me están hablando? Clarín no es el poder de la verdad, sino la verdad del poder. Es como cuando en las películas de terror al monstruo le disparás con todo y después hay un montón de humo por los disparos, y cuando se disipa sigue ahí, y luego arrasa con todo.


(…) Hay que discutir los medios. La prioridad de 678 es la televisión basura, no la política. (...) ¡Hay que discutir la televisión! Porque la política actual está subordinada a la misma televisión, con la misma lógica de la dictadura y el menemismo.

(...) 678 tiene que ser un programa diferente a Duro de Domar y TVR, porque estos últimos son programas de entretenimientos, donde la política se mezcla con el entretenimiento. En cambio 678 pertenece a la televisión pública, a la discusión política. (...) Vos no podés ponerlo a Borges haciendo dos chistes y a partir de ahí armar todo un discurso. Para mí, un primer momento de derrota en 678 tiene que ver con la invitación a Beatriz Sarlo. Ella no puede ser tratada como si fuera lo mismo que las otras personas con las que se la suele comparar. Es una persona muy respetable, con la quien generalmente estoy en desacuerdo, pero es racional, respetable y -aunque es antiperonista, tiene sesgos, etc.,- tiene un modo de comportarse distinto. Lo de "Coca Sarlo" es un acto de misoginia, es insultante, es inaceptable. Otro momento fue el evento con Lucas Carrasco. ¡Eso no puede suceder! Lo que quiero decir es que 678 tiene una enorme responsabilidad, y al empresariado que lo conduce no le preocupa esa responsabilidad. (...) Todo lo bueno que tiene el kirchnerismo radica en cuando fue en contra de lo que hay".


En definitiva se trata, y acá estoy hablando yo y no Kaufman, de profundizar la democracia, de democratizar los medios, de profundizar derechos. Se me ocurre el caso de Roberto Gargarella, entre otros. Se trata de una persona que no puede asemejarse a Mariano Grondona o a los mecanismos carroñeros de la editorial Perfil. ¿Se entiende? Nos podemos enojar, podemos chicanear, podemos enfervorizarnos, pero tenemos que ayudar a cambiar la lógica nefasta que predomina en los medios, en la política y en la sociedad civil.

La televisión basura es una usina interminable de violencia simbólica. No se la puede poner a Ayelén Barreiro en la "canción de los parecidos".

Otro punto a discutir es la "televisión rubia", que no refleja la diversidad de etnias que existen en la Argentina. Cuando yo voy a laburar me tomo el 24 o el 100 en Avellaneda, tipo 5 y media de la mañana, para bajarme en capital. El bondi está lleno de obreros, de personas de rasgos indígenas, de peruanos, bolivianos y paraguayos o sus descendientes.

En fin, no sigo porque ya el post es bastante largo y, para muchos, seguramente aburrido.


Chau, ¡sean felices!

lunes, 10 de septiembre de 2012

LAS INTERPRETACIONES SE PUEDEN "VER"



Hay una reflexión de José Nun que me pareció copada. La leí en el Dipló de septiembre y dice así:

"Resulta curioso, decía Ludwig Wittgenstein, que uno pueda "ver" una interpretación. Y, sin embargo, "vemos" interpretaciones todo el tiempo. En un desocupado, por ejemplo, un neoliberal "ve" alguien con pocas ganas de trabajar y un socialista, a una persona que necesita ayuda”.

A todos nos resulta habitual escuchar enunciados cuya estructura puede reducirse a: "¿Cómo puede ser que el conjunto de X hayan votado por el candidato Y?".

¿Acaso dos amigos sentados frente al televisor, no “vemos” partidos distintos? Un hincha de fútbol puede llamar “planteo inteligente” a que su equipo se cuelgue del travesaño y aproveche un contrataque, mientras que otro aficionado de paladar negro puede sentir indignación por la pobreza del espectáculo.

Recordé esto al leer un post de Ricardinho donde se cita un artículo de Fidanza, titulado "La aritmética del conformismo". Les pongo el fragmento del artículo que me pareció más jugoso, en el cual Fidanza se dirige a su propio público lector:

Un hombre canoso y educado me detiene en Juncal y Ayacucho para preguntarme, al borde de la angustia: "Fidanza, ¿por qué la sociedad no reacciona?". Me confiesa que a él le resulta intolerable lo que hace y dice la Presidenta, que las cosas marchan mal, que la inflación es desastrosa y la inseguridad, una amenaza cotidiana ante la que se siente indefenso. No entiende la razón de tanta apatía. Yo ensayo una contestación apresurada, tal vez incomprensible para un lego: "Es que no hay «una» sociedad, señor; lo que existe son muchos segmentos, diferenciados por el nivel de educación, la edad, el lugar de residencia de las personas. Lo que a usted le cae mal a otros no les molesta o incluso les parece bien, lo aceptan". El hombre me mira desilusionado, escéptico frente a esa muestra brutal de relativismo. Se despide cabizbajo, sintiéndose abandonado por el sociólogo en el que confiaba. Seguro que lo defraudé, pienso. Y me pongo a elaborar una respuesta que acaso él llegue a leer.

