No soy muy original: me interesan algunas mujeres, el fútbol, la filosofía, la literatura, la música-especialmente el rock-, la política, el cine, las ciencias sociales… Me hubiera gustado jugar en la primera de Boca y salir campeón mundial con la selección argentina de fútbol, pero no me alcanzó el talento. Tengo pendiente salir campeón con mis amigos de algún torneo amateur. Escribo por varias razones, pero fundamentalmente para que me quieran.
viernes, 27 de abril de 2012
miércoles, 25 de abril de 2012
lunes, 23 de abril de 2012
LA ORIGINALIDAD DE MAQUIAVELO
¿Se imaginan a un policía
antidisturbios, frente a un grupo de barrabravas de Chacarita enardecidos,
pensando “si alguien te golpea la mejilla
izquierda, ofrécele la derecha”? Si el chamigo actuara según criterios dictados por el Sermón de la Montaña, no sólo pondría en peligro su propia vida, sino que lo consideraríamos un ridículo, como lo demuestra el siguiente video de Cha cha cha.
- "¿Vos me estás diciendo que la música está arriba de la política? Yo ya sé eso, la música está arriba de la política. Gracias a Dios, si no estamos perdidos".
A despecho de lo que puede llegar
a creer algún cultor del “Lanatismo” -la doctrina según la cual la
investigación periodística se reduce a demostrar que “los políticos son todos
chorros” y la política es algo sucio y feo- , el político de raza no se mete en política para afanar guita,
aunque a veces lo haga, sino porque concibe a la política como una auténtica
vocación, a la que entrega gran parte de su vida y energía.
Si tenemos en cuenta que El
Príncipe es una obra breve, de
estilo seco, lúcido, cuya prosa constituye un modelo típico de claridad
renacentista: ¿cómo puede ser que haya suscitado un número tan grande de
interpretaciones encontradas?
La obra de autores como Platón,
Rousseau, Hegel o Marx, también ha dado origen a muchísimas lecturas diversas: “Pero entonces podría decirse que Platón
escribió en un mundo y un lenguaje que no podemos estar seguros de entender;
que Rousseau, Hegel, Marx fueron teóricos prolíficos, cuyas obras son
escasamente modelos de claridad o consistencia” (Isaiah Berlin).
¿Será por haber separado, como
asegura Benedetto Croce y quienes lo siguen en este punto, la política de la moral? No han faltado intérpretes que creen que Maquiavelo recomendó como políticamente necesarios ciertos
caminos que la opinión común condena moralmente; esto es, pisar cadáveres para
beneficio del estado. Según Isaiah Berlin, esta antítesis es falsa:
“Lo que Maquiavelo distingue no son los valores específicamente morales
de los valores específicamente políticos; lo que logra no es la emancipación de
la política de la ética o de la religión, que Croce y muchos otros comentadores
ven como el logro que la corona; lo que instituye es algo que corta aún más
profundamente: una diferenciación entre dos ideales de vida incompatibles, y
por lo tanto dos moralidades. Una es la moral del mundo pagano; sus valores son
el coraje, el vigor, la fortaleza ante la adversidad, el logro público, el
orden, la disciplina, la felicidad, la fuerza, la justicia y por encima de todo
la afirmación de las exigencias propias y el conocimiento y poder necesarios
para asegurar su satisfacción; aquello que para un lector del Renacimiento
equivalía a lo que Pericles había visto personificado en su Atenas ideal, lo
que Livio había encontrado en la antigua República Romana, lo que Tácito y
Juvenal lamentaron de la decadencia y la muerte en su propio tiempo. Estas
parecen a Maquiavelo las mejores horas de la humanidad y, como humanista
renacentista que es, desea restaurar. (…)” (I. Berlin). Los ideales de la
moral cristiana, en cambio, son la caridad, la misericordia, el sacrificio, el
amor a Dios, el perdón a los enemigos, el desprecio por los bienes de este mundo,
la fe en la vida ulterior, la creencia en la salvación del alma
individual, como valores incomparables,
más elevados que, y de cierto absolutamente inconmensurables a, cualquier meta
social, política u otra terrestre, a cualquier consideración económica, moral o
estética.
Para Maquiavelo no hay
posibilidad de conciliar ambas moralidades. La religión cristiana le da un
valor supremo a la humildad, la abyección, al desdén por las cosas humanas; la
religión antigua enfatizaba la grandeza de espíritu, el vigor del cuerpo y todo
lo que hace fuertes a los hombres.
Ahora bien, si los hombres fueran
distintos a lo que son y han sido siempre, podrían crear una sociedad cristiana
ideal, pero no es lo que ocurre en la realidad.
Como bien nota Berlin, Maquiavelo
no dice que la humildad, la bondad, la ingenuidad, la fe en dios, la santidad,
la compasión, son malas, o atributos sin importancia; o que la crueldad, la
mala fe, el poder político, el sacrificio de hombres inocentes a las
necesidades sociales, son buenos.
