Muchos sienten que el país, tal como es, no debería existir; y tal como existe, no debería ser. Me da la impresión de que para
Jorge Lanata, un pueblo que no reconoce que él es un genio, es un pueblo sin cultura.
Axioma evidente: Lanata hace menos periodismo que política, y su discurso político se basa en desacreditar a la clase política y en hacer oposición. ¿Crítica? No, OPOSICIÓN Y LOBBY.
Sólo se puede
comparar a Moreno con López Rega -como hizo el amigo Jorge- si uno es un ignorante, un mala leche o está bajo los efectos de
la emoción violenta causada por un antikirchnerismo rabioso.
Las comparaciones verticales, casi siempre desembocan en el
cualunquismo, de modo tal que uno deja
de entender quién fue López Rega y qué función cumple hoy Guillermo Moreno. Casi
como asemejar a Chaplín y Hitler porque ambos usaron un bigote diminuto, nacieron en Europa y vivieron durante la
Segunda Guerra Mundial. ¿En qué se basa Lanata para emitir semejante juicio? En
su ego, o en su mala leche. Entiéndaseme bien: estoy argumentando por el absurdo, es evidente que Moreno no es ningún bebe de pecho...
Admito que Lanata nunca me cayó
del todo bien. Me parece un tipo inteligente y bastante culto, pero creo que es
mucho menos inteligente y culto de lo que él mismo se cree. Me cae mal su
soberbia, y sobre todo su tendencia a remplazar el auténtico periodismo político por el show, el insulto, la chicana y la argumentación ad hominem. En definitiva, me ocurre algo no muy distinto de lo que describe Abel en el siguiente post:
Reconozco que el tipo es muy
laburador, que se hizo de abajo –nació o se crió en Sarandí, cerca de donde
vivo yo- y, como se cree un groso, su autopercepción lo impulsa a “hacer cosas”.
Yo, en cambio, soy mucho más quedado: tiendo a no emprender muchas cosas por miedo a
fracasar. Lanata es capaz de escribir un libro sobre física cuántica y recomendárselo
a un Premio Nobel de Física. Le chupa todo un huevo. En ese sentido lo envidio, porque el tipo tiene un ego a toda prueba. Nobleza obliga: no cualquiera tiene la confianza en sí mismo y la iniciativa para fundar un diario con tan sólo 26 años.
Por otra parte, entiendo que “ser
aburrido” en televisión es un pecado mortal, que el rating es necesario para la
subsistencia de cualquier programa que se emita en la televisión abierta, y
demás etcéteras. Como bien sugirió Bourdieu en Sobre la televisión, la estructura
televisiva no favorece la discusión política profunda. Lanata lo sabe bien, por
eso cuando hacía Día D confesó –palabras más palabras menos- que estuvo de
acuerdo en rajar a Verbitsky porque sus informes, llenos de datos certeros y de
reflexión POLÍTICA, eran un embole.
Es así: el tipo rajó a uno de sus
periodistas más sólidos para que “la gente” no
se aburriera. Una buena solución podría ser que Jésica Cirio leyera en
pelotas un informe sobre YPF, con dos elefantes africanos a los costados haciendo
malabares con la trompa, y flashes de Messi haciendo jueguitos con una naranja.
Costaría plata, pero creo que la gente vería el programa. ¿Atendería lo que
dice el informe sobre YPF? Es lo de menos boludo, es televisión.
En fin, también me molesta que algunos
trasnochados crean que mi inquina contra Lanata se debe a que soy una especie
de “ultra k” a quien le molesta que el gran Jorge le “moje la oreja”. Para
serles sincero, no me considero un ultra k ni un soldado ni nada que se le
parezca. Tampoco pretendo “defender lo indefendible”. Ni gobierno ni soy
corrupto ni le robé la plata a nadie...
Simplemente creo que la
proliferación de críticas lúcidas y bien fundadas, así como también de
investigaciones periodísticas serias, constituye un aporte muy necesario y
bienvenido para este o cualquier gobierno, y para esta o cualquier otra
oposición.
Vale decir: prefiero un informe
periodístico detallado y preciso –¡en lo posible sin sensacionalismo barato!- sobre,
por ejemplo, la “tragedia anunciada” de TBA en lugar de la pavada sobre los
twitteros k truchos. Hecha esta aclaración seguramente innecesaria, empiezo a
argumentar.
EL DISCURSO LANATIANO ANTES Y DURANTE
LA CRISIS DE 2001
Hasta la década del noventa y
pese a su carácter comercial, la televisión argentina era gratuita, luego los
argentinos comenzamos a pagar por la televisión, como también por la educación
y la salud.
