Me pareció interesante hacer “revisionismo histórico” con
una entrevista que Alejandro Kaufman le dio a Página 12, publicada el lunes 28
de enero de 2002. Les copio y pego la entrevista:
“Uno no constituye una
acción política por los ahorros”
Lejos del entusiasmo por los cacerolazos, ve un capricho
donde otros leen una toma de conciencia. Critica el consumismo y la complicidad
con los que prometieron acercarse a Miami a costa del sufrimiento y la
marginación de otros. Una crítica dura que hace pensar.
Por María Moreno
–¿Qué opina del entusiasmo del italiano Paolo Virno ante los
cacerolazos en Argentina? ¿Comparte su entusiasmo ante el surgimiento de la
“multitud” en desobediencia civil?
–Cuando Virno percibe algo positivo en lo que está pasando
en la Argentina, vía cacerolazos, está hablando desde sociedades que tienen
derechos civiles, instituciones fuertes y una cultura de la integración. En la
Argentina las instituciones realmente consistentes, es decir que se sustentan
sobre fenómenos de integración, de reconocimiento del otro y que constituyen
espacios de amparo para sus integrantes o para terceros, -porque no hay que
pensar solamente en lo bueno, en lo que uno comparte– son la familia y la
policía. Y cuando me refiero a la policía no me refiero solamente al cuerpo de
los integrantes de la policía sino a toda la cultura policíaca.
–Le pido un poco de historia.
–Este país tenía la utopía de volver a Europa haciendo
Europa aquí. Y de realizarla a través de la corriente inmigratoria con la idea
de culminar a imagen y semejanza de los países llamados desarrollados. Hasta
1976 esa utopía se realizó en un proceso creciente de integración social. El
yrigoyenismo, el peronismo, el movimiento revolucionario de los setenta
planteaban de distintas maneras una lógica del reconocimiento del otro que es
lo que define a una verdadera institución social. Cuando eso se quebró ni los
emprendimientos culturales, ni los sociales, ni el enriquecimiento relativo que
pueda tener una clase media fueron objeto del reconocimiento del otro –y el
otro es tanto el que está arriba, como el que está al costado o abajo–. Por eso
en la Argentina es tan fácil la guerra de pobres contra pobres, la ruptura del
lazo solidario. Y es porque los procesos históricos que han intentado crear
otra cosa han fracasado o han sido destruidos. Yo creo que si uno tiene que
recurrir a una referencia sobre una experiencia histórica real de justicia
social tiene que pensar en el peronismo. Y el hecho de que durante décadas
buena parte de la clase media argentina, incluidos los intelectuales
progresistas y las izquierdas, no hayan reconocido que el peronismo es la
condición práctica de la experiencia real de la justicia social fue grave. Que
hoy en día siga teniendo vigencia el término “gorila” y que haya gente que se
identifica como tal indica la incapacidad de saldar la historia que tiene esta
sociedad. En las sociedades donde hay reconocimiento del otro no es que no haya
guerra civil ni oposición interna o lucha de clases, pero los contendientes no
consideran al otro ajeno a la nacionalidad.
–O a lo humano como desde el gorilismo, el aluvión
zoológico.
–En esas sociedades desde las que habla Virno yo considero
al otro propio de mi comunidad aunque lo mate porque diverja con él. Por
ejemplo, si yo soy un aristócrata y el otro es un punk, y ese punk vomita, yo
le tiro gases pero no digo que no es de mi nacionalidad, de mi país.
–Aquí hay una enunciación que siempre retorna: el otro a
expulsar se define como “no argentino”.
–En ese sentido 1955 es un primer momento gravísimo. ¿Cómo
una historia se puede construir sobre la integración de todo un colectivo
social a la vida económica y cultural del un país al que después se vuelve a
expulsar? Si alguien creció, se desarrolló, se integró y yo lo reconozco como
tal no puedo pretender que vuelva a donde estaba antes. Eso provoca una
condición de desamparo, una lesión indeleble.
