viernes, 30 de septiembre de 2011

EL SUSANO ADICTO AL PACO

Estoy leyendo Si me querés, quereme transa, un libro excelente de Cristian Alarcón.

Hay un fragmento donde Alarcón relata algunas vivencias de un tal Olray: el apodo le fue dado por su propensión a ratificar cualquier frase ajena: "all right madame", "all right señora", "all right querida"

"Hacia ya cinco años que Olray consumía pasta base. Ese, entre otros, había sido el motivo de su ruina.

'Era un Susano', aseguraba Alcira. Juraba que Olray había sido en el esplendor de su juventud bailarín del grupo de rubios muchachos que acompañaban a Susana Giménez, la diva televisiva de los concursos y las entrevistas a famosos, en su programa de TV (...)



Conseguía a través de Alcira sus dosis de paco, el nombre argentino de la pasta básica de cocaína (PBC), de la manera que podía: experto en el arte de robar sin violencia, sustrayendo de manera simple objetos pequeños y de cierto valor de las góndolas de los supermercados, se ganaba el vicio. Tasándolos a la mitad de su precio real le cambiaba a Alcira aceite de oliva, sardinas, jabón en polvo, champú, cremas para las arrugas, por droga. Pero el paco destruye y quiebra, quema y oscurece el ser. (...) Los medios y los propios fumadores han instalado la idea de que el paco es el residuo que deja la pasta básica al ser 'cocinada' para obtener clorhidrato de cocaína. Sin embargo, ni los estudios más complejos dan cuenta de cuál es la composición real de esta droga que se expande entre los jóvenes de la Argentina, con focos de consumo en algunas villas miseria de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, y en algunas zonas de Montevideo, en Uruguay. No es nueva, como mercancía al menos: ya hizo su temporada en Colombia, como 'bazuco'; en Perú, como 'quete; en Ecuador, como 'queirolo', y en Chile, como 'pastoso'.


(...) En sus diatribas más encendidas Alcira hablaba del paco como de un veneno, y de los 'fisuras', sus consumidores, como de muertos en vida. Pero, sin embargo, al menos en esos meses en los que se había propuesto un crecimiento rápido, lo vendía".

jueves, 29 de septiembre de 2011

TAXI DRIVER


A la noche, bajo las luces de la gran ciudad, es cuando suele dejarse ver la basura del mundo. La oscuridad es el territorio de la incertidumbre, donde todo puede suceder y no hay modo de saber qué pasará a continuación. La incertidumbre es amiga de la impotencia y del miedo. Bertold Brecht decía que no hay peor fascista que un burgués asustado. Las urbes capitalistas modernas y desiguales fomentan el ver al prójimo como amenaza más que como promesa. La miseria y la crueldad no mejoran a quienes la padecen de cerca, y es utópico pedirles que encima se hagan querer.

“Por la noche salen todos los animales: putas, pordioseros, sodomitas, travestidos, maricones, drogadictos, toxicómanos. Todo es asqueroso y venal. Algún día, una lluvia de verdad se llevará toda esta basura de las calles”.

El fragmento anterior podría ser la reflexión de un taxista que labura en el conurbano bonaerense, pero se trata de lo que siente y observa Travis Bickle (Robert De Niro), un ex combatiente de Viet Nam que decide hacerse “taxi driver” nocturno para aprovechar su insomnio y ganar unos mangos, desafiando los peligros que acechan en barrios neoyorkinos como The Bronx o Harlem.

Travis “quería encontrarle sentido a la vida”, ser útil a la sociedad, pero no era ningún freudiano: le parecía obsceno dedicarse al análisis morboso de uno mismo. Insomnio+miseria+explotación+incomprensión+soledad+prostitución infantil+noche+Nueva York+Viet Nam = bomba de tiempo.


Recorriendo las calles se enamora de Betsy (Cybill Shepherd), una rubia muy linda que milita para Palantine, candidato a alcalde de la ciudad, cuyo eslogan es “We are the people”.

Travis logra seducirla, y la invita al cine a ver una película sueca que resulta ser una condicionada. Como era de esperar en una rubia medio concheta, que se ve a sí misma sentada y rodeada de negros proletarios que miran escenas de sexo explícito en la pantalla, reacciona mal: "¿por quién me tomaste?", etc. Corolario: se evapora la chance de sostenerse en un anclaje, en una isla que lo redima de la violencia, la miseria, el egoísmo y el sinsentido.

Durante uno de sus viajes pasa por una calle donde chicos de color -de color marrón- le tiran piedrazos al auto. En la parada varios taxistas cuentan anécdotas relacionadas con el sexo y la muerte.

En su trabajo de taxista se topa varias veces con una nena de doce años y medio llamada Iris Steensma (Jodie Foster), que resulta ser una prostituta que mantiene con su cafishio una relación de amor/dependencia.


Mientras acumula odio y asco, y sintiéndose cada vez más solo e impotente, decide comprarle armas a un traficante de mercancías robadas, quien además de revólveres le ofrece marihuana, hachís, cocaína, mescalina, depresivos, anfetaminas, barbitúricos, hidrato de cloral, anfetamina en polvo, óxido nitroso y hasta un Cadillac. Travis sólo quiere las armas para limpiar la ciudad, no ensuciar su cuerpo con sustancias tóxicas.

El tipo no logra establecer una comunicación auténtica con nadie, ni siquiera Iris lo entiende: en una parte se hace pasar por un cliente y sube al departamento con la nena, quien al principio no acepta que él quiera sacarla del mundo de la prostitución, porque piensa que sus verdaderas intenciones pasan por irse a vivir con ella. Quedan en verse al día siguiente.

Se encuentran y Travis la invita a desayunar. La nena está absolutamente acostumbrada a lidiar con personas que sólo la perciben como un objeto sexual. En el transcurso de la charla, le reprocha que no sepa nada sobre la "líbido femenina". Un intercambio dialéctico entre un adulto idealista que da consejos sobre moral a una niña hipersexualizada, desencantada y cínica.

Una película excelente y terrible, que muestra las consecuencias psicológicas posibles que implica vivir en el infierno imperfecto de las modernas urbes capitalistas.

viernes, 23 de septiembre de 2011

TWIN PEAKS

Crímenes resueltos gracias a la lógica, la intuición, el budismo, la interpretación de los sueños, visiones fantasmales y las confesiones de un pedazo de madera traducidos por una vieja que en lugar de tener los ojos muy lejos, un cigarrillo en la boca, el pecho dentro de un hueco y una gata medio loca, se pasa todo el día con su leño-bebé.

Dos temporadas de una serie excepcional, que se debe mirar preferentemente tomando café con torta de chocolate.

El lecho de procusto es igual a dos, ¿qué me vienen con esas series interminables de seis temporadas? Señoras y señores, gorilas y peronistas, liberales y socialistas, uniterios y federales: DAVID LYNCH Y TWIN PEAKS, y a disfrutar.



martes, 20 de septiembre de 2011

EL CUALUNQUISMO DE TOMÁS ABRAHAM


Antes que nada, déjenme decirles dos cosas: 

1) Descreo de cierto discurso “populista” antiintelectualista de quienes parecen creer que estar cerca de los libros equivale necesariamente a estar lejos de la realidad. No digo que no existan “pensadores” que viven en una burbuja, pero el antiintelectualismo a priori me suele resultar una postura demagógica y pobretona;

2) Es necesario además no confundir “jerarquía” con “elitismo”. Según Terry Eagleton:

“El elitismo es una creencia en la autoridad de unos pocos selectos, lo que en términos culturales suele sugerir que los valores son o deben ser preservados por un grupo privilegiado, elegido por sí mismo o de otra manera, cuya autoridad deriva de cierto status además de su formación cultural (su origen social o religioso, por ejemplo) o sólo de su barniz cultural”.

