FIN
Aquí, otro post "chino".
Y si quieren "música china" hecha en Bernal, acá tienen un tema de un gomía de la infancia.
No soy muy original: me interesan algunas mujeres, el fútbol, la filosofía, la literatura, la música-especialmente el rock-, la política, el cine, las ciencias sociales… Me hubiera gustado jugar en la primera de Boca y salir campeón mundial con la selección argentina de fútbol, pero no me alcanzó el talento. Tengo pendiente salir campeón con mis amigos de algún torneo amateur. Escribo por varias razones, pero fundamentalmente para que me quieran.
En el próximo post que estoy escribiendo, quiero discutir acerca de la herencia de Spinetta, que a mi juicio es mucho más rica que la de cientos de temas del rock chabón, punk y rolinguero.
Mi intención es recrear una discusión muy interesante que leí hace poco en el siguiente link:
http://www.tallerlaotra.blogspot.com/2009/12/las-caras-que-asoman-la-ventana-quieren.html
Se dice que la lírica y la música del flaco es “elitista” y “pretenciosa”, y más aburrida que chupar un clavo. Por eso, antes de postear mi opinión sobre la discusión que provocó Oscar Cuervo, quiero aclarar algunos aspectos que me parecen pertinentes:
La democracia moderna, para Claude Lefort, es inseparable de la indeterminación de sus fundamentos, de la infigurabilidad del poder, de la ley y del saber. La democracia implica el desvanecimiento de los referentes últimos de la certeza. Esto no implica relativismo, pues la democracia es esa forma de sociedad que convierte la búsqueda sin garante, sin término, de identidad, en una forma de identidad. Todo esto se conecta con el proceso de desencantamiento del mundo, con el desarrollo del sujeto autónomo y la mar en coche que da como resultado la producción de artistas que deciden cagar, enlatar su propia mierda y exponerla en un museo como obra de arte. Otros hacen arte aplicándose cirugías estéticas sobre su propio cuerpo. En fin...
ELITISMO:
Según Terry Eagleton, “es un error confundir jerarquía con elitismo. El término “elite” es lo suficientemente nebuloso que a veces se lo confunde con “vanguardia” (se esté de acuerdo o no con las vanguardias), que es algo bastante diferente. El elitismo es una creencia en la autoridad de unos pocos selectos, lo que en términos culturales suele sugerir que los valores son o deben ser preservados por un grupo privilegiado, elegido por sí mismo o de otra manera, cuya autoridad deriva de cierto status además de su formación cultural (su origen social o religioso, por ejemplo) o sólo su barniz cultural”. (Las Ilusiones del posmodernismo, capítulo 5: "Falacias").
El término “jerarquía”, en sentido amplio, nos remite a cierto orden de prioridades, con lo cual si bien no todo el mundo es “elitista”, el mundo es necesariamente jerárquico. La democracia no implica la ausencia de ranking, sino privilegiar los intereses del pueblo como un todo por sobre los intereses de los grupos poderosos y antisociales.
Como es obvio, no se puede pensar sin discriminar: si Messi nos parece tan buen jugador como Cellay no somos democráticos, sino personas que miran el fútbol con dos fetas de salame en los ojos. O quizá lectores compulsivos de Olé, o televidentes convencidos de que el contenido de los programas de Fernando Niembro o Alejandro Fantino nos revelan la verdad de la milanga futbolera por medio del análisis de cuántos quilómetros recorrió Xavi o por qué tal o cual jugador no grita el himno con la mano en el pecho.
LA ENTROPÍA ESTÉTICA
Hoy en día, la cultura estética es más rica y compleja que cualquiera que la humanidad haya vivido en el pasado: nuestro mundo está cada vez más constituido estéticamente, y somos atravesados por el discurso y las imágenes de infinidad de medios de comunicación, información e intercambio. A nadie se le escapa que estamos inundados por redes de información que crecen en progresión geométrica, y nos abruman con una inmensa cantidad de datos que afectan e incluso anestesian nuestros sentidos.
La enorme dificultad e incapacidad del juicio estético para argumentar con fundamentos teórico-conceptuales en relación con el arte contemporáneo, no se debe tanto a estolidez o endeblez mental, sino a un cierto estado de entropía estética, motivada en parte por el agotamiento de las diversas neovanguardias. Y ni hablemos del rock, donde ya todo nos suena a “pastiche” de música que ya se ha hecho (lo cual no quiere decir que uno no la pueda llegar a disfrutar mucho). ¡Hemos visto, escuchado y leído demasiado acerca del rock (y acerca de casi todo)!
Como bien nota el filósofo catalán Gerard Vilar, hubo un tiempo en que cualquiera sabía qué era el arte, cuál era su lugar y para qué servía. Incluso en plena Edad Media, el campesino más analfabeto de un valle perdido en los Pirineos podía reconocer un Pantocrátor, un San Pedro o al Tentador e interpretar los acontecimientos de la historia sagrada o los símbolos a los que aludían los frescos, los retablos o los altorrelieves de la pequeña iglesia local. El arte narraba una historia sagrada cuya referencia era clara. “Como el arte era algo tan obvio, pocos o ninguno se preguntaban por su existencia, su naturaleza y su razón de ser” (G. Vilar)
Para un campesino de la Edad Media, el siguiente fragmento acerca de la utilidad de la literatura escrito por Georges Bataille sería ininteligible:
“Lo que a menudo distorsiona el asunto es la preocupación por ser útil que tiene un escritor débil.
Cada hombre debe ser útil a sus semejantes, pero se vuelve su enemigo si no hay nada en él más allá de la utilidad.
La caída en la utilidad por vergüenza de uno mismo, cuando la divina libertad, lo inútil, acarrea la mala conciencia, es el comienzo de una deserción. Se les deja el campo libre a los arlequines de la propaganda.
(…) No puede ser útil porque es la expresión del hombre-de la parte esencial del hombre- y lo esencial en el hombre no es reductible a la utilidad. A veces un escritor se rebaja, harto de soledad, dejando que su voz se mezcle con la multitud. Que grite con los suyos si quiere –mientras pueda-, si lo hace por cansancio, por asco de sí mismo, sólo hay veneno en él, pero les comunica ese veneno a los demás: ¡miedo a la libertad, necesidad de servidumbre! Su verdadera tarea es la opuesta: cuando revela a la soledad de todos una parte intangible que nadie someterá nunca. A su esencia le corresponde un solo fin político: el escritor no puede sino comprometerse en la lucha por la libertad anunciando esa parte libre de nosotros mismos que no pueden definir fórmulas, sino solamente la emoción y la poesía de obras desgarradoras”.
Hay muchas formas de definir al hombre (o al “ser humano”, para decirlo de un modo más contemporáneo): el animal que ríe, el animal que sabe su muerte, el animal racional...
Según Vilar: “hay otras especies que juegan, que tienen lenguajes, que en algún sentido trabajan, que hacen herramientas, que son altruistas, etc., pero ninguna crea nada ni remotamente parecido a las obras de arte. Es algo único de la especie humana que nos diferencia auténticamente del resto de la naturaleza, acaso lo único que nos separa realmente de las demás especies”.