miércoles, 12 de enero de 2011

EL ATROZ ENCANTO DE SER MARCOS AGUINIS



"El secreto de la demagogia es parecer tan tonto como su audiencia, para que esta gente se piense a sí misma tan inteligentes como el demagogo". (Karl Kraus)

Marcos Aguinis sigue escribiendo, como un pollo que conserva sus reflejos después que le han cortado la cabeza. La diferencia principal entre este "notable" y el pollo es que la obra de Aguinis no tiene proteínas, ni carbohidratos, ni alimenta tres carajos.

En alguno de sus libros, he podido leer que a Aguinis le gusta citar a Don Ortega y Gasset, quien alguna vez dijo: "la claridad es la cortesía del filósofo". Don Marcos es un escritor "respetable", ameno y legible. Su legibilidad le facilita el acceso al gran público, y el acceso al público -con gran manija editorial y mediática como "viento de cola"- le posibilita vender muchos libros.



No tengo nada en contra de la legibilidad en sí misma. Tampoco creo que tener pocos lectores o ser incomprendido sea garantía de complejidad o profundidad. Está claro que uno puede ser un autor excelente y popular, malo y popular, excelente y poco conocido, malo y poco conocido, y multitud de matices entre cualquier extremo, según la ideología, los gustos y la formación de cada quien.

El historiador inglés Eric Hobsbawm -por caso- combina prestigio, un estilo de escritura didáctico y ameno, con cierta dosis de popularidad. El padrino I y II son grandes películas y han recaudado mucho dinero. Vamos, que los ejemplos de obras y autores que reúnen calidad, sencillez y popularidad podrían multiplicarse. Por otra parte, recuerdo y en gran medida adhiero a las diatribas de Nietzsche contra "esos pensadores que enturbian las aguas para hacerlas parecer profundas". Incluso puedo admirar el talento pedagógico de un Fernando Savater, un filósofo que vende muchos libros a partir de un estilo llano y la elección de temas cotidianos (aunque a veces simplifique demasiado).

Eso sí, respecto de los libros de Aguinis... ufff, los libros de Aguinis... A-g-u-i-n-i-s-..... ¡¡Pucha digo!! ¡¡No lo puedo soportar!! Su pseudo sociología berreta que lo hace generalizar la supuesta "esencia de la argentinidad" a partir de una anécdota personal de viaje en taxi, el confundir metáforas de sentido común con explicaciones causales sólidas y argumentadas... En fin, no vale la pena el esfuerzo de tomarse el trabajo de refutarlo. Este post es más una catarsis que otra cosa.

DONDE LA "AMENIDAD" Y LA "INTELIGIBILIDAD" DEVIENE PEREZA MENTAL Y AFÁN DESMEDIDO POR ALCANZAR LA "RESPETABILIDAD":

Hay una pregunta retórica que me gustaría que alguien me contestara: ¿Por qué Pérez Reverte o Vázquez Figueroa o cualquier otro autor de éxito, digamos, por ejemplo, Muñoz Molina o ese joven de apellido sonoro De Prada, venden tanto? ¿Sólo porque son amenos y claros? ¿Sólo porque cuentan historias que mantienen al lector en vilo? ¿Nadie responde? ¿Quién es el hombre que se atreve a responder? Que nadie diga nada. Detesto que la gente pierda a sus amigos. Responderé yo. La respuesta es no. No venden sólo por eso. Venden y gozan del favor del público porque sus historias se entienden. Es decir: porque los lectores, que nunca se equivocan, no en cuanto lectores, obviamente, sino en cuanto consumidores, en este caso de libros, entienden perfectamente sus novelas o sus cuentos. El crítico Conte esto lo sabe o tal vez, porque es joven, lo intuye. El novelista Marsé, que es viejo, lo tiene bien aprendido. El público, el público, como le dijo García Lorca a un chapera mientras se escondían en un zaguán, no se equivoca nunca, nunca, nunca. ¿Y por qué no se equivoca nunca? Porque entiende.

Ahora bien, Mein Kampf de Adolf Hitler -¡¡el ejemplo es para demostrar que no necesariamente es buena la "legibilidad", no asemejo la ideología de Aguinis con el nazismo!!- no es en absoluto un libro complicado de entender: su estilo es llano como una pared revocada con enduido. Los libros de autoayuda de tipos como Paulo Coelho, Ari Paluch o Jorge Bucay son de lectura amena, sencilla, de sabiduría práctica, al alcance de la cartera de la dama o el bolsillo del caballero. Parafraseando a un escritor chileno, que se vende pero es muy bueno, hoy es la época "del escritor funcionario, del escritón matón, del escritor que va al gimnasio" -como Federico Andahazi- "del escritor que cura sus males en Houston o en la Clínica de Mayo de Nueva York. La mejor lección de literatura que dio Vargas Llosa fue salir a hacer jogging con las primeras luces del alba". El escritor japonés Yasunari Kawabata es popular por haber corrido maratones. ¡Qué bueno es estar saludable!

