lunes, 23 de abril de 2012

LA ORIGINALIDAD DE MAQUIAVELO


¿Se imaginan a un policía antidisturbios, frente a un grupo de barrabravas de Chacarita enardecidos, pensando “si alguien te golpea la mejilla izquierda, ofrécele la derecha”? Si el chamigo actuara según criterios dictados por el Sermón de la Montaña, no sólo pondría en peligro su propia vida, sino que lo consideraríamos un ridículo, como lo demuestra el siguiente video de Cha cha cha.


- "¿Vos me estás diciendo que la música está arriba de la política? Yo ya sé eso, la música está arriba de la política. Gracias a Dios, si no estamos perdidos".

A despecho de lo que puede llegar a creer algún cultor del “Lanatismo” -la doctrina según la cual la investigación periodística se reduce a demostrar que “los políticos son todos chorros” y la política es algo sucio y feo- , el político de raza no se mete en política para afanar guita, aunque a veces lo haga, sino porque concibe a la política como una auténtica vocación, a la que entrega gran parte de su vida y energía.

Estuve releyendo “La originalidad de Maquiavelo”, del filósofo liberal inglés de origen ruso, Isaiah Berlin. Lo que sigue es una especie de resumen/comentario del artículo:

Si tenemos en cuenta que El Príncipe  es una obra breve, de estilo seco, lúcido, cuya prosa constituye un modelo típico de claridad renacentista: ¿cómo puede ser que haya suscitado un número tan grande de interpretaciones encontradas?

La obra de autores como Platón, Rousseau, Hegel o Marx, también ha dado origen a muchísimas lecturas diversas: “Pero entonces podría decirse que Platón escribió en un mundo y un lenguaje que no podemos estar seguros de entender; que Rousseau, Hegel, Marx fueron teóricos prolíficos, cuyas obras son escasamente modelos de claridad o consistencia” (Isaiah Berlin).

¿Será por haber separado, como asegura Benedetto Croce y quienes lo siguen en este punto, la política de la moral? No han faltado intérpretes que creen que Maquiavelo recomendó como políticamente necesarios ciertos caminos que la opinión común condena moralmente; esto es, pisar cadáveres para beneficio del estado. Según Isaiah Berlin, esta antítesis es falsa:

“Lo que Maquiavelo distingue no son los valores específicamente morales de los valores específicamente políticos; lo que logra no es la emancipación de la política de la ética o de la religión, que Croce y muchos otros comentadores ven como el logro que la corona; lo que instituye es algo que corta aún más profundamente: una diferenciación entre dos ideales de vida incompatibles, y por lo tanto dos moralidades. Una es la moral del mundo pagano; sus valores son el coraje, el vigor, la fortaleza ante la adversidad, el logro público, el orden, la disciplina, la felicidad, la fuerza, la justicia y por encima de todo la afirmación de las exigencias propias y el conocimiento y poder necesarios para asegurar su satisfacción; aquello que para un lector del Renacimiento equivalía a lo que Pericles había visto personificado en su Atenas ideal, lo que Livio había encontrado en la antigua República Romana, lo que Tácito y Juvenal lamentaron de la decadencia y la muerte en su propio tiempo. Estas parecen a Maquiavelo las mejores horas de la humanidad y, como humanista renacentista que es, desea restaurar. (…)” (I. Berlin). Los ideales de la moral cristiana, en cambio, son la caridad, la misericordia, el sacrificio, el amor a Dios, el perdón a los enemigos, el desprecio por los bienes de este mundo, la fe en la vida ulterior, la creencia en la salvación del alma individual,  como valores incomparables, más elevados que, y de cierto absolutamente inconmensurables a, cualquier meta social, política u otra terrestre, a cualquier consideración económica, moral o estética.

Para Maquiavelo no hay posibilidad de conciliar ambas moralidades. La religión cristiana le da un valor supremo a la humildad, la abyección, al desdén por las cosas humanas; la religión antigua enfatizaba la grandeza de espíritu, el vigor del cuerpo y todo lo que hace fuertes a los hombres.

Ahora bien, si los hombres fueran distintos a lo que son y han sido siempre, podrían crear una sociedad cristiana ideal, pero no es lo que ocurre en la realidad.

Como bien nota Berlin, Maquiavelo no dice que la humildad, la bondad, la ingenuidad, la fe en dios, la santidad, la compasión, son malas, o atributos sin importancia; o que la crueldad, la mala fe, el poder político, el sacrificio de hombres inocentes a las necesidades sociales, son buenos.

