Se me ocurren citar tres opiniones interesantes como para abordar -muuuuy a vuelo gallináceo- el tema del "populismo".
Según el filósofo Roberto Follari, autor de La alternativa neopopulista:
No deja de ser interesante y tiene mucho de cierto esto que dice Follari. Como no he estudiado a fondo el tema, no puedo hacer ningún aporte mínimamente relevante. Se me ocurre contrastar el fragmento anterior con un fragmento de una entrevista que le hicieron al filósofo argentino Oscar Terán:
“Otro rasgo clave que nos describe es el populismo. Y una cultura populista dominante tiene una serie de cláusulas ideológicas, una de las cuales es el bajo nivel de institucionalidad. En nuestro país las instituciones tienen debilitada su capacidad de ser mediadoras entre los ciudadanos y el Estado. Por lo tanto, es mejor estar protegido por un puntero que por el Estado argentino. Primero porque el Estado argentino se corrió y, además, porque si no formo parte de una corporación sufro el serio riesgo de estar a la intemperie. La nuestra es una sociedad con fuertes componentes corporativos, y con un Estado y con dirigentes políticos que han aprendido muy bien esto. Es decir, que no están frente a una sociedad de ciudadanos, sino frente a una sociedad de fracciones de poder corporativas que cuando aparecen hay que capturarlas y cooptarlas para el Estado. Entonces, si hay un sindicato de metalúrgicos, al dirigente de los metalúrgicos lo vamos a nombrar ministro de Trabajo, y así todas las analogías, pasadas y presentes, que se le puedan ocurrir. Aparece un sector piquetero y lo metemos dentro del Estado, con lo cual se le resta autonomía al movimiento social y se confunde al Estado con un partido. En otros términos y desde otro ángulo de análisis, creo que una de las modificaciones que generó el primer peronismo fue romper con el modelo de trabajador llamémosle socialista. Un trabajador autónomo, que tenía que construir desde abajo hacia arriba, que no debía aceptar ser incluido en las redes del Estado, que tenía que ser laborioso, frugal y letrado. Bueno, el peronismo inventó otra cosa, de extraordinarios beneficios para los sectores populares, pero con rasgos muy diferentes de aquellos que se había pensado debía tener una clase trabajadora autónoma. Ahí hay una ruptura cuyos ecos resuenan hasta el presente.
Ahora, si esto ocurrió no fue sólo por la habilidad, la demagogia o la genialidad de Perón. Había una sociedad dispuesta a eso, ¿no?
Desde ya. Además, así como en otras sociedades se comprueba que, en general, hubo un cierto orden en la construcción de ciudadanía por el cual primero se adquirieron derechos civiles, luego políticos y por último sociales, aquí el orden fue distinto (lo cual no quiere decir “anormal”). Esto significa que fue anterior el acceso a la ciudadanía social que a la ciudadanía política. Lo cual construyó una matriz de cultura política que determinó de algún modo que los argentinos seamos más sensibles a la violación de los derechos sociales que a la violación de los derechos políticos. Esto es, que hayamos estado más dispuestos a protestar legítimamente ante la falta de acceso a la educación, a la salud o a la vivienda, que ante los golpes de Estado. Ocurrió así. Creo que ya no estamos en esa situación. Quiero creerlo. En este sentido, pienso que estos veinte años de democracia fueron excepcionales. Pero insisto en que debemos estar atentos para no tergiversar el orden de prioridades respecto de cuál es hoy el verdadero drama argentino: el de la exclusión social”. (Oscar Terán, El igualitarismo y otras cuestiones, entrevista realizada en 2004 por Carmen María Ramos).
ELOGIO DEL POPULISMO (Tomás Abraham)
La barbarie ilustrada:
Hay una campaña de notables en medios también notables contra el populismo. Llamo notable a un personaje que se siente superior por su nivel cultural. Es un ser que hace de la división entre civilización y barbarie una credencial para ser invitado a embajadas, convertirse en un conferenciante de nota, académico laureado, columnista vip, hombre respetado por su "seriedad" y un ser mimado por otros notables.
