domingo, 29 de mayo de 2011

MESSI ES EL PUTO AMO

¡¡Cómo juega ese pibe, y cómo juega el Barcelona!! Lo decía hace un tiempo, aunque obviamente no se necesitaba ser ningún profeta: el Barsa es un espectáculo.

viernes, 27 de mayo de 2011

JPV: Jungla Política en Vivo

Pude ver algunos fragmentos de Jungla Política en Vivo. Me alegra que JP Varsky -a mi juicio, uno de los mejores periodistas del país entre los que son "celebridades"- tenga ese programa. Espero que ayude a mejorar el debate político y democrático en la Argentina. Le agradezco a Mendieta la mención del nuevo emprendimiento del amigo JP.

La cada vez más famosa Beatriz Sarlo, en su libro La audacia y el cálculo (pág. 95), rescata un comentario en un blog k: "Varsky que es un liberaloide keynesiano. Yo le desconfío de todo".

En fin, no creo para nada que esa opinión sea representativa de lo que piensan los "maoméno kirchneristas".  Al margen: me pareció muy pobre el análisis que Sarlo hace del fenómeno de los blogs y redes sociales.
En fin, adhiriendo al fenómeno de Mendieta, espero que el programa de Varsky sea un piso, y no un techo, en la televisión vernácula.

LA SACRALIZACIÓN Y LA BANALIZACIÓN

En La lectora provisoria, blog donde escribe Quintín, leí varios comentarios donde livianamente se afirma que el kirchnerismo es una forma de fascismo, o que tipos como Gabriel Mariotto son fascistas o proto-fascistas. Personalmente me parece que la calificación de fascista aplicada al kirchnerismo no sirve más que para adjetivar y fijar posición en lugar de para esclarecer el debate. Bah, a decir verdad me parece una pelotudez, pero quiero tratar de ser moderado en el análisis para no suscitar ningún encono.

Aclaro que este escrito pretende ser muy general: dejaré la coyuntura para otros posteos futuros.

El término "fascismo" hace rato que dejó de ser un sustantivo para utilizarse, en gran medida, como adjetivo. Algo similar ocurre cuando se designa a alguien o algo como "de derecha" o "nazi". De todas maneras no quiero profundizar en la cuestión de kirchnerismo fascismo o peronismo/fascismo, sino que me interesa traer a colación dos conceptos muy didácticos y generales que utiliza el crítico literario y lingüista Tzvetan Todorov en su libro Memorias del mal, tentación del bien. Los conceptos principales que quiero rescatar son el de "banalización" y el de "sacralización" del pasado. Repito que no voy a analizar la coyuntura a partir de lo dicho por Todorov, para no alargar demasiado lo escrito.


Los usos de la memoria:

Según Todorov, la memoria, en sí misma, no es ni buena ni mala. Los beneficios que se espera obtener de ella pueden ser desviados. ¿De qué modo? En primer lugar, por la propia forma que adoptan nuestras reminiscencias, navegando entre dos escollos complementarios: la sacralización o aislamiento radical del recuerdo; y la banalización, o asimilación abusiva del presente al pasado.

Peligro de sacralización: Es evidente que cada acontecimiento del pasado es específico y diverso. Es totalmente comprensible que a uno le preocupe más la desgracia de un ser querido que el hecho de que hayan muerto miles de personas como consecuencia de la bomba de Hiroshima y Nagasaki. Es esperable y comprensible que para un ruandés sea más significativa la matanza de las tribus hutus sobre los tutsies y los hutus moderados en lugar del genocidio armenio, el genocidio judío o los 30 mil desaparecidos. A un familiar de una persona muerta por la guerrilla posiblemente le resulte más relevante ese asesinato que cualquiera de las restantes desapariciones. No obstante, no porque los acontecimientos pasados sean únicos y cada uno de ellos tenga un sentido específico es preciso no relacionarlos con otros. Cuanto más numerosas son las relaciones, más particular (o singular) se hace el hecho. Dios es sagrado porque es absoluto y omnipresente, y no particular, como un hecho que ocupa un tiempo y un espacio únicos.