Lo que dice Maquiavelo es muy similar a lo que años más tarde dirá Max Weber –gran lector del florentino, así como también de Nietzsche- en La política como vocación: elegir llevar una vida cristiana te condena a la impotencia política: a ser  usado y aplastado por hombres ambiciosos, inteligentes e inescrupulosos. Tampoco cree que se pueda llegar a una conciliación entre ambos mundos. Los políticos que toman caminos intermedios, y ante determinadas circunstancias son incapaces de ser completamente buenos o completamente malos, terminan por vacilar y caer en la debilidad y el fracaso.

Insisto una vez más: el tipo no trata de corregir las virtudes cristianas, ni llama “maldad” al “bien” y “bondad” al “mal”. Lo que dice, según la lectura de Berlin, es  que los principios cristianos son incompatibles con las virtudes cívicas.

Maquiavelo condena, en el terreno político, la inefectividad. En un pasaje de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, dice que la fe cristiana ha hecho a los hombres “débiles”, fácil presa de los “hombres malvados”, ya que aquéllos “piensan más en soportar las injurias que en vengarlas”.


La lección de Maquiavelo es que uno puede salvar su alma o puede mantener o bien servir un gran y glorioso estado, pero no siempre puede hacer ambas cosas a la vez. Como la de Aristóteles o Cicerón, la moralidad de Maquiavelo era social, no individual. Pero es una moralidad no menos que la de ellos, y no una región amoral más allá del bien y del mal.

En síntesis: ¿por qué la lectura de El Príncipe ha dado lugar a interpretaciones tan diversas? Según Isaiah Berlin:


"Me gustaría sugerir que es la yuxtaposición de las dos perspectivas en Maquiavelo -los dos mundos moralmente incompatibles, por decirlo así- sobre las mentes de sus lectores, y la colisión y aguda inconformidad moral subsecuentes lo que, a través de los años, han sido responsables de los desesperados esfuerzos por interpretar mal sus doctrinas, para representarlo como un cínico y por lo tanto, finalmente, como un superficial defensor del poder político, o como un satánico, o como un patriota que receta para situaciones particularmente desesperadas que raramente se presentan, o como un contemporizador, o como un amargado fracasado político, o como mero vocero de verdades que siempre hemos conocido pero no nos gusta pronunciar, o nuevamente como el ilustrado traductor de antiguos principios sociales universalmente aceptados dentro de términos empíricos, o como un criptorepublicano satírico (un descendiente de Juvenal, un precursor de Orwell); o un frío científico, un mero tecnólogo político libre de implicaciones morales (...)


Esta no es una división de la política y la ética. Es el descubrimiento de la posibilidad de más de un sistema de valores, sin ningún criterio común a los sistemas entre los que se puede hacer una elección racional. Esto no es el rechazo del cristianismo por el paganismo (aunque Maquiavelo claramente prefirió este último), ni el paganismo por el cristianismo (...) sino el acomodo de ambos lado a lado, con la implícita invitación a los hombres a escoger entre una vida privada, buena, virtuosa, o una existencia social buena, de éxito, pero no ambas".

MAX WEBER, LECTOR DE MAQUIAVELO:

Siguiendo a Maquiavelo, Weber distingue entre la “ética de la convicción” (Lilita Carrió) y la “ética de la responsabilidad”.

A ojos de Weber, “lo patético de la acción estaba vinculado a la antítesis entre dos formas morales, la moral de la responsabilidad y la moral de la convicción. O bien obedezco a mis convicciones (pacifistas o revolucionarias, tanto da) sin preocuparme por las consecuencias de mis actos, o bien me siento obligado a rendir cuentas de lo que hago, aunque no lo haya querido directamente, y entonces las buenas intenciones y los corazones puros no bastan ya para justificar a los actores” (Raymond Aron).

Cuando se entra en política, la moral que debe seguirse es la de la responsabilidad por las consecuencias de las acciones que se toman en la coyuntura. Entrar en política es participar en conflictos en los que se pelea por el poder, por la capacidad de influir sobre el Estado y, a través de él, sobre la colectividad. Al mismo tiempo, el político queda atrapado en la obligación de someterse a las leyes de la acción, aunque esas leyes sean contrarias a sus convicciones más íntimas, a los diez mandamientos o a las recriminaciones que Pepe Grillo le puede hacer en la soledad nocturna de una conversación con la almohada. Los dardos de Weber estaban dirigidos, probablemente, a los pacifistas de orientación cristiana y a los revolucionarios principistas, a los idealistas. Aunque nuestro contexto y lugar no son los de la época de Weber -y mucho menos los de los tiempos de Maquiavelo-, la lección de ambos sigue teniendo vigencia.