Deriva de una acepción latina y de reminiscencias romanas que designa a un particular especimen de patricio. Un notable es un patricio del espíritu. Las palabras élites y aristocracia no hacen más que subrayar a esta especie.
Notables como el mexicano Enrique Krauze, el historiador Natalio Botana, Marcos Aguinis, J. J. Sebreli, el dos veces ex y posible postulante a futuro ex del Uruguay Julio Sanguinetti, están con una intensa actividad antipopulista. No es extraño en un mundo en donde dominan los Chávez, los Kirchner, los Evo Morales, y asoma la amenaza de los Tabaré Vázquez.
Los motivos aducidos de esta preocupación es la perceptible degradación en la calidad institucional de la democracia republicana. Pero las razones de esta preocupación pueden ser algo más complicadas y esenciales.
¿Qué es lo que defienden estos personajes? Una idea del individuo. Extraña idea, ya que esta noción del pensamiento político más que con la libertad tiene que ver con la seguridad. No hay individuo sin seguridad, es decir, sin intimidad resguardada, vivienda propia, trabajo que garantice un salario digno, educación que guíe en las alternativas del espacio cultural, protección social. Es lo que tienen los notables y carece la gran mayoría de la gente de los países que ellos habitan.
Ha sido una costumbre del discurso de los notables, que no es exclusivo de la gente diplomada, la de ser oradores de las luces y buenos contrabandistas en las sombras. Dobles apellidos de extenso linaje peroraron en tertulias y congresos sobre los bienes de la cultura mientras pagaban en sus latifundios con vales de proveeduría a sus neoesclavos, y esto se mantiene hasta la fecha, no es historia antigua.
¿A qué le temen estos personajes? A la demagogia y al clientelismo. No hay duda de que la famosa entelequia de la modernidad llamada "masas" los tiene a maltraer. Estas masas, que ellos ven como monos de una horda caníbal, son manejados por seres diabólicos que reparten planes de trabajo. El carisma, ponzoña resinosa que segregan estos tiranos, engaña a la tonta masa que los sigue hasta cualquier crimen. Pero el asunto es más simple. Un hombre despojado de su humanidad, sin trabajo, con los hijos sin futuro y con el presente del hambre, además de padecer la humillación de una sociedad que le explica que lo que ofrece en los escaparates dorados no lo merece, despreciado por el Estado que nada ha hecho sino burlarse de él, con una clase cultural que se viste de bronce y de apellidos y lo denigra con su verba empacada, encuentra en el caudillo, en el puntero, en la unidad básica alguien que le dio algo, una chapa para el techo, una escuela en la que los hijos pueden desayunar, una caja con alimentos, una changa en la municipalidad, es decir, que encontró respeto, y devuelve con lealtad. Y si la palabra lealtad produce espanto, usemos otra que gusta mucho más: confianza.
Por supuesto, que luego pueden ir los Aguinis y los Krauzes a decirle que sus dadores son corruptos, que recibieron coima en las obras públicas, y él, que ha sido deshumanizado por la realidad e inmerecidamente beneficiado -al menos de acuerdo al canon que enarbolan los señoritos notables- debería estar preocupado por la moral.
Pero claro que es necesario estar preocupado por la moral, especialmente por la moral de quienes defienden el muro de Sharon que encierra a palestinos en nombre de la realpolitik, a quienes están desesperados por proteger los restos de un partido centenario como el Colorado y lo que queda de una partidocracia obsoleta, quienes simpatizaban con Fox y otros magnates y ahora ya ni saben adónde apuntar, los que mientras el petróleo financiaba a parásitos políticos y becarios agradecidos, se sintieron más en democracia que con este actor bolivariano.
Dicen que Kirchner es peligroso, que los planes de trabajo crean vagos, que hay riesgo de hegemonía y absorción de la oposición, que se discrimina a periodistas y se reparten dádivas a cambio de elogios. La verdad es que sí, eso está mal, Argentina tuvo períodos en que estuvo mejor, es lo que dicen los notables. Por ejemplo, la época en que Federico Pinedo hizo su plan industrial, no importa que nadie se acuerde ya de eso, aciertos de Avellaneda, Mitre, Pellegrini, Roca, sí claro, magníficos tiempos aquellos, los de los estadistas de nuestra argentinidad, de vacas y mieses, antes de que la chusma irigoyenista entrara en escena.