Lo que dice Maquiavelo es muy
similar a lo que años más tarde dirá Max Weber –gran lector del florentino, así
como también de Nietzsche- en La
política como vocación: elegir llevar una vida cristiana te condena a
la impotencia política: a ser usado y aplastado
por hombres ambiciosos, inteligentes e inescrupulosos. Tampoco cree que se
pueda llegar a una conciliación entre ambos mundos. Los políticos que toman
caminos intermedios, y ante determinadas circunstancias son incapaces de ser
completamente buenos o completamente malos, terminan por vacilar y caer en la
debilidad y el fracaso.
Insisto una vez más: el tipo no
trata de corregir las virtudes cristianas, ni llama “maldad” al “bien” y
“bondad” al “mal”. Lo que dice, según la lectura de Berlin, es que los principios cristianos son
incompatibles con las virtudes cívicas.
Maquiavelo condena, en el terreno
político, la inefectividad. En un pasaje de los Discursos sobre la primera década
de Tito Livio, dice que la fe cristiana ha hecho a los hombres “débiles”,
fácil presa de los “hombres malvados”, ya que aquéllos “piensan más en soportar las injurias que en vengarlas”.
La lección de Maquiavelo es que uno puede salvar su alma o puede mantener o bien servir un gran y glorioso estado, pero no siempre puede hacer ambas cosas a la vez. Como la de Aristóteles o Cicerón, la moralidad de Maquiavelo era social, no individual. Pero es una moralidad no menos que la de ellos, y no una región amoral más allá del bien y del mal.
En síntesis: ¿por qué la lectura de El Príncipe ha dado lugar a interpretaciones tan diversas? Según Isaiah Berlin:
"Me gustaría sugerir que es la yuxtaposición de las dos perspectivas en Maquiavelo -los dos mundos moralmente incompatibles, por decirlo así- sobre las mentes de sus lectores, y la colisión y aguda inconformidad moral subsecuentes lo que, a través de los años, han sido responsables de los desesperados esfuerzos por interpretar mal sus doctrinas, para representarlo como un cínico y por lo tanto, finalmente, como un superficial defensor del poder político, o como un satánico, o como un patriota que receta para situaciones particularmente desesperadas que raramente se presentan, o como un contemporizador, o como un amargado fracasado político, o como mero vocero de verdades que siempre hemos conocido pero no nos gusta pronunciar, o nuevamente como el ilustrado traductor de antiguos principios sociales universalmente aceptados dentro de términos empíricos, o como un criptorepublicano satírico (un descendiente de Juvenal, un precursor de Orwell); o un frío científico, un mero tecnólogo político libre de implicaciones morales (...)
Esta no es una división de la política y la ética. Es el descubrimiento de la posibilidad de más de un sistema de valores, sin ningún criterio común a los sistemas entre los que se puede hacer una elección racional. Esto no es el rechazo del cristianismo por el paganismo (aunque Maquiavelo claramente prefirió este último), ni el paganismo por el cristianismo (...) sino el acomodo de ambos lado a lado, con la implícita invitación a los hombres a escoger entre una vida privada, buena, virtuosa, o una existencia social buena, de éxito, pero no ambas".
MAX WEBER, LECTOR DE MAQUIAVELO:
La lección de Maquiavelo es que uno puede salvar su alma o puede mantener o bien servir un gran y glorioso estado, pero no siempre puede hacer ambas cosas a la vez. Como la de Aristóteles o Cicerón, la moralidad de Maquiavelo era social, no individual. Pero es una moralidad no menos que la de ellos, y no una región amoral más allá del bien y del mal.
En síntesis: ¿por qué la lectura de El Príncipe ha dado lugar a interpretaciones tan diversas? Según Isaiah Berlin:
"Me gustaría sugerir que es la yuxtaposición de las dos perspectivas en Maquiavelo -los dos mundos moralmente incompatibles, por decirlo así- sobre las mentes de sus lectores, y la colisión y aguda inconformidad moral subsecuentes lo que, a través de los años, han sido responsables de los desesperados esfuerzos por interpretar mal sus doctrinas, para representarlo como un cínico y por lo tanto, finalmente, como un superficial defensor del poder político, o como un satánico, o como un patriota que receta para situaciones particularmente desesperadas que raramente se presentan, o como un contemporizador, o como un amargado fracasado político, o como mero vocero de verdades que siempre hemos conocido pero no nos gusta pronunciar, o nuevamente como el ilustrado traductor de antiguos principios sociales universalmente aceptados dentro de términos empíricos, o como un criptorepublicano satírico (un descendiente de Juvenal, un precursor de Orwell); o un frío científico, un mero tecnólogo político libre de implicaciones morales (...)
