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miércoles, 22 de mayo de 2013

GAME OF THRONES: CANCIÓN DE HIELO Y FUEGO I

Borges, casi en profética referencia a Rogelio Funes Mortis, decía que “la inminencia de una revelación que no se produce es, quizá, el hecho estético”.
 
 
Tal vez uno de los secretos del éxito de Game of Thrones, más allá de la campaña mediática, radique en cierta capacidad de los guionistas para mantener el misterio, la acción y la tensión dramática hasta el final.


Pero más que de la serie, hoy quiero hablar del primer tomo de los cinco ladrillos de papel titulados Canción de Hielo y Fuego,de George R. R. Martin.
Ustedes me conocen, y saben que soy un loco bárbaro, un aventurero, un amante de la adrenalina; por eso es que decidí mandar a pasear a mi Pepe Grillo literario –que es bastante esnob y georgesteineriano-  y me compré los cinco libros de Canción de hielo y fuego. El bolsillo me sangró bastante, dado que me gasté casi 1000 mangos de un saque, como en su momento hiciera el Diegote (?).
No conforme con Elio (Rossi) (1), terminé de mirar hasta el 8vo capítulo de la tercera temporada de la serie, con lo cual, parafraseando al Indio“buenas historias, sabrosas telefotos, ¡a tragar sin culpa!”
Un psicoanalista amigo me dijo:  
-         “Mirá Rodrigo, ¿no te parece que tanta justificación estética puede tener algo que ver con un sentimiento de culpa literaria no suficientemente elaborado? Si te gustan las milanesas con papas fritas, no hay por qué angustiarse. A Adrián Suar le fue bastante bien con esa cosmovisión; en cambio vos escribís un blog que no lee nadie, te hacés el sofisticado y sos un pelagatos. Contáme un poco: ¿cómo era la relación con tu mamá?”
 
-         Vea Doctor, ¿lo puedo tutear? ¡Váyase a la tuta que lo tatió!... Es un chiste, Doctor, no se ofenda. Ocurre que tengo pendientes un montón de libros muy grosos, y este hijo de puta escribió como 5 mil páginas. Entienda que cada libro que uno lee es un libro que deja sin leer. No se puede vivir todas las vidas Doctor. ¡Tengo ansias de infinito, Doctor! Además me pasa que, cuando comienzo a ver un partido de Boca, me suben ganas de sentarme a mirar un capítulo de “Game of Thrones”. A propósito, ¿qué le pasa a Clemente Rodríguez Doctor, tomó nesquick vencido? ¿Y vio lo que es la defensa? ¡Un flan! Disculpe... ¿en qué estábamos?... Ah sí, ¿me preguntaba por mi vieja? Es re macanuda, Doctor. Me llevo re bien. Con la que me llevo mal es con la madre de Clemente Rodríguez, que tiene la pelada de Roberto Carlos pero no para ni el bondi. ¡La vivo puteando Doctor!
Porque muchachos y muchachas, no jodamos: a diferencia de la defensa de boca, la “gran literatura” existe, y está representada por la obra de tipos como Kafka, Proust, Borges… El amigo George no califica ni de cerca en el panteón literario. Y sin embargo, porque la vida está llena de sin embargos: empezar a leer el primero de los cinco tomos no deja de ser un placer.
Habrá quienes crean, esgrimiendo buenas razones, que se necesita más imaginación para escribir como Bukowski que para narrar “El señor de los anillos”. En lo personal me suelen gustar más los escritores capaces de volver extraño lo cotidiano, que aquellos que pueblan sus páginas llenándolas de seres imaginarios y mitológicos. Si bastara con elaborar monstruos y dragones, mi sobrino Mariano escribiría mejor que Dino Buzzati.
La crítica obvia es que tipos como Bukowski tienen tendencia a ser "autobiográficos". Y la respuesta un poco menos obvia se basa en que la literatura suele ser no "autobiográfica", sino "autoreferencial". ¿O acaso el poema de los dones de Borges no hace referencia a su ceguera?
Y además le confieso, Doctor, que nunca leí a Tolkien: a esta altura de mi vida ya no creo que lo haga. Sus personajes buenos son rubios, lindos y eternos; mientras que los malos son negros y feos... Siguiendo con la honestidad, debo decir que de Bukowski leí poco y nada.
 
