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miércoles, 18 de julio de 2012

MARTIN CAPARRÓS, UN COCORITO DE AQUELLOS QUE SE CANSÓ DE PENSAR EL MUNDO

Aclaración casi innecesaria: no quiero que Caparrós se calle,  quiero que siga escribiendo. Si cada tanto leo algo suyo que no me gusta y me dan ganas de expresar mi desacuerdo lo haré, aunque seguramente con escasa frecuencia, por el simple hecho de que el pensamiento de MC me seduce poco y nada.

“Que cualquiera pueda decir lo que quiera decir y escribir lo que quiera escribir. Estoy en contra de la censura y de la autocensura. Con una sola condición, como dijo Alceo de Mitilene: que si vas a decir lo que quieres, también vas a oír lo que no quieres”. (Roberto Bolaño)

Me parece que cuando la fuerza del lenguaje se subordina a la debilidad de sus protagonistas y la ironía remplaza y desplaza la solidez argumental, el pensamiento, por más que se disfrace de incisivo, termina resultando bastante fofo. El miedo a aburrir que afecta a tantos intelectuales, francamente me aburre.

Respecto de Caparrós, comparto plenamente el juicio del chamigo Cine Braille:

"A Caparrós se lo comió el personaje. El tipo no se permite tener una sola opinión transitada: se siente obligado a escandalizar siempre -preferentemente al lector progre, escandalizar a Mirtha Legrand es tan trillado. A este paso, en poco tiempo lo leeremos defendiendo el canibalismo, el fernet con Pepsi (puajjj) o el River de Simeone (my God!)”

Suele ocurrir con los “pensadores” más o menos conocidos a quienes les gusta escandalizar y tomarse demasiado en serio a sí mismos, remplazando la argumentación por la ironía y el sarcasmo: irreductiblemente caen en la tentación de varios participantes de Gran Hermano, donde “peor que hablen mal de vos, es que no hablen”. Algo similar, aunque sea “del palo”, le suele ocurrir a Lucas Carrasco cuando se le da por escandalizar "militontos" mediante el ejercicio literario del bukowskismo petardista. En el caso de Carrasco no deja de ser una picardía, porque cuando se pone serio y centrado sabe decir y escribir algunas cosas interesantes.

Digresión: es cierto que conviene no ceder a la tentación contraria, que consiste en "ser escrito" por los lectores "del palo"; vale decir, acallar "la voz extraña", la "piedra en el zapato" (Casas dixit) que habita en nosotros mismos, y que casi siempre nos sirve para ir a contra corriente de nuestra propia comodidad.

La concepción de la política y la historia en Caparrós es la de una inmensa ruina, una especie de tango Cambalache que sólo da lugar al lamento o al nihilismo irónico. La forma en que Caparrós se opone a la clase política, y en particular al kirchnerismo, me parece boba, como de pose adolescente. En su Kirchnerismo: una controversia cultural, Horacio González cita la vez en que Caparrós describió su encuentro casual con NK:

“A fines de los 90 vine con mi hijo a pasar cuatro días en este hotel, su vista es extraordinaria. Juan tenía siete años y nos lo pasábamos horas en la sala de juegos –pool, ping pong, un par de flippers y máquinas de correr y hacer gimnasia.-. Una de esas siestas jugábamos al pool en la sala vacía: al cabo de un rato llegó un señor de mediana edad, rubión, pelo llovido, equipo de jogging –y se puso a correr en una máquina-. Cuando terminó se acercó y me distrajo con una tacada decisiva:

-Quería decirte que leí los tres tomos de La voluntad, me interesaron mucho.

-Bueno, gracias.

Le dije, y volvía a mirar la bola 11.

-No, de verdad, me pareció un gran aporte.

-Gracias, de verdad.

Le dije yo, y él se dio cuenta de que yo no entendía.

-Vos no sabés quién soy yo.

-No, disculpáme.

-Yo soy Néstor Kirchner, gobernador de Santa Cruz.

Para mí, entonces, un gobernador del partido menemista era mucho peor que un desconocido, así que persistí en el taco y la bola.