La Masacre de Cromagnon ocurrió en el ambiente del rock, y tal vez quien o quiénes tiraron bengalas hayan escuchado una y otra vez Smoke on the water de Deep Purple, donde se habla de "some stupid with a flare gun burned the place to the ground". El pasado y la tradición están ahí, a disposición de una mayoría que suele ser ciega y sorda.

El pasado, en síntesis, cumple una función enriquecedora para el presente cuando nos sirve de lección. Se dice que “de los errores se aprende”. Me parece que de los errores no SE aprende, sino que puede (o no) aprenderse. Que un error haya acontecido no indica necesariamente que sobrevenga ningún tipo de lección. De hecho, el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra (aunque ignoro si no habrá existido algún camello o perro pekinés que se haya tropezado más de una vez con alguna extensión sobresaliente del suelo, aunque en este caso no importa demasiado).

Sería paradójico, como mínimo, afirmar a la vez que el pasado debe servirnos de lección y que no tiene relación alguna con el presente: lo que es sacralizado de este modo no puede ayudarnos en absoluto en nuestra existencia actual.

La sacralización del pasado sirve de pantalla o excusa para la inacción en el presente. Puede ocurrir que a pocos metros de un acto en conmemoración por los 30 mil desaparecidos se estén muriendo de hambre niños y ancianos y prostituyendo jóvenes indocumentadas sin que nadie haga nada por evitarlo. ¿Se entiende a qué apunto? No quiero decir que los actos no sean importantes, entiéndaseme bien, pero siempre y cuando no se transformen en una pantalla para no ver los demás problemas y actuar en consecuencia.

En política, la tarea es distinta que cuando hacemos historia. En política, el “mal” adopta nuevas formas continuamente. No es lícito que, en nombre de la memoria –aun de las más legítima-, descuidemos las nuevas encarnaciones del mal ni encubramos los peligros del presente. Es indispensable rescatar la memoria de los vencidos de la historia (los humillados, los despreciados, los que han sufrido injusticias); sin embargo, los muertos no deben impedir a los vivos seguir viviendo. Ahí radica gran parte del difícil y delicado equilibrio entre necesidad de memoria y necesidad de olvido.


Peligro de banalización: En la trivialización o banalización del pasado, los acontecimientos pierden toda especificidad, siendo asimilados a los del pasado. Si utilizamos el término “nazi” como sinónimo de canalla, toda lección de lo que aconteció en lugares como Auschwitz se ha perdido. Hitler mismo es un personaje que está en todas las salsas y ensaladas de la historia; a cada momento aparecen nuevos hitleres. A los estadounidenses les gusta, con todo su aparato propagandístico, designar así a sus enemigos para asegurarse el apoyo incondicional de la comunidad internacional: Saddam Hussein es un nuevo Hitler, Milosevic es otro, Chávez casi que también. Los acusados se entregan a las mismas proyecciones: Chávez acusando a Bush de nuevo führer hace algo similar, aunque para imponer su idea cuenta con mucho menos poder, dinero y parafernalia que el presidente de los Estados Unidos.

Decir que Putin, el actual presidente ruso, sigue los pasos de Stalin, impide saber quién era Stalin y quién es Putin. Si yo digo que las políticas económicas de Martínez de Hoz son una continuación de las empleadas por Menem y Cavallo en los 90’s no estoy reduciendo uno en términos del otro, ni asemejando a Menem con Videla. No puede haber juicio sin comparación. Si comparo a Maradona con Messi no estoy diciendo que Messi se reduce a Maradona ni viceversa.

En resumen: cuando el pasado está sacralizado sólo nos recuerda a sí mismo (sin servir de lección al presente); mientras que cuando está trivializado nos hace pensar en todo y en cualquier cosa. Siguiendo con el ejemplo de Maradona: decir que no es comparable con nadie porque es una suerte de semidiós sería sacralizarlo, decir que Maradona y el número 4 de Atlético Campana son técnicamente semejantes es no entender nada de fútbol.

Por ejemplo: Sacralizar a Borges no favorece su lectura, sino que nos aleja más y más de su obra. Nos hablan tanto del Quijote y de Cervantes que casi nos creemos que lo hemos leído.

