miércoles, 11 de julio de 2012

MERCADO Y CAPITALISMO SEGÚN GIOVANNI SARTORI (Primera parte)


Con frecuencia, uno no escribe sobre lo que conoce sino sobre aquello que ignora y le gustaría saber. Lo dije más de una vez: mis conocimientos en economía, como en tantas otras cosas, son deficientes. Por eso voy a asaltar a mano armada las ideas del tano Sartori, aunque el tipo sea politólogo y no economista. 


En un post anterior corté y pegué una reflexión medio "troskolandia". Por eso es que ahora voy a exponer lo que dice un liberal, "paemparejá" (?).

Eso sí, antes de exponer las síntesis sartorianas, tenía ganas de decir dos cositas sobre la concepción que nuestras élites tienen del capitalismo. Al respecto, me gusta recurrir a una cita de Gino Germani: "cuando se introducen elementos de modernización en sociedades tradicionales, terminan por fomentar conductas tradicionales". 


Oscar Terán lo ilustra con un ejemplo histórico: "la exitosa articulación de la Argentina de fines del siglo pasado en el mercado capitalista mundial era un signo de modernización. Pero colocada ella en un sector latifundista que no tenía una moral productiva, terminó por reforzar una moral señorial, de señores de la tierra que no se dedicaron a la acumulación capitalista sino a tirar manteca al techo, al consumo suntuario".

Recordemos que la expresión “tirar manteca al techo”, aparentemente, se originó a principios del siglo XX, cuando los jóvenes conchetos de la alta sociedad porteña iban de putas a los cabarets de París; ahí gastaban fortunas y se divertían usando los cubiertos para tirar manteca y pan al cielo raso, compitiendo para ver quién lograba dejar el alimento pegado sin que cayera al suelo.


Según Roberto Alifano, autor de Tirando manteca al techo, la expresión fue acuñada por “Macoco” de Álzaga Unzué:

“‘Lo de tirar manteca al techo es de moi, eso sí lo acuñe yo’, afirmó Macoco, con una sonrisa.

—¿Por qué no explicás de dónde viene esa frase tan famosa? —le pregunté—. ¿Cuál es el origen de ‘tirar manteca al techo’?

—Viene del restaurante Maxim’s de París, donde yo invitaba a comer a mis amigos. Resulta que en uno de los salones especiales había una pintura en el techo, sin duda inspirada en Rubens, con unas valquirias de senos prominentes y tentadores que sobresalían de los escotes. Una noche yo puse manteca en el tenedor  y empecé a tirarla para ver si la embocaba entre las tetas de las mujeres de la pintura. Se armó un torneo entre quienes me acompañaban. Todos los muchachos empezaron a tirar manteca al techo…”

En síntesis: muchas veces, nuestros males provienen más de nuestra clase “civilizada” que de la “bárbara”. Dicho esto, comencemos:

Ayudados por Castoriadis podríamos hacer la siguiente aclaración, que consiste en no confundir mercado con "mercado capitalista": en el mercado capitalista, los precios no tienen mucho que ver con los costos; ni el mercado se parece a una suerte de fluido etéreo que pasa inmediatamente de un sector de la producción a otro porque es ahí donde pueden hacerse mayores beneficios. Los precios se relacionan, esencialmente, con una relación de fuerzas. 

¿O alguien piensa que "elige" ver cine yanqui porque sus películas "se imponen por mérito propio" al competir en un supuesto mercado libre? ¿Cuántas opciones tiene el consumidor para no elegir a Windows como sistema operativo? No hay verdadero argumento económico y racional que permita decir: “una hora de trabajo de tal hombre vale tres veces más que la hora de trabajo de tal otro”. ¿Cuál es el argumento RACIONAL por el cual Messi “merece” cobrar varios millones de dólares mientras un docente gana anualmente menos de lo que un futbolista genial como él gana en un día? La distribución de los ingresos no es más que una relación de fuerzas condicionada social e históricamente, y no presenta una conexión causal universal y necesaria con el "mérito" ni la "excelencia". Obviamente puede existir una relación con el mérito o la excelencia, como ocurre en el caso de Messi; o no existir en absoluto: como mayormente ocurre en el show de Ricardo Fort.