–Usted advierte un primer quiebre con la política de la
integración en el ‘55. Más allá del comienzo desembozado de una política del sacrificio
en el ‘76, ¿cómo ve una continuidad?
–En 1976 lo que se propone es: vamos a construir una
sociedad sobre el sacrificio de una parte de ella. Y esto lleva a la
destrucción de toda la sociedad. Porque una sociedad no puede plantearse en
esos términos (fue lo que pasó con el nazismo alemán). El menemismo renueva esa
propuesta con lacomplicidad de la clase media a la que le propone, bajo la
condición del sacrificio de lo que ahora son catorce millones de pobres,
realizar esa utopía de “ser como ellos” en su forma más baja, es decir
consumista al modelo Miami. Y acá hay que señalar una cosa: Menem fue
reelegido. El primer Menem mintió, el segundo fue reelegido. Y el sujeto social
que ahora protesta es el que reeligió a Menem. Acá lo que duele no es que yo
pierda lo que tengo sino que me lo saque el otro que estuvo de acuerdo con que
yo lo tuviera. Y ese es nuestro sufrimiento. Tengo un recuerdo del último año,
donde no fue el movimiento social el que derribó meramente el gobierno sino que
el gobierno hizo todo lo posible por autodestruirse. Había sido un año en que
cada tantas semanas había un nuevo ajuste y hubo una noche que yo sentí como un
límite. Salió en un titular de La Nación algo así como “En el 2002 se está
pensando en no pagar el aguinaldo”. Esa era una forma perversamente cruel no de
aplicar la guillotina sino el garrote vil, ese tornillo que gira lentamente
pero que no logra matar al patibulario sino que hay que volverlo a dar vuelta.
No un corte cruel e indoloro sino la tortura. La pregunta es entonces ¿cómo fue
posible que tardara tanto en producirse un movimiento social? Ahora, si el
movimiento de los cacerolazos tiene algo de creatividad es su ira y su catarsis
de ese sufrimiento.
–Usted no ve aquí esa multitud protagonista en la que Virno encuentra
fecundidad política.
–Yo pienso que hay que diferenciar entre un movimiento de
oprimidos y un movimiento de damnificados. El del cacerolazo es un movimiento
de damnificados que están reclamando que se haga lo que se les prometió. Y lo
que se les prometió era un cierto bienestar en base al sacrificio de una parte
de la población, pero ese bienestar no se garantizó porque, llegado el momento,
los más poderosos se quedaron con todo. Entonces, en este movimiento uno puede
encontrar heterogeneidades, anomalías, diversidades, pero se trata de un
movimiento que cree en la normatividad, cree en la propiedad. Que son todos
conceptos socialmente discutibles, más cuando se han constituido en pocos años
sobre una violencia extrema bajo la forma de la exclusión, el genocidio y el
empobrecimiento. Y aquí hay que agregar otra cosa, que es también poco común en
otras sociedades, y es que el problema de la Argentina no es la pobreza ni la
confiscación de depósitos sino que uno obtiene algo en base a un esfuerzo en el
transcurso del tiempo por un proyecto aparentemente común y después se le quita
arbitrariamente y de una manera caprichosa, sin ningún motivo justificable como
una catástrofe natural o una guerra. Vos fijate esta frase, “Que se vayan
todos”, dicha por los caceroleros. El momento de decirla era 1984. En ese
momento hubiera significado “que no vengan éstos que estuvieron donde no tenían
que estar, en la dictadura de la que fueron cómplices”. ¿Por qué se la dice
ahora? ¿Zamora se tiene que ir? ¿Alicia Castro? ¿Elisa Carrió? ¿Patricia Walsh?