Por ejemplo: para un seguidor de la “ética de la convicción”, el aborto está mal sin importar las consecuencias, y por lo tanto no debe ser legalizado. Un político debe considerar las circunstancias, y las consecuencias que puede tener su no legalización sobre la población femenina, sobre todo entre las mujeres que pertenecen a los sectores económicamente más desfavorecidos.

Aclaración importante: Weber no quiere decir que el moralista de la responsabilidad no tenga convicciones, ni que el moralista de la convicción no tenga sentido de la responsabilidad. “Lo que él sugiere es que, en condiciones extremas, ambas actitudes pueden contradecirse y que, en último análisis, uno prefiere al éxito la afirmación intransigente de sus principios y el otro sacrifica sus convicciones a las necesidades del triunfo, siendo morales tanto uno como otro dentro de una determinada concepción de la moralidad” (R. Aron).

Esta es la lección que Weber toma de Maquiavelo, según el cual la política se revela en situaciones extremas. Es evidente que un buen político debe estar convencido de sus ideas –que no es lo mismo que ser un necio o un soberbio- y al mismo tiempo ser responsable de sus actos. Ahora bien, ¿cuál es la elección moral cuando es preciso mentir o perder, matar o ser vencido? La verdad, responde el moralista de la convicción (Lilita Carrió); el éxito, responde el (¿peronista?) moralista de la responsabilidad.

Otro punto importante: no existe criterio científico universal capaz de salvar al político de tomar decisiones erróneas. Creer que la política debe someterse al dictado de la ciencia no es más que “cientificismo” (1). La política es negociación constante, y por lo común, no hay una medida política o económica que beneficie a todos: generalmente se perjudica a algunos en beneficio de otros.

(1) Acerca del "científicismo hablamos aquí.

Para seguir leyendo:

http://artepolitica.com/comunidad/claude-lefort-y-la-democracia-como-lo-opuesto-a-la-ausencia-de-conflicto/

13 comentarios:

  1. En primer lugar, seguí leyendo, que a los que te leemos nos sirve un montón, je.
    En segundo, qué loco que Weber mencionara a Lilita. Nah, sí que propone herramientas para un mundo concreto, mientras que la moral cristina nació en época antigua y pensada para la convivencia de pueblos más... primitivos socialmente. Que nadie me tire un crucifijo por la cabeza, por favor. Es, la moral cristina, una ética de la sumisión también. A Dios, al hombre (la mujer) y a la naturaleza (designada como tal por la jerarquía, por supuesto, qué sabe Darwin).
    Muy jugoso el post, don Desocupáu.

    Un abrazo.

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  2. ¡Cómo estamos de producción últimamente! Muy útil el post.
    Con respecto a la moral cristiana, algunas cositas. John Dominic Crossan (historiador del cristianismo que no me canso de recomendar) traza un paralelo entre Jesús y pacifistas del siglo XX como Gandhi o Luther King: el poder de la resistencia pacífica. (El paralelo no es exacto, es sólo como primer acercamiento). El movimiento cristiano original (que por empezar no se llamaba así en vida de Jesús) estaba formado por gente que estaba en los márgenes de la sociedad, ahí nomás de la desposesión absoluta y de la total falta de derechos. En la colonia romana de Judea, un campesino judío era nada. Desde esa desposesión total es que viene lo de "poner la otra mejilla": es en primer lugar una burla a la autoridad ("mirá lo que lograste pegándome en la primera mejilla ¿y ahora qué más vas a a hacer?") y en segundo lugar enfrentar al adversario con la posibilidad de tener que cometer una masacre. Crossan cita un antecedente en referencia a una orden de Pilatos recién asumido, unos años antes de la crucifixión de Jesús: tuvo que recular en chancletas cuando dignatarios judíos del Sanedrín le dijeron que antes de dejarlo entrar en el Templo de Jerusalén con insignias de dioses romanos, preferían que les cortara la cabeza a ellos, a sus esposas y a sus hijos, y se pusieron de rodillas y se descubrieron el cuello. Jesús no era boludo: la no violencia era un método a usarse cuando la relación de fuerzas era absolutamente desfavorable, usando esa desproporción en contra del adversario. De hecho, y tras el martirio de tal vez centenares de miles de cristianos que no opusieron resistencia, el Imperio se rindió y tuvo que elegir al cristianismo como religión oficial en el siglo IV. Aunque yo a veces digo que, en realidad, la Iglesia, más que la continuadora de Jesús, es el Imperio Romano por otros medios.
    El énfasis cristiano en la vida ultraterrena es una evolución del siglo II, una vez que fue evidente que el regreso de Jesús, la intervención divina y la resurrección de los creyentes no eran inminentes, pero explicarlo sería muy largo y Crossan lo hace mejor.
    Obviamente, Maquiavelo no estaba equivocado, porque se refería al cristianismo de su época. Mi apunte es simplemente eso.
    Saludos

