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viernes, 3 de febrero de 2012

LA DESIGUALDAD Y LOS IMPUESTOS SEGÚN JOSÉ NUN





Aquí pueden ver una entrevista que le hicieron a José Nun en Los Siete Locos, acerca de su último libro, titulado La desigualdad y los impuestos.

Básicamente, lo que se plantea allí es lo siguiente:

Aclaración: no puedo dar fe de todas las cifras que tira Nun, dado que no soy un experto en el tema. ni hice una investigación. Me limito a transcribir la entrevista con algún agregado:

Ha habido un cambio de época, en el que estamos ingresando con furia, que ha hecho que los grandes empresarios capitalistas hayan perdido interés en el bienestar de los trabajadores de un país determinado.

En los años 20, Henry Ford duplica el salario de los obreros, para que compren sus autos. Tanto él como sus obreros estaban fijados en el territorio norteamericano. Esto se va a ir rompiendo, fundamentalmente, en torno a 1970.

Los expertos de Naciones Unidas dicen que con 19 mil millones de dólares por año se resuelve el hambre en el mundo. En Europa y América del Norte se gastan cerca de 17 mil millones de dólares por año en alimentar a las mascotas.

El 1% de la población mundial controla el 90% de la riqueza mundial.

Los tres hombres más ricos del mundo, dos de los cuales viven en Estados Unidos y el tercero en México, tienen ingresos anuales equivalentes al ingreso de 49 naciones soberanas, con 600 millones de habitantes.

Por eso es que hoy en día uno puede ver a tantos "indignados" en Europa y Estados Unidos.

Muchos intelectuales hablan de la época de oro de la Argentina situándola en torno a fines del siglo XIX y principios del XX. La época del “ganado y de las mieses”. En ese período, nos recuerda Nun, casi no se pagaban impuestos, y no existía el impuesto a las ganancias; los terratenientes y los capitalistas extranjeros ganaban fortunas, en tanto que el Estado argentino se endeudaba.

En 1918, por primera vez, Hipólito Yrigoyen crea un impuesto muy bajo a las exportaciones, lo que en ese momento era inédito. La Argentina no tuvo impuesto a las ganancias hasta 1930, cuando comienza a implementarse lo que se llamó “impuesto a los réditos”.

Se llama IMPUESTO PROGRESIVO al impuesto que es proporcional a los ingresos, e IMPUESTO REGRESIVO –ejemplo, el IVA- a aquel que opera en sentido inverso. Lo delirante de todo esto es que uno escucha, cada tanto, que en los medios de comunicación salen asesores de grandes empresas a quejarse de la presión tributaria que hay en la Argentina.

En lo esencial, hay dos maneras de intervención estatal en la distribución del ingreso: a) la forma de recaudar; b) la manera de distribuir.

a) La forma de recaudar tiene tres fuentes: 1) la recaudación de impuestos; 2) las ganancias de las empresas públicas (esto ocurre con los países con empresas estatales, como las petroleras en Venezuela o Brasil, etc); y 3) el endeudamiento. No por casualidad, los sectores dominantes en la Argentina predican el endeudamiento: que la salida es pagarle al Club de París, volver al terreno de la deuda… Como bien recordaba Pino Solanas, la deuda externa contraída en la dictadura le lleva al país un costo de más de 260 mil millones de dólares. Hay ¾ partes de la deuda que es fraudulenta.

b) La otra pata es el gasto público, la manera de distribuir.

¿Cuál es el motivo por el cual ningún político ha cambiado la estructura tributaria injusta? Pues porque no existe figura política con apoyo popular y posibilidades de triunfar en las elecciones, que encare una reforma impositiva que sabe que le llevará mucho tiempo. El inconveniente es que al comenzar a presentar proyectos que afectan esta estructura, los poderosos, que vendrían a ser los "perjudicados", empiezan a hacer funcionar sus enormes aparatos mediáticos y su capacidad de ejercer presión.

Los que van a ser beneficiados no se dan cuenta de inmediato de lo que ocurre, porque necesariamente habría demoras y complicaciones para implementar la reforma, amén de que, obviamente, los medios masivos van a fogonear en contra, van a embarrar la cancha y van a confundir al pueblo.