Esta no es una división de la política y la ética. Es el descubrimiento de la posibilidad de más de un sistema de valores, sin ningún criterio común a los sistemas entre los que se puede hacer una elección racional. Esto no es el rechazo del cristianismo por el paganismo (aunque Maquiavelo claramente prefirió este último), ni el paganismo por el cristianismo (...) sino el acomodo de ambos lado a lado, con la implícita invitación a los hombres a escoger entre una vida privada, buena, virtuosa, o una existencia social buena, de éxito, pero no ambas".
MAX WEBER, LECTOR DE MAQUIAVELO:
A ojos de Weber, “lo patético de la acción estaba vinculado a
la antítesis entre dos formas morales, la moral de la responsabilidad y la
moral de la convicción. O bien obedezco a mis convicciones (pacifistas o
revolucionarias, tanto da) sin preocuparme por las consecuencias de mis actos,
o bien me siento obligado a rendir cuentas de lo que hago, aunque no lo haya
querido directamente, y entonces las buenas intenciones y los corazones puros
no bastan ya para justificar a los actores” (Raymond Aron).
Cuando se entra en política, la
moral que debe seguirse es la de la responsabilidad por las consecuencias de
las acciones que se toman en la coyuntura. Entrar en política es participar en
conflictos en los que se pelea por el poder, por la capacidad de influir sobre
el Estado y, a través de él, sobre la colectividad. Al mismo tiempo, el
político queda atrapado en la obligación de someterse a las leyes de la acción,
aunque esas leyes sean contrarias a sus convicciones más íntimas, a los diez
mandamientos o a las recriminaciones que Pepe Grillo le puede hacer en la
soledad nocturna de una conversación con la almohada. Los dardos de Weber
estaban dirigidos, probablemente, a los pacifistas de orientación cristiana y a
los revolucionarios principistas, a los idealistas. Aunque nuestro contexto y lugar no son los de la época de Weber -y mucho menos los de los tiempos de Maquiavelo-, la lección de ambos sigue teniendo vigencia.
Por ejemplo: para un seguidor de
la “ética de la convicción”, el aborto está mal sin importar las consecuencias,
y por lo tanto no debe ser legalizado. Un político debe considerar las
circunstancias, y las consecuencias que puede tener su no legalización sobre la
población femenina, sobre todo entre las mujeres que pertenecen a los sectores económicamente más desfavorecidos.
Aclaración importante: Weber no
quiere decir que el moralista de la responsabilidad no tenga convicciones, ni
que el moralista de la convicción no tenga sentido de la responsabilidad. “Lo que él sugiere es que, en condiciones
extremas, ambas actitudes pueden contradecirse y que, en último análisis, uno
prefiere al éxito la afirmación intransigente de sus principios y el otro
sacrifica sus convicciones a las necesidades del triunfo, siendo morales tanto
uno como otro dentro de una determinada concepción de la moralidad” (R.
Aron).
Esta es la lección que Weber toma
de Maquiavelo, según el cual la política se revela en situaciones extremas. Es
evidente que un buen político debe estar convencido de sus ideas –que no es lo
mismo que ser un necio o un soberbio- y al mismo tiempo ser responsable de sus
actos. Ahora bien, ¿cuál es la elección moral cuando es preciso mentir o
perder, matar o ser vencido? La verdad,
responde el moralista de la convicción (Lilita Carrió); el éxito, responde el (¿peronista?) moralista de la
responsabilidad.
Otro punto importante: no existe
criterio científico universal capaz de salvar al político de tomar decisiones
erróneas. Creer que la política debe someterse al dictado de la ciencia no es
más que “cientificismo” (1). La política es negociación constante, y por lo común,
no hay una medida política o económica que beneficie a todos: generalmente se
perjudica a algunos en beneficio de otros.
(1) Acerca del "científicismo hablamos aquí.
Para seguir leyendo:
http://artepolitica.com/comunidad/claude-lefort-y-la-democracia-como-lo-opuesto-a-la-ausencia-de-conflicto/
miércoles, 18 de abril de 2012
KIRCHNER, YPF Y LOS NOVENTA
No soy un experto en el tema YPF,
aunque mi viejo trabajó ahí por más de treinta años, con lo cual la nacionalización
parcial que anunció Cristina Kirchner me toca el corazón (y no porque sea un nacionalista fanático ni mucho menos). Incorporo la interesante editorial de Reynaldo Sietecase:
http://www.reynaldosietecase.com.ar/2012/04/18/editorial-sobre-ypf/
http://www.reynaldosietecase.com.ar/2012/04/18/editorial-sobre-ypf/
Leo el siguiente comentario en La
Nación, de parte de alguien que se llama así mismo “46 por ciento”:
"Estatizar
(robar),matar, amedrentar, pelear, polemizar, pe.lotudear, chicanear, versear,
mentir, delinquir, desoir, y toda la gama de verbos de m... es todo lo que
saben hacer los KK. Fuera estos ladrones que pretenden ser los representantes
de los ciudadanos. LO SERAN DEL 54% DEL POPULACHO ignorante y corrupto que los
voto. Ojo aun hay 46% que piensa que la Constitución Nacional y la Republica
son mas importantes que esto marxistas”.