Pero como opinar es gratis, les ilustro la idea con una cita del escritor uruguayo Gustavo Escanlar, que en cierto sentido se podría calificar de “bukowskiano”, si es que nos gusta poner etiquetas:
“4. Uno llega a este estado de frigidez y congelamiento que llamamos vida cotidiana por miedo. Toda mi vida tuve miedo. Miedo a mis padres, a los maestros, a la policía, a los profesores, a los estudiantes que tiraban piedras, a Narciso Ibáñez Menta. Miedo a que los niños más grandes, los de quinto o los de sexto, me cagaran a patadas. Miedo que los pupilos del colegio me cogieran, como se lo cogieron a Bertolotti en el baño. Miedo a ser maricón, trolo, puto, homosexual, centauro. O a que los demás pensaran que lo era. Miedo a que a la salida de The Wall un milico leyera mis pensamientos y me llevara en cana. Miedo a desaparecer, a que me metieran la picana. Miedo al ridículo, a la exclusión, a la marginación, miedo a que nadie quisiera bailar conmigo en las fiestas de quince, miedo a que no me gustara la música cool, a ser terraja. Miedo a quedarme sin trabajo, miedo a no tener casa, miedo a no tener guita”.
No sé si será autobiográfico, autorreferencial, hiperrealista, surrealista o esdrújulo, pero a mí me parece que está bastante bien.
Pero vayamos al punto:
A juzgar por varios pasajes en los que se alude al chupi o al morfi, es evidente que George R. R. es un “gordo de alma”: “(…) Illyrio esbozó una sonrisa enigmática y arrancó un ala al pato. La miel y la grasa le corrieron por los dedos y le gotearon por la barba cuando mordisqueó al carne tierna”.
Y en la página siguiente: “Se atiborraban de carne de caballo asada con miel y chiles, bebían leche fermentada de yegua y los excelentes vinos de Illyrio hasta embriagarse por completo (…)”.
 
 

Tal vez no sea casualidad que el personaje favorito del autor sea, según confesó alguna vez, Tyrion Lannister: un enano sarcástico, mujeriego y bebedor; y también honesto, sabio y sensible.
 
No creo ser muy original si digo que mis dos personajes preferidos son Tyrion Lannister y Arya Stark: posiblemente  sean los dos más "queribles".
 
Abundan los fragmentos que son mezcla de Tolkien y Maquiavelo, por así decirlo:
"Te lo juro, sentarse en un trono es mil veces más duro que conquistarlo. La ley es un asunto tedioso y contar calderilla aún más. Y los súbditos... siempre hay súbditos, siempre, y todos quieren verme. Me tengo que sentar en esa maldita silla de hierro y escuchar sus quejas hasta que se me queda la mente en blanco y el culo en carne viva. Todos quieren algo, dinero, o tierras, o justicia. Y las mentiras que me cuentan... ni te imaginas. Y las damas y caballeros de mi corte son iguales. Estoy rodeado de imbéciles y aduladores. Es como para volverse loco, Ned. La mitad de ellos no se atreven a decirme la verdad, y la otra mitad no la sabe". (Robert Baratheon, rey; a Ned Stark, el mano del rey)
No tiene sentido comentar mucho más del contenido de una obra que es clara y límpida como el agua mineral. Si tienen ganas de pasar un buen rato, y prefieren no devanarse los cesos leyendo libros difíciles como los de James Joyce, o angustiarse con las composiciones de Fernando Pessoa, se pueden comprar una botella de tinto, una buena picada, y sentarse tranquilos a leer al Gordo Martin.
 
