La semana pasada había terminado de leer Los Abandonados; y hoy, en
pocas horas, me devoré otro muy buen libro de Luis Mey: Las garras del niño inútil. En ciertos aspectos me recordó el
argumento de La senda del perdedor, de
Charles Bukowski. Las similitudes son bastante ostensibles: tanto Maxi como
Henry Chinaski comparten una visión desencantada de la familia y del barrio en
el que nacieron; y además hay un narrador que, usando la tercera persona, nos
cuenta aspectos de su infancia, adolescencia y juventud en “las garras” de un
padre alcohólico y brutal, y de una madre cómplice.
Tenía ganas de escribir una
reseña crítica de ambos libros, pero me decidí por dejarles una entrevista con
el autor, a propósito de Los Abandonados:
¿Cómo fue que empezaste a escribir?
Escribiendo. Alguien me dijo que
podía hacerlo aunque nunca lo había hecho, a los quince. Y si alguien me dijo
que podía, entonces podía. Debe ser así para todos en algún momento de su vida
con algo fundamental: una mentira como impulso.
¿Qué escritores te influenciaron, directa o indirectamente, para
escribir “Los abandonados”?
Fante, Bukowski, Ciorán, Vallejo,
un pibe de mi barrio y Woody Allen.
¿Cómo es tu relación con otros escritores? ¿Percibís mucha soberbia,
egoísmo y/o envidia, o sos de llevarte bien con "el gremio"?
Es una relación formal, cariñosa
en ciertos aspectos, de admiración y empuje. No percibo mucha soberbia ni nada
porque no estoy en contacto con casi ninguno. Claudia Piñeiro, Leonardo Oyola,
Leopoldo Brizuela: gente como esa es gente fabulosa. Buena gente. Brillantes y
trabajadores y muy generosos. El resto, no lo sé. No tiene mucho sentido eso
del ambiente. No me gusta como no me gusta casi ningún ambiente.
Me gustó tu libro, me lo leí en dos o tres tirones, no me resultó nada
aburrido. Mientras lo leía, recordé una frase que se le atribuye a Adorno (cito
de memoria, puede fallar): “serás amado el día en que puedas demostrar
debilidad, sin que el otro se aproveche para reafirmar su fuerza”. En los
personajes de tu libro, resalta la falta de capacidad de amar: el protagonista
tiene actitudes egoístas, inmaduras, desesperadas… Es como si al percibir
sangre, se lanzara sobre su presa como un tiburón hambriento.
Es que así nos comportamos todos.
Sin excepción: sólo que alguno tiene algún argumento que lo sostiene. Aún así,
con argumentos, no es más que retórica: somos una plaga de langostas, como dijo
Hawkins. Los personajes de Los abandonados, por hablar del caso, solamente se
pierden la idea de que están abandonados de sí mismos, no por nadie. Todo pasa
por uno, eso quise decir. Que nadie fue más lastimado de lo que se dejó
lastimar. Y así con todo.
También me gustó la cita que pusiste de Ciorán: “hay seres a quienes
vivimos tan intensamente en nosotros, que su existencia externa se hace
superflua y volver a encontrarlos resulta una sorpresa desagradable”. Ocurre a
menudo que no toleramos la visión de personas que tengan casi los mismos
defectos que nos molestan en nosotros mismos. ¿No te parece? Y más si esos
defectos están magnificados.
Por supuesto que no lo toleramos.
La idea de magnificar el defecto, en el caso de la novela, solamente es un
artificio de escritura: todo tiene que ser magnificado. No en grande y ancho ni
nada fálico: sino con la costura de la narrativa. Muy sutilmente, una historia
tiene que estar magnificada en el sentido de contada con la audacia de la
gracia y la tragedia. Así encontramos que mil veces la misma historia puede ser
retomada por un mejor narrador o con una época o contexto de audiencia más
avispada o medios menos influyentes porque, también, creo firmemente que los
medios de comunicación quieren ser los dueños de la narrativa, quieren ser los
dueños del proceso del cuento, quieren vender el relato del día como si se
tratara de un relato reproducible a libro o película. quieren contar noticias
como películas: eso. Y, volviendo a la idea del defecto, creo que lo que más
une a dos personas enamoradas es la minimización del defecto: odiarlo generaría
lo contrario.
Si te fueras a vivir dos meses a una isla con electricidad pero sin
conexión a internet: ¿qué diez discos, diez dvd’s y diez libros te llevarías?
No me llevo nada. Lo juro.
Encontraría la manera de no arrastrar nada que no sea útil. Cambio las treinta
propuestas por una Victorinox.
Hablános de tu último libro.
Es pura satisfacción. Que cada
persona que lo leyó nos diga -a mí y a Andrea Stefanoni, coescritora- que le
gustó mucho, que citen partes y se saquen fotos con él, solamente me genera la
pasión sobre la misión cumplida. Pudimos colocar y sostener y equilibrar,
batido todo, y ordenada y sorpresivamente
al mismo tiempo cada elemento. Una historia de amor moderna, sin
anticipo de final feliz, con ese matiz de lo real, de lo que no te puedo
contar, de lo que no podés leer hasta que lo leas, como si no lo pudieras
contar hasta que lo vivas. Pudimos hacer reír, reírnos nosotros mismos. Hacer
de cada página un cuento de la vida de Sofía o de la vida de Luciano. Que cada
cuento sea un todo. Hacer EL GRAN PEZ de las novelas urbanas. Esa idea me
gusta: el gran pez de la novela urbana. Te puedo hablar horas, pero mejor
omitamos hablar demasiado hasta que cada cual opine lo que quiera. A mí me
gustó mucho: y odio casi todo lo que hago. Así que... hablo desde ahí.
