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lunes, 7 de febrero de 2011

EL FENÓMENO CRISTIAN U


"A vos te amaban porque, cuando te miraban, veían lo que querían ser. A mí me odian porque, cuando me miran, ven lo que son" (Nixon a J. F. Kennedy)

Antes que nada, voy a eludir dos lugares comunes que me parece que impiden analizar el juego desde el punto de vista sociológico: 1) Gran Hermano es “como la vida misma”. Respuesta: ¡No! Como bien dice Bauman:

“GH no es una fotografía, copia o réplica de la realidad social de estos días. Es, más bien, un modelo condensado, destilado, purificado; podría decirse que es un laboratorio en el que se experimenta con ciertas tendencias de esa realidad social, que de otro modo habrían permanecido ocultas, diluidas o reprimidas, y se las pone a prueba para hacer visible todo su potencial”.

2) Por otro lado, la comparación del juego con el “Big Brother” del libro 1984 de George Orwell, de donde se toma el nombre “Gran Hermano”, presenta las siguientes particularidades: a) casi con toda seguridad, la mayoría de los televidentes y todos o casi todos los participantes, nunca han leído el libro. Jamás he visto un participante de GH que sea un fino lector de grandes clásicos de la filosofía, la literatura o las ciencias sociales (ojo, no es un juicio moral sino más bien descriptivo... se puede ser muy buena persona y lector de libros, buena persona y poco lector, muy lector y mala persona, etc.); b) la magnífica obra de Orwell era, entre otras cosas, una metáfora del régimen totalitario en general, y del estalinismo soviético en particular. Vale decir que el “Big Brother” de Orwell era sinónimo de un poder despiadado e inescrupuloso que marcaba el camino a seguir, prescribía la manera en que debía seguirse e instauraba un régimen donde los hombres no sólo debían obedecer, sino desear ser esclavos. No sólo la desobediencia se pagaba con la propia vida, sino que Gran Hermano exigía de sus víctimas, incluso, amor y gratitud. En ese reino, la esclavitud significaba libertad; el dolor, cura; y la opresión, emancipación.

En síntesis: asemejar un entretenimiento televisivo –por más que pueda fomentar el egoísmo, la mentira o el salvarse individualmente por sobre la solidaridad- con la obra de Orwell me parece una total exageración. El "espíritu individualista" de GH no implica que los integrantes no puedan desarrollar una amistad profunda fuera de la casa. De hecho han habido muchas parejas y amistades que se han originado dentro del programa. Es obvio que nadie puede eliminar las emociones y ser un puro calculador en un juego donde interviene la interacción humana y la convivencia. El concepto orwelliano, a diferencia del entretenimiento televisivo, nos habla de una distopía donde se trataba de que la individualidad quedara absolutamente reprimida y todos pensaran igual.


Respecto de los "placeres culturales culposos" que asaltan a algunos hacia quienes pueden llegar a mirar Gran Hermano e interesarse por "el fenómeno Cristian U", los remito a este sitio:




En fin, sigamos con Bauman: “el Gran Hermano de los programas de televisión no tiene rostro. De todas maneras, no necesita uno, porque ahora, a diferencia de su anterior encarnación, ya no exige amor, ni a tal efecto devoción o lealtad. Este Gran Hermano es un tipo eminentemente útil (es, después de todo, “el resto del mundo”, y no habría mundo sin ese resto), y lleva a cabo su tarea con la sola condición de que sus discípulos se abstengan por completo de interferir con él y acepten sus designios sin manifestar curiosidad, y menos aún mostrarse inquisitivos, por sus motivaciones. Bajo esa condición fácil de aceptar, y no particularmente engorrosa, GH provee a sus pupilos de todo lo que necesitan para hacer su juego: un set completamente equipado, camas y ropa de cama, comida y utensilios de cocina; incluso juguetes e ideas para nuevos juegos que alejen el aburrimiento y mantengan a los reclusos entretenidos y contentos”.




Más allá de los análisis de Bauman, me resultó muy interesante el fenómeno que se produjo en Gran Hermano 2011 con un participante llamado Cristian Urrizaga: desde los apasionados seguidores que son capaces de hacer una marcha para pedir su reincorporación al programa, hasta los sentimientos racistas de algunos televidentes que no lo soportan porque "es un negro de mierda". Escribo algunas reflexiones un poco dispersas al respecto, que son una mezcla de olvido y recuerdo de cositas que pude ver y/o leer.

Mientras los demás participantes no terminaban de asumir la lógica del juego (que tiene mucho de perverso), él fue el único que comprendió de qué iba la cosa. Eso hizo que la mayor parte de los participantes lo vieran como una suerte de monstruo y proyectaran en él, muchas veces, sus propios temores, pasiones y miserias. Dicho de un modo sintético: pareciera ser que este pibe fue el único que asumió abiertamente y de entrada que "iba por la plata y para jugar". Los demás integrantes, en cierto sentido, asumieron la actitud de la señora pudorosa que va al cine y se queja de las imágenes sin tener en cuenta -o fingiendo no darse cuenta- que ni bien hacía su ingreso a la sala conocía que se trataba de una película triple x.