Pero el populismo existe gracias a Dios y a los hechos históricos que defienden estos notables. Es la manera de supervivencia no de líderes demoníacos sino de pueblos abandonados por los cogotudos de la cultura, estos señores que sin el talento de Octavio Paz se visten con sus trajes de agregado cultural en ejercicio o en potencia. No vemos muchos notables así en los tronos del mundo, salvo que Aznar, Chirac y Bush, lo sean por ser blancos y parcos. Hablando de Bush, el populismo también es la estrategia de pueblos emergentes, quiero decir que sin gobiernos populistas nuestros países habrían estado definitivamente sumergidos gracias a las intervenciones norteamericanas. ¿Se olvidaron los notables del cuento del tiburón y las sardinas? ¿O pensarán que es otra muestra del facilismo criollo? El camino reformista, integrador, republicano, con impuestos progresivos, división social de la tierra, rol fuerte del Estado, nunca tuvo el apoyo financiero ni político de Estados Unidos, fue al revés, lo ha saboteado directamente, o se calló ante lo que consideraba el mal menor. Desde Somoza a Videla.
¿Qué más temen los señores de la alta cultura? Le temen al Estado, Leviatán monstruoso que la década del noventa sepultó gracias a otros o los mismos notables. No importa que el conocido Georges Soros repitiera más de una vez en sus campañas literarias que sólo un Estado fuerte en los mercados emergentes podía evitar que se hundieran bajo los flujos y reflujos financieros; nosotros acá ya habíamos comprado la idea de un Imperio Central con sus municipalidades dispersas por todo el planeta. Se llamaba el realismo del débil, que débilmente ha dejado apagar su voz. Ahora se viene la apariencia de una mayor presencia estatal, pero claro no sólo para desregular, y organizar videoconferencias, sino en relación con un par de millones de argentinos que por algun razón, también notable, se han quedado afuera de la civilización.
Olvidan los notables dos cosas. Una, que si tanto les importa el individuo y su dignidad, resulta que ésta se logra en la modernidad con un buen aparato judicial, el mejor posible, funcionando con relativa autonomía. El individuo no es una singularidad que recita poemas de memoria, sino un asalariado medio que puede llamar a un abogado y meterle un juicio con sentencia rápida a quien lo despidió inventando una justa causa. Por eso, en este sentido, los notables deberían estar satisfechos con ciertos movimientos de este gobierno en la materia. La otra cosa tiene que ver con la raza. El iyrigoyenismo y el peronismo fueron movimientos sociales masivos, pero fundamentalmente una realidad que desagradó al orden conservador porque metió razas oscuras en la historia. La raza de los italianos primero, la de los polacos judíos más tarde, los de las provincias en la capital luego, hoy hablamos de los inmigrantes de los países limítrofes a quienes este gobierno quiere legalizar. Los movimientos populistas, esos que se ven como una culebra tramposa, peor que la del Edén, fueron integradores de morenos, negros, narigones pelirrojos, turcos de almacén y matronas calabresas. Es decir, nuestro pueblo, nosotros, salvo los notables, que, en realidad, por más sublimes que se presenten, tampoco vinieron en una sonda marciana. (Enero de 2004)
Según el filósofo Roberto Follari, autor de La alternativa neopopulista:
"La mayoría de los intelectuales son platónicos. Prefieren la coherencia interna en la comodidad subjetiva de su propia ideología, que las contradicciones y dificultades de abrazar realidades políticas, con sus espinas y sus asperezas e imperfecciones. Por tanto, para muchos intelectuales la mejor política es aquella de la que se habla, pero nunca se hace. Y se habla sin saber, porque la política jamás es una extensión directa ni de las propias intenciones ni de las nociones teóricas. Por eso, y por ser “ilustrados”, muchos intelectuales detestan al populismo, como extensión de su habitus de clase –alta o media-, para la cual los de abajo encarnan la grosería, la vulgaridad, la renuncia al pensamiento y a los libros, así como a la elegancia de los esquemas puros”.
