jueves, 12 de julio de 2012

MERCADO, CAPITALISMO, DEMOCRACIA: ENTREVISTA A CORNELIUS CASTORIADIS


Este post le resultará aburrido a aquel que no esté interesado en cuestiones económicas, y también a quien sepa mucho del tema. Es una suerte de continuación del post anterior, donde surgió un muy interesante comentario del amigo Cualquier Boludo Tiene... 

Lamentablemente, no puedo hacer una crítica sustancial a la visión de Sartori, ni tampoco prenderme en una discusión a fondo acerca de la teoría económica marxista. Hice el post más que nada para enriquecerme con los comentarios de ustedes, con lo cual mi intención es más aprender que otra cosa, dado que –repito por si hiciera falta- no dispongo de conocimientos sólidos de economía.

Antes de escribir la tercera y última parte del post, me pareció oportuno copiarles la entrevista que Peter Dews y Peter Osborne le hicieron a Castoriadis, un pensador que no tiene nada que ver con Sartori, allá por febrero de 1990 (Cornelius Castoriadis, “Una sociedad a la deriva: Entrevistas y debates (1974-1997)”:

 (…) Cada vez con más frecuencia se escucha decir en los medios de izquierda: “ya que el plan no funciona, habrá que volver al mercado. En una sociedad compleja deben existir formas de mediación impersonales, y formas impersonales de regulación colectiva”; para resumir, en el lenguaje de Habermas, es la distinción entre el sistema y el mundo de la vida. Habermas sostiene que aunque los sistemas deban estar en última instancia bajo el control del mundo dela vida, no podemos abolir el sistema como tal. Habrá siempre mercado, y  algunas formas administrativo-burocráticas de regulación de la sociedad. Éste es el fundamento de su crítica a Marx: en Marx estaría la idea de una absorción de todas las relaciones sociales en la inmediatez del mundo de la vida. En cuanto a usted, parecería que buena parte de su inspiración  proviene, aun de manera indirecta, del joven Marx. ¿Dónde se ubica usted con su idea de autonomía en relación con este debate?

Marx evidentemente se equivocaba al creer que todas las mediaciones impersonales debían abolirse. Sin embargo, a esto equivale su crítica de la mercancía, o de la moneda (…) Para mí, es totalmente evidente: no puede haber una sociedad compleja sin, por ejemplo, medios impersonales de intercambio. La moneda cumple esta función, y es muy importante  en este aspecto. Que se le retire a la moneda una de sus funciones en las economías capitalista y precapitalista: la de instrumento de acumulación individual de riquezas y de adquisición de medios de producción, es otra cosa. Pero en tanto unidad de valor y medio de intercambio, la moneda es una gran invención, una gran creación de la humanidad. Vivimos en sociedad; hay una colectividad anónima; expresamos nuestras necesidades y nuestras preferencias estando dispuestos a gastar tanto por tal objeto y no por tal otro. No creo que esto sea un problema. Pero hay que tener mucho cuidado cuando se habla de “mercado”, ¿no es cierto? Le repito que en este texto de 1957 decía que la sociedad socialista será la primera sociedad que tendrá un verdadero mercado, porque el mercado capitalista no es un mercado. Un mercado capitalista no es un mercado, no sólo  si lo compara usted con el mercado delos manuales de economía política, donde éste es transparente y donde el capital es una suerte de fluido que pasa inmediatamente de un sector de producción a otro porque es ahí donde pueden hacerse mayores beneficios –lo cual es absurdo-, sino porque ahí los precios no tienen, por decirlo así, nada que ver con los costos. En una sociedad  autónoma tendrá usted un auténtico mercado en el sentido de que habrá tanto supresión de todas las posiciones de monopolio y de oligopolio como correspondencia entre los precios de los bienes y los costos sociales reales.

¿Pero habrá también un mercado de trabajo?

