jueves, 31 de marzo de 2011

PETER CAPUSOTTO Y LA CULTURA MENEMISTA

“Somos indios latinos con guitarra eléctrica y comunicados a través de Internet”. (Pity Álvarez)

La cultura menemista es el hijo bobo de un matrimonio híbrido entre dos seres que- a priori- no estaban destinados a juntarse: cierta tradición nacional-populista y el neoliberalismo internacional. El resultado de semejante unión ha dado retoños con un nivel de pelotudez que merecería el desprecio de todo un gallinero.

El menemismo me remite a Peter Capusotto y su famoso auspicio: Restaurant “Uh, nos rompieron el orto”, donde los típicos canelones de verdura son llamados “tubos de pasta arrollados habitados por aglomerado de vegetales en tritura”. Un lugar donde los precios son exorbitantes y las porciones “más chicas que la mierda”:


La humorada viene a ser una parodia a establecimientos onda Te Mataré Ramírez, donde tratan de hacer sentir al cliente como parte de una suerte de distinguida aristocracia culinaria. Según el sociólogo argentino Matías Bruera, a partir de la década del 90 se produce un fenómeno mundial respecto de la proliferación de la cultura gourmet, fenómeno exacerbado hasta el paroxismo en la sociedad argentina. Este tipo de cultura viene a ser una especie de sofisticación de los paladares, de refinamiento del gusto, en un país que es productor mundial de materias primas. Cuesta creer semejante paradoja, pero en este bendito país donde se celebra la cultura gourmet, un gran porcentaje de la población se vio masivamente obligada a revolver entre los desperdicios de la basura como consecuencia de la crisis de 2001. Cabe destacar que el hecho de que tantos argentinos se hayan visto destinados a vivir de los desperdicios fue -en gran medida- consecuencia de una decisión política: la caída de una convertibilidad "ficticia" donde, hasta ese momento, un dólar "valía" lo mismo que un peso. Otro punto central: somos un país donde el 60% de la tierra está plantada con soja transgénica.


"SOMOS LO QUE COMEMOS"

Esta frase es una traducción castellana de un juego de palabras que tiene sentido en su idioma original: Man ist was man isst (uno es lo que come). Más allá de si la frase hecha se corresponde exactamente con la realidad de nuestro ser, es importante destacar que también y sobre todo SOMOS LO QUE PRODUCIMOS. Cuando se insiste en la distribución no se puede pasar por alto la PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS. Ojo, cuando se habla de distribución también debe hablarse de crecimiento: ni crecimiento sin distribución ni distribución sin crecimiento. Pero no soy economista, con lo cual no voy a meterme en ese berenjenal ni a desviarme más del tema. Respecto de la importancia de la soberanía alimentaria, puede verse esta entrevista a Bruera:



EL "ESTILO" MENEMISTA
En rigor, más que hablar de una “cultura” menemista homogénea, entendida como conjunto articulado y específico de ideas y valores, sería más exacto -como bien sugiere Terán- aludir a cierto “estilo” menemista. El estilo menemista valoraba el pragmatismo, no sólo "como un rasgo cultural de los tiempos", sino como una cosmovisión incuestionable que reducía a sus funcionarios al papel de un tecnicismo acrítico.


Gino Germani decía que, cuando se introducen elementos de modernización en sociedades tradicionales, terminan por reforzar conductas tradicionales. Oscar Terán da el siguiente ejemplo: “la exitosa articulación de la Argentina de fines del siglo pasado en el mercado capitalista mundial era un signo de modernización. Pero, colocada ella en un sector latifundista que no tenía una moral productiva, terminó por reforzar una moral señorial, de señores de la tierra que no se dedicaron a la acumulación capitalista sino a tirar manteca al techo, al consumo suntuario”.