Es demencial no articular un fenómeno de protesta con los sectores que tienen
algo que decir. Estos damnificados que no obtuvieron lo que esperaban obtener
por su complicidad y complacencia durante estas décadas, los meten en la misma
bolsa con sus propios benefactores fallidos sobre los que ahora escupen. A eso
llamo yo capricho. Porque si fuera un deseo sería interesante. Es el capricho
de quien tiene su subjetividad entregada al confort, a la comodidad, a la
complacencia. No es casual que todo este movimiento sea de gente que nunca
militó en nada, que nunca salió a la calle. Otro componente del concepto de
damnificado es la conversión. Estos damnificados son conversos de lo que
pensaban hace un ratito. El oprimido en cambio no es un converso, es alguien
que ha sido sustraído a su deseo de libertad frente al cual la única
posibilidad que le quedaba en caso extremo era suicidarse. Ahora, en ciertas
ocasiones los colectivos producen esos milagros seculares o ateos que son las
rebeliones. Pero no es el caso de este movimiento que vemos aquí. Hay una frase
de Lenin que dice hay que separar la paja del trigo.
–Y otra de Marx que dice “Sí, hay mil obreros, pero ninguno
comunista”.
–Debe significar algo parecido. Como “Muchos vecinos pero
ningún ciudadano”. Porque hoy el que reclama algo es el directamente afectado,
entonces se rompe la cadena de solidaridad. El que tiene hambre, pide de comer,
y el que tiene los ahorros en el corralito pide los ahorros.
–Eso no tiene una dimensión política.
–Es que en la Argentina existe una política de la entrega y
de la quita. Es como cuando se construyen edificios sin ventanas que se puedan
abrir porque va a haber aire acondicionado, pero después no hay presupuesto
para el aire acondicionado. Cuando un político quiere construir una obra nunca
va a dotar de elementos a un hospital sino que va a construir un hospital
porque los elementos de un hospital producen una penuria gris constante y
mediocre, lloricona, que no opera políticamente pero sí opera el edificio que
después va a quedar como “obra” aunque esté vacío porque no hay recursos.
–Está ese átomo de multitud que protesta frente al lugar
donde fueron asesinados los tres jóvenes que miraban el cacerolazo por TV. Y la
que forma parte del reclamo por el corralito no asocia una causa con la otra.
–Ese acontecimiento fue muy interesante porque no pedían más
cárceles, más castigos, tuvo un signo de tipo más bien convivencial. Pero no se
articuló. Tengo un escepticismo muy grande en cuanto al relato entusiasta de lo
que está pasando. Un amigo me decía en estos días “Habrá que catacumbarse”. A
mí no me gustó esa palabra: vos podés catacumbarte frente a un poder
consistente, a una institución poderosa sólida, monolítica, frente a la cual
vos, como entidad débil, te escondés. Acá las instituciones son fluidas,
disgregadas. La imagen que se me presenta en estos días es la de Sodoma y
Gomorra, la de una ciudad que se autodestruye porque la ausencia extrema de
acciones justas lleva a un todos contra todos que disuelve el lazo social.
Entonces el peligro de la Argentina, la catástrofe, no es material. No es
solamente la pobreza sino el desamparo al que nos hemos sometidos nosotros
mismos y del que somos cómplices los que hemos podido viajar, comer, estudiar en
estos años, no con nuestra acciones, sino como cuando uno acepta el donativo
del poder o de la mafia. Porque el amparo no es el bienestar sino el
reconocimiento frente a las dificultades. ¿Qué pasó con eso? La catástrofe de
las inundaciones de la provincia de Buenos Aires que fue atroz verificó un
desinterés del conjunto de la sociedad por sectores que fueron la cuna de la
fuente de recursos incluso simbólicos de la Argentina. El desamparo del
estanciero, del chacarero y del trabajador rural no es porque se les inundó el
campo, es porque no es objeto de interés por el resto. Y no por el estado o el
gobierno sino por el conjunto social. Nunca hemos sabido negarnos al sacrificio
de otros que quedaron afuera y no lo digo como mea culpa, algunos hemos
resistido de distintas formas, culturales, sociales, políticas, muy
minoritarias, no escuchadas, no reconocidas, sin presencia en este movimiento
actual. Este movimiento actual está desgajado de la historia de la resistencia
de estos años que si bien trata de integrarse no está reconocida por el
movimiento: Las Madres de Plaza de Mayo, los HIJOS, los familiares de presos.