Aquí hay un problema, en efecto. Mi posición al respecto es que no puede tener usted un mercado de trabajo en el sentido de que no podría haber sociedad autónoma si se mantiene una jerarquía de salarios e ingresos. Mantener esta jerarquía es mantener todas las motivaciones del capitalismo, del Homo economicus: y volvemos a la “vieja mierda”.

¿Esto no va a reducir la eficacia del mercado?

No veo la razón. No hay verdadero argumento económico y racional que permita decir: “Una hora de trabajo de tal hombre vale tres veces más que la hora de trabajo de tal otro”. Aquí está todo el problema de la crítica de la teoría del valor, y la crítica de lo que subtiende la teoría del valor, es decir, la idea de que pueda haber imputación del resultado de la producción de tal o cual factor, de manera definida. Pero en realidad tal imputación es imposible: el producto es siempre un producto social, y un producto histórico. Siempre hay que tener en cuenta el hecho de que, cualquiera sea la imputación de los costos que usted haga, se trata siempre de una imputación relativa, en función de las necesidades sociales y en función del futuro –aunque tiene que tener alguna relación, claro está, con los costos históricos y con la realidad-. Pero no podría haber diferenciación del costo de la mano de obra que tenga una justificación racional o incluso simplemente razonable. Esto parece difícil de creer.

Usted piensa que no hay ninguna racionalidad en la distribución capitalista del trabajo social mediante la relación salarial, en lo que se refiere a la productividad. ¿Esto sólo sería un factor político?

Sí. La distribución actual de los ingresos, tanto entre los grupos como entre los individuos, no es más que el resultado de una relación de fuerzas. Nada más. Esto también crea problemas, por ejemplo, en lo que se refiere a la disciplina del trabajo. Si la colectividad de los trabajadores no es capaz de crear una solidaridad y una disciplina suficientes para que todo el mundo trabaje aceptando ciertas normas colectivas, tocamos aquí el verdadero núcleo del problema, que es político. Aquí no hay nada que hacer; como tampoco hay nada que hacer en el ámbito de la democracia política si la gente no quiere ser responsable de las decisiones de la colectividad, participar activamente, etc. Esto no quiere decir que haya que mantener estructuras burocráticas y jerárquicas en la producción –por el contrario-. La división de las tareas y la distribución del poder no son lo mismo.

He pasado mucho tiempo analizando el funcionamiento de las fábricas capitalistas. Y llegué a la conclusión de que, la mitad del tiempo, la planificación capitalista de la producción en la fábrica es absurda. La fábrica funciona porque los trabajadores violan la organización capitalista de la producción. Trabajan contra las normas, o a pesar de las normas, y es así como se hacen las cosas. Si aplicasen  las normas, la producción se detendría de inmediato. Es por esta razón que la “huelga de celo” es una de las maneras más eficaces de hacer que todo deje de funcionar. Esto es lo que hay que comprender en lo que se refiere a la organización capitalista de la producción. A partir del momento en que hay una jerarquía, hay una opacidad fundamental en la esfera de la producción, porque hay división entre quienes dirigen y quienes ejecutan; y los trabajadores, por definición, deben esconder la realidad a los dirigentes. Esto alcanza proporciones delirantes en una sociedad totalmente burocrática, pero es algo que prácticamente encontramos en todas partes. A la colectividad le corresponde tomar las decisiones fundamentales. Puede delegar, pero a ella le corresponde elegir a sus delegados y revocarlos si quiere.

Esto supone un nivel muy alto de cultura y de actividad política.

En efecto, la gente debe sentirse realmente responsable, no cabe ninguna duda. No podemos tener una colectividad verdaderamente democrática –no sólo en la autogestión de la producción, sino en el nivel puramente político- sin una verdadera actividad de la gente. Pero tampoco se trata de ser fetichista en este punto: puede haber instituciones que faciliten esta participación. Hoy, para ser responsable, para tratar de participar hay que tener un verdadero heroísmo durante las veinticuatro horas del día. Hay que crear una situación donde uno pueda participar sin ser heroico las veinticuatro horas del día.