Por otro lado, juzgar es comparar. Entiendo perfectamente la frase “las comparaciones son odiosas” (quiere decir, no le metas presión a determinada persona comparándolo con alguien consagrado porque lo abrumas), pero también creo que si no comparamos no podemos juzgar. ¿Cómo juzgar si una película nos gusta si no utilizamos la comparación? Traten de nombrarme a su músico favorito sin que intervenga, explícita o implícitamente, un juicio por comparación, y les doy un millón de dólares.

Del error “se aprende”. Pues bien, pasemos a enumerar:

Primera Guerra Mundial: ocho millones y medio de muertos en los frentes, casi diez millones en la población civil, seis millones de inválidos. Durante el mismo tiempo: genocidio de los armenios, un millón y medio de personas llevadas a la muerte por el poder turco. La Rusia soviética, nacida en 1917: cinco millones de muertos a causa de la guerra civil y la hambruna de 1922, cuatro millones de víctimas de la represión, seis millones de muertos durante la hambruna organizada de 1932-1933. Segunda Guerra Mundial: más de treinta y cinco millones de muertos sólo en Europa (equivalente casi a toda la población actual de la Argentina), de ellos al menos veinticinco en la Unión Soviética. Durante la guerra, exterminio de los judíos, los gitanos, los deficientes mentales, los comunistas: más de seis millones de víctimas. Bombardeos aliados de la población civil en Alemania y Japón: varios centenares de miles de muertos. Los desaparecidos en Argentina, los muertos por la guerrilla armada, los muertos en Argelia, la matanza de hutus y tutsies, la invasión a Irak y Afganistán (esta vez Stallone no protegió a los afganos como en Rambo III). ¿De los errores se aprende? No es lo usual, aunque sería deseable que así fuese .

Como dijo Primo Levi, “un oprimido puede convertirse en opresor”. El sufrimiento padecido no ennoblece a quienes afecta (mal que le pese a cierta concepción cristiana del dolor como ennoblecedor del alma humana).

En Israel está presente el genocidio sufrido por el pueblo judío, y sin embargo la política de este país para con sus actuales vecinos, en particular los palestinos, dista muchísimo de ser irreprochable. La experiencia pasada no sólo no ha transmitido automáticamente una lección que podría beneficiar a los demás; se invoca, por el contrario, para justificar una política que convierte a los palestinos en las víctimas de las víctimas.

Justicia y venganza:

Hay una diferencia entre justicia y venganza: la venganza consiste en responder a un acto individual con otro acto individual, comparable en principio: mataste a mi hijo, yo mataré al tuyo. La justicia, en cambio, confronta el acto individual a la generalidad de la ley; el anonimato de los justicieros (policías o magistrados) se opone a la identidad singular del vengador. La venganza, como el perdón, es personal; la justicia no lo es, la ley no conoce individuos (cuando funciona, claro está, pues sabemos que en nuestro país la justicia es enormemente mejorable). Por otra parte, la pena no es un reflejo especular del crimen sino proporcionada a las demás penas; en vez de estar directamente motivada, forma parte de un sistema. El acto de justicia repara la ruptura del orden social, confirma la validez de la ley (escrita o, como en los crímenes contra la humanidad, no escrita) y, por lo tanto, el propio orden social; no compensa necesariamente la ofensa sufrida por el individuo. Lo importante desde este punto de vista no es que la justicia sea más o menos severa, sino que sea.

En la venganza, una violencia nueva responde a la violencia antigua, a la espera de provocar una futura violencia de compensación: el mal aumenta en vez de disminuir.

El acto de venganza es un inconveniente suplementario: conforta a quien lo realiza en su perfecta buena conciencia y nunca le permite interrogarse sobre el mal que hay en él. La cuestión moral se evacúa en beneficio de la reparación física. Por su lado, la justicia tiene el inconveniente de la abstracción y la despersonalización; pero es la única oportunidad que tenemos para hacer disminuir la violencia.

