Hay autores que nos hacen sentir que
la lectura es una de las formas de la felicidad: no es el caso de Kafka.
Hay obras en las cuales el acontecimiento, si está bien narrado - con ese arte de parecer sin arte que es tan necesario al estilo- le parece natural al lector. Pero hay otras, que son más raras, en las que es el personaje quien encuentra natural lo que le sucede, mientras que el lector se queda un poco perplejo, con cierta sensación de incertidumbre, de comprensión falsa. Eso es lo que hace que muchos hayan comparado las narraciones kafkianas con sórdidas pesadillas, aunque escritas en un estilo límpido y claro.
Hay obras en las cuales el acontecimiento, si está bien narrado - con ese arte de parecer sin arte que es tan necesario al estilo- le parece natural al lector. Pero hay otras, que son más raras, en las que es el personaje quien encuentra natural lo que le sucede, mientras que el lector se queda un poco perplejo, con cierta sensación de incertidumbre, de comprensión falsa. Eso es lo que hace que muchos hayan comparado las narraciones kafkianas con sórdidas pesadillas, aunque escritas en un estilo límpido y claro.
Y es que, al decir de Hanna
Arendt: “el alemán de Kafka es a la
infinita variedad de estilos lingüísticos posibles, lo mismo que el agua a la
infinita variedad de posibles bebidas”. Su modo transparente y natural de
redactar acontecimientos atroces, hace que la sensación de horror se
incremente.
Cuando miramos alguna escena de
películas como Chuky, el muñeco
diabólico, tenemos ganas de gritarle al protagonista, que está en peligro
mortal: “¡loco, encajále una patada a ese muñeco de mierda, que vuela con cuchillo
y todo! ¡No te quedes acostado que te va a matar!”. Pero claro, es una especie de pesadilla y en las pesadillas somos impotentes; queremos huir y nos tropezamos, o permanecemos en el mismo lugar, sin importar cuántos pasos hayamos dado. La diferencia entre Kafka y Chuky es que, en Kafka, el protagonista suele aceptar su destino casi sin oponer resistencia.
Según Borges, el Bartleby de Hermann Melville prefigura
a Kafka: el protagonista es un hombre oscuro que, en determinado momento, se
niega tenazmente a la acción, bajo el pretexto de que “preferiría no hacerlo”.
Si leen las Cartas de Kafka a
Felice Bauer, notarán que el tipo era muy parecido a su obra; veía
imposibilidades por todos lados: imposibilidad de casarse, imposibilidad de no
casarse, imposibilidad de vivir de la literatura, imposibilidad, imposibilidad…
- "¿Flaco, vos pretendés descubrir el agua caliente? Eso que estás diciendo lo sabe hasta Luis Majul".
- "Está bien, tenés razón. Te dejo para que leas El buitre que está buenísimo":
- "¿Flaco, vos pretendés descubrir el agua caliente? Eso que estás diciendo lo sabe hasta Luis Majul".
- "Está bien, tenés razón. Te dejo para que leas El buitre que está buenísimo":
EL BUITRE (FRANZ KAFKA)
Érase un buitre que me picoteaba
los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias; ahora picoteaba ya
directamente los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos
alrededor y luego proseguía su obra. Pasó un señor, nos miró un rato y me
preguntó por qué toleraba yo al buitre.
-Estoy indefenso –le dije-, vino
y empezó a picotearme, yo lo quise espantar y hasta pensé retorcerle el
pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara.
Preferí sacrificar los pies:
ahora están casi hechos pedazos.
-No se deje atormentar –dijo el
señor-, un tiro y el buitre se acabó.
-¿Le parece? –pregunté-, ¿quiere
encargarse usted del asunto?
-Encantado –dijo el señor-; no
tengo más que ir a casa a buscar el fusil, ¿puede usted esperar media hora más?
-No sé –le respondí, y por un
instante me quedé rígido de dolor; después añadí-: por favor, pruebe de todos
modos.
-Bueno –dijo el señor-, voy a
apurarme.
El buitre había escuchado
tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y
yo.
Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr
el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en
mi boca, profundamente.
Al caer de espaldas sentí, como
una liberación, que él bebía implacablemente la sangre que llenaba todas mis
profundidades y desbordaba todas las orillas.
La inminencia de una revelación que jamás se produce, diría el maestro ciego.
ResponderEliminarEs buenísima esa frase... creo que era la definición de "hecho estético". Muy bien ahí Cine, siempre con las citas justas!!
ResponderEliminarAbrazo!
Es la definición borgesiana de hecho artístico. Y la mía del tipo de "periodismo" que hace la revista Noticias.
ResponderEliminarJaja, ¡qué productos de mierda suele tener Perfil! Tendrían que sincerarse definitivamente, abandonar el periodismo y dedicarse a la industria pornográfica. Sería más honesto de su parte.
ResponderEliminarA propósito: los comentaristas de Perfil, si no son lo peor que existe en el país, deben pegar en el palo.