“Tengo treinta y tres años y la impresión de que ha pasado
mucho tiempo y que cada vez pasa más deprisa. Cada día tengo que llevar a cabo
más elecciones acerca de qué es bueno, importante o divertido, y luego tengo
que vivir con la pérdida de todas las demás opciones que esas elecciones
descartan. Y empiezo a entender cómo, a medida que el tiempo se acelera, mis
opciones disminuyen y las descartadas se multiplican exponencialmente hasta que
llego a un punto en la enorme complejidad de ramificaciones de la vida en que
me veo finalmente encerrado y atrapado en un camino y el tiempo me empuja a
toda velocidad por fases de pasividad, atrofia y decadencia hasta que me hundo
por tercera vez, sin que la lucha haya servido de nada, ahogado por el tiempo. Es terrorífico. Pero como son mis propias elecciones las que
me encierran, me parece inevitable: si quiero ser adulto, tengo que elegir, lamentar
los descartes e intentar vivir con ello.
No sucede así en el lujoso e impecable ‘Nadir’. En un
Crucero de Lujo 7NC, pago por el privilegio de cederles a profesionales
cualificados la responsabilidad no solamente de mi experiencia sino de mi
interpretación de esa experiencia: es decir, de mi placer. Mi placer es
gestionado de forma eficaz durante siete noches y seis días y medio… Tal como
me prometieron en la publicidad de la línea de cruceros. No, tal como alguien
ya llevó a cabo en los anuncios, con sus imperativos de segunda persona, que los
convierte no ya en promesas sino e predicciones”. (DAVID FOSTER WALLACE, Algo supuestamente divertido que nunca
volveré a hacer, reseña de su experiencia a bordo de un crucero de lujo en
1996).
Para seguir leyendo:
American Splendor y el nihilismo
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American Splendor y el nihilismo
vas a postear lo que dice contra Tarantino y a favor de Lynch? bastante de acuerdo con eso, y con esto también...
ResponderEliminarNi sé lo que voy a postear, pero es un buen tema. Queda planteado en el siguiente párrafo:
EliminarEN CONTRA DE TARANTINO
"Me parece justo afirmar que ese fenómeno comercial de Hollywood que es Quentin Tarantino no existiría sin David Lynch como piedra de toque, como conjunto de códigos alusivos y contextos en el núcleo cerebral del espectador (...) ha encontrado (de forma bastante ingeniosa) una forma de coger lo que la obra de su predecesor tiene de extraño, distintivo y amenazante, homogeneizarlo y batirlo hasta que no quedan grumos y resulta lo bastante fresco e higiénico para el consumo masivo. Reservoir Dogs, por ejemplo, con su charla cómicamente banal durante la comida, sus nombres en clave inquietantemente innecesarios y su molesta banda sonora de pop camp de décadas pasadas, es Lynch comercializado, es decir, más rápido, más lineal y con todo su surrealismo idiosincrásico transformado en surrealismo al uso (...) O recuerden a la madre de todas las referencias por la cara a Terciopelo azul: la escena de Reservoir Dogs donde Michael Madsen, mientras baila un tema rancio de los setenta, le corta una oreja al rehén. No muy sutil. Esto no quiere decir que el propio Lynch no esté en deuda con otros directores: Hitchcock, Cassavetes, Bresson y Deren y Wiene. Pero es cierto que en muchos sentidos Lynch ha abierto y ha hecho practicable el territorio «anti-Hollywood» que Tarantino y compañía están explotando económicamente en la actualidad. (...) Las películas de Lynch, taciturnas, inquietantes, obsesivas y dotadas de una intensa e inconfundible personalidad, son a las superproducciones lo mismo que las primeras grandes obras del cine negro de los cuarenta fueron a los musicales sonrientes: éxitos de crítica y de público imprevistos que calaron hondo en el público y ampliaron la idea que tenían los estudios y las distribuidoras de lo que podría vender. Es decir, que le debemos mucho a Lynch. Y también quiere decir que David Lynch, con cincuenta años, es un director mejor, más complejo e interesante que todos los jóvenes «rebeldes» de moda que hoy día están haciendo películas violentamente irónicas para New Line y Miramax. Quiere decir en particular que —sin necesidad de tomar en consideración bochornosas películas recientes como Four Rooms o Abierto hasta el amanecer— David Lynch es mil veces mejor director que Tarantino. Porque a diferencia de Tarantino, David Lynch sabe que una acción violenta en el cine americano, por culpa de la repetición y la insensibilización, ha perdido la capacidad de aludir a nada más que a sí misma. Por esta razón la violencia en las películas de Lynch, grotesca, fríamente estilizada y totalmente llena de simbolismo, es cualitativamente distinta de la violencia de Hollywood o de la violencia de dibujos animados a la moda en el anti-Hollywood. La violencia de Lynch siempre intenta significar algo.
9a. Una manera mejor de explicar lo que estoy intentando decir
A Quentin Tarantino le interesa ver cómo a alguien le cortan la oreja. A David Lynch le interesa la oreja.
RUMOROLOGÍA Resulta muy difícil para un director de moda evitar lo que los especialistas en salud mental llaman «el desorden de Tarantino», que implica la ilusión persistente de que ser un buen director de cine implica que también se es un buen actor. En 1988 Lynch protagonizó, junto con Isabella Rossellini, la película de Tina Rathbone Zelly and Me, y si nunca han oído hablar de ella ya se pueden imaginar por qué"
(David Foster Wallace, 1996)
A FAVOR DE TARANTINO
http://tallerlaotra.blogspot.com.ar/2013/02/tarantino-desencadenado.html
A mí me gusta más David Lynch, pero Tarantino me parece un groso. Disfruto mucho con el cine de ambos, y no llego a percibir lo que percibe Foster Wallace.
EliminarEn economía eso que tan bien describe Foster Wallace se llama Costo de oportunidad y es, incluso para una ciencia que se prueba (sin éxito) el ropaje de "dura", un concepto bastante metafísico, de una carnadura existencial muy interesante.
ResponderEliminarSaludos.
Polkiani
Saludos estimado!
EliminarAbrazo de gol de Boca