Los sectores educativos, por ejemplo, hemos sido totalmente denigrados porque
la carpa blanca estuvo 1000 días y el incentivo se vuelve a desconocer ahora en
medio de todo este movimiento. Tampoco esta salida de la Ctera planteando que
no va a haber clases en marzo tiene la suficiente relación que uno esperaría
con el movimiento cacerolazo. Y otra cosa que asombra es la escisión o el
divorcio casi total con la corriente clasista y combativa y el movimiento
piquetero.
–Hay algo que es interesante en el movimiento que es un
intento de regulación interna de la violencia.
–El movimiento cacerolazo no es pacífico. Es manso. La
dinámica cacerolera es que la gente va y está un tiempo y después se va, cuando
se empieza a enrarecer el ambiente. Porque hay sectores radicalizados y
provocadores. Y los provocadores no son determinantes de la violencia.
Unprovocador no puede producir la rotura de todos los cajeros del centro. Eso
lo hace un sector del movimiento social y el conjunto del movimiento cacerolero
no tiene ni la capacidad de evitar la violencia –porque el pacifismo significa
el coraje de enfrentar a la violencia– ni con la policía ni con los provocadores.
Por eso digo: la policía es una institución que funciona porque ha sido
cómplice de la demolición de edificios mientras que el movimiento social va
lleno de ira y termina rompiendo la pantalla de un televisor. No ha reaparecido
la violencia en la Argentina. No digo que tendría que reaparecer pero lo que
uno puede verificar es la mansedumbre. Es un movimiento manso, tranquilo a lo
Piero que testimonia su inquietud por haber perdido un bienestar módico pero
que, al mismo tiempo presenta fenómenos de creatividad como la ira y la
catarsis que es la exteriorización del sufrimiento. Lo que sí me resultó
significativo es que no se pudiese haber evitado la represión del 20. El hecho
de que hubieran tenido que morir 20 personas y nadie lo pudiera evitar. En esta
sociedad el hecho de que muera gente a nadie le produce miedo. No asusta. Se
tolera. Entonces ahí también hay una tensión que no hay en otros países
latinoamericanos entre un discurso bien intencionado de la ley, de la moral y
de las buenas costumbres y de los derechos humanos y una realidad en que la
vida tiene poco valor. Hay un imaginario del cacerolazo como algo de una gran
potencialidad que no se está verificando. Uno no constituye una acción política
solidaria alrededor de los ahorros. Se constituiría, por ejemplo, si se donaran
los ahorros a los hambrientos. Qué reclamo tan desagregado y desintegrador
social es por ejemplo: Yo tengo una enfermedad gravísima que tengo que tratar
con mis ahorros, no me dan mis ahorros y entonces no puedo tratar mi enfermedad
. Esto sucede en lugar de que haya un mecanismo social de asistencia que fue
destruido. Y como fue destruido me moriré. Y siguiendo con lo de los
damnificados: no es verdad que existe la propiedad de esos depósitos porque el
valor de esos depósitos fue constituido sobre fenómenos de exclusión de
sectores sociales y de enajenación de los bienes nacionales. No es mío sino
nuestro y habría que discutir qué significa ese nosotros. No hay una relación
entre lo que el movimiento cacerolazo dice de sí mismo y lo que es. No es un
entusiamo, es un capricho. Es como la movilización que hubo en torno de las
Malvinas, la de una multitud pasiva que en un momento dado se encapricha con
algo que percibe espontáneamente y después abandona como un niño sus juguetes.