La perplejidad ante lo social no es un dato nuevo. Con frecuencia, los individuos, moldeados por sus experiencias y el sentido común, interpretan la esfera pública en términos sencillos, generalizando, omitiendo los matices, considerando irracionales a los que no piensan como ellos. Por eso al transeúnte de Recoleta le resulta difícil entender la indiferencia. Lo que él considera "la sociedad" es en realidad un archipiélago de infinitas islas, donde se hablan lenguajes distintos, se practican costumbres diversas y se cree en dioses muchas veces opuestos a los propios.

En la Argentina actual, un individuo educado de más de 50 años que vive en la zona norte de la ciudad tiene una visión del país y del Gobierno diametralmente opuesta a la de un joven con estudios primarios, residente en el segundo cinturón del Gran Buenos Aires. El extrañamiento y la frustración del primero ante la decadencia institucional, el embrutecimiento social, la violencia cotidiana, el populismo son sentimientos ausentes en el segundo, que vive otras experiencias, valora oportunidades que antes no tenía, come mejor de lo que comía hace una década.

En medio de esa diversidad extrema, difícil de asimilar, cada uno elabora la cifra de su bienestar relativo. El álgebra de su felicidad o su frustración. La aritmética que explica por qué está conforme o disconforme con el Gobierno. La ciencia política equipara este balance con los fundamentos de la legitimidad; es decir, con las razones por las que los individuos aceptan o rechazan a sus autoridades.

Tal vez más cerca del conformismo que de la conformidad, los que están de acuerdo formulan operaciones de este tipo: trabajo - inseguridad + planes sociales - inflación + mas Fútbol para Todos; otros, los disconformes, anotan, en cambio: auto y plasma nuevos + vacaciones - inseguridad + soberbia presidencial + corrupción. A unos les cierra, a los otros, no. Ésta es una metáfora de la contabilidad personal que determina el voto, remueve o confirma a los líderes, decide la calidad de la clase dirigente de un país”

Esto que dice Fidanza es muy obvio, y sin embargo muchas veces se pasa por alto al analizar una gestión de gobierno. A un sector de la población, “Fútbol para todos” o la "asignación universal por hijo" le parece más importante que la remodelación del Teatro Colón o la compra de dólares. Y a otro sector le parece mucho más grave lo que ocurrió en Once -con indudable responsabilidad del gobierno- que el "abuso de la cadena nacional" de la presidenta, que tanto indigna a un Nelson Castro.  Muchos ponen en el "debe" y/o se indignan ante lo que otro sector pone en el "haber". ¿Tan jodido es entender algo tan simple?

Es lo mínimo que debemos tener en cuenta para no pifiarle fiero en el análisis de cualquier gestión de gobierno.

ADENDA ACLARATORIA: No sostengo que no podamos diferenciar los hechos comprobados de la ficción; es más, me parece que la distinción es fundamental. Al respecto, remito al siguiente link:



sábado, 7 de julio de 2012

ENTREVISTA A MARTÍN BECERRA SOBRE LOS MEDIOS, CLARÍN, KIRCHNER Y OTRAS YERBAS.


No deja de ser interesante leer esta entrevista que le hizo Pablo Sirvén a Martín Becerra. Martín fue profesor mío en la Universidad Nacional de Quilmes; y aunque sus clases podían llegar a ser un poco aburridas, conoce a fondo el tema medios.

Aquí tienen un link con un artículo que escribió Graciela Mochkofsky:


Si pinchan aquí pueden leer la entrevista completa, que acabo de leer en el blog Señales. Y sí, hoy estoy medio vago como para postear alguna reflexión "maoméno" propia, que de todos modos suele ser poco más que un mosaico de imágenes y pensamientos ajenos. Les dejo algunos fragmentos:

Hay una lectura equivocada desde los medios críticos de la supuesta uniformidad que tiene el oficialismo tanto en los medios que le son proclives como en sus cuadros políticos. El peronismo es un ámbito en el que siempre existieron diferencias grandes y el kirchnerismo, en particular, alberga tensiones políticas y comunicacionales. El programa 6,7,8, que es reluctante a la diferencia y al matiz de opiniones, representa un modelo muy distinto al de Visión 7 Internacional o a Con sentido público , siendo todos programas emitidos por Canal 7. Lo mismo puedo decir sobre Página 12, que cultiva una lógica poco afín a Tiempo Argentino. Tampoco CN23 es lo mismo que 360. Radio del Plata, Radio Nacional y Radio 10 son oficialistas, pero muy distintas entre sí. Creo que sucede lo mismo en el campo periodístico adverso al Gobierno.