Durante el menemismo se racionalizaban "aquellas decisiones que implican graves costos sociales mediante la réplica permanente de que se trata de la única opción posible, frente a la cual no se reconoce ninguna alternativa válida. Así, el menemismo denominará como 'romántico', cuando no riesgoso para la gobernabilidad, todo lo que no se ajuste a esta concepción de la realidad". (Oscar Terán)

El estilo de Menem confundía "sinceramiento" con cinismo: no tuvo empacho en afirmar que si hubiera hecho todo lo que prometió en su campaña inicial, nadie lo hubiese votado. El escritor irlandés Oscar Wilde definía al cínico como "aquel que conoce el precio de todo y no le da valor a nada". Según Terán:

"(...) el menemismo se autoconstruye como aquel viento que habría venido a mostrar súbitamente el rostro desnudo de los argentinos, puesto que es sabido que pobres hubo siempre y que nadie se hizo rico trabajando. Amén del elemento de igualamiento y generalización hacia abajo de este tipo de operativos simbólicos, resulta nítido que la propuesta que lo sostiene es la sustitución de la hipocresía por el cinismo, con lo cual -como se dice- el vicio se exime de pagar tributo a la virtud".

El particular neoliberalismo menemista se conjugaba con cierta tradición populista de borramiento institucional y de confusión del patrimonio público con el privado: el polideportivo de Olivos, la pista de Anillaco, etc. Lo curioso es que, hoy en día, muchos medios y buena parte de la sociedad civil piden un menemismo sin corrupción.

Hay algo que escribe Terán que me hace mucho ruido y me parece fundamental, y que en parte se ha podido reconstruir gracias a algunas actitudes "simbólicas" muy importantes ocurridas durante el gobierno de Kirchner:

"(...) la reconciliación (por parte del menemismo) celebratoria con algunos miembros conspicuos del antiperonismo más autoritario, al no haber sido procesada democráticamente, produce un borramiento de la historia. Quedan así como gestos de arbitraria resignificación que rompen la cadena de sentido a partir de la cual los sujetos construyen su pasado, así sea para modificarlo".


El análisis del "estilo menemista" para concebir lo real nos ayuda a entender la proliferación de countries y barrios privados en momentos en que la brecha entre pobres y ricos era (sigue siendo) “escandalosa”, por usar un adjetivo pinosolanístico.

Personalmente me sorprende cómo algunos personajes fueron -quizá hoy ya no tanto- vistos como simpáticos o transgresores para gran parte de nuestra juventud: Mario Pergolini, Pettinato, Lanata, y tantos más. Creo que se explica, en gran medida, como consecuencia de "la cultura" de los noventa, de cierto fascismo de la ignorancia que obviamente no es patrimonio de "los noventa" sino que atraviesa buena parte de lo que algunos llaman "posmodernidad".


MIKI VAINILLA



http://www.youtube.com/watch?v=esaS3EHAEaA

No voy a analizar a fondo este personaje genial de Capusotto -una mezcla de cantante de Miranda con Hitler y Chaplín- porque casi se analiza solo. Sólo quiero destacar el diálogo entre el cantante pop y la voz en off, que interroga desde un papel democrático y bienpensante la autenticidad evidentemente nazi y fascista del cantante pop. Al principio Vainilla se hace el gil, pero cuando el entrevistador “republicano” y “democrático” lo refuta, se enerva y contesta con argumentos absolutamente berretas: “¡No, no, eso no te lo voy a aceptar! ¿Vos sabés que vamos a sacar un plan de asignación por hijo, y que cada chico va a recibir todos los meses tres bolsas de basura para que puedan revolver y se puedan alimentar de la misma, y que va a incluir un pasaje de camión a un país limítrofe para que cada chico pueda tener su tierra, y cada uno va a tener un lote de dos metros cuadrados que les va a alcanzar para estar acostados y tirados en el suelo después de fumar paco que es lo único que saben hacer? ¿Lo sabías?”. La voz contesta “no, no lo sabía”, y Miki le retruca enojado: “¡Entonces no hablés!”. La conciencia bienpensante se queda tranquila y no dice nada más.

EL EMO


http://www.youtube.com/watch?v=C5xoP4AIeZo&feature=fvsr

Capusotto y Saborido parodian cierta configuración de "la juventud", atravesada por la mercantilización creciente de todas las relaciones sociales. A través de la figura del “emo” se muestra el individualismo y la banalidad, en conjunto con la proliferación de las redes sociales, la virtualidad y el intercambio de imágenes privadas y públicas.