Naturalmente, creo en el enriquecimiento espiritual
a través del intercambio de opiniones con personas racionales que piensan distinto a uno. Dos
de los enemigos principales de todo pensamiento son el maniqueísmo y la pereza
mental. Ahora bien, ¿se puede intentar debatir de política con alguien como Don
46%? Me parece imposible, la única solución es dejarlos solos escupiendo
veneno.
Hay personas que creen que uno
apoya al gobierno porque: a) es un canalla; b) es un idiota; c) es un estúpido;
d) es un ignorante; e) es un cínico y/o f) es un ingenuo. Por supuesto que uno puede estar equivocado, no lo niego.
Hay un anónimo, que se debe creer la vanguardia iluminada, que me trata como si yo fuese un pelotudo:
Hay un anónimo, que se debe creer la vanguardia iluminada, que me trata como si yo fuese un pelotudo:
Pero en todo caso, en penoso ver a los giles como vos, a quienes les muestran la tapa de P/12 y ven la banderita argentina y el escudillo viejo de YFP con la albiceleste y ya se le llenan los ojos de lágrimas y creen que no vale la pena discutir nada más. Mucha gente entiende que este gobierno contribuye propagandísticamente a generarse una mística de izquierda y lucha social que hace que gansos como vos no le critiquen nada y esperen deseosos de enterarse cuál es el próximo paso en el programa de liberación nacional del pueblo en la próxima cadena nacional. Cristina en 2016 va a decir que la minería a cielo abierto queda prohibida bajo parámetros actuales y que va a expropiar las minas para una compañía pública que garantice la no-contaminación. Y los mismos boludos van a aplaudir y sentirse liberados como nunca. ¿Para qué discutir sobre políticas progresistas si ya elegimos a la persona más progresista de argentina como presidente? Ya está.
En fin, es difícil discutir de política en la Argentina. Entiendo que en estos nueve años se han hecho cosas mal, algunas muy mal, como la política de transporte. Pero no me quiero desviar...
Me permito citar dos fragmentos de Raymond Aron, en su introducción a El Político y el científico, de Max Weber:
"El hombre de acción es el que, en una coyuntura singular y única, elige en función de sus valores e introduce en la red del determinismo un hecho nuevo. Las consecuencias de la decisión tomada no son rigurosamente previsibles, en la medida en que la coyuntura es única. Sólo hay previsión científica en las sucesiones de acontecimientos que pueden repetirse o, dicho en otros términos, sólo hay previsión científica respecto de las relaciones derivadas de lo concreto y elevadas a un cierto nivel de generalidad".
En política, obrar razonablemente no es honrar la verdad eterna e inmutable, ni seguir los dictados del conocimiento científico, sino adoptar, después de haberlo meditado, la decisión que ofrezca más probabilidades de conseguir el fin que se pretende.
"Entrar en política es participar en conflictos en los que se lucha por el poder: el poder de influir sobre el Estado y, a través de él, sobre la colectividad. Al mismo tiempo, queda un obligado a someterse a las leyes de la acción, aunque sean contrarias a nuestras íntimas preferencias y a los diez mandamientos; se concluye un pacto con los poderes infernales y se queda condenado a la lógica de la eficacia".
Y otro fragmento de Aron que me parece central, y que se aplicaría al propio gobierno si en lugar de gobernar hubiese perdido las elecciones:
"No existe ni un solo ejemplo de oposición que no utilice frente al Gobierno argumentos injustos o mendaces que consisten en reprocharle no haber logrado éxitos que nadie hubiera podido lograr o haber hecho concesiones que nadie hubiera podido evitar".
No digo que la cita se aplique estrictamente a lo que se hizo con YPF en estos últimos nueve años, donde seguramente se han hecho cagadas muy grandes. El tema con Eskenazi fue nefasto. No sé... no tengo la posta.
Retomando, algunos piensan que la palabra “gorila”
está perimida. Pues no estoy de acuerdo: me parece que el gobierno de Néstor y
Cristina Kirchner hizo surgir una nueva forma de gorilismo, tanto por izquierda como por derecha, aunque hoy los
tiempos sean otros. También es cierto que hay talibanes K que justifican hasta
las cagadas más grandes que se pueda mandar el gobierno. ¿Y qué es un gorila?
Remito al siguiente post:
En fin, no me quiero seguir extendiendo.