¿Ejemplos?

Clarín y La Nación no son tan parecidos y hay grandes diferencias entre los ciclos políticos de TNDesde el llano y Palabras +, Palabras - . Muchos análisis simplificadores nos invitan a renunciar al esfuerzo de detección y comprensión de esas diferencias. Y veo colegas que, cansados porque han sido injustamente maltratados por uno u otro lado, se rinden, abandonan ese esfuerzo para comprender lo que sucede y recolectan de la realidad sólo aquellas evidencias parciales que confirman sus prejuicios y descartan todo elemento que pueda relativizar su postura. Considero que lo más valioso que hoy podemos aportar es el ejercicio cotidiano de no reducir una realidad multicolor a un enfoque en blanco y negro. Los periodistas son en buena medida alimentadores de las visiones conspirativas al decir que el adversario está comprado, que es un vendido. Es evidente que Lanata y Víctor Hugo cobrarán muchísimo dinero, estén donde estén. La explicación, entonces, de que Víctor Hugo está con el Gobierno y Lanata, en contra, sólo por una cuestión económica me parece hiperpobre.

La herencia para 2015 de Cristina Kirchner, ¿también se juega en los medios cercanos al Gobierno?

Siempre ha sido así en el peronismo, incluso con Perón vivo. En la medida en que el líder tiene legitimidad presente y futura, todos son solidarios con quien conduce. Un 54 % de los votos cohesiona. Ahora, en la medida en que esa líder ya no va a poder ser reelegida, más allá de todas las especulaciones, las aguas se empiezan a mover.

El kirchnerismo, ¿es causante o emergente del cuestionamiento a los medios? ¿No influye el cambio de paradigma tecnológico?

Mi lectura es que el kirchnerismo ha administrado con bastante talento las coyunturas, aunque carece de estrategia a mediano y largo plazo. Sin ser especialmente diestro en el manejo de estos nuevos medios, el kirchnerismo interpreta que los medios tradicionales están siendo bypasseadosen algunos circuitos de la circulación masiva de la comunicación que antes solamente controlaban ellos, y ahora ya no.

lunes, 7 de mayo de 2012

LA CÁMPORA


Aclaración: abajo les copio un excelente artículo de Natalia Zuazo, que salió en la última edición del Dipló. Este post no se trata de una crítica del libro de Di Marco.


He leído muy por arriba el best seller de Laura Di Marco, titulado La Cámpora (Sudamericana), libro que tengo guardado en la compu. Me pareció un pésimo libro, aunque no lo puedo criticar en profundidad dado que no me tomé el trabajo de analizar la totalidad de sus páginas.

Di Marco declara intentar, en nombre del profesionalismo y la honestidad intelectual, superar dicotomías maniqueas entre el “periodismo militante” y el “periodismo opositor”. En lo personal, creo que se queda en el intento, dado que los personajes son en su mayoría lineales, y a menudo los reduce a inescrupulosos que sólo quieren “coger y tener blackberries”, o a una imagen de jóvenes voraces de dinero y espacios de poder.




Imagino que se pretende una suerte de continuación de títulos como Los herederos de Alfonsín, que en 1987 publicara Alfredo Leuco y José Antonio Díaz, obra que analizaba el derrotero de La Coordinadora. El libro de Leuco y Díaz, al igual que el de Di Marco, tuvo muy buena repercusión a nivel ventas.

En fin, en lugar de seguir opinando sobre un mal libro, prefiero copiarles un muy buen análisis de Natalia Zuazo que, como les dije, apareció en la última edición del Dipló. Como no soy experto en el tema “La Cámpora”, no agrego comentarios personales para enriquecer el artículo. Lo copio textual. Ahí va:


¿QUÉ ES LA CÁMPORA?

