Hace poco me pintó volver a leer una excelente biografía sobre Baudelaire, escrita por Francois Porché y publicada originalmente en París en 1926. Acá la editó Taurus, allá por 1997. Aunque aunque ignoro si será un libro conseguible, yo lo compré hace unos seis o siete años, y en su momento me salió re barato: tan sólo 15 mangos.
Me gustó tanto o más que la biografía sobre Schopenhauer, de Rüdiger Safranski, lo que ya es decir bastante.
Julio Cortázar, quien leyó el libro en francés, escribió: “Porché logra un retrato espiritual y anecdótico en el que ninguna gazmoñería viene a empañar nuestro contacto con el desdichado Baudelaire”.
Hay un pasaje que describe el amor de Baudelaire hacia la madre que es precioso. Pero antes de citarlo contextualizo: el padre de Baudelaire se casó en segundas nupcias con una mujer 34 años menor, con la que tuvo al pequeño Charles. Su padre murió cuando el escritor tenía seis años, con lo cual quedó exclusivamente a cargo de su madre.
Dice Porché: “Cuando hablamos del amor de un niño, la palabra ‘niño’ nos engaña. Nada menos ‘infantil’ en la realidad. A menudo son los amores de los adultos los que son pueriles, o entremezclados con una cantidad de elementos ajenos al amor mismo. El niño tiene individualidad propia pero carece de personalidad social; para él, el amor-pasión existe, por así decirlo, al estado puro.
Para ese sentimiento exclusivo nada cuenta salvo su objeto. Éste acapara el alma entera.
Tal es el amor del pequeño Charles. Cualquier pena que hubiese experimentado a la muerte de su padre, ¿cómo no había de quedar encubierta en su corazón por la felicidad inmensa que de pronto lo colmaba? De ahora en adelante, su mamá le pertenecía a él solo. Ese tesoro de vivacidad tierna, esos cabellos perfumados, ese pecho suave y tibio, ahora eran suyos”.
Todo ese idilio amoroso infantil entrará en crisis cuando su madre se une en matrimonio con un apuesto militar, que le llevaba poco menos de seis años. Imagínense una chica joven que estuvo casada con un viejo 34 años mayor, que fue luego viuda y se enamora por vez primera de alguien fachero y de edad parecida.
Baudelaire, egoísta como casi todos los hijos y aún mucho peor, nunca aprobó la relación:
“Su madre lo ha traicionado. Ella se volverá a casar. ¡No, ese desastre no es posible! Y, sin embargo, llega. La ceremonia se realiza en noviembre de 1828. Todo ha terminado. La alegría, esa plenitud entrevista un instante, se borra para siempre de la vida de Baudelaire. Entiéndanme bien: para siempre. Fue la hora, ¡y qué rápido había sonado!, que en su destino, algún pájaro siniestro, semejante al cuervo de Edgar Poe, batió sus alas y dijo: Nevermore.
(…) No tiene más de treinta y cuatro años. ¿Habría debido sacrificarse tan joven para consagrarse exclusivamente a su hijo? Así lo creyó Baudelaire y no cesó de repetirlo hasta su muerte. Sobre este punto, su opinión no varió nunca, del mismo modo que el tono de sus reproches, de una amargura incurable”.
Su padrastro, el comandante Aupick, no era mal tipo: trató de cuidar de su hijastro y enderezarlo. Lo hacía levantar en invierno, a las cinco y media de la mañana, para que disciplinara su cuerpo y alma. ¿Resultado? Más bronca le tuvo Baudealaire.
Cuando fue mayor de edad, el futuro autor de Las flores del mal decidió consagrarse a las letras, que sigue siendo una tarea que difícilmente esté relacionada con la facilidad para ganar dinero.
El hijastro de Aupick escribió epitafios como el siguiente:
"Yace aquí quien por haber amado demasiado a las zorras,
Descendió joven aún al reino de los topos".
O también estos versos:
"Una noche que estaba junto a una espantosa judía,
Como a lo largo de un cadáver, un cadáver tendido...".
Porché relata, maravillosamente bien, su relación con otros escritores, y sus amores con la "Venus negra", la mulata Jeanne Duval. Parece que la mina lo engañaba con el peluquero y todo tipo de gente "de baja estofa". Más allá de sus infidelidades, una de las cosas que Baudelaire no soportaba de Jeanne era que:
"(...) no lo admira, que arrojaría sus manuscritos al fuego si eso le reportara más dinero que hacerlos publicar. En efecto, para Jeanne su amante es un fracasado. Y hay días en que se lo dice, cuando a su turno ella también se cansa de ese continuo apuro de dinero que no le permite ni siquiera comprarse los trapos que le gustan".
Además de por hacerlo un poquito cornudo, Jeanne Duval no era una concubina muy deseable: no se podía conversar sobre ningún tema interesante, le envenenó un gato al que Baudelaire quería mucho, le traía perros porque sabía que le hacían daño a la salud...
Pero no quiero seguir citando fragmentos del libro. Si lo encuentran, "LEANLÓN"!!
Pinta interesante...
ResponderEliminarEs una biografía excelente... a mí me encantó.
ResponderEliminarSaludos
Aburrriiiiiido. Prefiero la tele.
ResponderEliminarTe recomiendo leer a Baudelaire, es realmente un capo. Si preferís la tele no te hagas drama.
ResponderEliminarSaludos!!