La pena de muerte, a mi juicio, tiene que ver más con la venganza que con la justicia: dice que el que mata debe morir, es un puro castigo, y no un acto de prevención. En su alegato contra la pena de muerte, Albert Camus mencionaba una cifra reveladora: entre los 250 ahorcados por la justicia, a comienzos de siglo, en Inglaterra, 170 habían presenciado personalmente una ejecución capital. El conocimiento de primera mano no había, pues, encaminado en nada su comportamiento.

La fórmula de Santayana, según la cual “quienes olvidan el pasado están condenados a repetirlo”, es falsa si se la toma en sentido literal. El pasado histórico, al igual que el orden de la naturaleza, no tiene sentido en sí mismo, no emana por sí solo valor alguno; sentido y valor proceden de los sujetos humanos que los examinan y los juzgan. El mismo hecho puede recibir interpretaciones opuestas y servir de justificación a políticas que se combaten mutuamente.

FASCISMO Y PERONISMO:

Dado que se trata de una cuestión compleja, me parece que da para un post aparte. Me permito citar un libro muy didáctico cuyo capítulo 4 trata el tema (aunque para muchos peronistas ortodoxos, imagino, puede tratarse de un autor "gorila", je):

Federico Finchelstein, La Argentina fascista.

miércoles, 18 de mayo de 2011

UN AMOR FRUSTRADO Y MI NOKIA 1100

Nunca he tenido otro aparato de celular que no sea mi actual  Nokia 1100, y jamás cambié mi  número.
Se sabe que el aparatejo no tiene juegos demasiado sofisticados. A veces, cuando estuve en estado de aburrimiento extremo, he tratado de superar mi propio record de puntos haciendo crecer una viborita electrónica a la mayor velocidad posible (soy así, me gusta el riesgo extremo y la adrenalina).

El pueblo tampoco ignora que el Nokia 1100 es más resistente que las cucarachas; jamás se rompe: a lo sumo se vende, se pierde o te lo afanan.

Recuerdo que una noche íbamos a conocernos personalmente con una danesa hermosísima; sólo la había visto en fotos: era rubia, de pelo largo, enrulado y de ojos azules. Vivía en Roskilde, era amiga de una amiga, y tenía previsto permanecer en la Argentina por menos de un mes. Nos citamos en un bar de San Telmo que solía estar plagado de extranjeros -si mal no recuerdo quedaba en Perú al 900, y se llamaba "Gibraltar"- y yo de la ansiedad llegué media hora más temprano. Me pedí una cerveza y, mientras miraba cómo el lugar se iba llenando, empecé a hacer tiempo boludeando con el gusanito electrónico del Nokia 1100. En rigor, uno no "hace tiempo" sino que lo derrocha, se le va, no lo podemos decir al instante: "¿tomatelá, me estás molestando!" ni tampoco "¡detente instante, eres tan hermoso!" Pero mejor dejemos la filosofía barata.

A las dos horas de tardanza, medio que me estaba comenzando a sentir un poquito "loser": cierta conciencia excesiva de "ser mirado" que tiene uno cuando se autopercibe como un ganso solitario y aburrido en medio del gentío alegre, que aparenta conocer la clave de la felicidad en la tierra y no quiere compartirla con el resto de los mortales.

Sin embargo, sistemáticamente me consolaba pensando: "¡ya van a ver estos giles que me miran como si fuese un nabo, cuando entre la rubia escultural no lo van a poder creer!"

Ajeno a todo, el tiempo seguía fluyendo en medio de la noche, y yo me veía forzado a fingir un interés que no sentía por el crecimiento de la dichosa  viborita, eternamente atrapada dentro de las paredes de mi Nokia gris. A las tres horas recibí un mensaje de mi amiga, donde me decía que habían cenado comida mexicana y tomado tanto vino que a la danesa le había caido mal, que había vomitado varias veces y que por eso se tenían que quedar en cama.