Rescato un fragmento de Fidanza, sobre la decisión de expropiar el 51%:
“En ese marco, poco le queda por hacer a la oposición, salvo esperar
que baje la espuma. La búsqueda en el archivo de las contradicciones de los
Kirchner en la historia de YPF no deja de ser un divertimento menor, frente a
la dimensión del paso dado. Si la política fuera la historia de las coherencias
casi no habría política”.
Me gustó también el siguiente
artículo de un tal Bruno Bimbi, un periodista que parece bastante piola. Finalizo el post citando el artículo de Bimbi in extenso, porque comparto bastante lo que dice, y porque no tengo ganas de pensar por mí mismo (no le mintamos a la gente =P). En todo caso espero enriquecerme con el aporte de quienes no piensan lo mismo en los comentarios:
“Desde que tuiteé por primera vez expresando
mi alegría por el anuncio de la Presidenta, que envió al Congreso un proyecto
para recuperar YPF bajo control del Estado, recibí varias réplicas que me
“recordaban” que Néstor y Cristina Kirchner apoyaron la privatización en los
noventa y no habían nacionalizado YPF hasta ahora (?), como si viviera en una
nube de pedo y no me hubiera enterado. Algunos, con más detalle, me recordaban
que Parrilli fue quien defendió la privatización en el Congreso. Ah, mirá vos,
no sabía, estaba en Marte en esa época. Entonces, razonan algunos, los
kirchneristas son unos hipócritas y quienes apoyamos medidas como esta no
tenemos memoria. He leído que esa ha sido, palabras más, palabras menos, la
misma lectura de algunos políticos de la oposición. Me parece una lectura
bastante mediocre.
El segundo argumento es el menos
atendible: criticar una decisión correcta porque no se tomó antes me parece un
ejercicio de masturbación intelectual. Las respuestas podrían ser de lo más
variadas: antes no estaban dadas las condiciones políticas y/o económicas,
antes había otras peleas que dar y no se pueden dar todas juntas, antes no era
el mejor momento interno o externo o, simplemente, antes el gobierno no quería,
no pensaba que fuera necesario, tenía otras hipótesis de trabajo o no había
madurado la decisión de hacerlo. O cambiaron de opinión y punto (ay del
gobierno que no sea capaz de hacerlo). O, ponele, lo hacen porque son unos
oportunistas. A los efectos prácticos, me importa poco, me parece una discusión
irrelevante (Quienes leyeron mi libro “Matrimonio igualitario” recordarán lo
que digo, sobre la misma crítica, con relación al apoyo del gobierno a esa ley,
en el capítulo titulado “K o no K”).
Lo importante es que ahora lo
están haciendo y es, en mi opinión, la decisión correcta, la mejor para el
país, como lo fue nacionalizar los fondos de las AFJP, reformar la Corte,
apoyar el matrimonio igualitario, renegociar la deuda, impulsar la derogación
de la obediencia debida y el punto final y la reapertura de las causas contra
los genocidas del Proceso, reposicionar al país en el contexto latinoamericano,
reformar la ley de medios, aprobar la AUH, etc. Varias de esas y otras
decisiones que aplaudo también fueron criticadas porque no lo hicieron antes,
porque eran proyectos de otros, porque antes no habían asumido públicamente esa
bandera o porque antes fueron socios políticos de un gobierno que hizo lo
contrario. Cierto, pero irrelevante. Creo yo que a un gobierno se lo juzga por
lo que hace, no por la especulación filosófica sobre por qué no lo hizo antes,
por qué lo hace justo ahora, con qué motivaciones profundas, o qué pensaba
sobre la posibilidad de hacerlo cuando no tenía la posibilidad, porque no era
gobierno. Y creo que cada medida se juzga por la medida en sí, interrelacionada
con las demás medidas que forman parte de la política de ese gobierno, en el
contexto del momento en el que se toman, teniendo en cuenta las condiciones
políticas e identificando, en el marco general, una dirección más o menos
coherente que va para un determinado lado. Y no por el archivo de TVR o 678.
Eso no invalida las críticas por
lo hecho o lo no hecho antes, así como no invalida las críticas por lo que se
hace mal ahora, que yo también hago cuando lo creo necesario. Pero el argumento
“Los Kirchner, en los noventa…” para criticar al gobierno de Cristina, modelo
2012, me parece una boludez. ¡Es seissieteochismo a la inversa! Y como yo
quiero un kirchnerismo sin 678, lo mismo les pido, por coherencia, a los
antikirchneristas. El recorte de archivo es una herramienta útil para la
chicana y para la televisión, que muchas veces se parece a la chicana, pero
pocas veces es un buen argumento para analizar la política en serio, en el
mundo real. 678 recorta arbitrariamente fragmentos discursivos
descontextualizados, los edita, los coloca en otra línea de tiempo y los asocia
a otras situaciones de enunciación para producir un efecto fácil en el
espectador. Es un show repetitivo por el método y poco serio por el contenido,
que busca descalificar a ciertos enunciadores (los mismos a los que, quizás, el
propio 678 elogió antes, mordiéndose la cola) más que discutir sus discursos.
