martes, 29 de mayo de 2012

CURIOSEANDO EN EL ATENEO GRAND SPLENDID: “LOS ABANDONADOS”, DE LUIS MEY.


“¡Dios, qué linda mina, y justo está mirando los estantes del mismo título que me acabo de llevar!”. No iba a ser el mismo título, sino el mismo autor.

Ayer a la tarde pasé por el Ateneo Grand Splendid –posiblemente una de las librerías más hermosas del mundo- y me terminé comprando dos libros del escritor argentino y librero Luis Mey: “Los abandonados” y “Las garras del niño inútil”.

Miró en derredor y comenzó a caminar hacia donde estaba yo. Apenas la vi, me costó muchísimo sacarle los ojos de encima: era muy linda, usaba anteojos de marco marrón oscuro, que le daban cierto look intelectual, onda personaje de Thora Birch en “Ghost World”. La mina -tendría entre veintipico y treinta- estaba vestida con cierto estilo hippie-chic/estudiante/profesora joven de filosofía y letras de la UBA que me pareció maravilloso. Me acerqué y le dije que acababa de comprar “Las garras del niño inútil”, pero que como no conocía la obra de Luis Mey, necesitaba su recomendación (?)

Ella estaba interesada en "Los abandonados". ¡La concha de mi vida, me acabo de comprar el título equivocado!".

Me miró con unos ojos que me parecieron verdosos, y me respondió: “lo quiero comprar porque leí críticas muy buenas; pero aún no leí nada de Mey. Sé que es librero y que trabaja acá”.

Me pareció tan bonita que -inmediatamente después de haber iniciado la conversación- me petrifiqué, me quedé sin nafta... Le señalé la bolsa transparente, donde se dejaba entrever la tapa verde de “Las garras del niño inútil” y me alejé como un pelotudo, en dirección a las mesas del fondo, para tomarme un café y leer.

Me senté a metros de donde estaba Valeria Bertucceli con el hijito, que se quejaba porque estaba aburrido y quería irse a su casa. La madre le decía que estaba por llegar papá, que enseguida se iban. Al toque llegó Vicentico, en joguineta, como recién levantado de la siesta.

Cuando vino el mozo le pedí un cortado chico, que le quise pagar en el momento. Su nuca me dijo que eran "dieciséis pesos". Mientras me cobraba, advertí que el origen de su ansiedad consistía en que estaba juntando coraje para pedirle una foto al matrimonio de famosos. Vicentico y Valeria pusieron cara de circunstancia, se sacaron la foto, pagaron y se fueron casi corriendo.

Al rato veo que la mina que me gustaba se sienta, más o menos, cerca mío. ¿Por qué? Porque era uno de los pocos lugares libres. ¿Por qué otra cosa iba a ser? Pensé en decirle que se siente conmigo, así leíamos juntos al mismo autor: ella mi libro y yo el suyo. ¡Un chamuyo de mierda! No me animé. Al rato conté la plata y vi que me alcanzaba para comprar el otro libro.  La hermosura hippie-chic también se puso a leer, aunque de a ratos consultaba su celular.

Dejé las cosas sobre la mesa y fui a buscar lo mismo que "mi amada": Los abandonados. Como estaba cerca, manoteé también La alemana, del escritor uruguayo Gustavo Escanlar, libro que leí por la mitad y me pareció más que interesante pero que por falta de guita no llevé. Mientras tanto veo que un viejo de traje -¿el padre, el tío, el jefe?- se sienta con Thora Birch. "Uh, ya fue". Decido irme, no sin antes comprar el otro libro de Mey.


Hoy lo terminé de leer: está escrito en un lenguaje bastante descarnado, incluso "sucio". Si tienen ganas de ponerle una etiqueta -¡pero no,  las etiquetas son buenas para los vinos!- dentro de nuestro cánon, digamos que está más del lado de Arlt y Lamborghini que de Borges.

La trama te atrapa -y tres tristes tigres comen trigo en un trigal- te va llevando; aunque en lo personal no soy de leer ese tipo de obras. Lo más parecido que leí en ese estilo sería, salvando las diferencias, Trópico de cáncer de Henry Miller; o los Diarios de Anais Nin. Miller me gusta, en cambio Bukowski nunca me interesó demasiado.

Más adelante postearé una reseña breve de ambos libros. Mey parece un tipo piola, sensible, y nunca viene mal leer a escritores argentinos contemporáneos.

4 comentarios:

  1. O sea que te compraste dos libros de un autor que no te gusta mucho, pagaste un cortado $16 pesos, y te quedaste sin poder avanzarle a la mina. Frustración.

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  2. Jaja, con la mina nunca tuve muchas esperanzas, aunque no hubiese estado mal haberme puesto las luces para conseguir su teléfono.
    Me gustaron los libros de Mey, aunque al último todavía no lo terminé de leer. También me compré, en Kel, el "Ulysses" de Joyce en inglés. El libro de Joyce es un quilombo, tiene muchísimo vocabulario y juegos de palabras y alusiones literarias y la puta madre que lo parió!!! Pero es maravilloso.

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  3. Yo no leería el Ulises ni aunque me cuelguen con dos broches de las pelotas y me dejen secar al sol. Me imagino que ese libro, dado el bendito trabajo con el lenguaje, sólo tiene sentido en inglés. O sea, los que tanto rompen las pelotas con el Ulises, mejor que lo lean en inglés, o al menos en una edición bilingue. Si no no tiene mucho sentido. Pero bué...que se yo.

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  4. El placer de leer a Joyce se basa, en cierta forma, en "haberlo entendido". Hay cierto regodeo "intelectualoso" o un riesgo snob en su lectura. Pero si le ponés onda, realmente se disfruta. A veces parece que nos estuviera cargando. El mismo Joyce lo dijo: "I've put in so many enigmas and puzzles that it will keep the professors busy for centuries arguing over what I meant, and that's the only way of insuring one's immortality". No es un texto que se disfrute al toque. No es una mina que la mirás y está buena... es una mina interesante de la que te enamorás cuando crecés, con el tiempo, aunque es una mina que a veces se pone pesada.

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