Por Natalia Zuazo (Periodista y politóloga, UBA), para la edición de mayo de 2012 de El Dipló. www.eldiplo.org


La Cámpora, como toda novedad que conquista poder y construye un mito, se ha convertido en la gran generalización de la política argentina. Los medios opositores y la derecha, pero también sectores de izquierda y del propio peronismo, dicen saber quiénes son, cómo funcionan y, sobre todo, qué buscan. La generalización los va armando como un grupo de “nenes bien” (1), con blackberrys y sin calle, unos “chetos interesados por los cargos que no saben lo que es militar” (2), y entonces se escudan en la orden de la lealtad como valor tan supremo que llegan a parecerse a “la Guardia de Hierro” (3). Para la izquierda más recargada, no son más que una réplica del espíritu menemista que se lanza por cargos públicos para diezmar al Estado. Y hay quienes dicen que llegan a esos lugares “usando” su condición de hijos de desaparecidos par “adoctrinar a jóvenes incautos e intoxicarlos con una falsa épica” (4). La lista de generalizaciones podría seguir, en parte explicada por el temor a una nueva generación que viene no sólo con la potencia de un crecimiento firme en los últimos años, sino también pro la innegable cercanía al poder de la organización liderada por el hijo de la Presidenta. Pero también se explica porque la propia agrupación promueve, en varios sentidos, la evolución de ese mito hacia donde los prejuicios lo quieran llevar: hablan poco y nada con la prensa (oficialista y opositora), se comunican por canales no oficiales (blogs, redes sociales, celulares) y no parece interesarles confirmar ni desmentir los relatos de los otros.

Sin embargo, es evidente que La Cámpora es más que una acumulación de generalizaciones y necesariamente tiene que ser algo más complejo. Lo indica ya su lógica numérica y territorial: se calculan unos treinta mil militantes, que provienen de agrupaciones políticas, universitarias, secundarias, académicas, barriales y territoriales, que a su vez cruzan distintas clases sociales y edades. La realidad de militar en Jujuy o hacerlo en la Ciudad de Buenos Aires, en una actividad social, un centro de estudiantes o la gerencia de una empresa estatal, no podría ser siempre igual. Pero también se puede complejizar cuando –alejándose, otra vez, de los mitos- uno conversa con las personas que participan. En ese uno a uno, los integrantes de La Cámpora: 1) son hallables, no son agentes encubiertos de la CIA, usan sus propios nombres y atienden sus celulares; 2) sí hablan con otros (y no sólo con otros camporistas); 3) sí hablan de política, incluso críticamente, no sólo respecto del gobierno sino respecto de su propia organización. ¿Que es difícil, como periodista, publicar luego esas conversaciones? Sí. En eso hay una verdad bastante cercana al mito: son fieles al secreto, se reconocen íntimamente en ese código y algunos de ellos lo abrazan incluso para sentirse un poco mejores al resto de la militancia kirchnerista; como si guardar un secreto en tiempos de política hipermediatizada supusiera un acto heroico. Vale reconocer que tal vez hagan bien en preservar algún ostracismo, como estrategia de marketing. Pero, llevada al extremo, esta actitud retorna como un boomerang de señalamiento colectivo en la “soberbia”, el famoso adjetivo que Pablo Giussani (5) dejó para siempre asociado a Montoneros. Sin embargo, muchos de ellos militan territorialmente y por convicción, muchos de quienes ocupan lugares en el Estado están formados para sus puestos, y otros (de generaciones menos jóvenes) ya estaban militando y/o ocupando cargos en el entramado estatal, y ahora se unieron a La Cámpora, algunos más por creencia, otros más por conveniencia. “Como en todos lados”, dirían en el barrio. “Como en todos lados, no”, decimos, para no seguir generalizando. Entonces, enfocamos.

Una tropa propia

“El kirchnerismo quiso abrir una convocatoria a la juventud política desde el principio, desde que Néstor asumió. Era lógico: la propia tropa eran los que venían del sur, Parrilli, De Vido, Alicia Kirchner, y el resto era el apoyo del peronismo duhaldista. Necesitaban construir cuadros propios para gobernar, pero no ‘prestados’, sino gente que creyera íntegramente en el proyecto”, dice un ex dirigente de la agrupación para explicar los inicios de La Cámpora.

