sábado, 12 de noviembre de 2011

JUVENTUD, DIVINO TESORO, YA TE VAS PARA NO VOLVER


La mejor película que he visto del director Darren Aronofsky se llama “El luchador” (2008), y fue protagonizada por Mickey Rourke. Me gustó mucho más que Black Swan (2010).

Antes que nada, debemos situarnos en el contexto históricoc de la modernidát osidentálc, época en la cual todo lo sólido se desvanece en el aire, como los temas de Comanche.

Sabemos que el deseo y la esperanza van siempre juntos: desear algo implica temer que no acontezca, en tanto que el miedo a que algo malo pase es aferrarse a la esperanza de que no suceda y así.

La multiplicación de los deseos aumenta la posibilidad de que sobrevengan, una y otra vez, las frustraciones. Hoy todo esto nos parece lo más natural del mundo; sin embargo, Remo Bodei nos dice que, en la Antigüedad, la noción de deseo debía estar articulada con la sabiduría: desear mucho era el pecado mortal de la ética, dado que existía un umbral de deseo que uno no debía superar, a riesgo de frustrarse. Por lo demás, cada persona tenía un lugar fijo y más o menos autoevidente en la escala social.


Desde mediados del siglo XX -pasaje del "taylorismo" al "toyotismo"- , por razones económicas –exceso de producción y bajo consumo- lo que era un pecado mortal se transforma en una virtud cívica. Ahora tenemos que comprar y comprar para satisfacer deseos de forma constante. La oferta crea su propia demanda, y en casi todos los países se incrementa la población “prescindible”.

Según Bodei, “el problema político de las democracias modernas es la gestión política de las frustraciones. Desde la niñez, decimos que queremos ser ingenieros, astronautas o cantantes, nadie dice que quiere ser barrendero. Las expectativas son muy altas; frente a los duros arrecifes de la realidad, se naufraga. Tenemos que bajar nuestro nivel de deseos, y esto es un gran problema político, porque la mayoría de los hombres está acostumbrada a desear mucho. Entonces, la política como gestora de los deseos, asume un papel violento, y la vida parece algo malo”.

Situaciones individuales como el dolor, la vejez y la muerte no redimen a nadie, y son íntimamente juzgadas como indeseables: no pueden ser rescatables ni en un más allá religioso; ni en un futuro laico de relativa satisfacción terrenal que teóricamente pudiera surgir de una revolución que diera lugar a una sociedad nueva, carente de conflictos sociales.


Ha pasado mucha agua bajo el puente hasta llegar a la idea de “fin de la historia” de Fukuyama, para quien la economía de mercado y la presunta “muerte de las ideologías” no son sólo el mejor de los mundos posibles, sino el único mundo.

Pero no nos vayamos tan al carajo: la trama de El luchador -The Wrestler- se centra en la historia de Randy “The Ram” Robinson, un peleador de lucha libre a quien se le han pasado sus épocas de gloria. Su presente se relaciona con una vida de pobreza y soledad, peleando en circuitos de segunda categoría, y sin el colchón anímico que podría significar el amor de una familia. Randy no tiene relación con su hija –rol encarnado por la preciosa Evan Rachel Wood- , a quien abandonó para dedicarse a su profesión. En la vejez, sintiéndose un pedazo de carne inútil y con una afección cardíaca que le impedirá seguir peleando, tratará de recuperar el afecto perdido.

El guión no cae en la sensiblería innecesaria, y las actuaciones son excepcionales: Marisa Tomei, en el rol de la stripper cuarentona, es brillante; y a Mickey Rourke, su papel le calza justo.


Para una stripper y un luchador, que viven de su cuerpo, tal vez la vejez sea todavía más dura que para el resto.

No creo necesario abundar en el contenido de la trama, dado que la película se explica sola y perdería gracia para quienes no la han visto.

8 comentarios:

  1. Me pareció una película excelente!!

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  2. la vi cuando salio y me gusto.. aunque tampoco me parecio alg del otro mundo.
    slds

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  3. Coincido en que es una película brillante. Muy, muy inteligente la musicalización. Fotografía ajustada a la necesidad de la historia, que de paso logra algunas postales interesantes de ese USA que no se quiere ver, que no existe, claro. Marisa Tomei fantástica, y Rourke con un papel que le entra justo. Todo para decir que me gustó.

    Mi DVD lleno de grasita de humo de cientos de bifes anchos hoy no estuvo muy colaborativo, y no me permitió ver íntegramente "Harley Davidson & Marlboro Man", ese grandísima mejor / peor película de acción de 1991, año en que termina la producción de películas de este género. Como extraño el fílmico de esa época, que gran pena. El DVD no lo destruyó, pero el Blue Ray amenaza con hacerlo, con esa capacidad de convertir todo en una animación.

    Me parece que voy a intentar ver "Bad day at Black Rock" ahora, si el DVD quiere. Todo sea por volver a disfrutar de unos minutos de Ernest Borgnine, pese a Spencer Tracy.

    Saludos,

    PZ

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  4. Buen Post! cuando niño me parecía espectacular la idea de ser músico, futbolista o kiosquero de revistas, pero luego el entorno te inyecta la artificial necesidad de prestigio y todo se va al carajo...

    Mr Gabi

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  5. Yo quería ser un músico frustrado... y lo conseguí.

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  6. Yo quería jugar en la primera de Boca y hacer un gol en la selección argentina, y no lo conseguí.
    ¡La pucha!

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  7. Ya me dieron ganas de ver esa peli.
    Escuche don desocupado, enlacé su blog al mío porque ta bueno. Si considera que lo desprestigio chifle y lo saco.

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  8. Jaja, ¿cómo se le ocurre? Sunhonór!!
    Este blog se desprestigia solito, no necesita ayuda!
    Abrazo de gol!

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