En los noventa, yo estuve en
contra de la privatización de YPF — es más, milité en contra, como milité en
contra de prácticamente todas las políticas del menemismo, con la única
excepción, que recuerde ahora, de la abolición del servicio militar
obligatorio. Por lo tanto, en su momento también estuve en contra de la
posición de los Kirchner sobre YPF y otros temas (aunque, seamos memoriosos,
Néstor y Cristina se opusieron a muchas otras medidas del menemismo y fueron
considerados enemigos por Menem, aunque, por la lógica interna del peronismo,
no hayan sacado los pies del plato). Si nos vamos a poner a hacer un juicio
histórico, diría que la posición del entonces gobernador de Santa Cruz fue
equivocada y mala para el país. Entre otras cosas, por eso no lo voté a Néstor
en el 2003. Pero después el tipo llegó al gobierno e hizo buena parte de las
cosas que yo esperaba que otros, a los que les creía por su trayectoria,
hicieran. Chacho había estado en contra de los noventa sin fisuras y desde el
principio, pero después, en el gobierno, convalidó mantener la convertibilidad,
apoyó la ley Banelco (sí: estuvo en contra de que usaran la Banelco para
aprobarla, pero apoyó la ley) y fue a buscar a Cavallo para que salvara al
país. ¿Entonces? A Chacho sí lo voté, y con él, a De la Rúa. ¿Con qué derecho
voy a decirle ahora a Cristina que ella no tiene derecho a hacer lo que a mí me
parece bien y hace años espero que alguien haga porque, en los noventa, no
estaba con Chacho en el Frente Grande?
Aun cuestionando la posición de
los Kirchner en los 90 durante el debate por la privatización de YPF, debería
poner esa posición en contexto, ubicar al gobernador como gobernador, con sus
responsabilidades y necesidades de la época, y atender toda otra serie de
variables de análisis que existen en la política real. Probablemente
concluiría, igualmente, que, en mi opinión, estuvo mal. ¿Y entonces? ¿Qué
relevancia tiene ese juicio personal, hoy, en 2012, para analizar las políticas
del gobierno de Cristina, y antes el de Néstor, en lo que se refiere al desarme
del modelo instaurado por el menemismo? En mi opinión, fuera del interés
histórico, aporta poco y nada. Y sería un acto de arrogancia.
Lo que importa, hoy, es que el
país puede recuperar YPF. Quizás la mejor virtud del kirchnerismo sea,
justamente, lo que le señalan como contradicción: esa capacidad de
sorprendernos haciendo buena parte de
las cosas en las que siempre creimos, esas cosas que creíamos que harían otros
que no se animaron, esas cosas que hasta ayer pensábamos: “¡Qué bueno que
sería! Pero no se van a animar…”. Se animan, nos corren el arco de lo posible,
nos hacen querer un poco más.
Si mañana Cristina se anima con
la despenalización del aborto, ¿van a recordarle que alguna vez dijo que estaba
en contra?
Yo no".
Bruno Bimbi (33) es periodista,
profesor de portugués, máster en Letras por la Pontifícia Universidade Católica
do Rio de Janeiro y doctorando en Estudios del Lenguaje en la misma
universidad. Actualmente coordina la campaña por el matrimonio igualitario en
Brasil. Es activista de la FALGBT y autor del libro “Matrimonio igualitario”
(Planeta, 2010). Escribe el blog Tod@s en la web de TN.
Para seguir leyendo
domingo, 15 de abril de 2012
LA TOLERANCIA A LA CORRUPCIÓN
En La Nación de hoy, JorgeFernández Díaz reflexiona sobre la tolerancia a la corrupción de muchos
kirchneristas bienintencionados. ¿Saben qué? Creo que el tipo, en mucho de lo que dice en el artículo/editorial, tiene razón.
Si vamos a encubrir o justificar cada acto de corrupción de un gobierno porque "la oposición es impresentable" o porque "le hacemos el juego a la derecha", estamos fritos. Y no estoy hablando específicamente de Boudou, ya que ignoro los pormenores del caso y no me interesan demasiado. Creo que hay problemas más importantes.
Antes de copiar el artículo,
aclaro que:
1) La honestidad es un valor, pero el "honestismo" es
una desgracia, que consiste en reducir la discusión política a la esfera judicial de quién roba y quién no roba. El honestista se vive quejando de que los políticos "son todos chorros", "sunabarbaridá", "sinosepuedevivír", "en un país en serio....". Al respecto, me
parece iluminador el siguiente post de la MAK.
