jueves, 4 de agosto de 2011

LA IDEA DE CULTURA COMO EL BAR DE "STAR WARS"

Heráclito decía que nadie se baña dos veces en el mismo río, porque el río es la metáfora del tiempo o porque es invierno y el agua está fría, la malla aprieta y se nos marca la buzarda. Sabemos que nuestros gustos cambian, y que toda nueva manifestación cultural reescribe el pasado, convirtiendo los antiguos malditos en nuevos héroes y los viejos héroes en individuos que jamás debieron haber nacido... 


Aquí un post perdido donde se tratan estas cuestiones de modo profundo (?) Prosigamos:

F. Houses repite una y otra vez una idea que en cierto modo le viene de la lectura de "El escritor argentino y la tradición" de Jorge Luis Borges ("... no debemos temer y que debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectación, una máscara"): nuestra relación con la cultura debería asemejarse a una conversación amistosa o acalorada en el bar de Star Wars: algo así como un grillo azul y diminuto charlando animadamente con un gato gris en un idioma ininteligible para el enorme dinosaurio verde con trompa de mamut que está sentado a pocos metros. En este símil, los críticos de arte podrían ser una especie de 3POs que tienden diversos puentes para hacernos comprender culturas e idiomas diversos.

Casas tiene razón cuando dice que muchos lectores se sienten desilusionados al enterarse de la posibilidad de que Homero fuera diversos autores, porque la época valora el genio individual. Esto ocurre incluso en juegos colectivos como el fútbol, donde un partido entre Real Madrid y Barcelona se vende como EL DUELO entre Cristiano Ronaldo y Messi. 

La cultura que vive encerrada en el departamento (o en un claustro académico), limpita, pulcra, empaquetada y con olor a perfume no puede ser vital. Se sabe que las reglas del arte son como vírgenes vestales: a menos que se las viole no habrá generación.

Varios de los antiguos filósofos eran viajeros que traían experiencias nuevas. Los Beatles fueron grandes, en parte, porque a la hora de robarle a otros artistas no se fijaron en antagonismos irrefutables sino que afanaron sin distinción de raza, credo ni religión: a Hendrix, Bob Dylan, al blues, a la música hindú… Ojo, ¡no confundir pastiche con saber robar! Recuerdo que Walter Benjamin, que era un crack, tenía la idea de escribir un libro hecho sólo con citas de otros autores.

A mí me embola leer reseñas de críticos que no se dejan fascinar –la crítica auténtica es mejor cuando parte de la fascinación- sino que parecen galgos que odian correr y aman morder a otros perros (o se limitan a lamerles el orificio a los perros amigos, o a los perros poderosos).

Y luego está cierto uso nocivo de la idea de nación... Se dice con razón que la patria no equiavale al concepto jurídico de Estado-nación, sino a la nostalgia de lo no vivido, los olores de la infancia, los amigos y los amores del barrio, los lugares que hemos visitado y donde hemos sido felices, o donde nos han roto el corazón en mil pedazos... En síntesis: la cultura propia implica cierta mezcla de olvido y recuerdo de lo que hemos leído, nos han contado o hemos vivido. Es evidente que mucha de la música que amamos no tiene un carajo que ver con los premios o el reconocimiento: tal vez una canción de Sandro o una versión cursi de Chiquititas le arranque una lágrima a más de uno, porque se conecta con recuerdos pasados, con un momento de la infancia, lo que fuere. Bué, capaz exagero con el ejemplo crismorenístico... En palabras de Madariaga -no el personaje de Liniers, sino Francisco Madariaga- : 

"Mi relación es con el país natal, no con una nación jurídicamente hablando. Sí con una tierra que ofrece posibilidades a la imagen, a las contradicciones, que va desde la cosa más realista hasta la cosa más religiosa. El paisaje natal va a desaparecer irremediablemente, ferozmente barrido. De alló salió la necesidad, la urgencia, de escribir acerca de aquello que se extingue. No es una idea conservacionista, es otra cosa. Necesito dejar constancia de ese paisaje, aunque me apunten en contra".

Y agrego una cita de Casas que me parece iluminadora:


"Tanto el periodismo como la academia necesitan clasificar, ordenar, digerir y escupir por el recto los excrementos. El excremento es la literatura. Y nuestros problemas empezaron cuando nos vimos obligados a esconder la mierda. Ahí entramos en la cultura, las retrospectivas, Kuitca en el Malba, las mesas redondas, las ferias del libro, los suplementos de cultura, etc. La literatura es una imagen de pensamiento que nos impide escribir. Es un cliché dentro del mundo de los clichés. Y como cliché sólo sirve para detener, estancar, enfermar".

La academia -ojo, está bien que exista y es necesaria- muchas veces metaboliza por uno, digiere y jerarquiza los nutrientes, y nos dice qué alimentos contienen qué vitaminas, minerales, proteínas y grasas. Sin embargo, hay artistas que tienen necesidad de exponer también su mucosidad, sus miserias, sus excrementos… El capítulo inicial de “El sonido y la furia” de Faulkner es la narración en monólogo del hermano medio boludo de la familia Compson, un libro "imperfecto", difícil y absolutamente genial.


Un ejemplo de producto cultural "a la bar de Star Wars" lo da Charlie Feiling: la versión de My Way cantada por Sid Vicious, ex bajista de los Pistols: apropiarse del alma de una canción bien norteamericana y cantarla con una entonación de cockney británico cuyo video empieza con una parodia de Sinatra y termina con el desastre de los Sex Pistols.

Post Scriptum: me parece interesante esto que dice Alan Pauls sobre la cuestión de la "posmodernidad", la falta de centro, la democratización del gusto:

"Eso simplemente para decir que la cuestión de la falta de centro, para mí es una exigencia, no una fiaca. La condición de la fiaca, la fiaca quiere decir el mercado básicamente. O sea, cuando somos perezosos estamos en manos del mercado. Lo único que puede limitar, diferenciar, introducir un matiz, una gradación es un cierto trabajo. Y ahí hay que dejar de ser perezoso. Es así. El mercado es básicamente la droga de la pereza. Entonces cuando uno dice “que suerte que no está David Viñas para decirme qué tengo pensar sobre literatura”, eso te puede llevar a dos caminos: o trabajás para producir tu propio valor literario, o decís “Bueno, que me lo recomiende Tinelli. Yo leo lo que lee Ari. Yo cargo donde carga Ari (Paluch)".



Aclaración 1: esto no implica afirmar la obvia pelotudez de que "todos somos iguales". Sabemos, desde que hacemos "pan y queso" para elegir primero al mejor jugador o desde que nos enamoramos que no somos "todos iguales" ni en talento ni en voluntad ni en dinero ni en belleza ni...

Aclaración 2: hoy existe el "pastiche", la posmodernidad, y "los hijos norteamericanos de Spinetta" que adoran el hip hop y hablan como "fucking nigás" de Palermo Soho. Pues yo reivindico su derecho a hacer esa mierda de música, sólo aclaro que a mí me suena "inauténtica" no porque sea "foránea" sino porque me impresiona como "mera afectación"/marioneta a la que se le ven los hilos (aunque para otros no lo sea, o sí lo sea, o todo lo contrario).

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