(1) ¡Dejáte de joder! ¿Cómo vas a estar conforme con Elio Rossi? Es como estar de acuerdo con Fernando Niembro. ¡¡Nalocúra!!

viernes, 4 de noviembre de 2011

MUNDO CUEVANA: THE WALKING DEAD. BREAKING BAD. PRISON BREAK. CRANK: ALTO VOLTAJE. 28 DAYS LATER

THE WALKING DEAD

Sensación de agobio, incertidumbre ante la amenaza omnipresente de la muerte. Angustia de ignorar las causas y por lo tanto la manera de ponerle fin al horror. Miedo al sufrimiento propio y al de familiares y amigos.

La búsqueda desenfrenada de alimento, refugio y agua se torna un asunto cotidiano de vida o muerte. Con frecuencia, los sobrevivientes humanos se vuelven tan peligrosos como los "caminantes". 


Jorge Fernández Gonzalo –autor de “Filosofía zombi”- dice que Canetti escribió que lo que más teme el hombre es ser tocado por lo desconocido. La ropa y la piel apenas nos protegen: lastimar la carne humana es demasiado sencillo. Groso Canetti, se nota que estudió (?)

Los zombis de The Walking Dead son nuestro reflejo deformado: no están ni muertos ni vivos, y tienen un hambre que no se sacia con casi nada. La única posibilidad de acabar para siempre con un zombi es lastimar su cerebro, pero son demasiados, y matarlos de lejos no es fácil cuando las balas escasean.

La serie comienza con un policía que es herido en un tiroteo e internado de urgencia, pasa un tiempo en terapia intensiva y al despertar se encuentra totalmente solo. Afuera del hospital lo esperan varios cadáveres apiñados, cubiertos de moscas. El comienzo es similar al de:

28 DAYS LATER

Un joven inglés despierta en la cama de un hospital: de a poco se va dando cuenta de que algo raro pasa. En la ciudad no hay un alma y cuando se encuentra con alguien ese alguien está lleno de ira -como el "Pato" Toranzo contra Camoranesi o como Camoranesi contra Toranzo- y se lo quiere morfar.

Dos personas que lo salvan de morir le explican que un virus sin Federico Moura pero con mucha mayor difusión infectó a casi toda la población. La caja de Pandora fue abierta por un grupo de activistas de los derechos de los animales, quienes liberaron a un mono infectado con un virus experimental. El animal liberado tenía más bronca que Pedro y Pablo y que el personaje de Michael Douglas en Un día de furia. El mono tremendo atacó a su salvadora, le contagió  toda su anger y desató un tole tole de proporciones catastróficas.


Película pochoclera para entretenerse un rato, no apta para lectores de Theodor Adorno.

Luego hicieron la segunda parte, titulada 28 Weeks Later, un poco peor que la primera. 

También puede ocurrir, hipócrita letórc, que tu saviola  javier sea tolerante a la materia fecal y quieras mirar las dos partes de "Crank":

CRANK: ALTO VOLTAJE 1 y 2 (son el mismo perfume con diferente frasco). ¡Mejor leéte un buen broli!

¿Para qué vas a ver Crank 1 y 2? Para eso miráte alguna de Guy Ritchie... no sé, un "Rockanrolla" es mejor que cualquier Crank.

Excursus: mucha de la mejor poesía del siglo XX está escrita en prosa. El escritor polaco Witold Gombrowicz decía que a él no le gustaba la poesía pura, así como tampoco le gustaba el azúcar solo, sino mezclado con otros ingredientes: dramas, tragedias, reflexiones, historias.

Dejemos a Gombrowicz y miremos Crank, con Jason Statham: un grupo de latino solanas mexicanos narcos violentos caca mierda feo le inyectan un veneno chino y entonces el pelado musculoso necesita adrenalina para retrasar el efecto.