2) Me
molesta el “intencionalismo”, particularmente el lilitacarriotense, que en lugar de analizar las
consecuencias de una medida política, se centra en las intenciones –casi siempre
“perversas”/”malignas”- de aquellos que la implementan. Hay una frase de Carrió que es sintomática: "bajo la máscara de lo mejor, se esconde lo peor".
3) Me
parece fundamental leer, cada tanto, las lecciones que Max Weber expuso en su
magnífica conferencia, titulada “La
política como vocación”. Toda democracia es, en cierto sentido, una forma velada de oligarquía. Toda institución es imperfectamente representativa y todo gobierno que se ve obligado a obtener el asentimiento de múltiples grupos o personas actúa con lentitud y ha de tomar en cuenta la estupidez y el egoísmo de los seres humanos.
4) Comparto esto que escribió Eduardo Blaustein: En estos días se hace difícil soportar la hipocresía de los que aplaudieron a la dictadura o al menemismo y hoy gritan “¡república!”, los que se beneficiaron con la extranjerización de la economía y hoy braman “¡Techint!”. Lo mismo sucede con los demócratas bien peinados que consideran que los pobres de todas partes, todos y cada uno de ellos, no están en condiciones de votar mejor ya sea que no saben razonar, no disfrutan de la impecable autonomía de pensamiento que sí calzan los carapálidas de Palermo Chico o sencillamente son tan miserables que están dispuestos a vender su voto al primer puntero que les pinte.
4) Comparto esto que escribió Eduardo Blaustein: En estos días se hace difícil soportar la hipocresía de los que aplaudieron a la dictadura o al menemismo y hoy gritan “¡república!”, los que se beneficiaron con la extranjerización de la economía y hoy braman “¡Techint!”. Lo mismo sucede con los demócratas bien peinados que consideran que los pobres de todas partes, todos y cada uno de ellos, no están en condiciones de votar mejor ya sea que no saben razonar, no disfrutan de la impecable autonomía de pensamiento que sí calzan los carapálidas de Palermo Chico o sencillamente son tan miserables que están dispuestos a vender su voto al primer puntero que les pinte.
Definitivamente, ciertos modos de concebir la democracia, la República, la Justicia, la corrupción, el clientelismo, son chiquitos, chiquitos, chiquitos. El “honestismo”, escribió Caparrós, es esa “idea tan difundida según la cual –casi– todos los males de la Argentina contemporánea son producto de la corrupción en general y de la corrupción de los políticos en particular”.
Hay muchos modos de encarnar esa proposición del “honestismo”. Si es por la corta idea del ciudadano honesto, se puede ser un perfecto hijo de puta en el maravilloso marco de la legalidad y la ética republicana. Pagando buena plata a un estudio de abogados patricios en caso de pleito, diseñando leyes desde el poder del dinero o moldeándolas por lobby, se puede cagar la vida de millones de prójimos sin que medien ni la truchada ni la coima. Se pueden acumular grandes ganancias y a la primera brisa en contra despedir personal a lo pavo. Se puede quintuplicar en un día el precio del barbijo antigripe porcina o la vacuna. Se pueden fabricar cigarrillos, asbesto, DDT o glifosato y decir no pasa nada. Se puede ser megabanco transnacional y pagarle a una calificadora de riesgo para quedar como campeón global de la seriedad. Se puede explotar mano de obra semiesclava boliviana y vender marcas fashion. Se puede hablar de los nobles valores del campo y negrear peones o explotar niños. Se pueden dejar morir de SIDA a millones de africanos por un asunto de patentes. Se puede empobrecer a otros tantos millones perorando sobre “industria del juicio”, “pérdida de competitividad”, “estímulo del empleo joven” e incluso “generación de nuevas fuentes de trabajo”
En poco más de un cuarto de siglo asistimos, no sólo en Argentina, a la liquidación de los estándares de bienestar. Pero ante escándalos menores nos acostumbramos a creer que al postear una puteada contra un político corrupto estamos ejerciendo a tope nuestro derecho ciudadano.
Cito el artículo in extenso, y cada uno saque
sus propias conclusiones:
La dolorosa traición de los progresistas
Por Jorge Fernández Díaz
Un intelectual progresista, en
representación de muchos, sugirió que el escándalo Boudou no era importante.
Que siguen apoyando al Gobierno por sus "políticas globales" y que
cerrarán filas. Ese pensamiento ruin sintetiza todos los vicios de un sector
ideológico que durante años fue la última línea de defensa frente al avance de
la corrupción, la impunidad y la prepotencia del poder. Y que ahora ha adoptado
la negación, el relativismo moral y el verticalismo más reaccionario.