Cristian Urrizaga es un treintañero de Barracas, ex ludópata y con mucha más "calle" que los restantes integrantes del programa. Muchos lo veían y lo siguen viendo como un jugador frío y calculador, que actúa todas sus emociones. En mi opinión, se trata más bien de un jugador intuitivo, impulsivo, emocionalmente cambiante y que entendió mucho mejor que la mayoría de los demás integrantes la lógica que propone el juego. Desde un principio pareció mucho más sincero que los demás, y sin embargo su sinceridad fue vista como falsedad o cinismo. Su pasión por ganar lo hizo pasarse de revoluciones, y terminar muchas veces por convertirse en su peor enemigo. Por diversas razones que no voy a abordar acá, el tipo sacó las peores miserias de los integrantes de la casa, y suscitó la adhesión fanática de muchos televidentes que están "afuera", hasta tal punto que no es descabellado pensar que puede llegar a ingresar nuevamente (previa alteración mínima de las reglas del juego). De más está decir que jamás se me ocurriría juzgar la calidad moral de cada participante en términos absolutos y tan siquiera relativos, ya que sería un acto de soberbia ridículo. No conozco personalmente a ninguno de los integrantes del juego. Sí admito que, por lo poco que he visto del programa, Cristian U me cayó bien.


El sociólogo francés Pierre Bourdieu nos dice que el buen jugador es, en cierto modo, el juego hecho persona. El que sabe jugar intuitivamente hace, por lo general, lo que demanda y exige el juego en cada instante. Esto supone una invención permanente, indispensable para adaptarse a situaciones indefinidamente variadas y nunca perfectamente idénticas. En todo juego existe una libertad ilimitada a partir de ciertas reglas. En el ajedrez, por caso, las combinaciones posibles que permiten sus reglas son innumerables. De todos modos, Gran Hermano no es un juego similar al ajedrez. No es un juego que carezca de moral (ninguna interacción humana está exenta de moral), sino que tiene una ética autónoma donde se permite la mentira, la traición y las alianzas momentáneas.


Nada es más libre ni más restringido que el buen jugador. En el fútbol, por caso, el buen futbolista es aquel que se encuentra muy naturalmente en el sitio en que caerá la pelota, como si la pelota lo mandase y, al mismo tiempo, él mandase a la pelota. Está claro que en todo juego interviene, en mayor o menor medida, el azar.

Perfil general de los integrantes:

Sin ser un estudioso de las diferentes ediciones nacionales e internacionales ni mucho menos, imagino que el perfil de los participantes de Gran Hermano es relativamente homogéneo en todo el mundo: siempre interviene la chica pulposa que quiere salir en televisión o convertirse en vedette, los que intentan ser famosos como fin en sí mismo, quienes van por el premio, etc. Casi todos tienen entre 19 y 30 años, y el número de integrantes se acerca a veinte (por lo común diez hombres y diez mujeres). El programa se da en verano, para que los cuerpos jóvenes y muchas veces trabajados en el gimnasio puedan lucirse en pantalla. Me animo a decir -y sé que esto es un prejuicio mío- que casi todos los integrantes son muy poco lectores, salvo libros de autoayuda tipo Osho, Bucay o Ari Paluch. La gente que critica el programa dice que “son todos vagos que se la pasan tirados”, olvidando que el ocio y el encierro estimula el hecho de que los temas se agoten, el pensar en el premio juegue su rol e indefectiblemente los integrantes hablen mal de sus compañeros o cuenten anécdotas de su vida privada a un mar de televidentes desconocidos. El encierro, el aislamiento y el cotilleo constante hace que las emociones -tanto positivas como negativas- se potencien. Por otra parte, Gran Hermano se diferencia de otros juegos en ser no sólo un juego de estrategia sino también de convivencia; por eso no puede ser asemejado totalmente a juegos como el truco, donde interviene la mentira "blanca", o la ruleta, donde el azar es un componente abrumador.

Tal vez una de las cosas que mayor bronca me da de la emisión argentina es la manera en que la misma gente que gana plata con ellos se burla de la cara, el carácter o la inteligencia de los participantes en varios informes a lo largo del día. Les hacen pagar el derecho de piso a todo aquel que quiere ingresar a la farándula denigrándolo. El mensaje es: si luego los chicos se vuelven famosos con trayectoria, ya tendrán el derecho de "denigrar y basurear al nuevo famoso". Por eso no sorprende que los debates políticos verdaderamente importantes para el colectivo social estén llenos de chicanas y debates "ad hominem" y vacíos de propuestas... En fin, no me quiero desviar de la cuestión.


UN POCO DE HISTORIA

Como nos recuerda Bauman, Gran Hermano fue un invento de un empresario holandés, John de Mol, quien gracias a su ocurrencia hoy está entre las 500 o 600 personas más ricas del mundo. La inspiración le vino en 1999, al observar a un grupo de personas que habían sido encerradas por un mes en una cúpula de vidrio en el desierto de Arizona. Su creación fue puesta en escena en un canal privado, y al poco tiempo el formato se vendió a más de veinte países.


Los 5.400 millones de dólares por los que la productora Entertainment -la compañía de De Mol- le garpó a Telefónica de España, nos puede dar una idea del enorme negocio que implica. El formato varía un poco según el tiempo y el lugar, pero básicamente se trata de mujeres y hombres "dueños de un pasado desconocido y de un futuro divergente, que pasan algunas semanas juntos, enfrentados a la tarea de construir a partir de la nada una forma de vida común sin promesa alguna de durabilidad. Saben desde el primer momento que desaparecerán de la compañía, uno por uno, y que su tarea es precisamente hacer que los otros desaparezcan primero... Si fallan, esas mismas personas a las que no habían querido o podido expulsar los expulsarán a ellos”.



Este tipo de programas, como el francés Loft Story o el angloamericano The Weakest Link, son una suerte de ensayos públicos sobre la desechabilidad de los seres humanos: aquí nadie o casi nadie es indispensable... En rigor, creo que el participante Cristian U es indispensable para el entretenimiento de GH 2011. Obviamente, también se trata de un entretenimiento. Por lo demás, no existe el monopolio legítimo de la interpretación y el consumo de un producto cultural.