Hoy he leído una entrevista con un prestigioso y resabiado escritor latinoamericano. Le dicen que cite a tres personajes que admire. Responde. Nelson Mándela, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Se podría escribir una tesis sobre el estado de la literatura latinoamericana sólo basándose en esa respuesta. El lector ocioso puede preguntarse en qué se parecen estos tres personajes. Hay algo que une a dos de ellos (CURIOSO, NUESTRO ESCRITOR ESCRIBIÓ ESE ARTÍCULO AÑOS ANTES DE QUE A VARGAS LLOSA LE DIERAN EL NOBEL): el Premio Nobel. Hay más de algo que los une a los tres: hace años fueron de izquierda. Es probable que los tres admiren la voz de Miriam Makeba. Es probable que los tres hayan bailado, García Márquez y Vargas Llosa en abigarrados apartamentos de latinoamericanos, Mándela en la soledad de su celda, el pegadizo pata-pata. Los tres dejan delfines lamentables, escritores epigonales, pero claros y amenos, en el caso de García Márquez y Vargas Llosa, y el inefable Thabo Mbeki, actual presidente de Sudáfrica, que niega la existencia del sida, en el caso de Mándela. ¿Cómo alguien puede decir, y quedarse tan fresco, que los personajes que más admira son estos tres? ¿Por qué no Bush, Putin y Castro? ¿Por qué no el mulá Omar, Haider y Berlusconi? ¿Por qué no Sánchez Dragó, Sánchez Dragó y Sánchez Dragó, disfrazado de Santísima Trinidad?

Con declaraciones como ésta, así nos va. Por supuesto, estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario (aunque esto suene innecesariamente melodramático) para que ese escritor resabiado pueda hacer esta y cualquier otra declaración, según sea su gusto y ganas. Que cualquiera pueda decir lo que quiera decir y escribir lo que quiera escribir y además pueda publicar. Estoy en contra de la censura y de la autocensura. Con una sola condición, como dijo Alceo de Mitilene: que si vas a decir lo que quieres, también vas a oír lo que no quieres.

En realidad la literatura latinoamericana no es Borges ni Macedonio Fernández ni Onetti ni Bioy ni Cortázar ni Rulfo ni Revueltas ni siquiera el dueto de machos ancianos formado por García Márquez y Vargas Llosa. La literatura latinoamericana es Isabel Allende, Luis Sepúlveda, Ángeles Mastretta, Sergio Ramírez, Tomás Eloy Martínez, un tal Aguilar Camín o Comín y muchos otros nombres ilustres que en este momento no recuerdo.

La obra de Reinaldo Arenas ya está perdida. La de Puig, la de Copi, la de Roberto Arlt. Ya nadie lee a Ibargüengoitia. Monterroso, que perfectamente bien hubiera podido declarar que tres de sus personajes inolvidables son Mándela, García Márquez y Vargas Llosa, tal vez cambiando a Vargas Llosa por Bryce Echenique, no tardará en entrar de lleno en la mecánica del olvido. Ahora es la época del escritor funcionario, del escritor matón, del escritor que va al gimnasio, del escritor que cura sus males en Houston o en la Clínica Mayo de Nueva York. La mejor lección de literatura que dio Vargas Llosa fue salir a hacer jogging con las primeras luces del alba. La mejor lección de García Márquez fue recibir al Papa de Roma en La Habana, calzado con botines de charol, García, no el Papa, que supongo iría con sandalias, junto a Castro, que iba con botas. Aún recuerdo la sonrisa que García Márquez, en aquella magna fiesta, no pudo disimular del todo. Los ojos entrecerrados, la piel estirada como si acabara de hacerse un lifting, los labios ligeramente fruncidos, labios sarracenos habría dicho Amado Nervo muerto de envidia.
(...)