¿Entonces para qué va a emprender esa reforma si al político eso le cuesta un montón implementarlo y encima pierde votos? Como vemos, la política no se reduce al “voluntarismo”, sino que forma parte de una estructura que tiene mucho de perverso.

El principio de solución, entonces, es que la población tome conciencia del problema. Por eso yo, personalmente, me enojo cuando el “lanatismo” y tantos ejemplares de periodistas de mierda reducen toda la cuestión de la injusticia a vociferar que “los políticos son todos chorros”. ¡No señor, hay una estructura perversa que debemos desmontar y que no es responsabilidad exclusiva de los políticos!

Hoy, sabemos que por la globalización del capital financiero, la guita persigue el lucro allí donde se presente, sin importar el país. Además, gran parte del capital invertido es especulativo, y no productivo: ganancia inmediata, rápida y que se invierte muchas veces afuera del país de origen.

FUNDAMENTAL: el verso máximo es que primero hay que crecer, y luego vamos a distribuir. Lo que se conoce como “el derrame”. El derrame es un invento absoluto. La impostura de los verseros que se autotitulan “expertos” y desfilan por televisión hablando de las maravillas del “derrame” es una atrocidad.

La supuesta “teoría” –que en rigor es un engaño monumental- del “derrame” es traducción del inglés, que se llama “goteo” (trickle down effect).

Como aquí se dieron cuenta de que hablar de “goteo” quedaba para el ojete, lo tradujeron como “derrame”. El discurso era “déjennos a nosotros las manos libres, todo al mercado, nada al Estado, y ahí vamos a derramar”.

Se han hecho estudios sobre 69 países, por parte de los mejores expertos de universidades norteamericanas, que muestran que cuando un país tiene más pobres se desarrolla menos; y cuando tiene menos pobres se desarrolla más. NO ES QUE CUANDO SE DESARROLLA VA A TENER MENOS POBRES, SINO AL REVÉS: CUANTO MAYOR IGUALDAD, MAYOR DESARROLLO.

El achicamiento del Estado de bienestar europeo fue obra, en gran medida, del thatcherismo de los noventa y del discurso de Reagan. Entre nosotros, el paradigma fue Menem, que continuó la política económica de la dictadura militar, implementada por el tremendo hijo de re mil putas de José Alfredo Martínez de Hoz.

La Argentina es EL ÚNICO PAÍS DEL MUNDO donde los jueces no pagan impuestos. Si los jueces pagaran impuestos, se pagarían 269 millones de pesos más por año. Más o menos lo mismo sostiene en el siguiente artículo:

Hace falta una reforma tributaria

Por José Nun | Para LA NACION

Es recién cuando baja la marea que uno puede darse cuenta si hay quienes se están bañando desnudos. En el plano de la política, suele ser casi siempre demasiado tarde. Es lo que está ocurriendo en la mayoría de los países desarrollados, donde la globalización, una desregulación implacable de los mercados y el ascenso del capital financiero fueron dejando sin ropas a las instituciones encargadas de velar por la justicia social. Por eso se desencadena ahora la indignación de la ciudadanía, cuando estalla la crisis y las aguas se retiran. No sólo se vuelven evidentes brechas de desigualdad de un tamaño que pocos imaginaron posible sino que los dueños del poder pretenden que sean las víctimas y no los victimarios quienes paguen los costos del saqueo.

Afortunadamente, no es ésta la situación de la Argentina. Pero, por eso mismo, conviene no esperar a que baje la marea para bucear a fondo en los problemas pendientes. Durante su gobierno, Néstor Kirchner logró reducir la diferencia de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre de la población de 44 veces a 28. Fue una hazaña histórica que luego no pudo mantenerse al mismo ritmo, sobre todo porque se desaceleró la creación de empleos. Actualmente, esa diferencia oscila entre 20 y 24. En todo caso, es muy alta, y más aún cuando se la compara con la de 1974: unas 8 veces. Por otra parte, la pobreza declinó con fuerza entre 2003 y 2006, pero luego se redujo moderadamente, a pesar de la Asignación Universal por Hijo. Las mediciones para este año varían desde un mínimo del 21/23% (Artemio López; Eduardo Basualdo) hasta un máximo del 28/30% (Ecolatina; UCA). Y ello transcurrida la década de mayor crecimiento económico de nuestra historia.