No deja de ser interesante y tiene mucho de cierto esto que dice Follari. Como no he estudiado a fondo el tema, no puedo hacer ningún aporte mínimamente relevante. Se me ocurre contrastar el fragmento anterior con un fragmento de una entrevista que le hicieron al filósofo argentino Oscar Terán:
“Otro rasgo clave que nos describe es el populismo. Y una cultura populista dominante tiene una serie de cláusulas ideológicas, una de las cuales es el bajo nivel de institucionalidad. En nuestro país las instituciones tienen debilitada su capacidad de ser mediadoras entre los ciudadanos y el Estado. Por lo tanto, es mejor estar protegido por un puntero que por el Estado argentino. Primero porque el Estado argentino se corrió y, además, porque si no formo parte de una corporación sufro el serio riesgo de estar a la intemperie. La nuestra es una sociedad con fuertes componentes corporativos, y con un Estado y con dirigentes políticos que han aprendido muy bien esto. Es decir, que no están frente a una sociedad de ciudadanos, sino frente a una sociedad de fracciones de poder corporativas que cuando aparecen hay que capturarlas y cooptarlas para el Estado. Entonces, si hay un sindicato de metalúrgicos, al dirigente de los metalúrgicos lo vamos a nombrar ministro de Trabajo, y así todas las analogías, pasadas y presentes, que se le puedan ocurrir. Aparece un sector piquetero y lo metemos dentro del Estado, con lo cual se le resta autonomía al movimiento social y se confunde al Estado con un partido. En otros términos y desde otro ángulo de análisis, creo que una de las modificaciones que generó el primer peronismo fue romper con el modelo de trabajador llamémosle socialista. Un trabajador autónomo, que tenía que construir desde abajo hacia arriba, que no debía aceptar ser incluido en las redes del Estado, que tenía que ser laborioso, frugal y letrado. Bueno, el peronismo inventó otra cosa, de extraordinarios beneficios para los sectores populares, pero con rasgos muy diferentes de aquellos que se había pensado debía tener una clase trabajadora autónoma. Ahí hay una ruptura cuyos ecos resuenan hasta el presente.
Ahora, si esto ocurrió no fue sólo por la habilidad, la demagogia o la genialidad de Perón. Había una sociedad dispuesta a eso, ¿no?
Desde ya. Además, así como en otras sociedades se comprueba que, en general, hubo un cierto orden en la construcción de ciudadanía por el cual primero se adquirieron derechos civiles, luego políticos y por último sociales, aquí el orden fue distinto (lo cual no quiere decir “anormal”). Esto significa que fue anterior el acceso a la ciudadanía social que a la ciudadanía política. Lo cual construyó una matriz de cultura política que determinó de algún modo que los argentinos seamos más sensibles a la violación de los derechos sociales que a la violación de los derechos políticos. Esto es, que hayamos estado más dispuestos a protestar legítimamente ante la falta de acceso a la educación, a la salud o a la vivienda, que ante los golpes de Estado. Ocurrió así. Creo que ya no estamos en esa situación. Quiero creerlo. En este sentido, pienso que estos veinte años de democracia fueron excepcionales. Pero insisto en que debemos estar atentos para no tergiversar el orden de prioridades respecto de cuál es hoy el verdadero drama argentino: el de la exclusión social”. (Oscar Terán, El igualitarismo y otras cuestiones, entrevista realizada en 2004 por Carmen María Ramos).
ELOGIO DEL POPULISMO (Tomás Abraham)
La barbarie ilustrada:
Hay una campaña de notables en medios también notables contra el populismo. Llamo notable a un personaje que se siente superior por su nivel cultural. Es un ser que hace de la división entre civilización y barbarie una credencial para ser invitado a embajadas, convertirse en un conferenciante de nota, académico laureado, columnista vip, hombre respetado por su "seriedad" y un ser mimado por otros notables.
Deriva de una acepción latina y de reminiscencias romanas que designa a un particular especimen de patricio. Un notable es un patricio del espíritu. Las palabras élites y aristocracia no hacen más que subrayar a esta especie.
