sábado, 17 de septiembre de 2011

FÉLIX LUNA Y LOS SOLDADOS DE PERÓN


Al leer el pésimo prólogo de Félix Luna a la reedición del buen libro de Richard Gillespie: Soldados de Perón, historia crítica sobre los montoneros -editado originalmente en inglés en 1981-  me dan ganas de cortarme las venas con una galletita de agua.

En la nocturna claridad sin luna del “pensador” radicheta no existe explicación histórica ni política, sino pura y simple “locura”:

“Lo que va a leerse en las páginas que siguen, es la historia de una locura. Una locura que al principio se apoderó del espíritu de un puñado de muchachos pertenecientes a clases medias altas, y luego inficionó todo el cuerpo social argentino. Fue, en un comienzo, una aventura casi quijotesca, atravesada de nobles ideales: terminar con la injusticia social, oponerse al autoritarismo de un régimen ilegítimo (…) el trágico erotismo de la muerte".

Y más adelante, con la contundencia de un cross de Tyson a la mandíbula, Luna demuestra la plena seguridad de quien ignora la duda:

(…) Quiero decirlo sin atenuar mi juicio con ningún matiz exculpatorio: los Montoneros me repugnaron siempre. Por sus métodos en primer lugar, pero además por sus pueriles y contusos objetivos y hasta por la calidad humana de sus dirigentes. No siento la menor admiración por ellos (…) En esta coyuntura, donde no se trataba de asesinar a gente inerme o ensayar operaciones sorpresivas sino de matar o hacerse matar”

¿Para qué cuernos Félix Luna antepone semejante prólogo? ¿Para hacerse notar mostrándonos su  valentía, honestidad, cordura y compromiso con los valores de la democracia republicana? ¿Para reinstalar nuevamente la nefasta teoría/metáfora de los dos demonios?

Si la violencia de aquellos años se explica básicamente por una suerte de brote de locura romántica, ¿cómo es posible que haya ocurrido en los 70 y no en 1945 o 1930?, ¿porqué no sólo pasó en la Argentina sino también en diversos países de la región y casi al mismo tiempo? ¿Se trató de una suerte de “pandemia latinoamericana” que afectó a burgueses aburridos en busca de aventuras? ¿Aquello ocurrió hace más de treinta años y no ahora porque nuestro pueblo y nuestros gobernantes nos hemos vuelto “más cuerdos”, más maduros y/o de súbito nos transformamos en lectores/practicantes devotos de las enseñanzas de Voltaire?



Luna ilustra su pseudo-argumentación haciendo referencia a un libro muy endeble, curiosamente defendido hace poco por Tomás Abraham:

“Al fin y al cabo, Montoneros no era otra cosa que un grupo de “soberbios armados” –para usar la expresión de Pablo Giussani".

Que el prólogo sea obra de alguien que se define como historiador me resulta difícil de creer: a la trabajosa investigación de Gillespie, a la que Luna califica de “deliberada asepsia”, le antepone como toda explicación histórica una suerte de “locura” y “quijotismo” juvenil.

Es casi como si a la pormenorizada biografía del historiador británico Ian Kershaw sobre Hitler se la deseche para reemplazarla por una especie de informe psiquiátrico acerca de lo terriblemente loco, delirante, antisemita y criminal que era Don Adolfo, y luego tratar de demostrar cómo un pirado pudo engañar a todo un pueblo prístino e inocente para llevarlo a ser cómplice e incluso partícipe directo del asesinato de millones de personas.

La “locura” es enajenación, demencia, desequilibrio,  insensatez: para el "loco" no existe la ideología, ni las tradiciones históricas, ni prácticas devenidas del contexto político y social. El "brillante" prologuista prefiere tranquilizar su conciencia y reducir la complejidad de lo real volcándose a la consagración del sinsentido. 

El investigador Gabriel Rot, haciendo referencia a diversos textos consagrados al “setentismo”, lúcidamente advierte:

“Es llamativo el esfuerzo por conformar un universo militante basado en el despojo de cualquier sentido, saber y práctica política, siempre subsumido en la subjetividad de pequeños burgueses insatisfechos que buscan escapar a una vida grisácea o están sometidos a sus pulsiones descomedidas, las que, además, tienen una contundente filiación con las de sus oponentes. Las profundas aspiraciones revolucionarias, condicionadas e interpeladas por los tiempos de convulsión social en las que se inscriben como experiencias políticas personales y colectivas, apenas serán consideradas meras ambiciones redencionales”. (El Dipló 141, marzo 2011)