O sea que se vuelve urgente y necesario que el Estado avance en la redistribución del ingreso, en especial a través del gasto público. Y éste se financia hoy, centralmente, por medio de los impuestos. (Las otras dos fuentes son el endeudamiento, que tanto entusiasma a los gurúes de la City, y las eventuales ganancias de las empresas públicas que todavía nos quedan.) El problema es que asistimos desde hace un par de décadas a un fenómeno notable del que no se habla: la propia recaudación impositiva aumenta la desigualdad debido a las características de nuestra estructura tributaria. Sucede que una de las originalidades argentinas consiste en haber pasado de la estructura progresiva instalada en los años 40 (paga más el que más tiene) a la estructura regresiva que montó la última dictadura militar (paga menos el que más tiene) y que todavía sigue en pie, compensada coyunturalmente por las retenciones al agro.

Valgan sólo un par de ilustraciones del fenómeno. La primera concierne al impuesto a las ganancias, uno de los tributos que se consideran progresivos por excelencia. La mayor parte de lo que se percibe por este concepto es abonada por las sociedades comerciales y no por las personas físicas. Aunque el lector no tenga por qué saberlo, se trata de una diferencia crucial, al punto de que expertos como Gómez Sabaini o Cetrángolo opinan que, en estas condiciones, el impuesto tiende a ser regresivo y no progresivo.

¿Por qué? Porque dado el alto grado de concentración económica que existe en nuestro país, abundan las ramas dominadas por muy pocas empresas, que actúan como formadoras de precios. De resultas de ello, toda vez que pueden les trasladan el tributo a sus compradores a través del precio que les fijan a los bienes y servicios que proveen. Esto es que lo terminan pagando los consumidores finales, como usted o como yo.
Por eso, el impuesto a las ganancias de las personas físicas es de lejos el componente que más importa desde el punto de vista de la progresividad. Sólo que en nuestro país este componente ronda apenas el 30% del total. Compárese esta cifra con el promedio del 72% que recogen por idéntico concepto las naciones desarrolladas. Más todavía: incluso el promedio latinoamericano (40%) es superior al nuestro; en Brasil y Chile, alrededor de 2/3 de la recaudación por ganancias proceden de las personas físicas.

Desde un punto de vista redistributivo, el problema es doble. En primer lugar, en lo que hace al volumen global de los aportes por ganancias (sociedades y personas físicas) medido como porcentaje del PBI, la media de los países avanzados es tres veces superior a la nuestra, aunque ésta haya aumentado en los últimos años al 4,7%. Y, a la vez, la propia composición del tributo restringe considerablemente sus alcances progresivos. A lo cual se suma el problema de la evasión, que, pese a los empeños de la AFIP, se estima en mucho más del 50%.

Ocurre que quienes no pueden escapar al impuesto son los trabajadores en blanco, pues se les deduce de su salario. Y éste es el meollo de la cuestión: un 80% de lo recaudado por ganancias personales proviene de los salarios y sólo el 20% restante corresponde a otras fuentes. ¿Cuál es la causa de esta disparidad? Las numerosas exenciones que benefician a las rentas del capital que poseen los individuos, tales como las que se generan por la compraventa de acciones, por los dividendos, por las transacciones financieras, por los intereses de los títulos públicos, etc. Son desgravaciones que han sido eliminadas en Brasil, Chile, Uruguay, Colombia, México y Paraguay y que no rigen en casi ningún país desarrollado. Se entiende que los sindicatos reclamen que se eleve el mínimo no imponible que pagan los trabajadores en un contexto inflacionario como el actual. Lo sorprendente es que no digan una palabra acerca del modo mismo en el cual opera el impuesto entre nosotros.

Un segundo ejemplo lo brindan los tributos sobre el patrimonio, es decir los impuestos sobre los bienes personales y sobre las transferencias inmobiliarias. Hoy en día, el primero alcanza apenas el 0,5/0,6% del PBI y está muy lejos de ser comparable con los valores de los países desarrollados, que perciben por este concepto entre un 8 y un 12% del PBI, o sea entre 15 y 20 veces más. (Es llamativo, por ejemplo, que apenas 4500 contribuyentes declaren ser dueños de propiedades en el exterior.) En cuanto al impuesto inmobiliario que recaudan las provincias, su magnitud fue descendiendo desde la crisis de 2001 y todavía es inferior al 0,5% del PBI.

