jueves, 15 de septiembre de 2011

BORGES Y BOLAÑO COMO POLEMISTAS


Juan Villoro dijo de Bolaño: “polemista natural, convertía el afecto en discusión y explotaba con ingenio las posibilidades de la arbitrariedad y el disparate”.

¿Qué cosas lo divierten?, “(…) La literatura de Borges. La literatura de Bioy. La literatura de Bustos Domecq…”

El divertido ordenamiento de la poesía y la literatura desde la homosexualidad, que Bolaño hace en Los detectives salvajes, me remite un poco a la "enciclopedia china" imaginada por Borges en el Idioma analítico de John Wilkins:


 (…) Ernesto San Epifanio dijo que existía literatura heterosexual, homosexual y bisexual. Las novelas, generalmente, eran heterosexuales, la poesía, en cambio, era absolutamente homosexual, los cuentos, deduzco, eran bisexuales, aunque esto no lo dijo.


Dentro del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos. Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran la de los maricones y la de los maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas”.


Las afinidades electivas entre Borges y Bolaño son numerosas: el desprecio por el nacionalismo, la revalorización de géneros y literaturas “menores”, el sentido del humor, el afán polémico, el gusto por la ironía y el sarcasmo… Por caso, la Literatura nazi en América es herencia de las Vidas imaginarias de Marcel Schwob -autor  a quien, me juego el aguinaldo, Bolaño conoció x Borges- , de La cinagoga de los iconoclastas -Wilcock, amigote de Borges- , y naturalmente de la Historia universal de la infamia.


Toda esta perorata para decir que estuve releyendo Entre paréntesis, una especie de autobiografía fragmentada, alguna entrevista, columnas, artículos y reseñas de libros escritas por Bolaño entre 1998 y 2003. Se trata de un texto desparejo y plagado de juicios arbitrarios, y en parte me encanta justamente por eso. Como el Borges de Bioy, tiene pasajes filosos y muy divertidos.


Si uno lee artículos como “Derivas de la pesada” o “Fragmentos de un regreso al país natal", se da cuenta de que, de  modo semejante a Borges, Bolaño fue menos un “crítico” que un “polemista”. Muchas veces destaca obras de autores que son sus amigos, en general editados por Anagrama, sin atenerse a ningún tipo de “canon” ni criterio  que no sea su gusto personal.


Está claro que ser crítico no te hace impermeable al juicio arbitrario ni a la inevitable lectura sesgada de la realidad: no hay fundamento del fundamento, ni un crítico/sujeto trascendental que opere por encima de la realidad munido de un poder de visión que le posibilite ver simultáneamente el campo visual y el ojo que mira; sin embargo, creo que el crítico somete a examen argumentos propios y ajenos, la influencia del contexto histórico y social y el aporte de lecturas diversas al servicio de una hipótesis de lectura.


Al temperamento del polemista le interesa básicamente ganar la discusión, provocar, marcar la cancha. Para mí, crítico es Edmund Wilson, Erich Auerbach, Ana María Barrenechea, Walter Benjamin, David Viñas, George Steiner, Josefina Ludmer... 

Aunque hay que reconocer que hoy el concepto de “crítica”, muy posiblemente, sea una forma de autobiografía. Según Piglia, “La escritura de ficción cambia el modo de leer y la crítica que escribe un escritor es el espejo secreto de su obra”.




En relación a Borges, Juan José Saer afirmó que muchos de sus artículos y ensayos suelen ser verdaderas descargas de artillería:

(...) su defensa de Whitman le permite derrumbar en bloque a los poetas franceses, calificándolos, sin nombrarlos individualmente, de tristes aprendices de Poe. En grupo, los surrealistas, los freudianos, los nacionalistas, uno por uno, se llamen Valéry, Joyce, Ezra Pound, Dostoievski, Baudelaire, Mann, etcétera, todas esas figuras ilustres van cayendo una detrás de la otra bajo sus proyectiles, como las siluetas planas que desfilan en la cinta sin fin de una barraca de feria. Aunque a veces su malhumor es justificado, y sus argumentos pueden llegar a ser pertinentes, sentimos que hay una agresividad estructural en su temperamento”.


La distinción entre el polemista y el crítico pertenece al orden intelectual y moral, no al orden estético. Es evidente que un crítico escrupuloso y justo puede ser un escritor mediocre, en tanto que definir a alguien como polemista no supone necesariamente considerarlo un buen escritor. Kafka, que nunca se peleó con nadie, es infinitamente mejor escritor que André Breton, que sin embargo escribió algunos magníficos panfletos.


Contrariamente a la imagen de bardo ciego, sabio y tímido que aún predomina en gran parte del imaginario - producto de textos y discursos cuyo El nombre de la rosa de Umberto Eco viene a ser un ejemplo paradigmático- Borges tuvo una activa militancia política: como prologuista, traductor, periodista -principalmente en diarios bienpensantes del establishment argento-; fue difusor y agitador cultural. 