Parece un país atrás, pero en 2003 habían pasado sólo dos años de la crisis de 2001 y a Kirchner le tocaba la posta de Duhalde tras los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Las organizaciones sociales y sindicales surgidas de la resistencia al neoliberalismo y las agrupaciones que nacieron con ese 2001 estaban en pleno trabajo en los barrios, reconstruyendo entramados sociales liquidados, ya  veces trabajaban unidas entre sí. En ellas había una gran cantidad de nuevos militantes, más jóvenes, hijos del 19 y 20 de diciembre, nunca involucrados con lo público. Con esos jóvenes, algunos de arraigo más tradicionalmente peronista, otros más de izquierda, más agrupaciones provenientes de las universidades y organismos de derechos humanos, el kirchnerismo fue encontrando a esa juventud militante que lo iría siguiendo. La convocatoria no era tan distinta a la que Néstor Kirchner hacía en el espacio de los partidos políticos tradicionales, apelando a la transversalidad como llamado convocante. Con la juventud también fue una invitación transversal, pero no únicamente por pragmática: tanto Néstor como Cristina decidieron que la juventud iba a ocupar lugares en elpoder y con esa decisión fomentaron el crecimiento de las agrupaciones. Entre ellas, y en poco tiempo, La Cámpora se convirtió en la más importante, no sólo porque su líder es el hijo de la Presidenta, sino por los espacios que ganó en el Estado. “Ni lo dudes: la agrupación de Cristina es La Cámpora”, me confirma Hernán Reibel Maier, el vocero de la organización, en su oficina de la Casa Rosada, pequeña y de recién llegado, entre dos puertas que comunican a otra oficina, mientras la gente pasa, pide disculpas y yo tomo nota rápido porque no me deja grabar.

Entre ellos no coinciden sobre la fecha en que la organización comienza como tal, y tampoco sería lógico, por las proveniencias y armados idversos. Pero, como cualquier banda que aspire al hite, tienen un mito de origen: La Cámpora nace el 28 de diciembre de 2006, cuando la familia del ex presidente Héctor J. Cámpora le entrega a Néstor Kirchner los atributos presidenciales del “Tío”. En ese acto, la lealtad de Cámpora queda legada al patagónico. Alrededor de ese relato los jóvenes de la agrupación encontraron su bautismo y una visión común que, junto con la militancia, el acompañamiento a los actos decisivos de gobierno (juicios por derechos humanos, estatización de la AFJP), los conflictos (retenciones, Ley de Medios fueron diferencias de origen que permitieron construir u liderazgo propio. Quienes hoy integran la mesa de conducción nacional de La Cámpora –Andrés Larroque, José Ottavis, Eduardo “Wado” de Pedro, Juan Cabandié y Mayra Mendoza-, y otras figuras importantes de la organización como Mariano Recalde y el fallecido Iván Heyn, demuestran la heterogeneidad del colectivo.

En esa heterogeneidad de sus proveniencias, los integrantes de La Cámpora también fueron aportando a la organización una combinación de métodos y experiencias de militancia propios que les dieron una identidad en términos generacionales más allá de sus “padres políticos” Néstor y Cristina. El paso por los organismos de derechos humanos, la resistencia contra las políticas neoliberales y el aprendizaje fallido del “que se vayan todos constituyen factores que los unieron antes y que los fueron haciendo encontrarse como iguales, para luego reunirse en un espacio común. Estas experiencias luego se ensamblaron en ese proyecto aun más colectivo: el Modelo, con mayúsculas, como ellos lo llaman. Pero quizás lo más interesante es que esos caminosprevios de sus integrantes ayudan no sólo a su identidad, a qué visión tienen de su lugar dentro del kirchnerismo, sino a la acción: a cómo manejan la cosa pública, día a día, en los lugares que les toca ocupar.

La red social

“Este cargo no honra mi persona; honra a una generación”, dijo Julián Álvarez al asumir como viceministro de Justicia hace dos años, cuando sólo tenía 29. Junto con él, varios integrantes de La Cámpora comenzaron a hacerse visibles por ocupar lugares de relevancia en el Estado, construyendo una red de jóvenes sub-35 que enorgullece a algunos y crea sospechas en otros. Actualmente, La Cámpora tiene catorce legisladores nacionales y provinciales, dos viceministros, varios subsecretarios, puestos clave en Télam y Canal 7, numerosos directores y gerentes en empresas estatales o en directorios (como Mariano Reclade en Aerolíneas o Axel Kiciloff en YPF), y en organismos como la SIGEN, el PAMI y la ANSES.

Los lugares, tanto en las legislaturas como en el Ejecutivo, fueron ocupados no sin conflictos, y ocasionaron roces públicamente conocidos en el armado de las listas de las últimas elecciones de 2011 entre dirigentes del PJ, sindicalistas y otras organizaciones sociales. Sin embargo, la decisión de Cristina Kirchner fue que los miembros de La Cámpora estuvieran en sitios destacados. Así, según fuentes periodísticas, instruyó a su secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, para que, entre otras gestiones, se comunicara con un ministro de Scioli: “Les tienen que dar a los pibes dos o tres lugares de los ocho primeros de las listas a legisladores provinciales” (6), y siguiera el mismo camino con los dirigentes provinciales. El tan repetido “recambio generacional” era una realidad: se había iniciado durante el gobierno de Néstor Kirchner y profundizado durante el de Cristina.