En el sentido amplio de la palabra, jerarquía refiere a algo similar a un orden de prioridades, de modo tal que todo el mundo es jerárquico, pero no todos son elitistas.

La democracia no implica ausencia de ranking, sino por el contrario: privilegiar los intereses del pueblo como un todo sobre los intereses de los grupos poderosos y antisociales. Al decir del filósofo canadiense Charles Taylor: “Saber quién eres es estar orientado en el espacio moral, un espacio en el que surgen las preguntas sobre lo que está bien o está mal, sobre todo lo que merece hacerse y lo que  no, lo que tiene sentido e importancia para ti y lo que es trivial y secundario” (Charles Taylor, “Fuentes del yo”).

Dicho esto, prosigo:

Tomás Abraham es un “fast-thinker”, lo cual no necesariamente está mal. El tema es que sus artículos sobre la coyuntura política actual suelen desembocar en el “cualunquismo” sofisticado, que aporta poco y nada. ¿Es tan necesaria la tutela intelectual de un tipo que mastica enormes bolos alimenticios de información para vomitar opinión sobre los temas más variados? Tomás, ¿para cuándo un “no sé”?

Se sabe que la reivindicación de la “episteme” por sobre la “doxa” tiene en Platón a uno de sus máximos exponentes. Abraham no lo ignora, y por eso construye su falacia de hombre de paja para defender su derecho a escribir giladas en los diarios de mayor tirada, y así legitimar su  verborrea constante a través de los medios masivos de comunicación, quienes lo consultan sobre casi todos los temas posibles:

 “Platón decía que la opinión no tiene valor porque es cambiante y se guía por las apariencias. El conocimiento sí es perdurable ya que da cuenta de lo real, cuya característica es la permanencia. La opinión, así como la realidad a la que se refiere, tiene fecha de vencimiento y sirve para engañar y engañarnos a nosotros mismos. Es propia de sofistas”. (Abraham, “El presente  absoluto. Periodismo, política y filosofía en la Argentina del tercer milenio”, p.25).

A contramano del platonismo, filósofos como Foucault y otros tantos han reivindicado el valor de los sofistas, lo cual me parece muy acertado. 

Entiéndaseme bien: no intento postular la defensa de una mentalidad de aduanero que está presto a que no se mezclen las fronteras del conocimiento, sino que estoy reivindicando la necesidad del buen periodismo político por sobre la todología del “fast-thinker”, que habla sobre política casi sin ningún rigor.

En un muy buen libro titulado De utopías, catástrofes y esperanzas. Un camino intelectual, se reproduce una entrevista donde Terán habla del “igualitarismo”y el “cualunquismo”.

Abraham leyó el texto de Terán, y al respecto dice:


 “Debo admitir que, sin lugar a dudas, hay una total ignorancia acerca de la preparación que requiere una disciplina como la “opinología”.

Es posible que Oscar Terán no concordara conmigo –recuerdo al lector que el estimado colega falleció a principios de este año– en lo que respecta a este tema. Pero desde mi punto de vista, los cientistas sociales y los historiadores, no están necesariamente pertrechados con los conocimientos adecuados para opinar con consistencia sobre la actualidad. Tienen los ojos cansados de tanto buscar reliquias. Son ideólogos puritanos, no por ser librescos. Un opinólogo capacitado es muy libresco, pero también es oyente, televidente, parroquiano, observador de plaza, mirón de esquina, saboreador de costumbres, en suma, un baqueano urbano”.

Es conocida la cita de William James, que decía algo así como que muchos creemos estar pensando cuando en rigor lo que hacemos es reordenar nuestros prejuicios. Pues bien: me parece que los textos de opinión de Abraham sólo te ayudan a reordenar tus prejuicios. Por eso imagino que quienes están de acuerdo con su postura creen que sus textos son brillantes o que ayudan a reflexionar, y quienes están (estamos) más bien en contra creemos que se trata mayormente de “pelotudeces importantes” sin mucha sustancia.

Me parece que hoy, más que nunca, es necesario el  buen periodismo mucho antes que la proliferación de la "todología política". Según Horacio Verbitsky:

“Difundir aquello que alguien no quiere que se sepa. El resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa; de la neutralidad, los suizos; del justo medio, los filósofos, y de la justicia, los jueces. Y si no se encargan, ¿qué culpa tiene el periodismo?”.

Es honesto y necesario explicitar desde dónde se habla -el mismo Verbitsky lo hace- , pues obviamente el intérprete tiene una mirada sesgada sobre la realidad. Ocurre que existe lo que a falta de un mejor término llamaría "responsabilidad social". No se puede tirar fruta todo el tiempo y pretender que tus ideas sean “respetables”.

“Que cualquiera pueda decir lo que quiera decir y escribir lo que quiera escribir y además pueda publicar. Con una sola condición, como dijo Alceo de Mitilene: que si vas a decir lo que quieres, también vas a oír lo que no quieres”. (Roberto Bolaño)

Tomás Abraham merece respeto como persona, lo cual no equivale a respetar todas sus ideas. Me refiero, por caso, al siguiente artículo:

http://tomabra.wordpress.com/2011/09/18/transgredir-perfil-1892011/


ORÍGENES DEL "CUALUNQUISMO" SEGÚN TERÁN:


El igualitarismo es una marca fundacional de la manera de ser argentino, cosa que no ocurrió en el resto de Hispanoamérica. Ya en el siglo XIX se entendía aquí a la democracia como democracia social, no como democracia política. La democracia -dice Sarmiento en el Facundo, en 1845- ya había penetrado hasta en las capas mas bajas de la sociedad argentina. Este fenómeno se extiende treinta o cuarenta años más tarde del mundo criollo al de la inmigración, que viene con un fuerte impulso de participación. Es absolutamente falso que los extranjeros no querían participar en política. Participaban, y hubo ciertos canales para la participación desde el principio. El radicalismo yrigoyenista vino a ofrecer la posibilidad de realizar la ciudadanía política, acompañada con una pulsión hacia la caída de la deferencia.

-¿La caída de la deferencia?

- Porque en la Argentina los de más abajo miran a los ojos a los de arriba. "Mirar a los ojos" es el síntoma de la caída de la deferencia, es el signo más evidente de la convicción que tienen los argentinos de ser y sentirse iguales. Esto ocurre desde siempre, ya estaba en la idiosincrasia del gaucho, fue activado por las revoluciones, las guerras civiles y otros fenómenos a lo largo de la historia argentina, con su gran culminación el 17 de octubre de 1945. De ahí en adelante desaparece absolutamente esa idea del tributo que los de abajo tienen que rendir a los de arriba a cambio de la protección que los de arriba brindan a los de abajo. Yo viví bastantes años en México y allí hay gente que, aún hoy y más allá de su situación económica, a ciertos lugares no puede ingresar, no se anima a ingresar. Siente que no tiene derecho a entrar. Ése es un fenómeno que se da en casi toda América latina y que aquí no existe o existe poco. Aquí uno tiene el derecho de estar en todas partes.