Crank: matan a uno. Me aburro. El pelado amenaza a un fuckin niga medio dealer. Me aburro. Explota un auto. Me aburro. Efectos especiales. Me aburro. La trama es lo de menos. Me aburro. Mueren tres tipos. Me sigo aburriendo. Crank: un oasis de adrenalina en medio de un desierto de aburrimiento. 

PRISON BREAK

Muy buena serie, aunque me molesta que cada cinco minutos alguien esté por morir o a punto de ser torturado o descubierto por sus enemigos de turno: el típico "terror al aburrimiento" que afea tantas tramas.


El protagonista de la serie es Michael Scofield (Wenworth Miller): un joven ingeniero de inteligencia excepcional, quien se tatúa un plano en el cuerpo para fugarse de la cárcel de máxima seguridad con su hermano, quien en pocos días sufrirá la pena capital por un crimen que no cometió. 

La tercera temporada es la peor: Scofield termina en una cárcel panameña llena de latinos. ¡Terrible! La ti nos ter cer mun dis tas a se si nos fe os in ci vi li za dos bes tias. ¡The Horror! La inevitable estigmatización yanqui del latino, siempre presente.

Una buena trama no se reduce a la incertidumbre por su resolución, sino también al disfrute del "mientras tanto". El problema de Prison Break es que su mientras tanto necesita continuas inyecciones de adrenalina, como la doctora Sara Tancredi. ¡Crank, alto voltaje!

A quien le gusta la obra de Shakespeare, ¿es incapaz de disfrutar de “Romeo y Julieta” porque ya sabe cómo termina? 

BREAKING BAD

Excelente serie: el protagonista es Walter White, un profesor de química poco comunicativo, orgulloso y sin vocación docente, quien se siente sobrecalificado para un laburo que no disfruta. 

El  teacher tiene un hijo discapacitado, su esposa  está embarazada y para colmo de males le descubren un cáncer en los pulmones.

Todo mal, Todo Negativo, Todo Noticias: una realidad desesperante que lleva a Walter a fabricar y vender metanfetaminas con un ex alumno. Las redes de narcotráfico, la policía, los drogadictos y la terrible realidad de los cárteles de droga.

jueves, 13 de octubre de 2011

SPARTACUS, BLOOD AND SAND Y GODS OF THE ARENA


Dioniso lo ha invadido todo: la Iglesia, los medios, la escuela, los sindicatos, las casas de familia. El Dios del vino y el paco ha vencido, y su contracara ya no es Apolo sino el tedio, el mismo que invade a los cientos de miles que ya no sabemos qué nueva serie mirar en cuevana. Apolo, por su parte, se limita a escribir giladas de 140 caracteres en su cuenta de twitter, y se angustia porque nadie las comenta.

Dioniso también está presente en las dos temporadas de Spartacus: Blood and Sand y Gods of the Arena. Aquí, el amigo Don Chango ofrece otra perspectiva histórica de la serie, centrándose en Espartaco.

La fórmula tiene una eficacia largamente probada: cuerpos trabajados, minas hermosas, abundantes muestras de sexo y sangre bajo una estética porno-soft, mezclados con una trama cuyos personajes manejan un lenguaje retórico y recargado, dejándose dominar por encendidas pasiones. La venganza, el amor, la ambición y la sed de gloria y poder son el condimento infaltable de cada capítulo.

UN POCO DE HISTORIA

La industria cultural suele recurrir a mitos falsos: por caso, no es cierto que los gladiadores hayan entrado en la arena diciendo: “César, los que van a morir te saludan”. La serie refleja bastante bien un hecho históricamente probado, como ser que en aquel tiempo las calles y las personas olían mal, la mayoría del pueblo se vestía con harapos y existían espectáculos llenos de violencia, sangre y miedo, que se desarrollaban a la vista de mucha gente.