AHORA SÍ, AFANÉMOSLE A SARTORI

Lo que sigue es un refrito de algo que escribió Sartori. No lo pongo entre comillas para no afear más la explicación:

Evidentemente, la democracia es un sistema político, mientras que el mercado y el capitalismo son sistemas económicos. Según Sartori, los únicos sistemas en los que la economía funciona son sistemas de mercado.

En 1776 Adam Smith vio en los procesos económicos la intervención de una “mano invisible”.  Desde ese momento, el mercado es entendido como una mano variadamente corregida, turbada o contrastada, por las intervenciones de la “mano visible”, es decir, del Estado.

Esto debe quedar claro: los gobiernos siempre han intervenido en las cuestiones económicas. El mismo laissez faire fue el resultado de intervenciones contra impedimentos a los cambios; la industrialización ha sido sostenida, en muchos países, gracias a intervenciones proteccionistas, y los Estados “liberadores” intervienen en el libre mercado para “liberarlo” de pecados monopolistas y de otros males. Para Sartori, el mercado es un subsistema de la economía en su conjunto. Nunca se ha pretendido que el sistema económico se someta por completo a las leyes del mercado. Por lo tanto, cuando afirmamos que los nuestros son sistemas de mercado, no entendemos que sistema económico y sistemas de mercado sean correlativos. Las cosas que el mercado no atiende son muchísimas: para empezar, existen “bienes públicos”  que no son ni pueden ser proporcionados mediante incentivos de mercado. Por otra parte, siempre nos encontramos más expuestos a la acumulación de factores “exteriores”, como la contaminación y la degradación del ambiente. ¿Quién paga? ¿Quién soporta los costos de la descontaminación de un lago o de un río. También la defensa nacional es un problema del Estado que el mercado no puede proveer por sí solo.

El mercado es, más que nada, un subsistema del sector productivo que une a los productores de los bienes (no necesariamente de los servicios) con los consumidores de los bienes. Es importante recalcar que las realizaciones del mercado siempre serán menos que óptimas y que cualquier mercado concreto será impuro o no funcionará como nuestras simplificaciones mentales –tipos ideales, modelos o esquemas- quisieran que funcionase.

Hay una cuestión que merece considerarse: la obligación de que el mercado y su ley de concurrencia valen para los peces chicos o medianos y no para las multinacionales y los supercapitalistas. Los grandes, y sobre todo los grandísimos, pueden llegar a controlar y darle la vuelta al mercado y así matar a la competencia.

Según Sartori, esa objeción no distingue entre concurrencia como estructura, es decir, como regla de juego, y concurrencialidad, es decir, el grado de competitividad. Mientras las reglas del juego permanezcan, el juego, aunque varíe, puede ser jugado a) muy competitivamente (hasta los límites del suicidio), b) en el modo óptimo, c) poniendo fuera de juego (cuando rigen los monopolios o subsisten los intocables). La concurrencialidad sobrecalentada daña, pero no nos importa. El problema radica en el otro extremo, el de la infracompetitividad, en una situación en la que no existan concurrentes con posibilidades de competir. Para Sartori, no es cierto que un monopolista pueda elevar los precios a su voluntad. Mientras opere ese monopolio: en un sistema con estructura concurrencial (es un monopolio de hecho, pero no de derecho) sus precios deben impedir siempre al concurrente infracompetitivo convertirse en competitivo. Por lo tanto, la estructura permanece operante, aun cuando no haya concurrentes: un paso en falso del monopolista y aparecen de inmediato listos a salirse con la suya.

Orden espontáneo y mente invisible

Existen muchos órdenes espontáneos, o bien, órdenes que se autorganizan. El sistema (subsistema) de mercado está entre éstos. El mercado es enormemente flexible y está en continua adaptación: no manifiesta –como siempre sucede con los “órdenes organizados”- resistencias al cambio, ni mucho menos esclerosis y senilidad. El mercado nunca ha envejecido; si acaso, ha madurado.