- Hoy ¿seguimos siendo una sociedad igualitaria?

-Somos una sociedad imaginariamente igualitaria, en el deseo y en todo aquello que los sujetos se asignan como derechos adquiridos. Es imposible entender ciertos fenómenos que ocurren todos los días sin entender esta pulsión o esta convicción de igualitarismo. Es imposible ver como se mueven los piqueteros, los travestis, los vendedores ambulantes, por ejemplo, sin esta idea de que todos somos exactamente iguales y tenemos derecho a ocupar espacios que no están vedados absolutamente para nadie.

-Esto es lo que nos hace también una sociedad difícil de gobernar?

-Lógicamente, porque el igualitarismo tiene un doble rostro. Es extraordinariamente elogiable por el modo en que ha contribuido a que la gente adquiera derechos. Pero se sabe que cuanto más igualitaria es una sociedad, también es mucho más difícil de gobernar. A lo que hay que sumar las dificultades que surgen cuando el igualitarismo se convierte en "cualquierismo" o en "qualunquismo".

-¿Qualunquismo...?

-Es el desconocimiento de ciertas jerarquías que no tienen nada que ver con la democracia. Algo típicamente argentino. Salga a la calle y lo comprobará: gente que sin instrucción, sin mérito, sin esfuerzo, sin especialización en nada, opina de cualquier cosa. Las consecuencias son desquiciantes. A ello súmele que somos una sociedad de altas expectativas en cuanto al acceso a bienes materiales y simbólicos, proyecto que de alguna manera funcionó hasta 1930, hasta 1950, hasta 1970, y que de pronto dejo de funcionar. Pero el imaginario colectivo sigue constituido sobre la base de una sociedad de altas expectativas, expectativas que no se realizan; lo cual genera frustraciones, anomia, privatización y erosión del lazo social. Todo esto lo venimos observando en los últimos 30 o 40 años.

ENTREVISTA A OSCAR TERÁN: EL IGUALITARISMO Y EL SER ARGENTINO


Carlos Quijano solía decir: "Todos los pecados tienen redención. Todos menos uno. Es imperdonable pecar contra la esperanza". 

Oscar Terán, uno de los mejores profesores que tuve, dijo que “el optimismo suele ser un sentimiento bobo, y el pesimismo suele ser trivial y convocar a la pereza intelectual. Prefiero la esperanza, y aquí me gusta citar a Octavio Paz cuando decía que quien conoció la esperanza ya no la olvida. La sigue buscando bajo todos los cielos; entre todos los hombres, entre todas las mujeres...”.

Aquí pueden leer una muy buena entrevista que le hicieron a Terán.

sábado, 17 de septiembre de 2011

FÉLIX LUNA Y LOS SOLDADOS DE PERÓN


Al leer el pésimo prólogo de Félix Luna a la reedición del buen libro de Richard Gillespie: Soldados de Perón, historia crítica sobre los montoneros -editado originalmente en inglés en 1981-  me dan ganas de cortarme las venas con una galletita de agua.

En la nocturna claridad sin luna del “pensador” radicheta no existe explicación histórica ni política, sino pura y simple “locura”:

“Lo que va a leerse en las páginas que siguen, es la historia de una locura. Una locura que al principio se apoderó del espíritu de un puñado de muchachos pertenecientes a clases medias altas, y luego inficionó todo el cuerpo social argentino. Fue, en un comienzo, una aventura casi quijotesca, atravesada de nobles ideales: terminar con la injusticia social, oponerse al autoritarismo de un régimen ilegítimo (…) el trágico erotismo de la muerte".

Y más adelante, con la contundencia de un cross de Tyson a la mandíbula, Luna demuestra la plena seguridad de quien ignora la duda:

(…) Quiero decirlo sin atenuar mi juicio con ningún matiz exculpatorio: los Montoneros me repugnaron siempre. Por sus métodos en primer lugar, pero además por sus pueriles y contusos objetivos y hasta por la calidad humana de sus dirigentes. No siento la menor admiración por ellos (…) En esta coyuntura, donde no se trataba de asesinar a gente inerme o ensayar operaciones sorpresivas sino de matar o hacerse matar”

¿Para qué cuernos Félix Luna antepone semejante prólogo? ¿Para hacerse notar mostrándonos su  valentía, honestidad, cordura y compromiso con los valores de la democracia republicana? ¿Para reinstalar nuevamente la nefasta teoría/metáfora de los dos demonios?

Si la violencia de aquellos años se explica básicamente por una suerte de brote de locura romántica, ¿cómo es posible que haya ocurrido en los 70 y no en 1945 o 1930?, ¿porqué no sólo pasó en la Argentina sino también en diversos países de la región y casi al mismo tiempo? ¿Se trató de una suerte de “pandemia latinoamericana” que afectó a burgueses aburridos en busca de aventuras? ¿Aquello ocurrió hace más de treinta años y no ahora porque nuestro pueblo y nuestros gobernantes nos hemos vuelto “más cuerdos”, más maduros y/o de súbito nos transformamos en lectores/practicantes devotos de las enseñanzas de Voltaire?



Luna ilustra su pseudo-argumentación haciendo referencia a un libro muy endeble, curiosamente defendido hace poco por Tomás Abraham:

“Al fin y al cabo, Montoneros no era otra cosa que un grupo de “soberbios armados” –para usar la expresión de Pablo Giussani".

Que el prólogo sea obra de alguien que se define como historiador me resulta difícil de creer: a la trabajosa investigación de Gillespie, a la que Luna califica de “deliberada asepsia”, le antepone como toda explicación histórica una suerte de “locura” y “quijotismo” juvenil.

Es casi como si a la pormenorizada biografía del historiador británico Ian Kershaw sobre Hitler se la deseche para reemplazarla por una especie de informe psiquiátrico acerca de lo terriblemente loco, delirante, antisemita y criminal que era Don Adolfo, y luego tratar de demostrar cómo un pirado pudo engañar a todo un pueblo prístino e inocente para llevarlo a ser cómplice e incluso partícipe directo del asesinato de millones de personas.

La “locura” es enajenación, demencia, desequilibrio,  insensatez: para el "loco" no existe la ideología, ni las tradiciones históricas, ni prácticas devenidas del contexto político y social. El "brillante" prologuista prefiere tranquilizar su conciencia y reducir la complejidad de lo real volcándose a la consagración del sinsentido. 

