Este post le resultará aburrido a
aquel que no esté interesado en cuestiones económicas, y también a quien sepa mucho del tema. Es una suerte de continuación del post anterior, donde surgió
un muy interesante comentario del amigo Cualquier Boludo Tiene...
Lamentablemente,
no puedo hacer una crítica sustancial a la visión de Sartori, ni tampoco
prenderme en una discusión a fondo acerca de la teoría económica marxista. Hice el post más que nada para enriquecerme
con los comentarios de ustedes, con lo cual mi intención es más aprender que otra cosa, dado que –repito por si hiciera falta- no dispongo de conocimientos sólidos de
economía.
Antes de escribir la tercera y
última parte del post, me pareció oportuno copiarles la entrevista que Peter Dews
y Peter Osborne le hicieron a Castoriadis, un pensador que no tiene nada que
ver con Sartori, allá por febrero de 1990 (Cornelius Castoriadis, “Una sociedad a la deriva: Entrevistas
y debates (1974-1997)”:
(…) Cada vez con más frecuencia
se escucha decir en los medios de izquierda: “ya que el plan no funciona, habrá
que volver al mercado. En una sociedad compleja deben existir formas de
mediación impersonales, y formas impersonales de regulación colectiva”; para
resumir, en el lenguaje de Habermas, es la distinción entre el sistema y el
mundo de la vida. Habermas sostiene que aunque los sistemas deban estar en
última instancia bajo el control del mundo dela vida, no podemos abolir el
sistema como tal. Habrá siempre mercado, y algunas formas administrativo-burocráticas de
regulación de la sociedad. Éste es el fundamento de su crítica a Marx: en Marx
estaría la idea de una absorción de todas las relaciones sociales en la
inmediatez del mundo de la vida. En cuanto a usted, parecería que buena parte
de su inspiración proviene, aun de
manera indirecta, del joven Marx. ¿Dónde se ubica usted con su idea de
autonomía en relación con este debate?
Marx evidentemente se equivocaba
al creer que todas las mediaciones impersonales debían abolirse. Sin embargo, a
esto equivale su crítica de la mercancía, o de la moneda (…) Para mí, es
totalmente evidente: no puede haber una sociedad compleja sin, por ejemplo,
medios impersonales de intercambio. La moneda cumple esta función, y es muy
importante en este aspecto. Que se le
retire a la moneda una de sus funciones en las economías capitalista y
precapitalista: la de instrumento de acumulación individual de riquezas y de
adquisición de medios de producción, es otra cosa. Pero en tanto unidad de
valor y medio de intercambio, la moneda es una gran invención, una gran
creación de la humanidad. Vivimos en sociedad; hay una colectividad anónima;
expresamos nuestras necesidades y nuestras preferencias estando dispuestos a
gastar tanto por tal objeto y no por tal otro. No creo que esto sea un
problema. Pero hay que tener mucho cuidado cuando se habla de “mercado”, ¿no es
cierto? Le repito que en este texto de 1957 decía que la sociedad socialista
será la primera sociedad que tendrá un verdadero mercado, porque el mercado
capitalista no es un mercado. Un mercado capitalista no es un mercado, no sólo si lo compara usted con el mercado delos
manuales de economía política, donde éste es transparente y donde el capital es
una suerte de fluido que pasa inmediatamente de un sector de producción a otro
porque es ahí donde pueden hacerse mayores beneficios –lo cual es absurdo-,
sino porque ahí los precios no tienen, por decirlo así, nada que ver con los
costos. En una sociedad autónoma tendrá
usted un auténtico mercado en el sentido de que habrá tanto supresión de todas
las posiciones de monopolio y de oligopolio como correspondencia entre los precios
de los bienes y los costos sociales reales.
¿Pero habrá también un mercado de trabajo?
Aquí hay un problema, en efecto.