(…) ¿Sería usted favorable a lo que a veces se llama la planificación indicativa, con un marco democrático general en el  nivel social?

¡Oh, no sólo indicativa! No creo que haya contradicción entre mercado y planificación con respecto a esto. En una sociedad autónoma tiene que haber un verdadero mercado, y no solamente una libertad sino una soberanía del consumidor: a los consumidores les corresponde decidir cuáles son los bienes específicos que deben producirse para el consumo, por ese voto cotidiano que son sus compras, y donde cada voto vale el de los demás. Hoy, el voto de un gran financista como el señor Trump vale un millón de veces más que el del norteamericano promedio. No es lo que yo llamo verdadero mercado. Pero hacen falta decisiones de orden general al menos sobre dos puntos: la distribución del producto nacional, o del ingreso nacional, entre consumo e inversión, y la parte respectiva -en el consumo global- del consumo privado y del consumo público; para resumir, cuál es la parte que la sociedad quiere dedicar a la educación, a los transportes, a la construcción de monumentos o a cualquier otra empresa pública, y cuál es la parte que decide dedicar al consumo de los individuos, quienes harán de ella lo que quieran. Aquí hace falta una decisión colectiva. Hacen falta proposiciones y debates, y que las consecuencias de las decisiones sean claras para todos. (...)

3 comentarios:

  1. “Usted piensa que no hay ninguna racionalidad en la distribución capitalista del trabajo social mediante la relación salarial, en lo que se refiere a la productividad. ¿Esto sólo sería un factor político?”

    La respuesta a esta pregunta es muy buena, quien se tomo alguna vez su trabajo en serio (por mas, en apariencia, insignificante que haya sido su trabajo) y no solo por el salario sabe esto que respondió castoriadis.
    Sobre todo es muy buena la respuesta en dos partes, la primera cortando derecho:

    “Sí. La distribución actual de los ingresos, tanto entre los grupos como entre los individuos, no es más que el resultado de una relación de fuerzas. Nada más.”

    Yo no se si “nada mas”, pero hay mas de relación de fuerzas que de otra cosa.
    Y esta otra parte:

    “La fábrica funciona porque los trabajadores violan la organización capitalista de la producción. Trabajan contra las normas, o a pesar de las normas, y es así como se hacen las cosas.”

    De esta frase me animo a decir que depende del país al que se aplique, dicha frase va a ser perfecta o no: en el nuestro seguro funciona. De la intuición de esta frase también proviene el famoso dicho:
    “ el que sabe, sabe, y el que no, es jefe”…

    un saludo!

    P.D: que paso con Zanon? Lo pregunto en serio.

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  2. Traigo este tema porque me acuerdo que en Zanon todos los obreros ganaban lo mismo más allá de su jerarquía, una experiencia en verdad revolucionaria y que tiene que ver con este post. Pero esto era allá por el 2004 cuando estaba en la uba e iba a las reuniones de “en clave roja”, traían obreros a que nos dieran charlas, ahora no se en que andarán. En ese grupo al que yo me había unido daban charlas de trotsky sobre la revolución permanente, el “chipi” Cristian castillo las daba, muy macanudo el vago. Estaba deslumbrado con trotsky en aquellos tiempos, hoy de alguna otra forma lo sigo estando.
    un saludo.

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  3. No conozco a fondo lo que ocurrió en Zanon. Castoriadis fue trotkista en su juventud, pero rompió rápidamente con esa postura allá por mediados de 1950. Es economista y tiene estudios en psicoanálisis. Sus posturas son interesantes como horizonte, pero vistas desde la "real politik", son muy difíciles de llevar a cabo. Más que nada cierta concepción suya que asemeja la democracia a formas de democracia directa que, en sociedades tan complejas como las nuestras, parecen absolutamente impracticables.
    Saludos

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