El investigador Gabriel Rot, haciendo referencia a diversos textos consagrados al “setentismo”, lúcidamente advierte:

“Es llamativo el esfuerzo por conformar un universo militante basado en el despojo de cualquier sentido, saber y práctica política, siempre subsumido en la subjetividad de pequeños burgueses insatisfechos que buscan escapar a una vida grisácea o están sometidos a sus pulsiones descomedidas, las que, además, tienen una contundente filiación con las de sus oponentes. Las profundas aspiraciones revolucionarias, condicionadas e interpeladas por los tiempos de convulsión social en las que se inscriben como experiencias políticas personales y colectivas, apenas serán consideradas meras ambiciones redencionales”. (El Dipló 141, marzo 2011)

Casualidad o causalidad, el texto de Luna alcanza evaluaciones muy similares a la prensa del Proceso, que hablaba de los “apasionados de la muerte", "los héroes trágicos"; de “un comportamiento social que raya con el amor hacia la muerte” (Estado Mayor de la Opinión Pública, Buenos Aires, Núm. 13, 1978)

Quienes tienden a consagrar la teoría de los dos demonios se olvidan, interesadamente o no, algunas cuestiones que no deberían pasar por alto, que muy atinadamente destaca Rot en el citado artículo del Dipló:


“¿Por qué organizaciones armadas que contaban con precisa inteligencia sobre su enemigo (de ello también dan cuenta los servicios de inteligencia) causaron entre 1958 y 1979 alrededor de 650 bajas (1), la inmensa mayoría en enfrentamientos armados no provocados por ellas, lo que pone en duda esa supuesta fascinación por la muerte? El sociólogo Juan Carlos Marín señala de hecho que de un total de 5.547 operaciones guerrilleras realizadas entre mayo de 1973 y marzo de 1976, el 81,8% no produjo baja alguna, mientras que de 2.945 operaciones antisubversivas, el 71, 9% sí lo hizo (2)”

Es cierto que la guerrilla produjo la irreparable muerte de inocentes, como la hija del capitán Humberto Viola. También debemos recordar el bombardeo a Plaza de Mayo del 55’ -que causó la muerte de 308 personas e hirió a más de 700- , la masacre de Trelew... Ni hablar del accionar de la Triple A, donde en dos años fueron asesinados más de 1.500 militantes.

¿Por qué sepultar en el olvido  el trabajo político, sindical, estudiantil y barrial en las villas, los discursos en las fábricas y en los establecimientos educativos, la incautación de mercaderías para su distribución en incontables repartos en barrios obreros y zonas carenciadas? Reducir el accionar guerrillero a locura, desvaríos y muerte es un sesgo tal que sólo puede deberse a ignorancia, pereza mental o intereses canallescos.

Hacer caer casi todo el peso de la culpa por los años de plomo a “la locura” de los montoneros –entre paréntesis, las organizaciones armadas fueron muy numerosas y de extracciones políticas distintas, tales como PRT-ERP, FAP, FAL, EGP, FARN, Uturuncos, Descamisados, Fracción Roja, grupo Cristianismo y Revolución, etc.- por una práctica política que no se inició con el asesinato de Aramburu ni con los  muertos del asalto al Policlínico Bancario en 1963, es producir un olvido interesadamente político.

Hay que huir del binarismo maniqueo que disculpa todo el accionar de la “juventud maravillosa” tanto como del que reduce la cuestión a "jóvenes perturbados enamorados de la violencia".

Está claro que no hay chance de hacer un trabajo serio sobre el pasado sin el adecuado estudio y establecimiento de los hechos. Posteriormente vendrá la interpretación: relacionar unos hechos con otros, seleccionar, establecer nexos causales, jerarquizar y combinar la información disponible. Ahora bien: si la interpretación de los hechos históricos se  reduce a la evaluación de un accionar situado en la subjetividad de jóvenes perturbados y amantes del riesgo y de la muerte, como pretenden prólogos TREMENDAMENTE PELOTUDOS como el de Félix Luna, estamos fritos.

(1)     AUNAR, Asociación Unidad Argentina: “Subversión. La historia olvidada, AUNAR, Bs As, 1999.
(2)    Juan Carlos Marín, Los hechos armados, PICASO/La Rosa Blindada, 2da. Edición, Bs As., 1996, págs. 78 y ss.

Para seguir leyendo: aquí y aquí.


jueves, 15 de septiembre de 2011

BORGES Y BOLAÑO COMO POLEMISTAS


Juan Villoro dijo de Bolaño: “polemista natural, convertía el afecto en discusión y explotaba con ingenio las posibilidades de la arbitrariedad y el disparate”.

¿Qué cosas lo divierten?, “(…) La literatura de Borges. La literatura de Bioy. La literatura de Bustos Domecq…”

El divertido ordenamiento de la poesía y la literatura desde la homosexualidad, que Bolaño hace en Los detectives salvajes, me remite un poco a la "enciclopedia china" imaginada por Borges en el Idioma analítico de John Wilkins:


 (…) Ernesto San Epifanio dijo que existía literatura heterosexual, homosexual y bisexual. Las novelas, generalmente, eran heterosexuales, la poesía, en cambio, era absolutamente homosexual, los cuentos, deduzco, eran bisexuales, aunque esto no lo dijo.


Dentro del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos. Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran la de los maricones y la de los maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas”.


Las afinidades electivas entre Borges y Bolaño son numerosas: el desprecio por el nacionalismo, la revalorización de géneros y literaturas “menores”, el sentido del humor, el afán polémico, el gusto por la ironía y el sarcasmo… Por caso, la Literatura nazi en América es herencia de las Vidas imaginarias de Marcel Schwob -autor  a quien, me juego el aguinaldo, Bolaño conoció x Borges- , de La cinagoga de los iconoclastas -Wilcock, amigote de Borges- , y naturalmente de la Historia universal de la infamia.


Toda esta perorata para decir que estuve releyendo Entre paréntesis, una especie de autobiografía fragmentada, alguna entrevista, columnas, artículos y reseñas de libros escritas por Bolaño entre 1998 y 2003. Se trata de un texto desparejo y plagado de juicios arbitrarios, y en parte me encanta justamente por eso. Como el Borges de Bioy, tiene pasajes filosos y muy divertidos.


Si uno lee artículos como “Derivas de la pesada” o “Fragmentos de un regreso al país natal", se da cuenta de que, de  modo semejante a Borges, Bolaño fue menos un “crítico” que un “polemista”. Muchas veces destaca obras de autores que son sus amigos, en general editados por Anagrama, sin atenerse a ningún tipo de “canon” ni criterio  que no sea su gusto personal.


Está claro que ser crítico no te hace impermeable al juicio arbitrario ni a la inevitable lectura sesgada de la realidad: no hay fundamento del fundamento, ni un crítico/sujeto trascendental que opere por encima de la realidad munido de un poder de visión que le posibilite ver simultáneamente el campo visual y el ojo que mira; sin embargo, creo que el crítico somete a examen argumentos propios y ajenos, la influencia del contexto histórico y social y el aporte de lecturas diversas al servicio de una hipótesis de lectura.


Al temperamento del polemista le interesa básicamente ganar la discusión, provocar, marcar la cancha. Para mí, crítico es Edmund Wilson, Erich Auerbach, Ana María Barrenechea, Walter Benjamin, David Viñas, George Steiner, Josefina Ludmer... 

Aunque hay que reconocer que hoy el concepto de “crítica”, muy posiblemente, sea una forma de autobiografía. Según Piglia, “La escritura de ficción cambia el modo de leer y la crítica que escribe un escritor es el espejo secreto de su obra”.