Mi posición al respecto es que no puede tener usted un mercado de trabajo en el
sentido de que no podría haber sociedad autónoma si se mantiene una jerarquía
de salarios e ingresos. Mantener esta jerarquía es mantener todas las
motivaciones del capitalismo, del Homo
economicus: y volvemos a la “vieja mierda”.
¿Esto no va a reducir la eficacia del mercado?
No veo la razón. No hay verdadero
argumento económico y racional que permita decir: “Una hora de trabajo de tal
hombre vale tres veces más que la hora de trabajo de tal otro”. Aquí está todo
el problema de la crítica de la teoría del valor, y la crítica de lo que
subtiende la teoría del valor, es decir, la idea de que pueda haber imputación
del resultado de la producción de tal o cual factor, de manera definida. Pero
en realidad tal imputación es imposible: el producto es siempre un producto social,
y un producto histórico. Siempre hay que tener en cuenta el hecho de que,
cualquiera sea la imputación de los costos que usted haga, se trata siempre de
una imputación relativa, en función de las necesidades sociales y en función del
futuro –aunque tiene que tener alguna relación, claro está, con los costos
históricos y con la realidad-. Pero no podría haber diferenciación del costo de
la mano de obra que tenga una justificación racional o incluso simplemente
razonable. Esto parece difícil de creer.
Usted piensa que no hay ninguna racionalidad en la distribución
capitalista del trabajo social mediante la relación salarial, en lo que se
refiere a la productividad. ¿Esto sólo sería un factor político?
Sí. La distribución actual de los
ingresos, tanto entre los grupos como entre los individuos, no es más que el
resultado de una relación de fuerzas. Nada más. Esto también crea problemas, por
ejemplo, en lo que se refiere a la disciplina del trabajo. Si la colectividad
de los trabajadores no es capaz de crear una solidaridad y una disciplina
suficientes para que todo el mundo trabaje aceptando ciertas normas colectivas,
tocamos aquí el verdadero núcleo del problema, que es político. Aquí no hay
nada que hacer; como tampoco hay nada que hacer en el ámbito de la democracia
política si la gente no quiere ser responsable de las decisiones de la
colectividad, participar activamente, etc. Esto no quiere decir que haya que
mantener estructuras burocráticas y jerárquicas en la producción –por el
contrario-. La división de las tareas y la distribución del poder no son lo
mismo.
He pasado mucho tiempo analizando
el funcionamiento de las fábricas capitalistas. Y llegué a la conclusión de
que, la mitad del tiempo, la planificación capitalista de la producción en la
fábrica es absurda. La fábrica funciona porque los trabajadores violan la
organización capitalista de la producción. Trabajan contra las normas, o a
pesar de las normas, y es así como se hacen las cosas. Si aplicasen las normas, la producción se detendría de
inmediato. Es por esta razón que la “huelga de celo” es una de las maneras más
eficaces de hacer que todo deje de funcionar. Esto es lo que hay que comprender
en lo que se refiere a la organización capitalista de la producción. A partir
del momento en que hay una jerarquía, hay una opacidad fundamental en la esfera
de la producción, porque hay división entre quienes dirigen y quienes ejecutan;
y los trabajadores, por definición, deben esconder la realidad a los
dirigentes. Esto alcanza proporciones delirantes en una sociedad totalmente
burocrática, pero es algo que prácticamente encontramos en todas partes. A la
colectividad le corresponde tomar las decisiones fundamentales. Puede delegar,
pero a ella le corresponde elegir a sus delegados y revocarlos si quiere.
Esto supone un nivel muy alto de cultura y de actividad política.
En efecto, la gente debe sentirse
realmente responsable, no cabe ninguna duda. No podemos tener una colectividad
verdaderamente democrática –no sólo en la autogestión de la producción, sino en
el nivel puramente político- sin una verdadera actividad de la gente. Pero
tampoco se trata de ser fetichista en este punto: puede haber instituciones que
faciliten esta participación. Hoy, para ser responsable, para tratar de
participar hay que tener un verdadero heroísmo durante las veinticuatro horas
del día. Hay que crear una situación donde uno pueda participar sin ser heroico
las veinticuatro horas del día.