Notables como el mexicano Enrique Krauze, el historiador Natalio Botana, Marcos Aguinis, J. J. Sebreli, el dos veces ex y posible postulante a futuro ex del Uruguay Julio Sanguinetti, están con una intensa actividad antipopulista. No es extraño en un mundo en donde dominan los Chávez, los Kirchner, los Evo Morales, y asoma la amenaza de los Tabaré Vázquez.
Los motivos aducidos de esta preocupación es la perceptible degradación en la calidad institucional de la democracia republicana. Pero las razones de esta preocupación pueden ser algo más complicadas y esenciales.
¿Qué es lo que defienden estos personajes? Una idea del individuo. Extraña idea, ya que esta noción del pensamiento político más que con la libertad tiene que ver con la seguridad. No hay individuo sin seguridad, es decir, sin intimidad resguardada, vivienda propia, trabajo que garantice un salario digno, educación que guíe en las alternativas del espacio cultural, protección social. Es lo que tienen los notables y carece la gran mayoría de la gente de los países que ellos habitan.
Ha sido una costumbre del discurso de los notables, que no es exclusivo de la gente diplomada, la de ser oradores de las luces y buenos contrabandistas en las sombras. Dobles apellidos de extenso linaje peroraron en tertulias y congresos sobre los bienes de la cultura mientras pagaban en sus latifundios con vales de proveeduría a sus neoesclavos, y esto se mantiene hasta la fecha, no es historia antigua.
¿A qué le temen estos personajes? A la demagogia y al clientelismo. No hay duda de que la famosa entelequia de la modernidad llamada "masas" los tiene a maltraer. Estas masas, que ellos ven como monos de una horda caníbal, son manejados por seres diabólicos que reparten planes de trabajo. El carisma, ponzoña resinosa que segregan estos tiranos, engaña a la tonta masa que los sigue hasta cualquier crimen. Pero el asunto es más simple. Un hombre despojado de su humanidad, sin trabajo, con los hijos sin futuro y con el presente del hambre, además de padecer la humillación de una sociedad que le explica que lo que ofrece en los escaparates dorados no lo merece, despreciado por el Estado que nada ha hecho sino burlarse de él, con una clase cultural que se viste de bronce y de apellidos y lo denigra con su verba empacada, encuentra en el caudillo, en el puntero, en la unidad básica alguien que le dio algo, una chapa para el techo, una escuela en la que los hijos pueden desayunar, una caja con alimentos, una changa en la municipalidad, es decir, que encontró respeto, y devuelve con lealtad. Y si la palabra lealtad produce espanto, usemos otra que gusta mucho más: confianza.
Por supuesto, que luego pueden ir los Aguinis y los Krauzes a decirle que sus dadores son corruptos, que recibieron coima en las obras públicas, y él, que ha sido deshumanizado por la realidad e inmerecidamente beneficiado -al menos de acuerdo al canon que enarbolan los señoritos notables- debería estar preocupado por la moral.
Pero claro que es necesario estar preocupado por la moral, especialmente por la moral de quienes defienden el muro de Sharon que encierra a palestinos en nombre de la realpolitik, a quienes están desesperados por proteger los restos de un partido centenario como el Colorado y lo que queda de una partidocracia obsoleta, quienes simpatizaban con Fox y otros magnates y ahora ya ni saben adónde apuntar, los que mientras el petróleo financiaba a parásitos políticos y becarios agradecidos, se sintieron más en democracia que con este actor bolivariano.
Dicen que Kirchner es peligroso, que los planes de trabajo crean vagos, que hay riesgo de hegemonía y absorción de la oposición, que se discrimina a periodistas y se reparten dádivas a cambio de elogios. La verdad es que sí, eso está mal, Argentina tuvo períodos en que estuvo mejor, es lo que dicen los notables. Por ejemplo, la época en que Federico Pinedo hizo su plan industrial, no importa que nadie se acuerde ya de eso, aciertos de Avellaneda, Mitre, Pellegrini, Roca, sí claro, magníficos tiempos aquellos, los de los estadistas de nuestra argentinidad, de vacas y mieses, antes de que la chusma irigoyenista entrara en escena.