A diferencia de lo que se muestra en la serie, muchos de los gladiadores del Imperio Romano eran voluntarios, como hoy lo son los boxeadores, los toreros y los pilotos de carreras. Nadie los compadecía porque no había motivo para hacerlo. El público iba a ver las peleas, y también ejecuciones de condenados a muerte -quienes generalmente morían bajo las garras de alguna fiera- y torturas y suplicios hacia algún otro condenado.

Como usaban escudos, corazas y cubrepiernas que los protegían muy bien, casi siempre la lucha se decidía por el cansancio o el desánimo. Veyne nos dice que el combate de gladiadores no era un duelo donde las armas decidían, sino que su lógica consistía en empujar a un desgraciado a declararse, por su propia iniciativa, derrotado, y a poner su vida en manos de un público que se sentía todopoderoso. La gracia del espectáculo radicaba en mirar el rostro del gladiador mientras se lo sometía al veredicto, así como su reacción y posterior degüello. “Del mismo modo, entre nosotros, el público elegante que asiste a los juicios sabe apreciar la esgrima verbal de los abogados, pero el gran momento sigue siendo aquel en que el jurado regresa a la sala y el condenado se dispone a saber si salva la cabeza” (Veyne).

El honor profesional de los gladiadores radicaba en mantenerse con dignidad y valor delante de su verdugo, no escapar de la sentencia del público ni mostrar temor ante la muerte. “Un gladiador, por mediocre que fuera, no llora, no muda de expresión; permanece firme, ofrece el cuello” (Cicerón, Tusculanas)

El público de la Antigüedad no acudía al anfiteatro para ver cómo dos espadachines asumían riesgos: iba a ver morir a unos hombres, y, con suerte, iba a hacerlos morir. Según Georges Ville, a principios de siglo un gladiador encontraba la muerte cerca de su décimo duelo, en tanto que bajo el imperio de Marco Aurelio, moría degollado ya en el tercer o cuarto combate.

Lo que uno se pregunta es: ¿cómo era posible que alguien eligiera morir de esa forma?  Procedieran de un ambiente acomodado o de la esclavitud, los gladiadores buscaban fama, lucha y dinero, pues el vencedor recibía una bolsa llena de monedas de oro arrojadas por la multitud al término del combate. Además, tenían todas las mujeres que quisieran, incluyendo las grandes damas.

Muchos republicanos lectores de La Nación, cuando quieren bardear alguna práctica peronista asociada al vulgo, tipo "fútbol para todos", recurren a la remanida frase “pan y circo”. Sin embargo, las peleas de gladiadores eran disfrutadas por un público heterogéneo, incluyendo hombres de letras -como Séneca y Horacio- y miembros de la aristocracia, que desde luego asistían al combate en ubicaciones privilegiadas.

En sus Confesiones, San Agustín cuenta una anécdota acerca de Alypus, un amigo suyo docto y refinado, quien al principio de la contienda mantuvo los ojos cerrados, pero al abrirlos se dejó llevar. Así fue como “apenas vio la sangre, él bebió de un sorbo la ferocidad y en lugar de apartar la mirada, la mantuvo fija en la escena, embriagándose de sangrientas voluptuosidades. Y también él miró y gritó, entusiasmado”.

CÓMO HACERSE GLADIADOR

"El apetito de gloria y el valor no eran suficientes: la figura del gladiador seducía también a los "marginales" de la sociedad y se reclutaba entre voluntarios procedentes de todas las clases sociales o más bien de todos los írdenes: nobles, hombres libres y esclavos.  Los nobles (caballeros o incluso senadores) eran, sí, la excepción, pues ser gladiador se consideraba un oficio infamante (como la prostitución o el oficio de actor en tiempos de Moliére), hasta el punto  que, salvo excepciones, un noble que peleaba en la arena se veía despojado de su rango. Pero los gladiadores eran principalmente hombres libres o bien esclavos. Cuando un hombre tenía vocación de gladiador, acudía a un empresario especializado, al que llamaban despectivamente un carnicero, lanista, un comerciante de carne humana. Este empresario lo contrataba y lo alquilaba a ricos mecenas que deseaban obsequiar a su ciudad ofreciendo un espectáculo de gladiadores" (Paul Veyne).