Casualidad o causalidad, el texto de Luna alcanza evaluaciones muy similares a la prensa del Proceso, que hablaba de los “apasionados de la muerte", "los héroes trágicos"; de “un comportamiento social que raya con el amor hacia la muerte” (Estado Mayor de la Opinión Pública, Buenos Aires, Núm. 13, 1978)

Quienes tienden a consagrar la teoría de los dos demonios se olvidan, interesadamente o no, algunas cuestiones que no deberían pasar por alto, que muy atinadamente destaca Rot en el citado artículo del Dipló:


“¿Por qué organizaciones armadas que contaban con precisa inteligencia sobre su enemigo (de ello también dan cuenta los servicios de inteligencia) causaron entre 1958 y 1979 alrededor de 650 bajas (1), la inmensa mayoría en enfrentamientos armados no provocados por ellas, lo que pone en duda esa supuesta fascinación por la muerte? El sociólogo Juan Carlos Marín señala de hecho que de un total de 5.547 operaciones guerrilleras realizadas entre mayo de 1973 y marzo de 1976, el 81,8% no produjo baja alguna, mientras que de 2.945 operaciones antisubversivas, el 71, 9% sí lo hizo (2)”

Es cierto que la guerrilla produjo la irreparable muerte de inocentes, como la hija del capitán Humberto Viola. También debemos recordar el bombardeo a Plaza de Mayo del 55’ -que causó la muerte de 308 personas e hirió a más de 700- , la masacre de Trelew... Ni hablar del accionar de la Triple A, donde en dos años fueron asesinados más de 1.500 militantes.

¿Por qué sepultar en el olvido  el trabajo político, sindical, estudiantil y barrial en las villas, los discursos en las fábricas y en los establecimientos educativos, la incautación de mercaderías para su distribución en incontables repartos en barrios obreros y zonas carenciadas? Reducir el accionar guerrillero a locura, desvaríos y muerte es un sesgo tal que sólo puede deberse a ignorancia, pereza mental o intereses canallescos.

Hacer caer casi todo el peso de la culpa por los años de plomo a “la locura” de los montoneros –entre paréntesis, las organizaciones armadas fueron muy numerosas y de extracciones políticas distintas, tales como PRT-ERP, FAP, FAL, EGP, FARN, Uturuncos, Descamisados, Fracción Roja, grupo Cristianismo y Revolución, etc.- por una práctica política que no se inició con el asesinato de Aramburu ni con los  muertos del asalto al Policlínico Bancario en 1963, es producir un olvido interesadamente político.

Hay que huir del binarismo maniqueo que disculpa todo el accionar de la “juventud maravillosa” tanto como del que reduce la cuestión a "jóvenes perturbados enamorados de la violencia".

Está claro que no hay chance de hacer un trabajo serio sobre el pasado sin el adecuado estudio y establecimiento de los hechos. Posteriormente vendrá la interpretación: relacionar unos hechos con otros, seleccionar, establecer nexos causales, jerarquizar y combinar la información disponible. Ahora bien: si la interpretación de los hechos históricos se  reduce a la evaluación de un accionar situado en la subjetividad de jóvenes perturbados y amantes del riesgo y de la muerte, como pretenden prólogos TREMENDAMENTE PELOTUDOS como el de Félix Luna, estamos fritos.

(1)     AUNAR, Asociación Unidad Argentina: “Subversión. La historia olvidada, AUNAR, Bs As, 1999.
(2)    Juan Carlos Marín, Los hechos armados, PICASO/La Rosa Blindada, 2da. Edición, Bs As., 1996, págs. 78 y ss.

Para seguir leyendo: aquí y aquí.


6 comentarios:

  1. Arranqué leyendo este post y después leí los anteriores.Muy bueno,pero muy bueno.
    Me saco el sombrero y suscribo la visión y lo redactado.

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  2. Félix Luna es un desastre como historiador.. sus textos son flojísimos!!

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  3. ¡Gracias Moscón!
    Paula: fetivaméntec, Luna me parece un gilastro de cuatro tiempos, aunque casi ni leí sus textos, salvo una breve historia de la argentina que era "ameno" y malo.
    Saludos

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  4. Impresentable, lo de Luna. Un reduccionismo atroz que pondría colorado a cualquier estudiante del CBC.
    Pero no creo que se trate (al menos en este caso) de pereza, ni de ignorancia.
    No sé si me explico.

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  5. Estimado Cosmocosme, se entiende su punto y comparto totalmente. Traté de ser sutil así no me acusan de falacia adversus hominem jaja.
    Saludos!!

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