Lo importante es destacar que la expresión libre mercado no tiene nada que ver con la libertad del individuo; significa, simplemente, que el mercado está sujeto sólo a sus propios mecanismos. Así, la cuestión es ¿cómo se relaciona un “orden libre” con la libertad individual? La respuesta es que un orden espontáneo no es coercitivo (cuando menos en le sentido en el que lo son los órdenes organizados) en cuanto no es gestionado ni por personas singulares ni por un orden singular; es espontáneo precisamente porque es autorregulado por sus propios feedbacks. Hasta aquí todo está bien. Pero con frecuencia se sostiene una tesis más pretenciosa, es decir, que el sistema de mercado promueve, cuando menos de hecho, 
la libertad individual.

Ahora bien, el mercado es una estructura de alternativas, pero eso no implica que todos los participantes de las transacciones de mercado sean efectiva e igualmente libres para elegir. La libertad real de opción para consumir está en función de cuánta guita tengo. Mi libertad real de opción para producir depende de tener más o menos de lo que es necesario para emprender una producción.
Lo mismo puede decirse de la libertad de cambio: los recursos (financieros u otros) pueden ser muy desiguales.

La economía de mercado es regulada cotidianamente por millones de decisiones individuales tomadas por personas que están, seguramente, debajo de cualquier nivel mínimo de información imperfecta. El productor individual tiene sólo necesidad de saber si un cierto producto “tiene mercado” y si le es posible producirlo a un precio igual o inferior al del mercado. Todo eso lo descubre, en el peor de los casos, probando.   Los órdenes organizados, para funcionar, imponen altos costos de información y también de conocimiento. En cambio, el orden de mercado no tiene necesidad de ser entendido (no implica altos costos –niveles- cognoscitivos) y minimiza los costos de información. El mercado no es sólo una mano invisible, sino también una mente invisible.

La maldad del mercado

Respecto de las sociedades que lo han precedido, la necesidad de mercado ha sido profundamente igualadora: ha desconocido las desigualdades de nacimiento y de clase y ha afirmado la igualdad de oportunidad y de mérito.

Pero admitámoslo sin fingimientos: el mercado es una entidad cruel. Según Sartori, su ley es la del éxito del más capaz. Espera encontrar un puesto adecuado a cada uno y motivar a los individuos a dar su máximo esfuerzo. Pero los desadaptados son expulsados irremediablemente de la sociedad de mercado y condenados a morir o a sobrevivir con otros recursos. ¿A quién o a qué se le imputa esta crueldad? ¿A un “individualismo” exasperado y posesivo (nota: Sartori piensa en Macpherson)? Así se nos dice, pero temo que la verdad radique en lo opuesto, que la crueldad del mercado se debe a una crueldad social, una crueldad colectivista. El mercado es ciego frente a los individuos, es individualista y daltónico, en cambio, es una máquina despiadada al servicio de la sociedad, es decir, del interés colectivo.

Ocurre que en vez de hablar de mercado, nueve de cada diez veces nos referimos al capitalista. Equivocadamente, porque el verdadero protagonista del acontecimiento no es el capitalista. El capitalista privado está en el mercado, forma parte del mercado, está metido en el interior del mercado. Se enriquece mediante  las leyes del mercado, vale decir, por leyes que él no ha hecho y a las que debe someterse. Tan es verdad, que así como las leyes del mercado lo enriquecen, en la misma medida lo pueden arruinar de hoy a mañana. El mercado, recuérdese, es un orden espontáneo no concebido o diseñado por alguien y, tanto menos, por los capitalistas. No son los capitalistas los que han inventado el mercado, más bien, e el mercado el que ha inventado a los capitalistas.

Por hoy dejamos acá, más adelante posteo la segunda parte.

¡Sean felices!