Se ve que entre las
"políticas globales" que apoyan los progresistas del kirchnerismo no
figuran la transparencia, la lucha contra la corrupción ni la independencia
judicial. Y que las "políticas globales" no pueden seguir
defendiéndose mientras el propio proyecto se saca de encima las lacras que lo
acechan. Es difícil entender esto último: tienen la insólita idea de que
tapando los pecados de su propio gobierno le hacen un favor. El progresismo
brasileño, por ejemplo, muestra que esto es un verdadero disparate y que un
gobierno se fortalece cuando demuestra su integridad. Dilma Rousseff habló
recientemente en Harvard y dijo que "Brasil hace un gran esfuerzo luchando
contra la corrupción". Luego añadió que su legado iba a ser dotar al
Estado de transparencia puesto que la corrupción era enemiga de "la
eficiencia, la meritocracia y el profesionalismo".
No le ha temblado el pulso para
deshacerse de colaboradores de turbia gestión. Y los intelectuales y artistas
del progresismo de Brasil apoyan fervorosamente las purgas ministeriales, jamás
apañan a los sospechosos y no se les pasa por la cabeza la ocurrencia de ver
detrás de cada investigación periodística o judicial la mano de una
conspiración golpista. Si los progresistas argentinos hubieran vivido en
Norteamérica durante los años 70 habrían caracterizado al Watergate
directamente como un golpe de Estado.
Pero aquí no estábamos ni
siquiera en los inicios de un Watergate. Apenas se llevaban a cabo las
diligencias mínimas que están previstas en cualquier democracia para investigar
presuntos negociados del poder. Esos negociados -perdón por la herejía- ahora
me resultan mucho menos graves que el pavoroso estropicio institucional y
político que provocó el Gobierno para taparlos. Con el objeto de limpiar una
mancha en una sábana, el Gobierno dinamitó la casa con techo y todo.
El monólogo del vicepresidente y
sus acciones posteriores tuvieron como clara intención sacar de la cancha al
juez que lo investigaba, cargarse al procurador de la Nación que no supo
protegerlo y advertirle a cualquier miembro del Poder Judicial con ánimo de
realizar pesquisas alrededor del gabinete nacional, que se arriesgará a
hostigamientos públicos y privados, escarnio, denuncias y hasta jurys de
enjuiciamiento. "Ningún juez podrá investigarnos, somos intocables, tomen nota",
es la traducción libre de todos estos movimientos.
A medida que pasaron los días
quedó demostrada, ante la opinión pública, la promiscuidad entre funcionarios
nacionales y la corporación judicial. Quedó también patentizado por qué las
causas de corrupción contra los funcionarios han entrado siempre en vía muerta.
Y por qué en el diccionario kirchnerista "procurador" significa:
hombre nuestro que procura que nuestros chanchullos no tengan castigo.
El mensaje hacia jueces y
fiscales es amedrentador: el próximo que intente cumplir con su misión será
perseguido y bloqueado en su carrera profesional. Aquí hubo una falla de
seguridad, echaron a un guardaespaldas de dignos modales y trajeron a un
soldado. Ahora el avance de las causas dependerá del coraje individual de algún
juez honesto y la investigación periodística volverá a ser un género de la
ficción, puesto que no tendrá correlato en la realidad jurídica. Así la Máquina
de Triturar Periodistas y Maquillar la Verdad dirá una y otra vez que los casos
son un invento de los "medios hegemónicos" y de nosotros, los
esbirros de escritorio.
La calidad institucional no
gozaba de su mejor momento en la Argentina, pero se cayó varios escalones en
estas últimas horas. Ya no se trata de la inocencia o culpabilidad de Boudou.
Se trata de algo mucho más grande. Aunque convengamos que el miedo era tan
intenso que no trepidaron en tirar por la ventana a un prócer del setentismo
acusándolo de tráfico de influencias, ni en revelar diálogos secretos que los
autoincriminan política y penalmente con tal de pasar a retiro a Daniel
Rafecas.
El Gobierno no podría llevar a
cabo este tétrico espectáculo si el progresismo rompiera el silencio y dijera
basta. Sé que en esa caudalosa corriente de pensamiento hay muchas personas que
están consternadas, pero que callan por temor a ser arrojados fuera del
paraíso. O porque ceden a la gastada extorsión de que convalidar
disciplinadamente lo abominable es necesario para no ser "funcionales a la
derecha". Los cínicos y fanáticos no tienen cura. Pero los kirchneristas
de buena fe sí la tienen. Hay miles. Tragan y tragan sapos, sin saber que su
voz sería fundamental para que los canallas no se salgan con la suya y para que
nuestra sociedad política no se dirija nuevamente a una frustración y a un
chiquero. Incluso para mejorar el gobierno que adoran. Mientras no lo hagan,
todos deberemos entender que la última línea de defensa se ha quebrado. Y que
el progresismo traicionó su propia naturaleza.
jueves, 12 de abril de 2012
INSIDE JOB
En éste sitio pueden ver el documental entero, con subtítulos en castellano. Les dejo el trailer de youtube:
martes, 3 de abril de 2012
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