En relación a Borges, Juan José Saer afirmó que muchos de sus artículos y ensayos suelen ser verdaderas descargas de artillería:

(...) su defensa de Whitman le permite derrumbar en bloque a los poetas franceses, calificándolos, sin nombrarlos individualmente, de tristes aprendices de Poe. En grupo, los surrealistas, los freudianos, los nacionalistas, uno por uno, se llamen Valéry, Joyce, Ezra Pound, Dostoievski, Baudelaire, Mann, etcétera, todas esas figuras ilustres van cayendo una detrás de la otra bajo sus proyectiles, como las siluetas planas que desfilan en la cinta sin fin de una barraca de feria. Aunque a veces su malhumor es justificado, y sus argumentos pueden llegar a ser pertinentes, sentimos que hay una agresividad estructural en su temperamento”.


La distinción entre el polemista y el crítico pertenece al orden intelectual y moral, no al orden estético. Es evidente que un crítico escrupuloso y justo puede ser un escritor mediocre, en tanto que definir a alguien como polemista no supone necesariamente considerarlo un buen escritor. Kafka, que nunca se peleó con nadie, es infinitamente mejor escritor que André Breton, que sin embargo escribió algunos magníficos panfletos.


Contrariamente a la imagen de bardo ciego, sabio y tímido que aún predomina en gran parte del imaginario - producto de textos y discursos cuyo El nombre de la rosa de Umberto Eco viene a ser un ejemplo paradigmático- Borges tuvo una activa militancia política: como prologuista, traductor, periodista -principalmente en diarios bienpensantes del establishment argento-; fue difusor y agitador cultural. 


En su juventud, incluso, escribió poemas que simpatizaban con la Revolución Rusa:


"La trinchera avanzada es en la estepa un barco al abordaje con gallardetes de hurras: mediodías estallan en los ojos. Bajo estandartes de silencio pasan las muchedumbres y el sol crucificado en los ponientes se pluraliza en la vocinglería de las torres del Kreml (sic). El mar vendrá nadando a esos ejércitos que envolverán sus torsos en todas las praderas del continente. En el cuerno salvaje de un arco iris clamaremos su gesta bayonetas que portan en la punta las mañanas". (Sevilla, 1920) 

Al decir de Saer: "(...) ya desde los años veinte, no solamente en la Argentina, sino en buena parte del mundo hispánico. Temas tan diversos como el yrigoyenismo, el meridiano cultural de América, el idioma de los argentinos o su tradición, los componentes positivos o negativos de la esencia nacional, etcétera, ocuparon sus intervenciones; pero a medida que el horizonte europeo oscurecía, el nacionalismo y el liberalismo, el comunismo y el nazismo, se convirtieron para él en verdaderas preocupaciones intelectuales que hubiese considerado indigno eludir, y si no siempre fueron objeto de intervenciones o de artículos, transparentan todo el tiempo en notas periodísticas, ensayos o textos de ficción cualquiera sea el tema de que traten".


Bolaño, por su parte, tiene frases muy tajantes: "Con Soriano hay que tener el cerebro lleno de materia fecal para pensar que a partir de allí se pueda fundar una rama literaria (...) Con Soriano los escritores argentinos se dan cuenta de que pueden, ellos también, ganar dinero. No es necesario escribir libros originales, como Cortázar o Bioy, ni novelas totales, como Cortázar o Marechal, ni cuentos perfectos, como Cortázar o Bioy, y sobre todo no es necesario perder el tiempo y la salud en una biblioteca guaranga para que encima nunca te den el Premio Nobel. Basta escribir como Soriano. Un poco de humor, mucha solidaridad, amistad porteña, algo de tango, boxeadores tronados y Marlowe viejo pero firme". (Derivas de la pesada)


O este fragmento de "Sobre la literatura, el premio nacional de literatura y los raros consuelos del oficio":


"Primero que nada y para que quede claro: Enrique Lihn y Jorge Teillier no obtuvieron nunca el Premio Nacional. Lihn y Teillier están muertos.


(...) Puesto a escoger entre la sartén y el fuego, escojo a Isabel Allende. Su glamour de sudamericana en California, sus imitaciones de García Márquez, su indudable valentía (...) resulta, aunque parezca difícil, muy superior a la  literatura de funcionarios natos de Skármeta y Teitelboim.


Es decir: la literatura de Allende es mala, pero está viva; es anémica, como muchos latinoamericanos, pero está viva. No va a vivir mucho tiempo, como muchos enfermos, pero por ahora está viva. Y siempre cabe la posibilidad de un milagro".

BORGES Y LA ERUDICIÓN: 

La erudición de Borges no es la del crítico ni la del especialista; no se basa en una cultura “enciclopédica” sino “de enciclopedia”: de resumen, de consultar una entrada de diccionario y tomar la parte por el todo. Más de una vez el tipo ha confesado el placer que le producía leer la vieja Enciclopaedia Britannica  -donde escribían autores ilustres como De Quincey o Macaulay- y diversos diccionarios enciclopédicos en español, francés, italiano y alemán.


El procedimiento borgeano no se diferencia demasiado del que podría utilizar un joven graduado en letras que se pone un blog y salpica sus post con citas extraídas de wikipedia o de resúmenes que corta y pega de la web. ¡Ojo: estoy hablando del procedimiento, no del resultado!

Como bien notó Alan Pauls -en un libro precioso titulado El factor Borges- , la cultura del escritor argentino “se mueve siempre con comodidad dentro de los límites de un concepto Reader’s Digest de la cultura”. Además, el concepto de erudición en un arte imaginativo como el literario no tiene buena recepción: se lo asocia a “momia”, “tedio”, “De la Rúa”, “Cobos”, “corset”, “disciplina”, “carencia de humor”; a exceso de espíritu de gravedad, a falta de “alegría” (alegría se relaciona con la ligereza, con “aligerar” el lastre).

Un ejemplo típico de texto polémico salido de la “pluma” de Jorge Luis lo constituye el panfleto antiperonista –basado en El matadero de Echeverría- titulado “La fiesta del monstruo” (1), escrita allá por 1949 pero publicada seis años después en el periódico Marcha, de Montevideo.

En el Borges de Bioy hay charlas implacables, casi como las viejas chotas de Cha Cha Cha, donde Casero habla pestes de todo el mundo. No respeta ni siquiera a consagrados como Goethe o Shakespeare:



"No te parece que es el mayor bluff de la literatura" (Borges, sobre el Fausto de Goethe)

De Shakespeare: para Borges "en literatura fue un amateur, the divine amateur, lo compara con Dante, verdadero literato".


(1)    La fiesta atroz de la barbarie popular contada por los bárbaros. (…) “La fiesta del monstruo” combina la paranoia con la parodia. La paranoia frente a la presencia amenazante del otro que viene a destruir el orden. Y la parodia de la diferencia, la torpeza lingüística del tipo que no maneja los códigos. (…) es un relato totalmente persecutorio sobre el aluvión zoológico y el avance de los grasas que al final matan a un intelectual judío (…) No diría que increíble, es un texto límite… Difícil de encontrar algo así en la literatura argentina. (Ricardo Piglia)

YO QUIERO TENER UN MILLÓN DE AMIGOS KIOSQUEROS, Y ASÍ MÁS FÉTE PODER CANTAR

Grosísima nota de Clarinete acerca de los quiosqueros buena onda. Hay frases que vale la pena citar:

"¿Vieron el nuevo look del Gato Gaudio? Lo de la cabeza no era una malformación. ¡Era un rodete!"

