El filólogo y helenista
alemán Hermann Diels confesó cierta vez: “Ich
schätze mich glücklich, dass es mir vergönnt war, den besten Teil meiner Kraft
den Vorsokratikern widmen zu können”. Que traducido al castellano sería “me considero afortunado/dichoso de que me
hayan dado el poder de dedicar la mejor parte de mis fuerzas a los presocráticos”.
Semejante declaración, en una sociedad donde para muchos ser gordo es un crimen
y ser un burro algo simpático, no deja de parecernos un poco extravagante. ¿Se
puede ser dichoso leyendo filosofía? ¡Pero claro que se puede!
A mí me parece que cuando dejamos
de vivir en estado de incertidumbre y nos acostumbramos a la seguridad de la pelotudez
cotidiana, se nos va muriendo una parte del ser. Nunca está de más luchar
contra la cultura del zapping:
“Estoy con vos, pero en cuanto
me aburro, le mando un mensajito de texto a otro. No podemos estar juntos sin
hablarnos, no podemos confrontar nuestro aburrimiento. La posibilidad de
aburrirnos es intolerable, ya que todos vivimos en una pantalla de televisión y
ahí el tiempo es tirano. ¡Que no nos manden a la tanda!”. (Fabián Casas dixit)
Hay gente que necesita
rodearse de aparatos encendidos, porque el interior de su ser está
desenchufado. Para mí, una persona culta es la que menos dinero y parafernalia
externa necesita para no aburrirse. A menor cultura, más derroche, más pirotecnia,
más ritos, porque se requieren más recursos para amoblar un ser que está semi-vacío.
¿No les molesta cuando le
están contando algo trascendente a un interlocutor que nos presta atención a
medias, porque se distrae cada tanto mandando mensajitos de texto?
Pues justamente, una de las
cosas que la lectura te puede dar es experiencia. La lectura es de las pocas
cosas que te permiten “escuchar con los ojos a los muertos”, a los autores que
ya no están pero que nos han legado sus vivencias. La educación no existe para
hacernos creer que el mundo es inmutable o que estamos predestinados, sino para
que conozcamos las experiencias y los aportes de quienes nos han precedido.
A mí la verdad es que me
pudre el intercambio con personas que “no dejan huella”, que son “personas
trámite”, como la coca cola: bebida destinada al olvido, al presente puro, que apenas
calma la sed. Me gustaría conocer gente que se parezca un poco al vino, que deja
huella, que es capaz de producir un trastorno. No sé si me estoy explicando
bien, pero tal vez es tarde y ya tenga demasiado sueño.
Si puedo, el fin de semana
me gustaría terminar de escribir lo que tengo ganas de escribir sobre qué
cuernos es la filosofía.
¡Sean felices!
PD: los dejo en compañía de
Fernando Pessoa:
"La lentitud de
nuestra vida es tal que no nos consideramos viejos a los cuarenta años. La
velocidad de los vehículos nos ha quitado la velocidad de nuestras almas.
Vivimos muy lentamente, y ésa es la razón por la que nos aburrimos tan fácil.
La vida se ha tornado un campo para nosotros. No trabajamos lo suficiente y
fingimos que trabajamos demasiado. Nos movemos muy rápido desde un punto en
donde nada se hace hasta otro donde no hay nada que hacer, y llamamos a esto la
prisa febril de la vida moderna. No se trata de la fiebre de la prisa, sino de
la prisa por la fiebre. La vida moderna es un ocio agitado, un apartarse
agitado del movimiento ordenado".
Llegué acá por un posteo que le hiciste al genio anacrónico e incomprendido de Lucas Carrasco...Muy buen blog, muy buen contenido y geniales pensamientos. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias che!
EliminarAbrazo!!
Simplemente BRILLANTE...
ResponderEliminarMuchas gracias che, saludos!
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