“Si no trabajás, te morís de hambre. Si trabajás, te volvés loco.
¿Cuántos trabajos satisfacen el hambre, los sueños y, al mismo tiempo, dan
espacio a sonreír durante y después? Tan pocos como para que la humanidad
entera esté chiflada. Y para que los pocos que tienen aquello duerman mal con
los murmullos de los que nunca duermen”, nos dice Andrea Stefanoni. ¿Cómo
hacer para vivir de la literatura? “Lo
logran dos de un millón: uno, poco antes de morir”.
También uno quisiera escribir, en
orgullosa soledad, libros que encierran la violencia de una patada del Flaco
Schiavi.
Y nadie te apunta con una pistola
en la cabeza para que escribas, para que te metas en ese laberinto en donde
pocas veces existe una salida. Y uno escribe porque no desea morirse, o porque
desea que lo quieran, o para seducir una chica o para tratar de evitar el tener que permanecer durante
horas y horas en un trabajo rutinario, pleno de sinsentido. La literatura,
amigos, nace también del miedo y de la pereza.
¿Conocen ustedes a personas que
disfrazan su pereza de marxismo? Yo sí. Es más, a veces creo que soy esas
personas.
Aunque, como diría Bolaño: “¿Qué hace un político en la cárcel? ¿Qué
hace un abogado en el hospital? Cualquier cosa, menos trabajar. ¿Qué hace, en
cambio, un escritor en la cárcel y en el hospital? Trabaja. En ocasiones
incluso, trabaja mucho. Y no digamos los poetas”.
En fin, la cuestión es que
terminé de leer Tiene que ver con la
furia, de Andrea Stefanoni y Luis Mey. Muy lindo libro del que no quiero
seguir hablando, porque lo pueden comprar, leer y juzgar por ustedes mismos.
Este jueves a las 19 hs, voy a ir a la presentación del libro, que será en Avenida Santa Fe 1860. Si alguno quiere venir, acompañarme, invitarme una cerveza con maníes, comprarme un libro caro aprovechando que está en la librería o darme un re abrazo (?), está invitado.
Por último y para quien guste de escribir, acá van algunos consejos de Abelardo
Castillo:
- Nunca adjetives en orden decreciente, nunca
digas: “Era una montaña titánica, enorme, alta”. Si no te das cuenta por qué,
nadie puede ayudarte. Si adjetivaste en la dirección correcta tampoco te creas
un gran estilista. Tal vez buscaba el último adjetivo y te olvidaste de borrar
los otros dos.
- Podrás corregir tus textos o no corregirlos.
Tolstoi escribió siete veces Guerra y paz; Stendhal terminó La
Cartuja de Parma en cincuenta y dos días. El único problema es cómo se
las arregla uno para ser Tolstoi o Stendhal.
- No confundas imaginar con combinar. La
imaginación es una locura lúcida. La combinatoria sirve para elegir corbatas.
- “El lenguaje fastuoso; no un lujo sino una
necesidad” (León Bloy). Lo que León Bloy quería decir con esto es muy sencillo.
Cuando se escribe para convencer, como escribía él, la elocuencia es casi un
deber moral. La mayor verdad del mundo, mal dicha, parece una estupidez. Por
ejemplo, uno puede decir que una flor es más bonita que un rey, o puede decir:
“Mirad los lirios del campo, ni Salomón, en toda su grandeza…”, etcétera. Si se
quiere propagar el Cristianismo, la segunda versión es la correcta.
- Ninguna historia cuenta una sola historia, ni en
los libros ni en la vida. Pero, sobre todo en la literatura, si la historia
subterránea no es en cierto modo la esencial no hay obra de ficción.
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