(...) dice Fernando, desideologizado como buen kiosquero (?)

En fin, mejor no agrego nada más, lealán.

Agradecemos a Santiago Segura por el dato.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

LUTHER: EL DETECTIVE Y SUS FANTASMAS


Gracias a la feliz recomendación de una amiga, estoy viendo Luther (2010), una serie inglesa que ya va por su segunda temporada. Es de lo mejor que he visto: una mezcla de Wallander, Bruce Willis, Sherlock Holmes y -en los diálogos con la  cerebral/narcista/prodigio/enamorada/potencial homicida Alice Morgan- algunas reminiscencias de "El silencio de los inocentes" (The silence of the lambs).


En una de sus últimas entrevistas, Bolaño confiesa que –de no haber sido escritor- le hubiese gustado ser “detective de homicidios (…) alguien que puede volver solo, de noche, a la escena del crimen, y no asustarse de los fantasmas. Tal vez entonces sí me hubiera vuelto loco, pero eso, siendo policía, se soluciona con un tiro en la boca”.

El detective londinense John Luther (Idris Elba) no habrá leído tanto como Bolaño, pero es capaz de citar frases de Bertrand Russell o del Paradise lost de John Milton, de hacer deducciones lógicas perfectas y de romper una puerta a puñetazos porque su mujer se encama con otro. 

Recientemente separado de su esposa, de la que está enamorado -quien también lo quiere pero está harta de un marido más preocupado por los muertos que por los vivos- y con cierta propensión al suicidio, Luther está decidido a seguir conviviendo con sus fantasmas: entre psicópatas, criminales y algún que otro trago de scotch.

lunes, 12 de septiembre de 2011

EL GORDISMO Y "MARADONA COMO METÁFORA DE LA ARGENTINA"

"Lo que no está en nosotros mismos no nos inquieta" (Hermann Hesse)


En las producciones de Polka, casi siempre hay: a) algún personaje medio nabo que se come las eses al hablar para connotar "pueblo"; b) uno o más perejiles en primer plano tomándose unos matienzos, para connotar "argentinidad". En  “El escritor argentino y la tradición”, Borges –en su lucha contra la profusión de literatura plagada de “color local”- recordaba una observación de la Historia de la declinación y caída del Imperio Romano de Edward Gibbon:

“(…) en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos; yo creo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad del Alcorán, bastaría esta ausencia de camellos para probar que es árabe. Fue escrito por Mahoma, y Mahoma, como árabe, no tenía por qué saber que los camellos eran especialmente árabes; eran para él parte de la realidad, no tenía por qué distinguirlos”.

Hay una respuesta de Roberto Arlt que rescata Borges, cuando al autor de El juguete rabioso le echaron en cara su desconocimiento del lunfardo:

"Me he criado en Villa Luro, entre gente pobre y malevos, y realmente no he tenido tiempo de estudiar esas cosas".

El lunfardo, nos dice Borges, “es una broma literaria inventada por saineteros y por compositores de tangos y los orilleros lo ignoran, salvo cuando los discos del fonógrafo los han adoctrinado”.

En lo personal tiendo a rechazar tanto el nacionalismo fanático como el antinacionalismo. Me molesta esa tilinguería de creer que es muy importante lo que “opinan de los argentinos en el exterior” (siendo sinónimo de “exterior” principalmente “Europa y los Estados Unidos”). Si Arnold Sabatini se nos ríe, entrevistado por Mongay, aludiendo a los males del país, nos da vergüenza. Ahora bien, ¿qué carajo sabe Schwarzenegger de nuestro país? ¿Deberíamos sentir vergüenza por lo que opina un tipo que ni siquiera debe saber ubicarnos en el mapa?


Perón decía que "para un argentino no hay nada mejor que otro argentino". A mí me parece que la frase debería invertirse, como muestra de la erosión del lazo social, se diría que "para un argentino no hay nada peor que otro argentino".

Pongo un ejemplo paradigmático de lo que llamo "tilinguería": el elogio desmedido por parte de tipos como Jorge Sanata hacia un artículo bastante comentado aparecido en el diario español El País: "Maradona como metáfora de la argentina". Recuerdo a Sanata mirando a cámara, con tono escandalizado de gorda que hace la cola en un banco bajo un sol abrazador: "en el exterior se nos cagan de la risa".

Debería ser una obviedad la falacia de utilizar la metáfora no como elemento didáctico o "de relleno" sino como supuesto elemento de demostración científica. La caricatura del pensamiento -silogismo de nene de cuatro años- que subyace en este tipo de artículos sería algo así: "Maradona es argentino, dice malas palabras y es soberbio; ergo, los argentinos son soberbios y dicen malas palabras". O, a partir de las extraordinarias cualidades técnicas de Maradona, se puede concluir con alguna boludez del tipo: “los argentinos, al igual que Maradona, son talentosos pero soberbios y prepotentes". Lo cual en muchos casos es cierto, justo es decirlo.

Ahora bien, ¿es "más argentino" Maradona que Ginóbili, Messi u Oggi Junco?

Anyway, hoy quiero traer a colación dos cuestiones que históricamente nos afectan, aunque no creo que sean monopolio nuestro: el “triunfalismo” y la creencia en la “excepcionalidad argentina”.

Hay una definición de Fabián Casas que es polémica, aunque interesante, acerca de lo que él llama "Gordismo". Cito la nota completa:

El Gordismo es una forma de vida. Surge del fanatismo por Diego Maradona y se afianza y crece a medida que el protagonista central tiene vicisitudes que lo mantienen entre la vida y la muerte. El Gordismo no es una religión, pero es un fanatismo. Aunque anida en su centro un descreimiento cabal: el protagonista es un sujeto maravilloso pero no trascendental. Cualquier gordista lo sabe: Maradona no hace milagros y aunque se lo apoda “Dios” se sospecha que es un simple mortal con una calidad extraordinaria para jugar al fóbal y una mente endiablada, casi de un publicista, para largar frases y slóganes: “Más falso que un dólar celeste”, “Se le escapó la tortuga”, “Billetera mata galán”, “La pelota no se mancha”, “Mascherano y diez más”, “Mascherano, Jonás Gutiérrez y nueve más”, etc.


El Gordismo practica un sincretismo desaforado: es peronista, guevarista, menemista, capitalista, anticlerical, religioso, medium, esotérico, cavalista y todo lo que se ponga por delante. Los pobres practican el Gordismo cuando la única utopía que les queda es poder dar una vuelta olímpica. Y las clases medias practican el Gordismo cuando lo único que les importa —caiga quién caiga— es que no les toquen el culo, el cable y sus ahorros. El Gordismo, de esta manera, es conservador. También es nacionalista, ya que postula una superación del ser nacional. Los gordistas son de derecha y humanos.