Los escritores actuales no son ya, como bien hiciera notar Pere Gimferrer, señoritos dispuestos a fulminar la respetabilidad social ni mucho menos un hatajo de inadaptados sino gente salida de la clase media y del proletariado dispuesta a escalar el Everest de la respetabilidad, deseosa de respetabilidad. Son rubios y morenos hijos del pueblo de Madrid, son gente de clase media baja que espera terminar sus días en la clase media alta. No rechazan la respetabilidad. La buscan desesperadamente. Para llegar a ella tienen que transpirar mucho. Firmar libros, sonreír, viajar a lugares desconocidos, sonreír, hacer de payaso en los programas del corazón, sonreír mucho, sobre todo no morder la mano que les da de comer, asistir a ferias de libros y contestar de buen talante las preguntas más cretinas, sonreír en las peores situaciones, poner cara de inteligentes, controlar el crecimiento demográfico, dar siempre las gracias.




No es de extrañar que de golpe se sientan cansados. La lucha por la respetabilidad es agotadora. Pero los nuevos escritores tuvieron y algunos aún tienen (y Dios se los conserve por muchos años) padres que se agotaron y gastaron por un simple jornal de obrero y por lo tanto saben, los nuevos escritores, que hay cosas mucho más agotadoras que sonreír incesantemente y decirle sí al poder. Claro que hay cosas mucho más agotadoras. Y de alguna forma es conmovedor buscar un sitio, aunque sea a codazos, en los pastizales de la respetabilidad. Ya no existe Aldana, ya nadie dice que ahora es preciso morir, pero existe, en cambio, el opinador profesional, el tertuliano, el académico, el regalón del partido, sea éste de derecha o de izquierda, existe el hábil plagiario, el trepa contumaz, el cobarde maquiavélico, figuras que en el sistema literario no desentonan de las figuras del pasado, que cumplen, a trancas y barrancas, a menudo con cierta elegancia, su rol, y que nosotros, los lectores o los espectadores o el público, el público, el público, como le decía al oído Margarita Xirgu a García Lorca, nos merecemos. (¡Gracias Roberto Bolaño, por tus libros!)

6 comentarios:

  1. Diálogos: que se puede decir ya está todo, y con
    Aguinis te puedo decir existe porque existe TN,
    Clarín y otros medios que les conviene lo que
    escribe, es un mediocre para abajo, te puede
    gustar o no depende tu ideología y pequeñez de
    cerebro.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Don Aguinis cree en una de las máximas de Ortega y Gasset que tiene trampa. Ortega dice que a los grandes hombres como a las grandes obras, hay que apreciarlas desde lejos. Porque desde cerca aparecen las rajaduras. Dolina sostiene que esa distancia es el respeto. Yo no estoy tan de acuerdo. Pero decía que la máxima de Gasset y su dúo criollo tiene una trampa: desde lejos no se aprecian las rajaduras. O sea, la ventaja y la desventaja inmersas en el mismo asunto.
    Aguinis juega a que le tengan respeto, para que no se aprecien las rajaduras. Antes no se veían tanto, por la lejanía, pero ahora son más que evidentes.

    ResponderEliminar
  3. Totalmente.. yo si lo mirara de lejos también le encontraría una rajadura: me darían ganas de rajarle una flor de puteada!! Decí que soy re educado, quesinó!

    ResponderEliminar
  4. Yo creo que se puede encontrar otro nexo entre García Márquez y Vargas Llosa: son dos escritores que han dado lo mejor de sí hace ya varias décadas. Es muy fácil ponerse a criticar y decir que estos señores son de clase media, buscan la respetabilidad y no escandalizan a nadie cuando son tipos que hace rato cruzaron el límite de la "madurez", por decirlo de modo elegante. Pero asumir que tooodos los escritores responden a ese modelo... Es difícil, de todos modos, oponerse al ensayo que citas sin saber quién lo escribió, cuando y cómo. Si fuese un texto contemporáneo, te diría que no sé a dónde mira este muchacho. Yo vivo en Cba, y acá hay un movimiento increible de gente joven buscando y produciendo sus propios modos de expresión. No creo que ninguno de ellos te fuera a desplegar un podio como el que cita este autor.

    ResponderEliminar
  5. Las citas que están en bastardilla pertenecen a un artículo del escritor chileno Roberto Bolaño, que yo usé para referirme a Aguinis.
    Vargas Llosa escribía muy bien, según dicen escritores que yo admiro. No lo critico como escritor. El mismo Bolaño lo admira, así como también Cortázar y tantos otros. No puedo hablar de su literatura porque jamás leí un libro suyo. Mi pelea con VLL es más contra sus posturas políticas. Andrés Caicedo, un escritor colombiano "de culto" que a mí me gusta bastante, lo admiraba mucho.

    ResponderEliminar