Pero el populismo existe gracias a Dios y a los hechos históricos que defienden estos notables. Es la manera de supervivencia no de líderes demoníacos sino de pueblos abandonados por los cogotudos de la cultura, estos señores que sin el talento de Octavio Paz se visten con sus trajes de agregado cultural en ejercicio o en potencia. No vemos muchos notables así en los tronos del mundo, salvo que Aznar, Chirac y Bush, lo sean por ser blancos y parcos. Hablando de Bush, el populismo también es la estrategia de pueblos emergentes, quiero decir que sin gobiernos populistas nuestros países habrían estado definitivamente sumergidos gracias a las intervenciones norteamericanas. ¿Se olvidaron los notables del cuento del tiburón y las sardinas? ¿O pensarán que es otra muestra del facilismo criollo? El camino reformista, integrador, republicano, con impuestos progresivos, división social de la tierra, rol fuerte del Estado, nunca tuvo el apoyo financiero ni político de Estados Unidos, fue al revés, lo ha saboteado directamente, o se calló ante lo que consideraba el mal menor. Desde Somoza a Videla.
¿Qué más temen los señores de la alta cultura? Le temen al Estado, Leviatán monstruoso que la década del noventa sepultó gracias a otros o los mismos notables. No importa que el conocido Georges Soros repitiera más de una vez en sus campañas literarias que sólo un Estado fuerte en los mercados emergentes podía evitar que se hundieran bajo los flujos y reflujos financieros; nosotros acá ya habíamos comprado la idea de un Imperio Central con sus municipalidades dispersas por todo el planeta. Se llamaba el realismo del débil, que débilmente ha dejado apagar su voz. Ahora se viene la apariencia de una mayor presencia estatal, pero claro no sólo para desregular, y organizar videoconferencias, sino en relación con un par de millones de argentinos que por algun razón, también notable, se han quedado afuera de la civilización.
Olvidan los notables dos cosas. Una, que si tanto les importa el individuo y su dignidad, resulta que ésta se logra en la modernidad con un buen aparato judicial, el mejor posible, funcionando con relativa autonomía. El individuo no es una singularidad que recita poemas de memoria, sino un asalariado medio que puede llamar a un abogado y meterle un juicio con sentencia rápida a quien lo despidió inventando una justa causa. Por eso, en este sentido, los notables deberían estar satisfechos con ciertos movimientos de este gobierno en la materia. La otra cosa tiene que ver con la raza. El iyrigoyenismo y el peronismo fueron movimientos sociales masivos, pero fundamentalmente una realidad que desagradó al orden conservador porque metió razas oscuras en la historia. La raza de los italianos primero, la de los polacos judíos más tarde, los de las provincias en la capital luego, hoy hablamos de los inmigrantes de los países limítrofes a quienes este gobierno quiere legalizar. Los movimientos populistas, esos que se ven como una culebra tramposa, peor que la del Edén, fueron integradores de morenos, negros, narigones pelirrojos, turcos de almacén y matronas calabresas. Es decir, nuestro pueblo, nosotros, salvo los notables, que, en realidad, por más sublimes que se presenten, tampoco vinieron en una sonda marciana. (Enero de 2004)
Hola Diálogos, si los intelectuales los llamamos
ResponderEliminarde ésa manera por sus intelectos, muchos deberían
volver a la primaria ya que sus discursos son tan
faltos ética y conocimientos. Me sigo quedando con
el populismo, o pueblo que es lo mismo, con sus
experiencias in situ darían vuelta a más de un
pseudo intelectual. Avergüenza escuchar a un
aguinis, grondona, y otros desperdigados hacedores
de libros teóricos, que en la práctica solo demuestran un total desperdicio de palabras,
alabanzas para un grupete descerebrado que mira
unicamente lo que les entra por el bolsillo.
Hay intelectuales muy comprometidos, sin embargo
muchos son ignorados por el populismo temeroso
de tanta palabrería vendida por los medios.
Un abrazo
Gracias por los comentarios che! Abrazo!
ResponderEliminar¡VIVA PERÓN CARAJO! MILA KUNIS ES PERONISTA (?)
ResponderEliminarDe más está decir que el texto de Abraham es de 2004, más o menos. Luego se volvió opositor (está en todo su derecho, obviamente).
ResponderEliminarMe pareció un buen panorama de opiniones.