-Ah, qué bueno, gracias.

Después, en la pileta, cada vez que nos cruzábamos, el señor gobernador y su señora miraban para algún otro lado. Esa tarde perdí mi gran oportunidad de postular para la Dirección Nacional de Asuntos Biblioratos, digamos, la Subsecretaría de Vacas Tuertas y ahora, de vuelta al lugar, me río de nuevo”.

Sin forzar demasiado el texto, podemos traducirlo así: “soy Martín Caparrós, escribí un libro excelente acerca de un tema del que ahora todos los giles hablan sin saber. No necesito que ningún funcionario me compre con un puesto en el Estado porque soy un librepensador de izquierda que publica en algunos de los diarios y editoriales de mayor tirada de la Argentina y España”.

El tipo se muestra como una especie de rebelde rocker por haber despreciado a un lector que se le acercó a felicitarlo por su libro. ¿Qué tiene de interesante semejante desprecio? ¿Cómo sabía Caparrós que Néstor Kirchner era un lector impostor? ¿Sólo por su carácter de funcionario público? ¿Todos los políticos, y en especial los peronistas, son corruptos e hipócritas? Tampoco se entiende cómo es que Caparrós sería el derrotado de la escena. Como Pergolini cuando Menem le atendió el teléfono, su postura no parece demasiado valiente: jamás le dijo en la cara que lo consideraba un despreciable “gobernador del partido menemista”.


Horacio González concluye: “¿Ante quién rechazó el puestito de Director Nacional de Asuntos Biblioratos? Ante la República de los letrados cocoritos, rezongando en la lejanía, mucho tiempo después”.

CAPARRÓS Y LA HISTORIA COMO CAMBALACHE

Me gustó mucho una cita de Oscar Terán que leí en De utopías, catástrofes y esperanzas: “El optimismo suele ser un sentimiento bobo, y el pesimismo suele ser trivial y convocar a la pereza intelectual. Prefiero la esperanza. Me gusta citar a Octavio Paz cuando decía que quien conoció la esperanza ya no la olvida. La sigue buscando bajo todos los cielos; entre todos los hombres, entre todas las mujeres”.

O como diría Spinetta, “mañana es mejor”. La concepción del mundo en el amigo Martín no es spinettiana, sino más bien parecida a la del pollo Abelardo de la canción de Pappo:

Dice que el pensamiento,
no existe más para él,
por eso está así cansado,
y no sabe lo que hacer.

No sufras más Abelardo,
para todos es igual,
solamente que las cosas,
hay que saberlas tomar.

Infeliz!


Al respecto pueden leer el siguiente artículo, casi “discepoliano”, que Caparrós escribió en su columna de El País de España, donde asegura que la Argentina lo aburre, porque “todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”.

A esta altura, ¿cuántos argentinos ignoran que generar crecimiento económico sostenido, con redistribución y baja inflación, es una tarea titánica de cuyo éxito no cabe hacerse demasiadas ilusiones? ¿Quiénes son tan giles de creer en el advenimiento de una especie de revolución que nos traerá el paraíso en la tierra?


Sin embargo, considero que las personas que no pueden percibir matices en los diversos procesos políticos o históricos son incapaces de pensar la continuidad y el cambio, y su pensamiento, aparentemente mordaz, muchas veces no es más que una neblina nocturna en la que todos los gatos son pardos. Como las minas que "son todas putas", el territorio argentino que es "una inmensa pampa húmeda donde tirás un canto rodado y crece un árbol" o el "todoschorroísmo incorregible y la hipocresía" de nuestra clase dirigente.


POST SCRIPTUM: nobleza obliga, vale la pena leer la siguiente nota de MC sobre Sudán del Sur:

http://blogs.elpais.com/pamplinas/2012/07/sigo-con-el-proyecto-hambre-ahora-en-sud%C3%A1n-del-sur-el-pa%C3%ADs-m%C3%A1s-nuevo-y-uno-de-los-m%C3%A1s-pobres-del-mundo-y-siempre-co.html