Terminé la noche viajando solo en el 24, cerca de las cuatro de la mañana, jugando todo el trayecto con la viborita de mierda. Incluso hice el record de puntos, pero no me importó.

jueves, 5 de mayo de 2011

EL CHISTE DE "PEPE" NUN

Un capataz llama a su patrón, alojado en el Hotel City de Buenos Aires por negocios ganaderiles.
-¿Hola, patrón?
-Diga, don Braulio.
-Se murió el lorito, patrón.
-Qué pena, don Braulio. Pero vea, hombre, yo ando muy ocupado por acá. Haga lo que usted quiera.
-Pero, ¿usted lo recuerda bien al lorito?
-Sí, don Braulio. Y me duele mucho su noticia. Bué, ¿algo más?
-El lorito se murió quemado.
-¿Quemado? ¿Y por qué quemado?
-Por la caballeriza.
-¿Qué pasó con la caballeriza don Braulio?
-Se incendió toda, patrón. Algunos caballos se salvaron. Pero pocos y no los mejores.
-Pero, ¿qué me está diciendo, hombre? ¿Y por qué mierda se incendió la caballeriza?
-Ay, patrón, porque se incendió la casa.
-¿Y por qué mierda se incendió la casa?
-Por las velas, patrón.
-¿Qué velas?
-Las del velorio de su esposa.
-¿Qué? ¿Murió mi mujer?
-Sí, patrón. Y como sabemos que usted no va a volver hasta dentro de quince días la velamos nosotros nomás. Pero si quiere quedarse por más tiempo, quedesé, patrón. Porque con la casa también se incendió el féretro de su mujer. Con ella adentro.
-Don Braulio, ¡váyase a la puta que lo parió!
-Epa, patrón, tanto enojo por un lorito muerto.

(Relatado por J. P. "Soberbia" Feinmann en su libro "El flaco").

ADQUIRIR PODER NO ES GESTIONAR PODER

(Foto: Macri con "un ser pobre", a la derecha de su pantalla... ¡cuac!).

Rescato una idea de Marcelo Saín, que me parece evidente, aunque se suele pasar por alto:

Los partidos políticos son expertos en la lucha por el poder, pero no son expertos en el ejercicio del poder: ergo, se creen que toda la destreza que adquirimos en ganar elecciones son destrezas que nos sirven para gestionar el gobierno. ¡Error garrafal! La lógica de ejercicio del gobierno es una lógica completamente distinta a la lucha política por acceder al gobierno.

Como dice Saín: "lo hemos visto en la derecha: Macri ha hecho una campaña técnicamente prolijísima, impecable, entendiendo bien lo que estaba esperando social y colectivamente la Ciudad de Buenos Aires; pero es un zapparrastrafo gestionando todos los aspectos de la ciudad. Las destrezas en un campo, no se convierten en destrezas en el otro".

Aunque muchas veces discrepe con ella, hoy voy a agregar una entrevista que le hicieron a Beatriz Sarlo, donde la mina dio respuestas que me parecieron muy acertadas:

En su libro Ciudad vista. Mercancías y cultura urbana, Sarlo pone el foco en la circulación de mercancías, desde los shoppings hasta los artesanos; la irrupción de las grandes construcciones; el comportamiento de las nuevas migraciones y los nuevos usos del espacio público, definidos también por las consecuencias de 2001.



– Uno de los ejes de su libro es el análisis del uso del espacio público. El gobierno de Mauricio Macri promete instalar más cámaras filmadoras para controlar el delito en la ciudad. En este combate contra la inseguridad, ¿qué riesgo colateral corre la población?

Los ciudadanos piden las medidas de seguridad, pero no son capaces de discutir las consecuencias. Exigen la vigilancia sobre lo urbano y luego se escandalizan cuando una huerta orgánica es destruida por las topadoras de Macri. Eso entra en la lógica del equilibrio entre vigilancia-seguridad y la implantación de un uso restringido del espacio público. Es necesario repensar ese equilibrio constantemente. No se trata de que no haya ningún espacio público sin rejas. El tema no es la reja en sí, sino la vigilancia autoritaria que se ejerce sobre la ciudad.


– ¿Cree que hay una lógica autoritaria en el gobierno porteño cuando impulsa medidas sobre el espacio público?