Con Menem y su troupe,
desaparecieron casi por completo los programas de periodismo político. En el
nuevo imaginario cultural, la seriedad y la tristeza se constituyeron como
parte del pasado, y la farándula estrechaba lazos con la política.
Varios programas ponían en escena
la vida privada de los políticos, las gambas de María Julia, a Menem jugando al
básquet y al golf, o al riojano bailando con una odalisca… Las pocas críticas
que se hicieron a este nuevo estilo político se plasmaron en unos videos que
difundió la revista Noticias titulado Las
patas de la mentira, en el cual a través de los discursos fallidos de
políticos y funcionarios se pretendía dar cuenta del nivel de expoliación y
corrupción existente en el Estado y en la sociedad argentina.
“Hasta 1996, la televisión no hizo más que hablar de sí misma, como una
exaltación de un país que se iba empobreciendo, pero legitimado en un discurso
de ficción para sus clases medias y altas, aquellas que el modelo económico no
hacía más que favorecer” (Ana Wortman, en adelante A.W.)
Se trataba de un fenómeno
bastante global. Los sociólogos británicos Morley y Silverstone, en relación con el thatcherismo inglés,
hablaban de “farandulización” de la política y la cultura.
Un ejemplo puede ser la aparición
del difundido aviso “Llame ya”, espacio de publicidad de productos importados
que ocupaba varios minutos en pantalla, promocionando el emblema del consumo de
productos inútiles, típicos de un estilo de vida yanquilandia, junto con otros
de carácter más suntuosos, donde se escenificaban los beneficios y los cambios
en la vida de las personas a partir de su adquisición.
Fue la época del apogeo de
Tinelli y Pergolini, este último exponente de la televisión juvenil, de tono
sarcástico y cínico. En épocas donde estaba de moda ser medio pelotudo, surge
“Caiga quien caiga”, donde los políticos eran tomados en joda, representados
como sujetos irracionales y corruptos.
Ya desde el año 2000, y en el
marco de una híper-recesión, empezaron a aparecer en televisión abierta
diversos programas periodísticos.
Si leemos a Pierre Bourdieu,
parece que estuviera pensando en Jorgito Lanata cuando escribe sobre la
tendencia, tanto en Europa como en Estados Unidos –y en América latina, agrego
yo- de “sacrificar cada vez más el editorialista
y el reportero-investigador al animador-bufón; la información, el análisis, la
entrevista profunda, la discusión de especialistas y el reportaje a la mera
diversión y, en especial, a los chismorreos insignificantes de los falsos
debates entre interlocutores adictos e intercambiables”.Por otra parte, la visión
deshistorizada y deshistorizante de la realidad que predomina en los medios
masivos, junto con la preocupación primordial por el entretenimiento, el
sensacionalismo barato o la proliferación de imágenes violentas –que tienden a
asociar pobreza a violencia, por caso- termina por favorecer una “filosofía pesimista de la historia que
estimula más el retraimiento y la resignación que la rebelión y la indignación,
y que lejos de movilizar y politizar sólo puede contribuir a aumentar los
temores xenófobos, de la misma manera que la ilusión de que la delincuencia y
la violencia no dejan de aumentar favorece las ansiedades y las fobias por la
‘seguridad’”.
Para no irme más por las ramas,
paso directamente a Lanata:
En su Construcción imaginaria de
la desigualdad social, Ana Wortman analizó “Detrás de las noticias”, el
programa que salía de lunes a viernes de 21 a 22hs y que era conducido por
Jorge Lanata. El período de análisis corresponde al antes, durante y después de
la huida en helicóptero de De la Rúa y la crisis de 2001.
Según Wortman, en las aperturas,
Lanata “describe la hipocresía, la corrupción e inclusive el consumo de drogas
de buena calidad por parte de los funcionarios políticos”. También establece
guiños, juegos de palabras y chistes cómplices con el espectador, por lo cual
interrumpe habitualmente los informes con alguna gansada.
Una buena sección era el “Desfile
de modelos”, auspiciado por Carrefour, que iba los viernes y mostraba a
ciudadanos sin filiación política partidaria –el dato es clave, porque Lanata
mira a los políticos con suma desconfianza-
que realizan tareas solidarias.
“El 4 de diciembre de 2001, ante una discusión sobre la conveniencia de
dejar caer a los bancos o no, Marcelo Zlotogwiazda, el economista del programa
de Lanata, dice que otra alternativa es la total estatización de la banca, pero
que eso implica otra ideología, otro proyecto, otro modelo de país. Lanata le
responde ‘el último que estatizó todos los bancos fue la URSS y así le fue, la
gente estuvo 50 años pidiendo McDonald’s’”. (A. W.)
