Cuando era pendex, con algunos amigos pelilargos y neo hippies/ pseudo-metaleros del secundario escuchábamos canciones de hard rock de los 70’s y 80’s: Zeppelin, Deep Purple, Nazareth, Iron Maiden, AC/DC, Black Sabbath, Yes, Zappa, Beatles, Hendrix, Pink Floyd… también canciones de Spinetta, Charly García, The Police, Sumo y los Redondos. Como estábamos buscando, como Aristarain, un lugar en el mundo, solíamos ser cerrados como culo de muñeco ante ciertos géneros y tendencias musicales que no cubrieran las expectativas de tan selecto grupo de escuchas.
Encima yo leí pronto la primera Consideración intempestiva de Nietzsche –una que hablaba sobre David Strauss- donde el tipo despreciaba la “Gebildetheit”, la “cultería”, que vendría a ser la cultura del “filisteo” que cree ser culto y refinado cuando en realidad es un pelotudo a cuerda. El tipo fue siempre muy elitista, y hoy pienso que a veces cometía el error que cometemos todos: nos tomamos demasiado en serio a nosotros mismos, olvidando que estamos destinados al olvido, a ser alimento de los gusanillos.
En el Nacimiento de la tragedia, haciendo referencia a Richard Wagner, Nietzsche decía cosas como:
“Yo estoy convencido de que el arte es la tarea suprema y la actividad propiamente metafísica de esta vida, entendido en el sentido del hombre a quien quiero que quede aquí dedicado este escrito, como a mi excelso precursor en esta vía”.
Sin embargo, como el personaje de Dr Jekyll/Mr Hyde de Stevenson, al llegar a mi casa, a veces me encerraba para escuchar a escondidas temas cursis como “Stay on these roads” de A-ha; o “Eternal flame” de The Bangles. Quizá avergonzado por admitir que escuchaba A-ha, me apresuro a confesar que estaba enamorado de la cantante de las Bangles (?).
¿A qué viene todo esto? Peresén, ya vuá llegár al punto.
Fabián Casas, en sus Ensayos bonsai, tiene un capítulo titulado “Serrat el orto”, donde se caga en lo que podríamos definir como “consumo cultural culposo”. Allí dice cosas como:
“(…) tengo la desgracia de ser muy amigo de muchos críticos de rock. La mayoría de ellos, cuando les cuento mi pasión por Serrat, suelen desmayarse como solían hacerlo los personajes de Dante Quinterno, con un sonoro ¡plop! Otros redoblan la apuesta y me tratan de energúmeno musical”.
Pese a la mirada ajena, Casas confiesa su amor por las canciones de Serrat, y dice que al ir a sus recitales, el público no va a que lo miren escuchar su música, sino a disfrutar del show, y que eso constituye una bendición para cualquier cantautor.
Y con esto llego al corazón de alcaucil de mi argumento: leer a Fabián Casas puede ser, al menos lo ha sido para mí, una experiencia liberadora. Como Roberto Bolaño, los textos de Casas producen ganas de escribir. Casas sugiere que escribamos sin esperar el reconocimiento del público, aunque lo que frutiémos nos produzca vergüenza ajena.
A mí no me gusta cómo escribo, y soy consciente de que leer mucho no necesariamente te ayuda a pensar, porque el alimento espiritual, al igual que el material, puede causar indigestión. Sin embargo, decidí seguir escribiendo en un blog para aprender a escribir, porque creo que muchas veces uno no tiene que esperar a tener algo importante que decir para animarse a decirlo, sino que descubre lo que tiene para decir mientras intenta ponerlo en palabras.
El carpintero tiene una idea de mesa, opera sobre la madera mediante las herramientas que tiene a mano y capaz se martilla un dedo y putea al viento como el Tano Pasman o le sale bien y se pone contento. Richard Marx decía que lo que distingue al peor arquitecto de la mejor abeja es la capacidad de armarse un blog para escribir pelotudeces. En este sentido, José Pablo Feinmann se puede ir a la concha de su madre.
Y es que uno no puede pretender ser un crack: tipos como Kafka, Proust, Borges, William Faulkner o Pessoa son imposibles... Desearía no escribir como Ari Paluch, pero incluso si fuera el caso.
Y claro que hasta un huevo frito puede salir mal si uno no le pone pasión, y que la pasión no asegura ningún resultado. Si fuera por la pasión, yo jugaría al fútbol como Zidane.
“En vano te hemos prodigado el océano, en vano el sol, que vieron los maravillados ojos de Whitman. Has gastado los años y te han gastado, y todavía no has escrito el poema”.
Eso decía Borges mientras la enésima mina le cortaba los flecos.
Hipócrita escritor, ¿qué te calienta que no te salga el poema? Ya va a salir, y si no sale paciencia, se hace lo que se puede.