11 comentarios:

  1. Che esta bueno lo que posteaste. Sigo tus otros posteos también, algunos me gustan bastante. En este comento porque siempre discuto la misma cosa, el problema es el orden del mercado, lo que se deduce de su experiencia, o sea, lo que el mercado obliga a aprender. Y me parece que no hay otra manera, es buen punto de partida tu análisis para ver por donde "se nos escapa la tortuga" a todos los individuos sometidos a estas leyes "crueles".
    Un saludo.
    p.d: en la frase de tu escrito: "la crueldad del mercado se a una crueldad social,..." me parece que te falto un "debe" en la frase, digo para hacerlo mas legible, o para saber que otra cosa quizás querías decir. Saludos.

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  2. No sabes lo contento que me pone el sesgo que ha tomado el blog en estos últimos días. No porque no me interese leerte discurrir sobre otros temas, sino porque en este tema en particular siento que puedo aportar (o, cuando menos, comentar).
    Disculpa si me paro desde el lugar de “el contra”, pero hay muchas cosas que no me cierran de este post en particular. Trataré de ir en orden.
    En primer lugar, cuando decís que no hay que confundir “mercado”, así a secas, con “mercado capitalista” la pregunta que me surge es ¿hay otro tipo de mercado? Según lo que se explica, pareciera que la característica del mercado capitalista es que los precios no tienen mucho que ver con los costos, por lo que se puede inferir que en un “just mercado” esto si sucede. Yo entiendo como mercado al lugar donde concurren oferentes y demandantes a tratar de vender, los primeros, y comprar, los segundos, mercancías. Este mercado puede ser un lugar real (como el Mercado Central) o una construcción teórica (como el mercado regido por el rematador walrasiano), pero el funcionamiento es básicamente ese. No creo que la forma en que se determinan los precios tenga que ver en la tipología del mercado (de hecho no creo en la existencia de diversos tipos de mercado). Por otro lado, los precios si se relacionan con los costos de producción, aunque no en una relación matemática, pero si directa: a más cuesta producir, mayor es el precio del producto. No me parece válido utilizar para justificar la aseveración de que los precios se relacionan con una relación de fuerzas (creo que además no entiendo lo que esto quiere decir) incurrir en dos temas tan dispares y alejados de la formación de los precios, como pueden ser el supuesto de libre elección en un mercado libre, y la búsqueda de una justificación sobre la diferente valuación de los tiempos de trabajo en diferentes profesiones (entiendo el oxímoron que conlleva el decir que el Sr. Fort tiene una profesión)
    En segundo lugar, se presta a confusión denominar al capitalismo y al mercado como sistemas económicos. Entiendo al mercado como un componente del modo de producción capitalista, un subconjunto de éste si se quiere, pero de ninguna manera considero que se puedan poner en un mismo nivel (el de sistemas), aunque realmente desconozco la definición que hace Sartori del concepto sistema, así que probablemente me termine cabiendo por ignorante.
    En tercer lugar, la mano invisible de Adam Smith no refiere al Estado, sino a la capacidad de autocorrección que parecía demostrar el mercado en la época del análisis de Smith. Lo que el borrachín, digo, escoces observa es que en un mercado, para que se equilibre el deseo de los oferentes de vender, con el deseo de los demandantes de comprar, la variable que ajusta es el precio, y esto lo hace de manera automática, sin necesidad de regulación externa.
    En cuarto lugar, y refiriendo a aquellas cuestiones que el mercado no atiende, desde la teoría neoclásica se le ha encontrado una bonita vuelta de rosca. Parece ser que, si se dieran una infinidad de supuestos (que parecieran que fueron inventados para que los modelos funcionen, pero no, están ahí, en la realidad, si no me creen, preguntenlen) el mercado funcionaría como un relojito. Pasa que, gracias a la intervención de los gobiernos, principalmente, y a la falta de información perfecta (completa, a la que todos los agentes económicos no sólo tienen acceso, sino también conocen al dedillo antes de realizar cualquier acción económica) no funca como debiera, y es así que aparecen las fallas de mercado (bienes públicos, externalidades negativas).
    En quinto lugar, volviendo a lo dicho al principio, mercado es el lugar en donde se compran y venden mercancías. Estas pueden ser bienes, servicios, fuerza de trabajo.
    Con eso de la concurrencialidad no me meto porque no lo entendí.
    Podría seguir (de hecho estoy parando en el primer título que encontré “Orden espontáneo y mente invisible”) pero creo que este comentario esta pasando de “infumable” a “merecedor de baneo”.
    Saludos!