¿Pero qué es lo que le aporta La Cámpora al poder como generación? “Está asociada fuertemente a prácticas como el escrache, tomado de HIJOS y llevado por grupos como el Movimiento Evita, el Frente Popular Darío Santillán o agrupaciones estudiantiles a sus respectivos ámbitos de militancia”, dice el sociólogo Gabriel Puricelli. “Muchos son ‘hijos de la generación del 70’, de la izquierda peronista y otros partidos, como Wado de Pedro o Franco Vitali, mezclados con emergentes del 2001 como Larroque, otros provenientes del PJ y el radicalismo tradicional como Ottavis, e hijos de la élite peronista como Mariano Recalde y Máximo Kirchner, como el epítome del ‘hijo de’”, agrega. Esa flexibilidad en la convivencia es algo novedoso en el peronismo de izquierda, históricamente caracterizado por los conflictos entre agrupaciones que competían por quién era más vanguardista que la otra. Porque si bien La Cámpora puede mostrar a veces actitudes aislacionistas en sus líderes, en el trabajo diario, en las bases, los encuentros de militancia, los actos, las actividades territoriales, trabajan junto a otroas organizaciones afines, como el Movimiento Evita, Kolina (con Alicia Kirchner), la JP Descamisados, la Tupac Amaru, los Kumpas, la Corriente Peronista, el Frente Transversal, la Corriente Nacional Martín Fierro…

De hecho, todos ellos compartieron el recordado acto del 14 de septiembre de 2010 en el Luna Park, Néstor le habla a la juventud, la juventud le habla a Néstor, un mes antes de la muerte del ex Presidente, que dejó a miles de militantes afuera y que fue tal vez el momento donde Néstor y Cristina oficializaron a la juventud como un actor político, ya no como acompañante sino como protagonista. Un año después, ya fallecido el ex Presidente, Larroque dijo: “Tenía razón Néstor Kirchner cuando dijo que el acto del Luna Park era un punto de inflexión para la juventud porque iba a dejar atrás viejas antinomias”, y entonces los convocó a recorrer el país por la relección de Cristina Kirchner. Pero ese arranque de unión fraternal en épocas proselitistas seguido por el desigual reparto de puestos públicos hacen ver a algunos más pragmatismo que convivencia. Así lo expresó José Pablo Feinmann: “Lo que me preocupa de La Cámpora –dijo- es que hay un exceso de pragmatismo y una carencia de ideas” (7).

Como “hijos de los70”, los integrantes de La Cámpora juegan permanentemente con frases y ecos de la época, como “dar la vida por Cristina”. Aun con esa retórica, está claro que para esta generación es sólo eso: retórica. “Si se hace referencia a los 70, acá nadie va a dar la vida por Cristina. Y está muy bien que así sea porque la violencia ha sido desterrada del menú de opciones de la política argentina. Hay una valoración de la vida que las juventudes políticas anteriores no tenían”, dice Nicolás Tereschuk, politólogo y editor del sitio de análisis Artepolítica.

Esto no quita, claro, que varios de los padres de quienes hoy son referentes de La Cámpora sí hayan dado la vida por un ideal político, como los de Juan Cabandié y Wado de Pedro, quienes se acercaron a la  militancia a través de la reconstrucción de sus historias como hijos de desaparecidos. La historia de Cabandié es la más conocida: nacido en la ESMA, es el nieto recuperado 77° y hoy es diputado de la Ciudad de Buenos Aires. De Pedro, hoy diputado nacional, tiene una historia similar: sus padres fueron asesinados en 1977 y él permaneció secuestrado algunos meses, cuando tenía dos años, hasta que su familia lo recuperó. Militó en HIJOS en los 90 y después en Derecho en la UBA, en la agrupación NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas), donde conoció a Mariano Recalde y a Santiago Álvarez. En el 2001 conoció al “Cuervo” Larroque, que en ese momento estaba al frente de la agrupación Juventud Presente y antes había militado en villas y en el Centro de Estudiantes del Colegio Nacional Buenos Aires. Luego se unió José Ottavis, que provenía del duhaldismo. Ya había comenzado el kirchnerismo. Entre 2004 y 2006, los primeros integrantes de La Cámpora se fueron sumando a las distintas estructuras estatales y reuniéndose en Compromiso K, una agrupación apadrinada por Carlos Zannini. Fue la “proto-Cámpora”.