Reflexión final, a modo de confesión:
Como dije en el post anterior, no
soy un lector muy asiduo de la obra de Bukowski. Luego de leer por primera vez a
Mey, decidí seguir sus recomendaciones: me compré un libro de Fante -Espera a la primavera, Bandini- y otro de
Bukowski. ¿Saben qué? Los estoy leyendo, y no me arrepiento para nada. Haber
leído a Mey fue una influencia positiva para mí, porque me liberó todavía más
como para seguir corrigiendo y ampliando los cuentos y novelas que tengo en el
disco rígido y que -por pudor, cobardía y/o excesiva autoexigencia- no me animo a publicar.
En Derivas de la pesada, un texto muy polémico, el escritor chileno Roberto
Bolaño nos dice que la literatura argentina actual ha dado lugar a tres
“reacciones antiborgeanas”, representadas por los herederos de Osvaldo Soriano,
Roberto Arlt y Osvaldo Lamborghini. El tipo concluye su artículo así:
“Corolario. Hay que releer a Borges otra vez”.
Cito dos fragmentos
significativos, no sin antes recomendarles que lean el artículo de Bolaño, que
es muy divertido:
SOBRE LA HERENCIA DE SORIANO: “Con Soriano hay que tener el cerebro lleno de materia fecal
para pensar que a partir de allí se pueda fundar una rama literaria (…) No
quiero decir que Soriano sea malo. Ya lo he dicho: es bueno, es divertido, es,
básicamente, un autor de novelas policiales o vagamente policiales, cuya
principal virtud, alabada con largueza por la crítica española, siempre tan
perspicaz, fue su parquedad a la hora de adjetivar, parquedad que por otra
parte perdió a partir de su cuarto o quinto libro. No es mucho para iniciar una
escuela”.
SOBRE LA HERENCIA DE ARLT: “La literatura de Arlt, considerada como armario o subterráneo,
está bien. Considerada como salón de la casa es una broma macabra. Considerada
como cocina, nos promete el envenenamiento. Considerada como lavabo nos acabará
produciendo sarna. Considerada como biblioteca es una garantía de la
destrucción de la literatura.
O lo que es lo mismo: la literatura de la pesada tiene que existir,
pero si sólo existe ella, la literatura se acaba. Como la literatura
solipsista, tan en boga en Europa, hoy que el joven Henry James vuelve a
cabalgas a sus anchas. Una literatura del yo, de la subjetividad extrema, claro
que tiene que existir y debe existir. Pero si sólo existieran literatos
solipsistas toda la literatura terminaría convirtiéndose en un servicio militar
obligatorio del mini-yo o en un río de autobiografías, de libros de memorias,
de diarios personales, que no tardaría en devenir cloaca, y la literatura
también entonces dejaría de existir. Porque,
¿a quién demonios le interesan las idas y venidas sentimentales de un
profesor? ¿Quién puede decir, sin mentir como un verraco, que es más
interesante el día a día de un triste profesor madrileño, por muy atildado que
sea, que las pesadillas y los sueños y las ambiciones del insigne y ridículo
Carlos Argentino Daneri? Nadie con tres dedos de frente. Ojo: no tengo nada en
contra de las autobiografías, siempre y cuando el que la escriba tenga un pene
en erección de treinta centímetros. Siempre y cuando la escritora haya sido una
puta y a la vejez sea moderadamente rica (…).
Más allá de Bolaño, creo que uno
debe escribir lo que siente y lo que puede, sin darle tanta pelota al superyó
literario que nos dice una y otra vez lo que debemos hacer. Es más, cada tanto me hago a mí mismo la
siguiente recomendación: a) felizmente no nos debemos a una tradición, podemos
aspirar a todas (Borges dixit); b) no le des pelota al policía literario que hay en tu interior, porque la idea de gran literatura te impide escribir, y muchas veces hace que no escribas más ni mejor, sino que SEAS ESCRITO por los otros. No es sólo que uno tiene que esperar a tener algo que decir para decirlo, sino que en realidad aprende lo que tiene para decir mientras lo dice. En cierto modo, la escritura se origina en una carencia, por eso uno escribe no tanto acerca de temas que domina, sino más bien acerca de temas que nunca termina por resolver de modo satisfactorio: el amor, la soledad, la tristeza, la impotencia, el deseo, los celos... Y todo ha sido dicho ya, pero como nadie escucha, hay que volverlo a decir.
Para seguir leyendo:
Eso ¿qué espera para sentarse a escribir en vez de buscar excusas? Mire que los 30, o los 40, o lo que fuere, llegan enseguida, mientras uno sigue ahí, sepultado entre sus proyectos.
ResponderEliminarSalu2
Estimado Cine, soy cobarde y perezoso. Tengo que trabajar más en ambos defectos. Estoy intentándolo jaja.
ResponderEliminarAbrazo!
pasé por acá. Me gustó tu articulo. Pienso como tu otro yo: que tenés que escribir y publicar.
ResponderEliminarMuchas gracias che... igual no me quita el sueño publicar o no publicar. Abrazo!
EliminarPD: ahora tengo otro blog, aunque está bastante descuidado: rodrigoestudiaderecho.blogspot.com