– El desalojo por la fuerza de la huerta orgánica, que no comía espacio sino que estaba pegada a una plaza, es el claro ejemplo de una visión autoritaria del funcionamiento del espacio público. El sostenimiento de la huerta es un espacio de ciudad que se construye espontáneamente. Y acá radica su importancia. Porque si hay algo que defender en las ciudades de la posmodernidad, es aquello que sus habitantes pueden hacer con algún grado de espontaneidad, que ni el mercado, ni el autoritarismo, ni el Estado con sus mejores intenciones pueden construir.


–Más allá de esta particularidad y a un año y medio de que Macri ganara las elecciones por más del 60%, ¿qué evaluación hace de la administración local?

Me parece que Macri hace una gestión municipalista en el peor de los sentidos del término. La ciudad es sólo luminaria y bacheo. Es una administración inocua. Eso es evidente en la forma que interviene. Y los proyectos que encara son propios de los Centros de Participación y Gestión, en caso de que se implementara la Ley de Comunas. No tiene ningún gran proyecto para Buenos Aires.


–Según la oposición, los únicos grandes proyectos que tiene son los supuestos negocios inmobiliarios…


– A Macri no le quedan ya sino las migajas para los negocios inmobiliarios. El gran avance sobre el espacio público se dio con las construcciones de torres autorizadas por gobiernos anteriores. Incluido el espacio aéreo, que es eminentemente público porque está relacionado con el uso de la luz y la renovación del aire, entre otras cosas. Gracias a las excepciones al Código de Edificación, Buenos Aires se llenó de torres. La gran operación inmobiliaria de Buenos Aires fue de (Carlos) Grosso, cuando impulsó la remodelación de Puerto Madero con un enorme éxito para el mercado inmobiliario.


– Lugares como Puerto Madero o el “Faena District”, donde muchos sólo pueden contemplar como en los centros comerciales, ¿no comienzan a parecerse a los shoppings a pesar de diferir en el funcionamiento?

Con el tiempo puede ser que terminen transformándose en un centro de mercancías al aire libre. Pero por el momento no. El shopping es una especulación inmobiliaria, pero también la última forma de disposición de las mercancías móviles, constituyendo una burbuja dentro del espacio urbano. Se opone a la ciudad moderna, que entró en crisis y se terminó, en primer lugar, por el avance de la pobreza y por el imaginario de la inseguridad. Otra de las causas es la crisis del sistema del transporte.


– Otro grupo social que aparece en su libro son los artesanos. ¿Considera que representan una resistencia al avance autoritario sobre el espacio público?

– Más bien creo que los artesanos hacen lo que no pueden dejar de hacer. Son gente que no tiene trabajo, no puede conseguirlo o ya se habituó a una cultura de ese estilo. Cuando una persona está quince años sin empleo, no hay nadie que lo lleve de vuelta al mercado laboral. Esa gente ocupa el espacio público porque está sobreviviendo.

– Pero muchas veces desde el gobierno y desde parte de la sociedad se cuestiona por igual la presencia de los artesanos y los vendedores ambulantes, con mafia o sin ella.


– La ciudad es conflicto, pero la perspectiva de un gobierno tiene que distinguir entre los problemas fundamentales y los secundarios. Es mucho más escandaloso que se otorguen permisos para la edificación por sobre lo que marca la ley, que una persona venda ositos de peluche en la calle. Los vendedores ambulantes, como gran parte de la población, vienen golpeados de varias crisis económicas.

– En ese sentido, ¿cómo impactaron las distintas crisis en la geografía urbana?


La distribución del ingreso se refleja en la nueva división de Buenos Aires. Sur y norte no son solamente lugares en el mapa, sino conceptos de estratificación social. El sur ha avanzado hacia el norte, que es cada vez más chico. Antes, como decía Borges, el sur terminaba en Rivadavia. Hoy llega hasta Santa Fe.


Una de las divisiones analíticas que utiliza en Ciudad vista es “La ciudad de los pobres”. ¿Cree que hay una tendencia a naturalizar la indigencia por parte de los porteños?