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  3. Eduardo Reviriego24 de abril de 2012, 5:04

    Cine Braille:
    Pareciere que la obra J.D. Crossan se encuentra actualmente pasada de moda; como también pasó el cuarto de hora (o un poquito más) de Dan Brown, que supo utilizar muy bien textos como las de Crossan y otros autores.
    Con relación a Crossan, no hay que olvidar que éste para su configuración del Jesús histórico, ha dado prevalencia a los textos no canónicos, tanto en el tiempo como en veracidad. Destruida esas preferencias sus conclusiones dejan mucho que desear.
    No debe tampoco olvidarse que Crossan escribe desde un hombre (ex sacerdote)que ha perdido la fe y en este sentido no deja de ser muy interesante la lectura del epílogo de una de sus obras, en el que trata de desmentir que no es el afán de revancha lo que lo ha llevado a arremeter contra la Iglesia Católica Romana y/o el cristianismo en general y/o la Biblia en particular, aunque deja a cada lector que deduzca en "que cosas mis propios supuestos y prejuicios, mis experiencias y circunstancias de vida, han influido sobre mí reconstrucción histórica, para bien o para mal." En: ¿Quién mató a Jesús?. Planeta. Bs. As. 1998. Páginas 284 y siguientes.
    Saludos.

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  4. Eduardo: "qué cosas mis propios supuestos y prejuicios, mis experiencias y circunstancias de vida, han influido sobre mí reconstrucción histórica, para bien o para mal" es una frase que debería suscribir todo historiador, no sólo Crossan. En ese sentido, es bastante transparente: a menudo, al comenzar un capítulo en el que intenta pensar una cierta cuestión, dice algo así como "en este capítulo me baso en los trabajos de tal y tal, y si ellos están equivocados, todo este capítulo estará equivocado".
    No concuerdo en que haya dado preferencia a textos no canónicos: en realidad sólo usa el Evangelio de Tomás (despojado de los agregados gnósticos), el de Pedro (y sólo una parte, lo que llama Evangelio de la Cruz) y la Didaké (sólo para hablar del cristianismo del siglo II). Hace una gran uso de Q (los materiales comunes a Lucas y Mateo) que en realidad es una fuente canónica.
    Saludos

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    1. Cine Braille
      Al texto lo entendí como una especie de autoconfesión de Crossan frente al reduccionismo histórico al que había llegado su obra.
      Con relación a la fuente Q (Q = quelle = fuente), que como bien dices recoge 230 dichos que no están en Marcos, pero sí en Mateo y Lucas, aunque no soy experto en el tema, me parece que no es un documento que pueda ser considerado como canónico, especialmente porque los autores nunca se han puesto de acuerdo en lo que hace a su importancia y porque a partir de esos dos evangelios desaparecen, no habiéndose encontrado rastros de ellas desde aproximadamente el año 80. Conf. Stanton, Graham. ¿La verdad del Evangelio? Nueva luz sobre Jesús y los Evangelios. Verbo Divino. Estella (Navarra). 1999. págs. 93/109.
      Pero el propio Jesús ha opinado sobre la obra de Crossan:
      "El Jesús histórico me dice: He leído tu libro, Dominic, y me pareció bastante bueno. ¿Estás listo ahora para vivir de acuerdo a mi visión y unirte a mí en mi programa? No creo tener el coraje, Jesús, aunque lo describí bastante bien, ¿no? Sobre todo el método estuvo muy bueno, ¿no es cierto? Gracias, Dominic, por no falsificar el mensaje para adecuarlo a tu propia incapacidad. Eso, al menos, ya es algo. ¿Es suficiente, Jesús? No, Dominic, no lo es." Tomado de la obra de Crossan: Jesús. Una biografía revolucionaria. Planeta. Bs. As. 1996. pág. 18.-
      Saludos.

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  5. Gracias x los comentarios che, me hacen aprender. No leí a Crossan y no sé si será sencillo conseguir el libro. En cúspide ni figura.
    Saludos!

