En el primer tomo de Peronismo: filosofía política de una
persistencia argentina, José Pablo Feinmann nos dice que a principios de la década de 1940:
Los obreros no entraban a la
Universidad (…) siempre, de un modo agobiante, irrecuperable ya, se ha señalado
el carácter barbárico del peronismo porque los tempranos obreros que adhirieron
a su causa lanzaron la consigna alpargatas sí,
libros no. El clasismo, el culturanismo de elite de nuestra
oligarquía y de nuestras clases medias (1) (que se mueren por el ascenso
social, es decir, por ser oligarcas) ve en esa consigna un desdén por la
cultura. Oigan, un obrero no entraba en la Universidad. En la Universidad están
los libros. Los libros, por consiguiente, no eran para los obreros. Eran para
los estudiantes, para los hijos de las clases acomodadas. Los libros los
agredían. Los libros eran, para ellos, un lujo de clase, un lujo inalcanzable.
Los negaron. Los negaron porque ellos, los libros, los negaban a ellos, porque
estaban en manos de los estudiantes que vivando a la democracia y a la libertad
y a los aliados los despreciaban como negros incultos. Entonces dijeron: libros no. Por otra parte, ¿qué factor de identificación tenía el pobre migrante que acababa de
llegar del campo, el cabecita que sólo recibía el desdén de los cultos? Lo suyo
era la alpargata. Entonces dijeron: alpargatas sí. La consigna, en suma, decía:
Nosotros sí, ustedes no. O más exactamente: Nosotros, los que usamos
alpargatas, sí; ustedes, los que leen libros, no. Quedó entonces: alpargatas sí,
libros no. Era un enfrentamiento de clase y hasta de color de piel. Para colmo,
para mayor irritación de los estudiantes (que, en esto, tenían razón), los
torpes, filonazis militares del GOU, llenan las Universidades de profesores
católicos, de ultramontanos, cultores trasnochados de esencias y de categorías
aristotélico-tomistas”. (Págs. 48-49)
Más allá de las simpatías o rechazos que a cada lector le pueda suscitar la soberbia de Feinmann, encuentro que no le falta razón en lo que dice. Salvando las distancias históricas, se puede contrastar ese fragmento acerca de la vieja cuestión de alpargatas vs libros, con el testimonio del escritor César González, quien a sus 16 años cayó en cana por un secuestro extorsivo, y contó en una entrevista con Aliverti su relación con los libros y la cultura:
A lo largo de su crianza en
la villa Carlos Gardel, César se ligó seis tiros. Afortunadamente, estando en el penal conoció a
Patricio, un voluntario que iba a visitarlos periódicamente. Patricio estableció un vínculo
con los presos a través de la magia y los libros; pero sobre todo lo conquistó su capacidad
de escuchar y tratar a cada uno como lo que era: un ser humano y no un monstruo.
“Lo que generó Patricio en mí fue
una pregunta, algo tan básico como eso. Yo nunca me había preguntado nada,
simplemente había ido para delante".
Lo primero que le impactó a César -alias Camilo Blajaquis- fue que Patricio se animó a entrar al interior del pabellón, en el corazón del penal, donde habitualmente sólo entra la requisa. El tipo les leía fragmentos de Úselo
y tírelo, de Eduardo Galeano (2). El escritor uruguayo dice que la invitación
al consumo es una invitación al delito:
“Nos hacía entender por qué habíamos ido a robar. La psicóloga nos había dicho que íbamos a robar porque éramos culpables, malos, agentes activos de la violencia que debíamos cambiar para adaptarnos a la sociedad. Ahí empezó a entender que él salía a robar porque quería pertenecer al mundo del consumo: '¿por qué no voy a tener un celular si lo tienen todos?'".
“Nos hacía entender por qué habíamos ido a robar. La psicóloga nos había dicho que íbamos a robar porque éramos culpables, malos, agentes activos de la violencia que debíamos cambiar para adaptarnos a la sociedad. Ahí empezó a entender que él salía a robar porque quería pertenecer al mundo del consumo: '¿por qué no voy a tener un celular si lo tienen todos?'".
Les desgrabo un fragmento de la entrevista, que tiene que ver con el tema del post:
“Aliverti: en una nota dijiste
que te pegaron por leer.
Camilo Blajaquis: Y sí… para mí
no es ningún honor, ni tampoco me llena de odio. Porque con esas cosas que yo
pasé, tendría que estar lleno de odio hermano, lleno de resentimiento; tendría
que ir a buscarlos a esos guardias que me pegaron porque pasaba el recuento y
me veían leyendo. Pero los entiendo, los
comprendo, no hay odio, porque en cierto punto yo me la busqué también. Si pasa
el recuento y estoy leyendo siempre, obvio que el guardia se va a sentir
zarpado. ¿Qué te querés hacer, el Gramsci? No podés dejar el libro en el
recuento… Digamos que yo también qué pretendía, ¿Qué el guardia entienda y me
apoye? Es la cárcel. No sería guardia si me entendiera. '¿De qué se la quiere
dar este villero?'. Yo estaba desubicado. No me quiero victimizar, pero
realmente son cosas feas que pasan los pibes, y que los pibes hacen pasar
también a la gente a la que asaltan. Es un montón de violencia y dolor de un
lado y del otro.