(…) ¿Sería usted favorable a lo que a veces se llama la planificación indicativa,
con un marco democrático general en el
nivel social?
¡Oh, no sólo indicativa! No creo
que haya contradicción entre mercado y planificación con respecto a esto. En
una sociedad autónoma tiene que haber un verdadero mercado, y no solamente una
libertad sino una soberanía del
consumidor: a los consumidores les corresponde decidir cuáles son los bienes
específicos que deben producirse para el consumo, por ese voto cotidiano que
son sus compras, y donde cada voto vale el de los demás. Hoy, el voto de un
gran financista como el señor Trump vale un millón de veces más que el del
norteamericano promedio. No es lo que yo llamo verdadero mercado. Pero hacen
falta decisiones de orden general al menos sobre dos puntos: la distribución del producto nacional, o del ingreso nacional, entre consumo e inversión, y la parte respectiva -en el consumo global- del consumo privado y del consumo público; para resumir, cuál es la parte que la sociedad quiere dedicar a la educación, a los transportes, a la construcción de monumentos o a cualquier otra empresa pública, y cuál es la parte que decide dedicar al consumo de los individuos, quienes harán de ella lo que quieran. Aquí hace falta una decisión colectiva. Hacen falta proposiciones y debates, y que las consecuencias de las decisiones sean claras para todos. (...)
“Usted piensa que no hay ninguna racionalidad en la distribución capitalista del trabajo social mediante la relación salarial, en lo que se refiere a la productividad. ¿Esto sólo sería un factor político?”
ResponderEliminarLa respuesta a esta pregunta es muy buena, quien se tomo alguna vez su trabajo en serio (por mas, en apariencia, insignificante que haya sido su trabajo) y no solo por el salario sabe esto que respondió castoriadis.
Sobre todo es muy buena la respuesta en dos partes, la primera cortando derecho:
“Sí. La distribución actual de los ingresos, tanto entre los grupos como entre los individuos, no es más que el resultado de una relación de fuerzas. Nada más.”
Yo no se si “nada mas”, pero hay mas de relación de fuerzas que de otra cosa.
Y esta otra parte:
“La fábrica funciona porque los trabajadores violan la organización capitalista de la producción. Trabajan contra las normas, o a pesar de las normas, y es así como se hacen las cosas.”
De esta frase me animo a decir que depende del país al que se aplique, dicha frase va a ser perfecta o no: en el nuestro seguro funciona. De la intuición de esta frase también proviene el famoso dicho:
“ el que sabe, sabe, y el que no, es jefe”…
un saludo!
P.D: que paso con Zanon? Lo pregunto en serio.
Traigo este tema porque me acuerdo que en Zanon todos los obreros ganaban lo mismo más allá de su jerarquía, una experiencia en verdad revolucionaria y que tiene que ver con este post. Pero esto era allá por el 2004 cuando estaba en la uba e iba a las reuniones de “en clave roja”, traían obreros a que nos dieran charlas, ahora no se en que andarán. En ese grupo al que yo me había unido daban charlas de trotsky sobre la revolución permanente, el “chipi” Cristian castillo las daba, muy macanudo el vago. Estaba deslumbrado con trotsky en aquellos tiempos, hoy de alguna otra forma lo sigo estando.
ResponderEliminarun saludo.
No conozco a fondo lo que ocurrió en Zanon. Castoriadis fue trotkista en su juventud, pero rompió rápidamente con esa postura allá por mediados de 1950. Es economista y tiene estudios en psicoanálisis. Sus posturas son interesantes como horizonte, pero vistas desde la "real politik", son muy difíciles de llevar a cabo. Más que nada cierta concepción suya que asemeja la democracia a formas de democracia directa que, en sociedades tan complejas como las nuestras, parecen absolutamente impracticables.
ResponderEliminarSaludos