El Gordismo improvisa, nunca planifica, busca más el efecto que el corazón de las cosas. Kirchner es gordista cuando prefiere fútbol free que hambre cero. El Gordismo tiene vocación de poder, nunca vocación de servicio. En esto, es igual a casi toda la camada política que viene repartiéndose el poder en nuestro país. El Gordismo es adicto a las cámaras, a los micrófonos. Lo que no sucede en la realidad virtual, no tiene peso ni merece ser vivido. El Gordismo es esclavo de la representación. Nunca le habla a uno solo y en privado. Siempre que habla, aunque se dirija a una persona en cuestión, necesita que lo escuche el coro griego de fondo. El Gordismo viene reinando en el país desde hace más de 30 años y recién la aparición de Lionel Messi le hizo imaginar un futuro sin gordismo o negociado con el Messismo. Pero Messi a diferencia de Maradona, tiene un problema clave dificil de digerir para los miles de carapintadas con Legacy. No es argentino. De hecho, es gracias a la Madre Patria y los Euros del Barcelona que el joven nacido en Rosario puede jugar en las grandes ligas. Es gracias al Barsa que Messi y su familia tiene un futuro por delante. Fue en los laboratorios del Barsa donde lo alargaron, lo cuidaron con algodones y le dieron una identidad. Fue en el césped ultracheto y sofisticado del Barcelona donde se lo rodeó de un equipo de jugadores notables que juegan para Messi pero que, también, saben que Messi juega para ellos. Nunca, nunca, hemos visto a un niño tan bajo saltar tan alto y poder meter ese cabezazo mortal y esquinado que enloqueció al arquero del Manchester United. ¿Qué es lo que hizo levitar a Messi de esa manera sobrenatural?, se pregunta el Gordismo. Respuesta: el amor, la gratitud. Porque Messi, acá, en este bendito país de ganadores, hubiera terminado jugando en el fútbol cinco con suerte o como uno de los Grosos de Tinelli. Porque siempre, si a uno le va mal, está la carcajada de Tinelli para atemperar las penas. No hay rescoldo de la noche del país donde junto al brillo de los televisores y el calor de las estufas no se filtre también la carcajada de Tinelli. El Tinelismo y el Gordismo pueden ser amigos o enemigos, pero están construídos con el mismo barro. Los que entren ahí, que abandonen toda esperanza.

A mí me gusta mucho como escribe Casas, aunque este artículo me recuerda un poco al que salió en El País. Está claro que Casas escribe mejor, y no pretende estar haciendo psico-sociología para consumo de las masas ignorantes sino dar su opinión.

Sin embargo, lo que dice Casas -pese a dicotomías falsas "fútbol o hambre cero"- me hace ruido, y tengo que reconocer que lleva bastante razón. Con Oscar Terán, creo que el espíritu triunfalista es bastante definitorio de cierta "ideología argentina". En las últimas décadas del siglo XIX, nuestro país ocupaba los primeros lugares en el valor por habitante de su comercio internacional, cuando su producción per cápita superaba la de países como Italia y Japón, y en que los salarios de sus trabajadores se equiparaban con  los de los obreros franceses. ¿Habrá que buscar entonces en esa 'Argentina granero del mundo' los momentos fundacionales de la creencia vana en 'la grande Argentina'? 

Sin embargo, ya en 1845 Sarmiento confesaba, en su Facundo, que sus compatriotas provocaban fricciones en el extranjero por su ya desmesurado orgullo nacional, en momentos en que no existían argumentos para abonar la idea de "Argentina potencia" sino que éramos un conglomerado de provincias desunidas y escasamente pobladas.

Otra ejemplo que rescata Terán: en 1829, en tiempos en que nuestro país era poco más que un arrabal miserable del viejo virreinato altoperuano y con la edad histórica de un adolescente, Bolívar les enrostraba a los argentinos creerse que habían sido los únicos en realizar una revolución en serio.

En síntesis: el mito de la "excepcionalidad argentina" es fundacional: no es casualidad que en nuestra tradición futbolera se repitan conceptos maradonianos como el de la "la mano de Dios" o el "Dios en argentino". El triunfalismo futbolero del hincha que se indigna, maldice y descalifica al adversario al grito de "no podemos perder con estos muertos", atraviesa gran parte de nuestra tradición histórica.

También se advierte esa creencia inmadura que constantemente reclama la emergencia de un "salvador" que nos saque las papas del fuego. ¡Pobre de Messi si se le ocurre no salir campeón del mundo con la Argentina!

En 1989, Jorge Halperín entrevistó a Oscar Terán. Rescato sus respuestas respecto del "mito de la grandeza argentina":


¿No le parece que todos los países se consideran excepcionales?


De ningún modo. Yo viví exiliado en México en los últimos años y no tienen un  mito así. Cuando uno rastrea en los orígenes de la Argentina se da cuenta de que esa idea de la grandeza es un mito fundacional.


¿Y de qué manera nos paraliza frente a las crisis?


En primer lugar, porque los mitos tienen poco que ver con la realidad. Todos los días tenemos evidencias dramáticas de que no hay tal grandeza argentina y nos resistimos a romper con el mito. Entonces, si la Argentina va mal no es porque, en realidad, sea un país distinto del que nos gustaba imaginar. Preferimos pensar en una explicación conspirativa, en fuerzas malignas empecinadas en que los argentinos no tengamos el país que nos merecemos. (...)


¿Por qué dice que la grandeza es un mito de origen?


Porque es una nación que se constituyó con el mito de la excepcionalidad: se siente excepcional por la resistencia de las Invasiones Inglesas, por sus intelectuales muy conectados desde el principio con Europa, porque formaba parte de un mundo blanco y cristiano que no existiría en otros espacios de América latina, o por el orgullo de pertenecer a una ciudad igualitaria (...)


Las ideas de la generación de 1837, la idea de que somos los "yanquis" de América del Sur, como dijo Sarmiento, o europeos trasplantados, como dijo Alberdi. La idea de que este país tiene un destino manifiesto.


Pero la Argentina alcanzó en cierto momento un lugar excepcional.


Por eso precisamente ahora digo que es un mito. Porque durante algún tiempo supuse que la idea de grandeza había surgido en la generación del 80, en cuyo caso uno podría pensar que no era tan mítico, que guardaba relación con la realidad. Una especie de milagro que llega hasta la crisis del 30. Pero cuando empecé a rastrear hacia atrás advertí que era un mito de los orígenes. A tal punto que en 1829, cuando éste era un lugar absolutamente ingobernable, penetrado por la guerra civil y la ruptura de un viejo orden sin tener otro de recambio, en ese momento  Simón Bolívar dice que los argentinos creen que son los únicos que en Hispanoamérica han hecho una revolución en serio.

"LOS ENEMIGOS", x J. STERNBERG


Primero, el niño capturó a la araña. La encerró en una pequeña caja. Después, capturó a la mosca. La encerró en otra pequeña caja. Días después, las miró. La araña le pareció capaz de atacar; la mosca, capaz de defenderse. Puso a los dos adversarios en un tarro de vidrio y esperó.

No ocurrió nada el primer día.

El niño resolvió aguardar unos días más. Separó a la araña de la mosca, las dejó crecer.

En tres días, los insectos fueron creciendo. La araña se volvió más y más capaz de matar; la mosca, de no dejarse matar sin dar pelea.

Una noche, por fin, el niño decidió actuar.

Metió por segunda vez en el tarro a la mosca y la araña.

Nada ocurrió. Los días pasaban.