En su juventud, incluso, escribió poemas que simpatizaban con la Revolución Rusa:


"La trinchera avanzada es en la estepa un barco al abordaje con gallardetes de hurras: mediodías estallan en los ojos. Bajo estandartes de silencio pasan las muchedumbres y el sol crucificado en los ponientes se pluraliza en la vocinglería de las torres del Kreml (sic). El mar vendrá nadando a esos ejércitos que envolverán sus torsos en todas las praderas del continente. En el cuerno salvaje de un arco iris clamaremos su gesta bayonetas que portan en la punta las mañanas". (Sevilla, 1920) 

Al decir de Saer: "(...) ya desde los años veinte, no solamente en la Argentina, sino en buena parte del mundo hispánico. Temas tan diversos como el yrigoyenismo, el meridiano cultural de América, el idioma de los argentinos o su tradición, los componentes positivos o negativos de la esencia nacional, etcétera, ocuparon sus intervenciones; pero a medida que el horizonte europeo oscurecía, el nacionalismo y el liberalismo, el comunismo y el nazismo, se convirtieron para él en verdaderas preocupaciones intelectuales que hubiese considerado indigno eludir, y si no siempre fueron objeto de intervenciones o de artículos, transparentan todo el tiempo en notas periodísticas, ensayos o textos de ficción cualquiera sea el tema de que traten".


Bolaño, por su parte, tiene frases muy tajantes: "Con Soriano hay que tener el cerebro lleno de materia fecal para pensar que a partir de allí se pueda fundar una rama literaria (...) Con Soriano los escritores argentinos se dan cuenta de que pueden, ellos también, ganar dinero. No es necesario escribir libros originales, como Cortázar o Bioy, ni novelas totales, como Cortázar o Marechal, ni cuentos perfectos, como Cortázar o Bioy, y sobre todo no es necesario perder el tiempo y la salud en una biblioteca guaranga para que encima nunca te den el Premio Nobel. Basta escribir como Soriano. Un poco de humor, mucha solidaridad, amistad porteña, algo de tango, boxeadores tronados y Marlowe viejo pero firme". (Derivas de la pesada)


O este fragmento de "Sobre la literatura, el premio nacional de literatura y los raros consuelos del oficio":


"Primero que nada y para que quede claro: Enrique Lihn y Jorge Teillier no obtuvieron nunca el Premio Nacional. Lihn y Teillier están muertos.


(...) Puesto a escoger entre la sartén y el fuego, escojo a Isabel Allende. Su glamour de sudamericana en California, sus imitaciones de García Márquez, su indudable valentía (...) resulta, aunque parezca difícil, muy superior a la  literatura de funcionarios natos de Skármeta y Teitelboim.


Es decir: la literatura de Allende es mala, pero está viva; es anémica, como muchos latinoamericanos, pero está viva. No va a vivir mucho tiempo, como muchos enfermos, pero por ahora está viva. Y siempre cabe la posibilidad de un milagro".

BORGES Y LA ERUDICIÓN: 

La erudición de Borges no es la del crítico ni la del especialista; no se basa en una cultura “enciclopédica” sino “de enciclopedia”: de resumen, de consultar una entrada de diccionario y tomar la parte por el todo. Más de una vez el tipo ha confesado el placer que le producía leer la vieja Enciclopaedia Britannica  -donde escribían autores ilustres como De Quincey o Macaulay- y diversos diccionarios enciclopédicos en español, francés, italiano y alemán.


El procedimiento borgeano no se diferencia demasiado del que podría utilizar un joven graduado en letras que se pone un blog y salpica sus post con citas extraídas de wikipedia o de resúmenes que corta y pega de la web. ¡Ojo: estoy hablando del procedimiento, no del resultado!

Como bien notó Alan Pauls -en un libro precioso titulado El factor Borges- , la cultura del escritor argentino “se mueve siempre con comodidad dentro de los límites de un concepto Reader’s Digest de la cultura”. Además, el concepto de erudición en un arte imaginativo como el literario no tiene buena recepción: se lo asocia a “momia”, “tedio”, “De la Rúa”, “Cobos”, “corset”, “disciplina”, “carencia de humor”; a exceso de espíritu de gravedad, a falta de “alegría” (alegría se relaciona con la ligereza, con “aligerar” el lastre).

Un ejemplo típico de texto polémico salido de la “pluma” de Jorge Luis lo constituye el panfleto antiperonista –basado en El matadero de Echeverría- titulado “La fiesta del monstruo” (1), escrita allá por 1949 pero publicada seis años después en el periódico Marcha, de Montevideo.

En el Borges de Bioy hay charlas implacables, casi como las viejas chotas de Cha Cha Cha, donde Casero habla pestes de todo el mundo. No respeta ni siquiera a consagrados como Goethe o Shakespeare:



"No te parece que es el mayor bluff de la literatura" (Borges, sobre el Fausto de Goethe)

De Shakespeare: para Borges "en literatura fue un amateur, the divine amateur, lo compara con Dante, verdadero literato".


(1)    La fiesta atroz de la barbarie popular contada por los bárbaros. (…) “La fiesta del monstruo” combina la paranoia con la parodia. La paranoia frente a la presencia amenazante del otro que viene a destruir el orden. Y la parodia de la diferencia, la torpeza lingüística del tipo que no maneja los códigos. (…) es un relato totalmente persecutorio sobre el aluvión zoológico y el avance de los grasas que al final matan a un intelectual judío (…) No diría que increíble, es un texto límite… Difícil de encontrar algo así en la literatura argentina. (Ricardo Piglia)

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