FIN DE LOS GLADIADORES

Los combates entre gladiadores desaparecieron por iniciativa de los cristianos, y se terminaron de extinguir hacia el 410 después de Cristo. No fue por piedad ni compasión, sino porque los cristianos eran contrarios a los espectáculos en general, pues la gente se excitaba y al excitarse dejaba de pensar en la salvación. Tal y como hoy ocurre con el público que mira películas de acción o consume pornografía, los cristianos temían el efecto sobre el espectador.

Los teólogos, por su parte, prohibieron los combates no tanto por caridad, sino porque este tipo de espectáculos desobedecía uno de los Diez Mandamientos, que indica no matar.

No se sabe a ciencia cierta si existió un emperador que haya prohibido las luchas por primera vez; parece  que se fueron extinguiendo solas, siendo sustituidas por la caza de fieras en la arena, no menos sangrienta y peligrosa. 

Respecto del contenido de la serie no se me ocurre decir mucho: aquí tienen el trailer de "Blood and Sand". Uno de los personajes principales es un "lanista", dueño de un "ludus" donde los gladiadores-esclavos se perfeccionan en el arte de la lucha cuerpo a cuerpo. La sangre fluye a borbotones, y los bajos instintos están siempre a punto de dispararse para cualquier lado.

viernes, 23 de septiembre de 2011

TWIN PEAKS

Crímenes resueltos gracias a la lógica, la intuición, el budismo, la interpretación de los sueños, visiones fantasmales y las confesiones de un pedazo de madera traducidos por una vieja que en lugar de tener los ojos muy lejos, un cigarrillo en la boca, el pecho dentro de un hueco y una gata medio loca, se pasa todo el día con su leño-bebé.

Dos temporadas de una serie excepcional, que se debe mirar preferentemente tomando café con torta de chocolate.

El lecho de procusto es igual a dos, ¿qué me vienen con esas series interminables de seis temporadas? Señoras y señores, gorilas y peronistas, liberales y socialistas, uniterios y federales: DAVID LYNCH Y TWIN PEAKS, y a disfrutar.



miércoles, 14 de septiembre de 2011

LUTHER: EL DETECTIVE Y SUS FANTASMAS


Gracias a la feliz recomendación de una amiga, estoy viendo Luther (2010), una serie inglesa que ya va por su segunda temporada. Es de lo mejor que he visto: una mezcla de Wallander, Bruce Willis, Sherlock Holmes y -en los diálogos con la  cerebral/narcista/prodigio/enamorada/potencial homicida Alice Morgan- algunas reminiscencias de "El silencio de los inocentes" (The silence of the lambs).


En una de sus últimas entrevistas, Bolaño confiesa que –de no haber sido escritor- le hubiese gustado ser “detective de homicidios (…) alguien que puede volver solo, de noche, a la escena del crimen, y no asustarse de los fantasmas. Tal vez entonces sí me hubiera vuelto loco, pero eso, siendo policía, se soluciona con un tiro en la boca”.

El detective londinense John Luther (Idris Elba) no habrá leído tanto como Bolaño, pero es capaz de citar frases de Bertrand Russell o del Paradise lost de John Milton, de hacer deducciones lógicas perfectas y de romper una puerta a puñetazos porque su mujer se encama con otro. 

Recientemente separado de su esposa, de la que está enamorado -quien también lo quiere pero está harta de un marido más preocupado por los muertos que por los vivos- y con cierta propensión al suicidio, Luther está decidido a seguir conviviendo con sus fantasmas: entre psicópatas, criminales y algún que otro trago de scotch.