El niño se vio obligado a cambar el tarro por una diminuta pecera. Y allí introdujo a los dos personajes de ese drama que, tarde o temprano, estallaría.

El niño pasó la noche entera esperando que se iniciara el drama, con los ojos contra el vidrio de la pecera.

La araña había anidado en un rincón. La mosca estaba en otro rincón, algo más alto.

Cosa extraña, no se miraban. Se diría que contemplaban más allá del vidrio; sonriente, el niño se preguntó qué observaban, qué aguardaban.

Se formuló estas preguntas durante horas. Luego, extenuado, agotada su paciencia, con los ojos cansados de curiosear, cayó dormido.

En ese instante, la araña se movió y avanzó hacia la mosca. La mosca también se movió y avanzó hacia la araña. Los dos insectos se colgaron del vidrio de la pecera, destrozaron la tapa de su prisión y, en seis minutos, devoraron al niño.

JACQUES STERNBERG (BÉLGICA, 1923-2006)

miércoles, 7 de septiembre de 2011

ALMOST FAMOUS, LESTER BANGS Y LA CRÍTICA DE ROCK


"... Como astronautas perdidos en planetas sin salida posible, en un desierto en donde no hay lectores ni editores, sólo construcciones verbales o canciones idiotas cantadas no  por hombres sino por fantasmas" (R. Bolaño)

"Cada hombre tiene dentro de sí un parásito que no está actuando en todo en su favor" (William Burroughs).




Es conocida la admiración de Lester Bangs por autores de la generación beat como William Burroughs y Jack Kerouac. 


Fabián Casas escribió que "todo lo que se pudre forma una familia". Se trata de una frase punk, e imagino que a Bangs -muerto a los 33 años por sobredosis de Valium- le hubiese gustado.



No soy un lector avezado de revistas sobre rock, aunque he leído a críticos como Simon Reynolds, Greil Marcus y algunas cositas del mismo Bangs. Intenté escribir algunos post inspirados en dichos autores aquí y aquí


Sin embargo, me resulta difícil resistir la tentación de poner alguna gilada sobre la cultura rock, sobre todo porque disfruto de leer textos de Fabián Casas, Ballard o algún exponente de los escritores beat.

La cuestión es que -cuevaneando un rato y como quien no quiere la cosa- terminé por mirar nuevamente Almost Famous (2000), una pochocleada semi-autobiográfica escrita y dirigida por Cameron Crowe, director de films no muy interesantes como Elizabethtown, y otros mejores como Vanilla Sky. No me parece que "Casi famosos" sea una gran película, pero me entretuvo: está bastante bien escrita y actuada, hay muy lindas chicas -Anna Paquin, Zooey Deschanel, Kate Hudson- y muy buena música, que incluye temas de The Who, Black Sabbath, Zeppelin, Deep Purple, Simon and Garfunkel, Yes…


El argumento se centra en las vivencias de William, un niño a quien su hermana (encarnada por Zooey Deschanel), cansada de la sobreprotección materna, le deja sus discos para irse de viaje. Es así como de repente, un nene de once años descubre un tesoro infinito en los discos de artistas como Dylan, Zeppelin, The Who, Hendrix, Beatles y Joni Mitchell... Con semejante herencia, el protagonista se hace aficionado al rock y al periodismo, y a sus quince años se va de gira con "Stillwater". Se dice que, para inventar a los personajes del grupo, Crowe se habría inspirado parcialmente en sus propias vivencias con los Allman Brothers.

Los gastos del viaje corren a cargo de la revista Rolling Stone, a cambio de que William escriba un artículo sobre la banda, que supuestamente iba a salir en la portada de uno de los números de 1973.


En las sucesivas giras salen a la luz las actitudes “pomelo” de los integrantes de Stillwater: la interacción con las groupies, la guerra de egos y todo lo que rodea al rock cuando se mezcla con las drogas, el sexo y el show bussiness. William se termina enamorando de Penny Lane (Kate Hudson), quien a su vez es amante del guitarrista de la banda.


Parece ser que desde chico Crowe se carteaba con Lester Bangs, y fue el periodista más joven en colaborar para la Rolling Stone. Bangs  (1948-1982), además de haber sido un crítico muy renombrado, formó una banda punk con Mickey Leigh -hermano de Joey Ramone- llamada Birdland. El borracho Lester admiraba músicos de la talla de Charles Mingus, Coltrane, The Faces, Lou Reed –de quien se hizo amigo- e Iggy Pop, entre otros. En contrapartida, dirigía sus dardos contra bandas renombradas como los Doors.


Uno de los temas que de chico más me gustaba de los Ramones fue escrito por Joey inspirándose en Bangs: It’s not my place (in the 9 to 5 world. El tema forma parte del álbum Pleasant Dreams (1981), el mismo que trae “The KKK took my baby away”, donde el lungo-enfermizo-feo-liberal de izquierda Joey se inspira en el mucho más “fachero” y “macrista" (?) Johnny, quien tiempo atrás le había soplado la novia.

  
Hay una parte de la película donde William se siente tristemente afectado por la hipocresía de los integrantes de Stillwater (quienes lo adulan para que escriba a favor de la banda), angustia que se añade al sentimiento de desengaño de Penny Lane. Por eso busca consuelo llamando por teléfono al personaje que hace de Bangs –encarnado por Philip Seymour Hoffman- quien le dice que no tiene que creerse amigo de los músicos sino ser honesto e inmisericorde, que ellos dos no son cool, que el arte nace de una carencia y se basa en añoranza, culpabilidad, amor disfrazado de sexo y sexo disfrazado de amor. La moneda que comparte el crítico -cuantimenos dentro del estilo del "nuevo periodismo" de aquellos años- ante los demás es su imposibilidad de ser alguien cool y exitoso. A diferencia del rocker famoso y rodeado de groupies, el crítico auténtico es alguien para quien las mujeres siempre serán un problema... En cierto modo, su maestro le dice que -además de la pasión por la música- el resentimiento puede ser uno de los motores de la crítica. Nota al margen: creo que el resentimiento da lugar a malas críticas, a menos que seas muy buen escritor.

Bangs fue famoso por su inmisericordia, honestidad y sarcasmo a la hora de reseñar los discos que no le gustaban: la cantante de Blondie, Deborah Harry, se refirió a él en términos insultantes. Sus jefes en la Rolling Stone lo terminaron rajando, por haber escrito una reseña peyorativa hacia un álbum de la banda Canned Heat, con lo cual lo obligaron a mudarse de la hippie California a la "futurista" ciudad de Detroit, donde fundó la revista Creem

Capusotto y Saborido deben ser los dos mejores críticos de rock de la Argentina, aunque debo reconocer que soy un completo ignorante de lo que acontece en la escena local respecto de las revistas y publicaciones sobre rock.


Sea como fuere, la cuestión es que tipos como Lester Bangs tenían un ego y una pasión lo suficientemente grandes como para embriagarse de música y transmitir sus emociones a los lectores. Quizá la crítica rockera deba ser ferviente, arbitraria, polarizada en sus juicios, pues de otro modo es casi imposible intoxicar al lector. El equilibrio apolíneo se vuelve muy acuoso sin la embriaguez y la desmesura dionisíaca. Esta reseña es un buen ejemplo: como buena hija del aburrimiento, es una reseña-wikipedia.