Lanata suele mirar con malos ojos
todo lo que provenga del Estado, por algo se definió más de una vez como “liberal
de izquierda”. Su tendencia es a asemejar “intervención del Estado” con “corrupción”
o “estalinismo”. Por caso, una perla
cínica en relación al socialismo soviético, nos dice Wortman, “se pone en
pantalla en el programa del 5 de diciembre, cuando Lanata dice: ‘ya empezaron a
patinar, ya empezaron a retroceder. Ahora para salir a cualquier lugar del país
como Moscú o San Petersburgo se pueden llevar 10.000 pesos’”.
Según Wortman, y mucho antes de
que tuviésemos noticia de quién era Kirchner: “Esta metáfora parece más lógica en el programa
“Después de hora” (el de Hadad), en el marco del imaginario de derecha
neoliberal que atraviesa sus afirmaciones, pero nos preguntamos qué significa
en el programa “Detrás de las noticias”. ¿Por qué esta insistencia en explicar
lo inexplicable en el marco de posicionamientos que no hacen más que confundir
a la gente?”.
Vale decir: tanto en el programa
de Lanata como en el de Hadad, aún siendo pretendidamente antagónicos desde el
punto de vista ideológico, se trata de corroer las figuras políticas. De modo
sutil pero firme, se comienza a cuestionar si es golpista pretender que De la
Rúa se vaya.
El 6 de diciembre, al estar
ausente Lanata, el programa es conducido por Adrián Paenza, quien se pregunta “¿es
golpista preguntarse si De la Rúa va a seguir? (…) Acá falta conducción y no
estoy siendo golpista ni nada, pero acá falta conducción”. A. W. reflexiona: “es evidente que el presidente no tenía autonomía en un contexto
político-económico como el que se vive a partir de un modelo de acumulación
capitalista fundado en la primera parte de este trabajo. No se explica el
problema centrándolo en la idea de ‘falta de conducción’. ¿Por qué los
periodistas no informaban acerca de las verdaderas causas de la crisis
económica? Parafraseando a Bourdieu, nuevamente el periodismo apunta a lo
visible y no a desentrañar la trama de poder. (…)
Se construye un discurso en el
cual lo que se ve es la realidad existente –‘no se puede sacar efectivo’, y
esto naturalmente nos afecta en nuestra vida cotidiana –pero no se establecen
vínculos ni relaciones. Si ellos saben qué pasa, no explican 'al vulgo’ las
causas estructurales".
El análisis de Wortman sobre el
programa de Hadad y otros medios masivos, guarda ciertas coincidencias con la
frase de Lanata, quien hace un tiempo se
preocupaba porque “en el exterior se nos cagan de risa”. Me explico con
Wortman:
“Así como los medios comenzaron a
construir y convalidar la idea de amplios sectores de la oposición
gubernamental de que el presidente era débil e ineficiente, también colaboraron
en la construcción del ya famoso y vago ‘que se vayan todos’. Un fuerte e
insistente discurso antipolítico, fundado en la desconfianza y en el sentido
común acerca de cierta corrupción casi innata a los políticos como consecuencia
del financiamiento de la política, tema repetido hasta el cansancio por la
derecha, acompañó el año 2002. Si la sociedad o al menos una parte importante
de ella creía que los políticos eran
todos corruptos, los medios no reflexionaban, actuaban con sentido práctico,
convalidaban el sentido común. Aunque, obviamente, aparentando representar al
sentido común, en la realidad se apoyaban en la mirada externa: el poder
económico sobre el sistema político para criticarlo. Los empresarios, “los
inversores”, la CNN internacional, el FMI estaban en primer lugar; en
definitiva, el ‘como nos ven’ constituye el fundamento primero para
deslegitimar el sistema político. Estos siempre tienen razón, o al menos nunca
se duda de la veracidad de sus afirmaciones o sus presupuestos. Por el
contrario, el problema de la deuda externa sería responsabilidad de todos y
todos podríamos hacer un esfuerzo para pagar. Un modo de resolver la crisis
económica, que para Hadad se funda en el modo en que se financia la política,
lo llev a decir, desde la moral y un lugar autoritario, ‘yo haría un aporte
patriótico para pagar la deuda, si un millón de personas ponemos 1.400 dólares,
resolvemos el próximo vencimiento’. Apelando a la idea de igual
responsabilidad, todos somos culpables, pero sin explicar nunca cómo se generó
la deuda”.
Más adelante posteo la segunda y última parte, ya que el post me está quedando demasiado extenso. Con esto trataré de terminar con el análisis de los programas de Lanata, al menos por el momento. Ocuparse de alguien a quien mucho no respeto, no me suma demasiado.