– Hubo un momento de sensibilización extrema en la sociedad durante 2001 y 2002. Cuando las capas medias y medias bajas pensaron que les podía pasar lo que estaban viendo que les pasaba a los pobres. Se tomaron muchas iniciativas muy románticas. Como los centros de trueques, a partir de los cuales las capas medias iban a trocar como si estuviéramos de nuevo en el siglo X. Pero cuando terminaron de caer todos los que iban a caer, este sentimiento de solidaridad futura se extinguió. O al menos se atenuó. Es que exigir al resto de los habitantes un estado de visión de shock permanente es imposible.


– Pero es una problemática que desde el Estado los distintos gobiernos no pudieron dar respuesta…


– Lo que resulta inconcebible es que, después de haber atravesado la crisis, todavía haya chicos en las calles y el Estado no haya implementado políticas activas en este sentido. Sin internarlos en institutos de educación, que sería lo mismo que si los llevaran al quinto círculo del infierno. Pero no es un problema sólo de Macri. Tampoco pudo ser solucionado en las administraciones anteriores.

– Bueno, pero el jefe de Gobierno no se caracteriza por su vocación social…

Es cierto que no tiene un discurso fuerte sobre lo social. Interpela al “vecino respetable”, no a los otros. Sin embargo, las anteriores administraciones tenían un discurso que hacía eje en lo social y al final dudo de que hayan materializado políticas activas para modificar la situación de los más necesitados. Claro, son más simpáticos los dirigentes que tienen un discurso con contenido social. Pero son más simpáticos aún los que tienen una acción y un plan concreto.

– El macrismo suele referirse a los porteños como “vecinos” y no como ciudadanos. ¿No cree que hay un vaciamiento de sentido en esa interpelación?

– Es verdaderamente insultante que a los habitantes de Buenos Aires se los trate de vecinos, como si no fueran ciudadanos, como si no tuvieran derechos. Aunque todos le hablan al “vecino”. No es una exclusividad de este gobierno.


– ¿El miedo atenta contra la libertad de la ciudad?


Coarta de manera subjetiva a los habitantes de la ciudad. No simplemente por el sistema de vigilancia. Les impide moverse por la ciudad por razones que son objetivas, por una parte, porque ha aumentado la inseguridad en todas partes de mundo, pero también subjetivas, por otra, porque se trata de cómo es vivido ese aumento. En esta cuestión, los grandes responsables son los medios de comunicación.

– ¿Por qué?

– No son capaces de definir el tema de la inseguridad en términos comparativos. La prensa fogonea el miedo y oculta que Buenos Aires es, junto con Santiago de Chile y Montevideo, la ciudad más segura de América Latina. Otra cuestión son las villas como la 1.11.14. Pero yo no conozco ningún habitante de Belgrano que pasee por ahí. Los lugares más inseguros son donde viven los más pobres. El discurso del miedo está construido de manera hiperbólica en la prensa. Claro que la dimensión comparativa no consuela ni concierne a las víctimas, pero sí puede concernir a la colocación del resto de la sociedad en el espacio público.

– Ante esas problemáticas muchas veces se añoran tiempos anteriores. ¿Hay una idealización del pasado?


Es que se quiere construir una imagen de una ciudad que es imposible. La gente mayor de 40 años, que es la voz cantante en la problemática de la inseguridad, tiende a decir que “todo pasado fue mejor”. Entonces, la ciudad de su infancia era más linda, más segura. Pero no se puede construir política sobre la idea de nostalgia. Tiene que ser considerada como un dato subjetivo, no como una objetividad para la política.


– En ese sentido, ¿cuánto influye el discurso oficialista?


– La otra cuestión es que Macri les habla a los vecinos acerca de que es posible restaurar la Buenos Aires de 1950. Pero esta ciudad no existe más. No se pueden pensar políticas para retrotraer el uso de la ciudad a 1950, donde los chicos jueguen a la pelota en la calle mientras pasan autos a 150 kilómetros por hora. Ahora el uso del espacio público está dado en los grandes espacios. Pensar que las señoras van a dejar de ver televisión para ir a tejer a la vereda es ridículo.


–¿Qué impresión le causa la emergencia de los nuevos barrios reciclados, como Palermo?