Ocupar el Estado

Ya desde sus inicios, La Cámpora dejaba en claro que la militancia y el trabajo en el Estado eran compatibles. En verdad, las dos actividades siempre habían estado muy unidas, pero tras el desprestigio estatal de los 90 y el descrédito profundo de la dirigencia en el 2001, parecía valorarse un tipo de funcionario “técnico”, alejado de la política. Pero la juventud camporista venía con otra idea. “En la juventud kirchnerista está la idea de ‘romper’ con la herencia de los 90 y ‘reparar’ las consecuencias del 2001. Esta generación deja de ver al Estado con absoluta desconfianza para verlo como el lugar desde el cual se producen los cambios”, dice Tereschuk. Así me lo confirma, a la salida del trabajo, de camisa y mochila, un integrante de La Cámpora que se formó en la universidad pública como politólogo y hoy trabaja en el Estado: “Nosotros somos una organización que nació en el marco de un gobierno al que apoya, y queremos integrar los lugares del Estado. Pero decir que eso se hace desde una blackberry es simplificar su funcionamiento. Las conquistas no son de un día para el otro ni ganando una elección: hay disputas, hay que tocar intereses”.

Con la expansión de La Cámpora en el Estado surge la comparación con otros grupos que ocuparon puestos gubernamentales, como la Coordinadora radical, que nació en 1968 bajo el régimen de Onganía, convocada desde la universidad con la idea de recuperar los valores partidarios, no casualmente en un momento de “peronización de las clases medias” (8). En los 80, cuando Alfonsín supera a los herederos de Balbín, los “muchachos” de la Coordinadora acompañaron desde la gestión al gobierno democrático recuperado. Sin embargo, hay dos diferencias que los separan. La primera, que la Coordinadora nació y creció en tiempos de proscripciones y dictaduras. Al contrario de La Cámpora, cultivó años de oposición hasta que llegó a construir algo nuevo. En segundo lugar, cuando accedió al gobierno la economía no gozaba del crecimiento y los recursos con los que cuenta el país en la etapa kirchnerista. Pero, más allá de las diferencias, y además de compartir cierta demonización como “monjes negros” del poder, pueden encontrarse algunas similitudes entre La Cámpora y la Coordinadora: “Hay parecidos en la lealtad a un líder al que se visualiza como renovador de la cultura partidaria y las prácticas políticas. Y en protagonizar un período de primavera política con un para qué se hace política: en los 80 refundar la democracia, en la actualidad desmantelar el Estado neoliberal”, dice Tereschuk.

Para algunos camporistas, ser “nuevos” en la gestión es una ventaja. “Tener responsabilidades nacionales siendo tan jóvenes nos hace asumir un compromiso sin demasiados pruritos: uno se anima a avanzar en determinadas cosas, mientras que a alguien que viene trabajando en la gestión desde hace muchísimos años le cuesta más”, dice, por ejemplo, Laura Braiza, 29 años, directora nacional de Juventud (9).

Ser soldados o arriesgar

A partir de 2008, el año del conflicto con el campo, y de 2009, con el debate por la Ley de Medios, la juventud militante creció y, ubicada en el centro de la escena pública, empezó a aparecer como nuevo actor social. “Con lo del campo, la gente quiso decir ‘yo pertenezco a este espacio’, los pibes en sus casas empezaron a blanquear su kirchnerismo, nacieron 678 y muchos blogs donde se expresaba ese espíritu”, dice un militante de La Cámpora. Con la muerte de Néstor Kirchner, el 27 de octubre de 2010, se generó otra ola de acercamiento a la agrupación. “Cuando se cumplió un mes, hicimos una reunión en el local de la calle Piedras. Fueron 400 personas. Te aseguro que eran kirchneristas 100%”, recuerda Hernán Reibel Maier en su oficina en la Casa Rosada. Hoy, y más luego de la relección de Cristina, si La Cámpora fuera una actriz de tapa de revista podría decirse que vive “su mejor momento”. El objetivo de su secretario general, Andrés Larroque, parece avanzar: “Nuestra tarea es la construcción militante, es vertebrar la organización más grande posible para ser el eslabón del proyecto nacional en el territorio. Entendemos que tenemos un rol de defensa frente a los ataques que se centran sobre este gobierno”. Sin embargo, es justamente en ese rol de defensa acérrima, de eslabón del proyecto y de endogamia, en donde algunos centran las críticas a la organización, sobre todo en su proyección a futuro.