–Hay quienes ven los cacerolazos en el marco de los
movimientos antiglobalización.
–El movimiento antiglobalizador como otros movimientos
europeos y norteamericanos de los setenta o los ochenta han sido cuestionadores
del consumismo o de la forma capitalista de existencia. Este es todo lo
contrario, es un grupo que protesta porque no se les proporcionó la garantía de
que iba a continuar este sistema de consumismo. Si acá se logró la
globalización con una integración al consumismo, la dialéctica globalización–antiglobalización
es una dialéctica que nos es distante aunque ejerza efectos sobre nosotros. A
lo que se agrega una distancia literal. Para la clase media ser el país que
quería ser significa aproximarse a ese mundo del que hemos sido desarraigados y
del que estamos muy lejos incluso físicamente. Hoy esa distancia física que se
refiere a nuestros propios movimiento corporales y al acceso a los bienes se
duplicó. Porque se duplicó el valor del dólar. Somos como un tipo de clase
media que vende sus muebles para poder asistir a un crucero de lujo con un
millonario y después se vuelve a la casa y no tiene muebles mientras que el
crucero ya pasó. Entonces ni podemos comprar un pasaje para el país del mundo
donde se haga la próxima reunión antiglobalización. Y a vos el diario no te va
a mandar.
–Tenemos menos acceso a los instrumentos de nuestra propia
colonización. Lo que Virno cree ver en lo cacerolazos en parte puede sererróneo
pero sus textos que nos servirían como instrumento crítico a traducir, nos
quedarán más lejos.
–Por supuesto. ¿Y Davos? ¿Vos estuviste en Davos? ¿Te
acordás cuando Perón preguntó alguien vio un dólar? Ahora no por estar lejos
eso nos es ajeno porque lo vemos por televisión, lo leemos en los diarios, lo
vemos por Internet. Entonces hacemos algo: entre otras cosas, un consorcio.
Pero ojo, no quiero que esto funcione como una profecía. Tal vez quede un saldo
positivo del movimiento cacerolazo: recuperación de la dignidad, requisición de
justicia. Y quizás esta incipiente apertura a la cuestión de la nación produzca
efectos después. Esto significa percibir que hay una ausencia de un nosotros
que nos deja en el desamparo y que sin esa idea cualquier emprendimiento que
hagamos peligra quedar en la intención.
Gracias por hacerme acordar de la sensación de desamparo y confusión de aquellos días iniciales de 2002, sensación que hoy parece, por suerte y por mérito de ya sabemos quiénes, remotísima. Las palabras de Kaufman son de un pesimismo tremendo. Y también son muy lúcidas, en cuanto a separar entre excluidos y meros damnificados.
ResponderEliminarYo le tengo mucho afecto... fue profesor mío cuando yo era adolescente y me hizo descubrir lecturas muy enriquecedoras. Creo que es muy pesimista, y que tiene razones para serlo. Tal vez sus ideas suenen muy radicales.. pero siempre me resulta interesante escucharlo/leerlo.
ResponderEliminarYo también lo tuve de docente, en la UBA. En ciertas áreas, la tiene muy clara, aunque algunos alumnos se quejaban porque no seguía el programa al pie de la letra, justamente una de las cosas que yo apreciaba.
ResponderEliminarpibe, qué hacés revolcándote en el chiquero de la lectora provisoria? son todos imbéciles a los que no les podés cambiar su forma de ver las cosas. lo único que lográs ahí es indignarte ante tanta pelotudez concentrada y perder tiempo valioso.
ResponderEliminarIba a decir lo mismo. Tenés una capacidad como para discutir con personas mucho mas piolas. ¡Dejalos que se envenenen solos!!!!!
ResponderEliminarMm, tienen razón. No deberia discutir en el blog de Quintín. Es tan conspiranoico que cree que soy un "militonto rentado". Qué se yo... me pintó.
ResponderEliminarAbrazo!