jueves, 16 de agosto de 2012

EL MIEDO A LA MUERTE (EN UN HOSPITAL)


Muchos de nosotros  veremos cumplirse uno de los mayores miedos que tenemos, que no es el miedo a la muerte, sino a la organización social de la muerte. 

Muchos de nosotros moriremos en una cama de hospital,  después de días, semanas o meses de haber sido privados de los más simples derechos humanos. Durante días, semanas o meses nos tratarán como a niños, nos despertarán a toda hora para someternos a exámenes dolorosos, no repararán en la urgencia de nuestras necesidades fisiológicas, demorarán en cumplir con nuestros pedidos más elementales –traernos un vaso de agua, apagarnos la luz- y a veces hasta nos negarán la compañía de nuestros familiares. Y lo peor, lo peor de lo peor, será que nos culparán todo el tiempo de nuestras enfermedades, de nuestro riñón que no funciona o nuestros pulmones que no bombean bien el aire. El médico nos dirá que hicimos una neumonitis, la enfermera nos recriminará nuestras escaras y los amigos nos recomendarán tener paciencia, dándonos a entender que nuestro comportamiento deja mucho que desear. (Culpar al inocente, por otra parte, no se restringe al ámbito del hospital: si alguien muere en un choque, decimos que se mató; si muere en su casa de un paro cardíaco, que se murió; la simple frase “Fulano murió”, que no se le echa en culpa al bueno de Fulano, parece haber caído en desuso.).

Este fragmento fue publicado en 1995 por el escritor, periodista y crítico literario Charlie Feiling (1961-1997), quien dos años después murió de leucemia, presumiblemente en la cama de algún hospital.

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