La primera crítica es la lógica del silencio, que empieza por una distancia hacia los medios y se contagia como un espiral en la organización. El vocero de La Cámpora me dice claramente: “Son una herramienta para hacer política, no para mostrarnos nosotros. Los vemos igual que un acto o una pintada. A los medios no les interesa conocernos en serio, y si les interesa se meten a nuestra página, ven lo que hacemos y nos conocen”. Pero la actitud “antiprensa” no es novedad en el kirchnerismo. “El problema es que la política democrática tiene en la conversación una de sus herramientas básicas y en La Cámpora hay un silencio implícito que se va construyendo tan fielmente que se genera un temor en ‘no ser uno el que lo vaya a romper primero’. Entonces nadie habla”, dice un ex integrante de la agrupación. En esto coincide el sociólogo Purricelli: “El secretismo no es una actitud de rebeldía ni antisistema, sino un acatamiento disciplinadísimo a la política gubernamental de comunicación. Se esfuerzan por ser los más obedientes en esto y actúan más bien como sobreadaptados”.

Allí, en la sobreadaptación, en ser “los más kirchneristas de todos”, está la segunda gran crítica a La Cámpora, incluso de quienes ven al gobierno con cierta simpatía. La consecuencia más grave de asumir esta posición es transformarse en meros “soldados” del modelo, sólo acompañar y no generar ideas propias, menos aun ideas disruptivas. “La Cámpora es una juventud maravillosa, obvio, pero bien disciplinada que no pregunta qué es lo que pasa generala, sino que explica por qué pasan las cosas o por qué no van a pasar”, escribió el periodista Esteban Schmidt (10). Y agrega: “Para ser una ‘nueva política’ ciertamente no rompen con antiguas taras: la sumisión discursiva al líder y la ceguera para descubrir política y creación social en otras zonas de la vida comunitaria”. Allí, en la contradicción de decirse pate de un proyecto liberador, que expande derechos y democratiza (ciertamente lo es en muchos aspectos), pero que hacia adentro de la organización está limitado en su capacidad de debate, parece estar la clave.

En defensa de La Cámpora, se puede decir también que las medidas del gobierno que generan adversarios, como la reestatización de las AFJP, la política de derechos humanos o la Ley de Medios, requieren de una militancia que acompañe con firmeza. “Es una necesidad incluso pragmática de la política diaria. Esas decisiones no se pueden tomar con gente a la que le da lo mismo. Necesitás un pequeño ejército ideológico que te acompañe hasta lo último”, dice un ex integrante de La Cámpora que, aun con sus diferencias, entiende la relación de lealtades y contradicciones. Podría quizás entenderse la fidelidad total del camporismo con los saltos hacia adelante del kirchnerismo. Pero, una vez aprendida la fidelidad, sigue quedando, como horizonte futuro, la necesidad de la agenda propia, de ir más hacia adelante que el adelante del kirchnerismo, de producir poder y no sólo de consumirlo (11). Si lo hace, quizá La Cámpora también ayude a que el gobierno al que defiende pueda todavía defenderse más, por lo que le falta hacer, saltar, que seguramente sólo es posible con jóvenes que asuman posiciones, pero a la vez entiendan lo público más públicamente.

NOTAS:

(1)  Hugo Moyano, secretario general de la CGT, en el acto del Día del Trabajador Camionero, el 15 de diciembre de 2011.
(2)  Victoria Donda, diputada nacional de Proyecto Sur, La Nación.com, 13-4-11.
(3)  Alberto Fernández, radio La Red, 9 de diciembre de 2011.
(4)  Osvaldo Pepe, Clarín, Buenos Aires, 12-3-12.
(5)  Pablo Giussani, Montoneros. La soberbia armada, Sudamericana, Buenos Aires, 2011. El libro, originalmente de 1984, fue central en la discusión sobre la lucha armada en el inicio de la democracia y, no casualmente, fue reditado en 2011.
(6)  NicolásWiñazki, Clarín, 22 de mayo de 2011.
(7)  Entrevista de Ricardo Cárpena, La Nación, suplemento “Enfoques”, Buenos Aires, 24-12-11.
(8)  Oscar Muiño, Los días de la Coordinadora, Corregidor, 2011.
(9)  Artículo de Martín Piqué en Tiempo Argentino, Buenos Aires, 31-12-11.
(10)      “La Militancia bajo contrato”, Ñ, 3-6-11.
(11)      Idea desarrollada por Martín Rodríguez en “El lugar de La Cámpora: arriesgar para ir por más”, Miradas al Sur, Buenos Aires, 3-7-11.