La última ilustración que elijo es el IVA, un gravamen indirecto y regresivo cuya alícuota general asciende al 21%. En 2007, su aporte llegó a un nivel cercano al 8% del PBI y desde entonces ha continuado creciendo. A esto se suman los impuestos a las ventas que cobran las provincias y que equivalen a alrededor de un 3% del PBI. De esta forma, el total de los gravámenes al consumo más que duplica lo que se recauda por ganancias y por impuestos patrimoniales y sitúa a la Argentina por encima del promedio tanto de América latina como de los países de la OCDE.

Resulta evidente que, cuando les han faltado recursos, los gobiernos apelaron aquí a este tipo de impuesto regresivo, que afecta sobre todo a los sectores de menores ingresos, dado que, proporcionalmente, el consumo tiene un peso mucho más alto en su presupuesto que en el de los sectores acomodados. Por añadidura, también en este caso la evasión es elevadísima y bastante difícil de combatir. Se calcula que si descendiera a los niveles que alcanza en Chile y en varios países europeos, la tasa general del 21% podría rebajarse entre 6 y 8 puntos.

Las expuestas son sólo algunas de las razones por las cuales las nuevas autoridades deberían darle un lugar prioritario en su agenda a una sustancial reforma tributaria, abriendo un gran debate público sobre el tema. Confío en que lo hagan mientras la marea sigue estando alta. Más aun que los empresarios genuinamente comprometidos con el desarrollo del país no tienen por qué preocuparse. Las evidencias científicas son irrefutables. Mal que les pese a los popes del neoliberalismo local, cuando sube el ingreso de los más pobres y hay una mayor igualdad, el desarrollo se incrementa (Persson, Tabellini, Alesina, Rodrik, Stiglitz, etc.). A la vez, y en línea con lo que he sostenido, un exhaustivo estudio de Harold Wilensky sobre las naciones avanzadas concluye que esa mayor igualdad es claramente función de la estructura de los impuestos y del gasto público, mucho más que de sus niveles.

Agregado: "No tiene nombre, no tiene rostro, tampoco partido, nunca presentará su candidatura; por lo tanto, nunca será elegido y, sin embargo, gobierna. Este adversario es el mundo de las finanzas. A la vista de todos, en veinte años, las finanzas tomaron el control de la economía, de la sociedad y de nuestras vidas. Ahora es posible en segundos transferir inmensas sumas de dinero, de amenazar a los Estados. Esta empresa se ha convertido en un imperio" (Francois Hollande, candidato a presidente de Francia, citado por Dante Caputo en su artículo "Elecciones en crisis", Perfil, domingo 5 de febrero de 2012)

Para seguir leyendo:







jueves, 5 de mayo de 2011

EL CHISTE DE "PEPE" NUN

Un capataz llama a su patrón, alojado en el Hotel City de Buenos Aires por negocios ganaderiles.
-¿Hola, patrón?
-Diga, don Braulio.
-Se murió el lorito, patrón.
-Qué pena, don Braulio. Pero vea, hombre, yo ando muy ocupado por acá. Haga lo que usted quiera.
-Pero, ¿usted lo recuerda bien al lorito?
-Sí, don Braulio. Y me duele mucho su noticia. Bué, ¿algo más?
-El lorito se murió quemado.
-¿Quemado? ¿Y por qué quemado?
-Por la caballeriza.
-¿Qué pasó con la caballeriza don Braulio?
-Se incendió toda, patrón. Algunos caballos se salvaron. Pero pocos y no los mejores.
-Pero, ¿qué me está diciendo, hombre? ¿Y por qué mierda se incendió la caballeriza?
-Ay, patrón, porque se incendió la casa.
-¿Y por qué mierda se incendió la casa?
-Por las velas, patrón.
-¿Qué velas?
-Las del velorio de su esposa.
-¿Qué? ¿Murió mi mujer?
-Sí, patrón. Y como sabemos que usted no va a volver hasta dentro de quince días la velamos nosotros nomás. Pero si quiere quedarse por más tiempo, quedesé, patrón. Porque con la casa también se incendió el féretro de su mujer. Con ella adentro.
-Don Braulio, ¡váyase a la puta que lo parió!
-Epa, patrón, tanto enojo por un lorito muerto.

(Relatado por J. P. "Soberbia" Feinmann en su libro "El flaco").