El emo utiliza un lenguaje existencialista: el mundo sin Dios, la existencia fragmentada y absurda... la conciencia de que somos “el único animal que sabe su muerte”. Sin embargo, a diferencia del legado filosófico de Kierkegaard o Sartre, el personaje del emo no pretende hacernos comprender el sinsentido del mundo: se ubica en un narcisismo que lo lleva permanentemente a mostrarse. “¡Filmáme Mirta!”.

El emo ni siquiera puede elegir entre tomar el café con azúcar y sin azúcar, porque es absolutamente incapaz de proyectarse, de responsabilizarse de su ser. Ofrece sus temas musicales a dos tipos de públicos: desconocidos de la web y a sus seres cercanos. Entre sus seres queridos está su novia, sus amigos y el psicólogo, quienes lo comprenden y le dicen que es creativo; el padre lo considera “un pelotudo”. El padre representa la cultura anterior, más “barrial”, que no entiende los nuevos modos de sus hijos.

Para finalizar, les dejo las anécdotas de una señora amiga de Borges y Bioy Casares:


http://dialogandodemiconmigo.blogspot.com/2009/05/la-meta.html

8 comentarios:

  1. Interesante el análisis del fenómeno Menemista.
    No es un tema que lo haya abordado desde la teoría de una forma correcta, pero creo que el fenómeno del menemismo se debió también -en el ámbito político, me refiero- a partir de cierto vaciamiento de las ideologías. Digo, de alguna forma la oposición era lo mismo, el símbolo del Pacto de Olivos es una muestra clara. Otra, De la Rúa planteaba hacer lo mismo que Ménem pero sin corrupción. No había ideas. Era seguir la receta.
    Y, en cuanto al cholulaje, creo que era más el tema de la hegemonía del discurso. Te apagaba el cerebro, la empresa se te fundía y querías ver a Tinelli para distraerte. Igual, que el pino no nos tape el bosque (para usar un slogan antipinosolanas), el contradiscurso intelectual y artístico fue muy rico en esos años. Al final, creo que termino ganando por sobre las bases del estilo menemista; el "quye se vayan todos" lo terminó demostrando, creo.

    ResponderEliminar
  2. me gusto mucho el post! estuve viendo el sitio y tiene cosas mas que interesantes, aunque medio dispersas je. ojala que sigas posteando y dedicandole tiempo. llegue aca por intermedio de mundo perverso. voy a ver si sigo tus post.
    por lo que vi empezaste divagando y ahora empezas a tener lectors.
    saludos!!

    ResponderEliminar
  3. ¡Excelente post! Tendrías que difundir el blog un poco mas.. esta muy bueno!!

    ResponderEliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  5. Me voy a meter en un berenjenal pero el plebeyismo del que el menemismo hacia gala se cruzaba con cierta tradicion política de conducción férrea (y a-institucionalista) propia del peronismo, es verdad, aunque en una versión en las antipodas de los valores de los que el justicialismo trajera a la vida política décadas atrás.
    Sinembargo el estilo menemista creo que encuentra sus rasgos fundamentales en un exitismo a toda costa. En un individualismo consumista que desintegraba todo tegido social. Claro, el plebeyismo fungia como elemento democratizador, igualador de clases en donde no la ignorancia, sino la mas rancia idiotes parecia una virtud de cultivo. Te invito a ver en los comics de Cazador (los que venían a color) y la serie animada del Mono Mario estos rasgos característicos de los que Ford parece apenas una caricatura tardía.

    ResponderEliminar
  6. tal cual....!!! lo bueno que capusotto y saborido logran con sus personajes hacer una crítica a esos modelos desde el humor.... te hacen reflexionar mientras te cagas de la risa...

    ResponderEliminar
  7. ¡Gracias por el aporte Gabriel! No leí al Mono MArio.. voy a ver si lo miro ahora que me decís. El Cazador sí he leído algo, y está bueno. Recuerdo un capítulo donde aparecía Gokú (el de Dragon Ball).

    ResponderEliminar