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  3. Pucha, no me pude contenter.
    Sigamos entonces, ya que aproveche la pausa para tomar vitamina y quedar pila pila.
    En cuanto a la libertad de mercado y su relación con la libertad del individuo, yo si encuentro una conexión (bueno, no yo, o más bien, lo que yo entiendo que Marx entiende). Al mercado concurren individuos libres, no atados a nadie por vínculos de ningún tipo. Nadie los obliga a concurrir al mercado a intercambiar su dinero por mercancías, su fuerza de trabajo por dinero, sus mercancías por otras mercancías. Aunque entiendo que a lo que refiere lo “libre” en “libre mercado” es a “libre de regulaciones de cualquier índole” y no al tipo de individuo que allí concurre. Para mi hay una grave confusión entre libertad (como antónimo de esclavitud) y libertad de elección. Puedo ser libre y no tener libertad de elección. Puedo tener libertad de elección y no ser libre. Igual quiero aclarar que el concepto de libertad no se agota en la ausencia de vínculos de dominación, sino que implica mucho más (en esto vale la lectura de autores como Amartya Sen).
    Por otro lado, al decir que el mercado es una entidad cruel, estamos haciendo una naturalización. Estamos dándole a una construcción teórica cualidades humanas. El mercado no es ni puede ser cruel. A lo sumo, quienes concurren a él pueden ser o no crueles, pero no el mercado, pobrecito. Tampoco es ciego, ni individualista, ni daltónico, para el caso.
    Por último, ahora si, confundir “mercado” y “capitalista” puede ser signo de un grave caso de dislexia, ojo al piojo. Fuera de joda, no creo que haya una relación de causalidad entre capitalistas y mercado. Ambos surgen como producto del modo de producción capitalista. Sin capitalista no hay capital, ya que éste es su forma de representación social. Sin capitalismo no hay mercado, ya que allí es el lugar en donde las mercancías se intercambian (y por ende, se valorizan). Ambos son partes componentes de un modo de producción particular que surge en un período histórico particular y no podrían existir el uno sin el otro, ni tampoco por fuera del capitalismo. O tal vez si, y lo que pasa es que a mí me falta imaginación.
    Más saludos.

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  4. Hágame "la contra" estimado, que así enriquece el post. Luego si puedo le contesto un poco más extensamente. En el segundo posteo voy a ver si queda un poco más clara la postura de Sartori (que está discutiendo con la "economía planificada" de Lenin y Stalin, entre otros). Lo que sí es cierto es que Sartori es un liberal... incluso tomó como bibliografía a autores bastante conservas como Hayek y Friedman.
    Saludos!

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  5. No te puedo contestar acerca de si las críticas de Sartori hacia Marx son atinadas o no, porque no leí los libros que él leyó para elaborar su síntesis. Me limito a exponer lo que dice y que cada uno haga un aporte. No leí a fondo las ideas económicas de Marx. Tengo una idea muy vaga como para criticar sus teorías.

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  6. Hola, interesante el post, estoy leyendo Marx, es divertido y tedioso a la vez, saludos.

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    1. Hasta donde sé, Sartori no es un intelectual que conozca a fondo la obra de Marx. El tipo es un liberal. Para aprender sobre otros aspectos del marxismo, es preferible leer a Norberto Bobbio, Frederic Jameson, Gramsci, etc.

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  7. hola en que año es esté pensamiento de Sartori??

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    1. Mmm no recuerdo bien, tendría que ir a la referencia bibliográfica. Creo que allá por 1987.

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