– Lo interesante de la modificación de Palermo es que no se trató de una gran operatoria inmobiliaria sino de una movida de sus habitantes para defender el barrio. Los Sensibles de Palermo y otros grupos de vecinos fueron los primeros en defender una forma del uso del espacio público y del uso de la propiedad que constituía su identidad. Recién después entraron los desarrolladores inmobiliarios, que aprovecharon las dotaciones de las viejas casas para convertir a Palermo en lo que es hoy: un inmenso patio de comidas con un circuito de ventas al aire libre.

– Las casas ocupadas también emergieron en la urbanidad porteña como el reflejo de una problemática habitacional. ¿Qué piensa de ellas?


– Las casas tomadas son la precaria solución de vivienda para gente que no la tiene. Ya sea enviada ahí por caudillos políticos o caudillos inmobiliarios, que van alquilando las piezas de las casas porque saben cuáles se pueden tomar. Las ocupaciones no siempre son espontáneas. Y, naturalmente, las casas tomadas no producen ciudad en el sentido de innovación. No se pueden reproducir esos modelos. La gente vive de la peor manera posible, en condiciones horribles de sanidad y servicio público, que no se termina de integrar en el barrio sino que deteriora la trama urbana de ese barrio. El Estado tiene el deber de solucionar el problema de esas personas. Me resisto a tener una visión romántica de ninguno de los modelos de ocupación del espacio público que sean dañinos para aquellos que lo ocupan.

Inmigración y proyectos políticos

– Otro grupo que aparece en su libro son los inmigrantes. ¿Qué diferencia encuentra entre las nuevas oleadas de bolivianos, peruanos y paraguayos y las que se dieron con el flujo europeo?


– Al contrario de lo que pasó con los italianos y españoles que llegaron en 1880 hasta la Primera Guerra y después de la década del 20, el Estado los necesitaba para tener mano de obra barata y tenía un mercado de alimentos relativamente barato. En cambio, las migraciones que llegan de Bolivia, Paraguay, Perú no forman parte de ningún proyecto público. Estamos obligados constitucionalmente a recibirlos y a darles todas las posibilidades. La cuestión de las migraciones no es un tema de las villas. Es un tema federal.

– ¿Qué consecuencias trae esa falta de proyecto?

Al no estar contemplada como política, se crean reflejos antimigratorios en los sectores populares con trabajo porque los inmigrantes parece que vendrían a recargar un mercado de trabajo que ya en sí mismo no es demasiado grande.

miércoles, 4 de mayo de 2011

NOSOTROS Y LOS OTROS: INSEGURIDAD Y POBREZA

SIMONE WEIL Y EL CASTIGO

Para Simone Weil, el castigo era una "necesidad vital del alma humana". Este artículo está en función de éste.

La filósofa francesa decía:

Por el crimen el hombre se coloca fuera de la red de obligaciones eternas que ligan a cada ser humano con todos los demás. Sólo pueden reintegrarse por el castigo, plenamente si hay consentimiento de su parte, si no imperfectamente. Así como el único modo de testimoniar respeto al que sufre hambre es darle de comer, el único medio de testimoniar respeto al que se ha colocado fuera de la ley es reintegrarlo a la ley sometiéndolo al castigo que ella prescribe.

La necesidad de castigo no se satisface allí donde, como ocurre en la mayoría de los casos, el código penal es sólo un procedimiento de coacción por el terror.

(...) Para las faltas como para los crímenes el grado de impunidad debe aumentar no al subir sino al descender en la escala social. De otro modo los sufrimientos infligidos se sienten como violencia o aun como abusos de poder, y no constituyen castigo".

Aclaremos que Weil es una especie de "santa". No hay la menor posibilidad de concretar el tipo de sociedad que ella desea, cuantimenos en sociedades urbanizadas y donde viven millones de habitantes. La política es un barro necesario donde crece la vida; pero está mezclado con mierda (negociados, mafias, intereses). Sin embargo, sus palabras y su testimonio de vida sirven como ideal regulador para pensar cuán alejados estamos de sus concepciones. Naturalmente, no hay porqué compartir sus ideas, pero siempre es importante leerla, porque sus palabras nos interpelan en lo más íntimo.