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    1. Rodrigo:
      Si te interesa conocer a Crossan, mejor comenzar por el libro que antes cité, que es más ameno. La obra principal: El Jesús histórico. Planeta. Bs. As. 1994, resulta bastante aburrida, especialmente en toda la larga exposición tendente a la construcción del campesino Jesús, que es un verdadero puzzle de citas, tomadas de aquí y de allá. Creo que en alguna librería de viejos deben estar. El último libro que conozco, El nacimiento del cristianismo. emecé. Bs. As. 2002, pasó bastante desapercibido.No sabemos que pensaría Jesús de este autor, puesto que según dice Crossan, en esa obra: "Para mí, por lo tanto, hasta que se pruebe lo contrario, Jesús era analfabeto" (pág. 251). Algún ingenuo le contestaría que en Lucas (4,14-9), Jesús lee un texto del profeta Isaías, a lo que el autor seguramente responderá que no se ha demostrado que ese texto corresponda a la actuación pública de Jesús. No creo que sea sólo cuestión de fe.

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  6. Leí unos parrafitos y pienso ...No hay posibilidad de ser inclusivo con el concepto ;políticos?Me niego a decir honesto o político .
    Aprendi en la mak q el honestismo es bueno pero q no importa ,siempre y cuando se implementen las políticas q yo (q a veces soy buena)implementaria para q la mayoria desprotegida este mejor y para q la minoría dominante largue algo más q una limosna dominacal de sus ganancias
    Illia q es es ejemplo paradigmático del honestismo ,no era honesto o llego al poder porq otros pisaron jardines o escondieron cadávares por el?
    Usted parece q lee mucho ,,,pero es díficil comentarlo ...quizas después vuelva ...Hay mucho q pensar

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  7. Acoto q lo del cristianismo primitivo no se puede traer a colasión ,pues los primeros cristianos solo predicaban la moralidad despojada de poder .(recuerden lo de Al césar lo q es del César ...y la desilusión de los seguidores de los q perturbadores q querían q Jesus fuera el Líder q destruyese el Imperio ).Entonces los evangelios serían consecuentes con lo de Weber No asi la Iglesia Católica q siempre tuvo claro q eran parte del poder sin ser gobierno

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  8. Mabel, este era un post sobre una lectura que hizo Isaiah Berlin sobre Maquiavelo. No hice una extrapolación entre el gobierno de Cristina y Néstor Kirchner y lo que dice Weber o Maquiavelo. Si alguno quiere hacerla adelante!
    Por supuesto que ser honesto y ser capaz no son opuestos contrarios, PARA NADA!! Es sólo una lectura/comentario sobre una lectura de Berlin sobre Maquiavelo (no soy un experto en Maquiavelo). Una lectura al cuadrado. Illia y Frondizi, en perspectiva, me parecen dos muy buenos políticos, que fueron tumbados, en cierta medida, por haberse metido con intereses muy poderosos. Además, gobernaron en un contexto muy pero muy complicado (oligarquía golpista aliada a milicos, peronismo proscripto, muy poca cultura democrática de la población, etc).
    Es más, me interesa más la lectura que Lefort hace sobre el autor de "El Príncipe" que la de Berlin (que sólo hace una síntesis).
    Saludos!!

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  9. Lo que podemos aprender de Maquiavelo y Weber no es que la honestidad es nociva, sino que no es condición suficiente para el éxito en política.
    Hay mentiras "blancas" que son inevitables y estrictamente necesarias. Para decirlo de modo un poco brutal: ningún ministro de economía va a decir públicamente que "el futuro del país pinta negro", aunque esté totalmente convencido. Y si lo dice así, sin anestesia, más que un tipo sincero se trataría de un idiota. Y si te miente descaradamente, también es un mal político. En fin, la tarea del "intelectual" es diferente a la del político, aunque hayan existan políticos de sólida formación intelectual (Václav Havel, Fernando Henrique Cardoso, etc).

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    1. Eduardo Reviriego25 de abril de 2012, 6:09

      Rodrigo:
      Hay que tratar de no quedarse ni con Maquiavelo ni con Weber, que si bien son buenos describiendo la realidad del ámbito de la política, parecen rendirse frente a las tropelías de quienes ejercen el poder político. Nunca hay que darse por vencido frente a la posibilidad de mejorar la actividad política y esa mejora requiere, no tanto de buenos hombres, sino que también se los pueda limitar y controlar, que es lo que ha fallado siempre en nuestra sociedad y hoy se ha acentuado.
      Saludos.

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    2. Es cierto que la política no lo es todo, hace falta la moral y la ética. A mí tanto Weber como Maquiavelo me resultan iluminadores, pero tampoco es que tengan la verdad revelada. Coincido en que hace falta controlar y limitar los diversos poderes.
      Saludos!

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