Ese maltrato físico dolió, pero
uno viviendo en la villa está más preparado; sabe que la cárcel es una
posibilidad en la existencia. A mí me dolió más el otro maltrato: el de quien
supuestamente estaba para ayudarme, y no hizo más que reprimirme.
(Aclaración: en cierta oportunidad, César le llevó un
poema a la psicóloga, quien en lugar de alentarlo a que escriba le dijo que era
mejor que aprendiera a laburar al salir de ahí, que la poesía no le iba a
servir para nada).
Después de esa psicóloga, tuve
ocho psicólogos más. Todos me fueron diciendo lo mismo. Ahí comprendí que todos
querían que yo trabajara con la cabeza gacha, y que ese discurso venía desde el
aparato institucional falta de comprensión y falta de aliento para que un pibe
pudiese desarrollar otro personaje distinto al modelo que ellos quieren imponer
(…)”
Para seguir leyendo:
(1) La
visión “jauretchiana” que J. P. Feinmann tiene de la clase media argentina
suele ser muy reductora. Para complejizar la cuestión, remito al siguiente
post:
(2) No leí el libro de Galeano, pero me parece muy liviano decir que "el consumismo es una invitación al delito". Me parece que en este sentido, la realidad es mucho más compleja.
Cheeee, Feinmann no es soberbio es solo que opina que todos los demás son terribles pelotudos, pero también se debe sentir un poquito pelotudo cuando le pasan el archivito ese donde desliza que le encantaría estar abotonado con la presidente.
ResponderEliminarJuano
No, no es soberbio, simplemente le gusta corroborar sus argumentos mediante la transcripción de largos párrafos de sus obras anteriores, y nos cuenta lo tonta que es Sarlo y la academia por no tomarlo en serio, y nos dice que su obra no es inferior a la de Sartre jaja. Demasiado a menudo, el tipo es poco riguroso y se cree el ombligo del mundo, pero si uno "desmaleza" sus textos, tiene cosas interesantes. Es útil hacerse un esquema con Feinmann y luego complejizarlo con otros autores.
ResponderEliminarSaludos!
Feinmann molesta por egocéntrico. En un reportaje le pegaba a todos los próceres del periodismo republicano, pero salvó a Magadalena porque "es una genia. Siempre me hace reportajes" o algo así. Si uno logra desentenderse de eso, puede ser muy útil, en especial cuando habla de las épocas que vivió siendo joven, digamos 1965-1985. Cuando habla del primer peronismo y del kirchnerismo suele ser simplista: quien conoce algunas historias del autoritarismo del primer peronismo sabe que no todo era rosa en esa época, y que había razones perfectamente comprensibles para ser opositor, más allá de que yo considere que esos gobiernos, en el balance, fueron de lo mejor que tuvo el país. Y con el kirchnerismo enseguida sale a ondear banderas como "lucha contra la oligarquía", que a esta altura tal vez confundan más que ayudar (¿era la "oligarquía" la que llenó el Monumento a la Bandera con la 125, o había ahí otros actores que con la narrativa de la "oligarquía" se perdían de vista?).
ResponderEliminarSaludos
Muy de acuerdo Cine.. es así. Estoy leyendo sus dos libros sobre el peronismo y están buenos, siempre y cuando, claro, uno no se queda sólo con su versión.
ResponderEliminarOtro libro sobre historia criolla que estoy semi-leyendo es "La historia argentina, historia del país y de su gente", de María Sáenz Quesada, una historiadora radichetoide. Sirve para tener un pantallazo. La mina escribe en un estilo más académico/objetivo, pero es muy equilibrada. Me gusta leer a autores no peronistas que al mismo tiempo no sean gorilas (como Sebreli o Gambini, cuyos libros de historia no sirven, porque están llenos de pavadas y fanatismos).
El tema de alpargatas/libros, se ha convertido prácticamente en un mito, mito que parecería agotarse en el título.
ResponderEliminarSin embargo si se ahonda en la investigación de los años 46/55, puede observarse que las cosas no fueron tan así, es lo que surge de estos textos, cargados tal vez de una excesiva visión ideológica, pero útiles si uno sabe eludir esa cobertura:
http://www.edutecne.utn.edu.ar/uon-utn/05-uon-utn.pdf
http://www.rebelion.org/docs/130503.pdf
Gracias por los links Eduardo!! ¿Las cosas no fueron "tan así"? Y, es muy probable: Feinmann no suele ser el ejemplo máximo de rigor académico. Así y todo, su fragmento me sirvió para hacer una relación, un tanto tirada de los pelos quizá, con eso que dijo César González.
ResponderEliminarSaludos!!